PRENSA OBRERA, EL ANTIPERONISMO Y EL CORDOBAZO
La izquierda nacional es expresión revolucionaria en el movimiento obrero y popular

Por:
Osvaldo Calello

Publicado el 01/07/2010

En un número reciente, Prensa Obrera dedica dos notas a someter a “riguroso” examen crítico las posiciones de la izquierda nacional en la década de los años 70 y, por añadidura, el texto desacredita la actualidad que esas posiciones conservan luego de más de 30 años. La noticia es la siguiente. Tiempo atrás nuestro compañero Gustavo Cangiano envió a uno de los foros de discusión por internet una nota con observaciones críticas sobre un comentario de Eduardo Salas al libro El peronismo armado de Alejandro Guerrero, ambos militantes del Partido Obrero. Los redactores de Prensa Obrera tomaron nota del envío, se lo autoenviaron y lo publicaron como una carta de lectores en el número del pasado 6 de mayo. A continuación, en el número siguiente publicaron las respuesta del autor del libro y de su comentarista. El título de una de las notas —Acerca del Peronismo Armado: el debate con los muertos— es por demás sugestivo. ¿Qué mueve a una organización que se reviste de semejante soberbia a polemizar con una corriente que según su parecer es un cadáver insepulto?

Reconfiguración del frente de clases del 45

 

Los detractores de la izquierda nacional enfocan su artillería en una de las afirmaciones de Cangiano en el sentido de que el retorno de Perón en 1972 no podía ser considerado como una perspectiva opuesta, sino complementaria a la consigna de Gobierno Obrero y Popular. La explicación de Cangiano es que la crisis de fines de los años 60, que tuvo su expresión política más alta en los acontecimientos insurreccionales de mayo de 1969 en Córdoba, había creado condiciones favorables a la reconfiguración del frente de clases del 45 en un sentido superador del programa y los métodos inherentes a un proyecto de capitalismo autocentrado. La condición fundamental para esa transición era la existencia de una organización política independiente cuyo norte fuera el socialismo. Para los militantes del Partido Obrero, en cambio, esos dos objetivos (el retorno y el Gobierno Obrero y Popular) eran contradictorios. Según su interpretación Perón “fue traído en 1972 por quienes lo habían derrocado en 1955 precisamente para que contuviera, desviara y finalmente derrotara la perspectiva del gobierno obrero” (Guerrero). Afirmar que su regreso y reinstalación en el gobierno “significaba restituir la soberanía popular era una fantasía suicida que sólo vivía en las ilusiones de Montoneros, de Jorge Abelardo Ramos y, ahora, tardía y patéticamente, en las del profesor Cangiano” (Guerrero).

Para el PO Perón no era el jefe popular, a quién la oligarquía había proscripto durante dieciocho años, en los que gobernaron dictaduras militares y administraciones civiles subordinadas a los dictados del círculo dominante de la oligarquía terrateniente, la gran burguesía y el capital extranjero. Perón era, en cambio, el creador de la Triple A, el responsable de la masacre de Ezeiza, del Pacto Social entre la burocracia de la CGT y la burguesía de la UIA-CGE, el cómplice político de los golpes de Estado en Chile y Uruguay. La interpretación de la pequeña burguesía izquierdista es inalterable en el tiempo.

El Cordobazo y la soberanía popular

 

La izquierda nacional, a través de sus expresiones políticas, el Partido Socialista de la Izquierda Nacional, en los 60 y luego el Frente de Izquierda Popular en los 70, sostuvo que la eliminación de la proscripción política que pesaba sobre el general Perón, constituía una demanda democrática elemental, que desnudaba la naturaleza oligárquica del régimen instaurado tras la contrarrevolución de septiembre de 1955. El curso de profundización semicolonial iniciado en aquel entonces no admitía en modo alguno el programa nacional burgués del peronismo, una sólida organización sindical de masas, ni un proceso de acumulación con eje en el mercado interno. Esa situación pudo mantenerse durante casi dos décadas.

Por fin el Cordobazo y los levantamientos provinciales quebraron el balance del poder favorable a la oligarquía terrateniente y a sus aliados, e hicieron del reestablecimiento de la soberanía popular una perspectiva inevitable. El régimen no impidió el regreso de Perón, simplemente porque no estaba en condiciones de hacerlo. Sólo a partir de una burda interpretación conspirativa de la historia, y de una subestimación llamativa de la inteligencia política de los trabajadores, es posible afirmar que Perón fue traído al país para frenar al insurgencia popular.

El peronismo retornó al gobierno con un programa que estaba por debajo de las posibilidades que había abierto la movilización de masas de mayo del 69. Sin embargo la oposición a ese programa no era una fuerza revolucionaria arraigada en las capas más profundas de la sociedad, sino el partido radical, la alianza de comunistas, intransigentes y demócratas cristianos y la derecha liberal, vale decir las distintas variantes de la partidocracia regiminosa.

La advertencia que formula Cangiano es clave para comprender la situación. La potencialidad que encerraba la crisis creada por el Cordobazo podía encontrar curso de desenvolvimiento a condición de que una organización independiente, socialista y revolucionaria, imprimiera un giro radical a los acontecimientos. Semejante tarea no podía llevarla a cabo Montoneros, subordinado a la jefatura bonapartista de Perón. La izquierda nacional a través del PSIN y del FIP, inserta en el campo popular-nacional, avanzó en esa dirección pero sin alcanzar a acumular las fuerzas militantes necesarias para torcer el rumbo de la lucha política.

La historia dice otra cosa

 

En este punto la interpretación de los hechos que rodearon a la lucha de masas del 69 reviste una importancia especial. Guerrero sostiene que el Cordobazo no fue un levantamiento peronista, ni se proponía traer de regreso a Perón. Por el contrario, se habría tratado de “un movimiento insurreccional, social y políticamente de izquierda, con direcciones de izquierda”. Para desgracia de nuestros críticos la historia dice otra cosa.

El componente principal de la insurgencia de masas fue la espontaneidad. La movilización no tuvo una dirección de izquierda; sin considerar que una parte de esa izquierda boicoteó la huelga general que desencadenó los acontecimientos “porque la convocaba la burocracia”. Sencillamente, el Cordobazo no tuvo dirección, por más que militantes de izquierda junto a los obreros peronistas ocuparan posiciones en las barricadas. Pero sobre la relación que las masas obreras mantenían con el jefe del peronismo resulta sugestiva una suerte de confesión involuntaria de Guerrero. En uno de los párrafos de su escrito critico sostiene que “Montoneros, al contribuir decisivamente a que los obreros de Cordobazo volvieran a gritar la vida por Perón, cumplieron, claro que sí, de manera objetiva, un papel profundamente contrarrevolucionario y abrieron el camino a su propia derrota, de su propia tragedia”. Está claro, los obreros del Cordobazo eran y siguieron siendo, en su mayor parte, peronistas, y no precisamente porque hubieran sido reperonizados por la pequeña burguesía montonera.

El PSIN levantó la consigna “Gobierno Obrero y Popular

 

La nota de Cangiano provocó una irritación particular de los militantes del PO como lo demuestra el tono de las respuestas, al punto que no se privan de tergiversar posiciones de la izquierda nacional que son suficientemente conocidas.

Por ejemplo, Salas sostiene, muy suelto de cuerpo, que “la aseveración de Cangiano de que esa posibilidad (se refiere a la radicalización política de la crisis desencadenada por el Cordobazo) sólo podía se concretada por peronismo no se comprobó en la realidad, sino todo lo contrario”. Se necesita gran “capacidad de inventiva” para confundir de esta forma las cosas.

En mayo de 1969, en las calles de la Córdoba insurrecta, los militantes del PSIN levantaron la consigna Gobierno Obrero y Popular. Toda la propaganda partidaria de la época es un llamado a la construcción de una organización revolucionaria, independiente del peronismo; herramienta indispensable para desarrollar en profundidad las tareas nacionales, democráticas y antiimperialistas y abrir la perspectiva del socialismo, posibilidad que estaba más allá de los límites políticos, ideológicos y de clase del peronismo. Pero al parecer, a los militantes del PO les resulta más cómodo reacomodar la historia según la medida de sus posiciones.