
La semana pasada se
organizó en la
Vicepresidencia (con apoyo de la FBDM) un debate que prometía.
El tema a discutir era la economía plural. La economista Fernanda Wanderley
planteó un conjunto de temas nucleares para reflexionar sobre las ambivalencias
del actual modelo de desarrollo: el problema de la escasez material, los
vínculos –no dicotómicos- entre economías comunitarias y economías de mercado,
la discusión de las fallas de mercado pero también del Estado, en el marco de
un nuevo desarrollismo, con creciente peso en el debate económico.
Sin embargo, el diálogo casi no fue posible: desde el “bloque oficialista” se
defendió -sin muchos matices, y menos aún de información empírica- que el vivir
bien es un modelo civilizatorio alternativo al capitalismo y a la modernidad.
Es paradójico: mientras quien dirige la economía en Bolivia aplica políticas
bastante prudentes –y no discutimos acá si eso está bien o no- varios voceros
económicos del gobierno defienden un comunitarismo idealizado sin anclaje en
las políticas gubernamentales. De hecho, el propio vicepresidente Alvaro García
Linera utilizó una metáfora para definir el nuevo modelo económico donde la
economía comunitaria ocupaba el último vagón (el primero era el Estado). Y todo
ello no sólo confunde sino impide discutir. Seamos claros en este punto: no
estamos saliendo del capitalismo, y aún nos cuesta dejar atrás el
neoliberalismo.
Tampoco parece conveniente afrontar la crisis capitalista con la lente del
viejo catastrofismo de izquierda, sólo que ahora repetido bajo argumentos
culturalistas. Un reciente artículo de James Petras plantea: “Mientras los
progresistas y los izquierdistas escriben sobre las crisis del capitalismo, los
productores, las empresas petrolíferas, los banqueros y casi todas las demás
empresas grandes de ambos lados de la costa del Atlántico y el Pacífico no
dejan de reírse camino del banco. Desde el primer trimestre de este año los
beneficios empresariales se han disparado más de un 100 por cien (The Financial
Times, 10 de agosto de 2010, p. 7)”. Y agrega: “En realidad, los beneficios
empresariales han aumentado más que antes del inicio de la recesión en 2008
(Money Morning, 31 de marzo de 2010). Contrariamente a lo que dicen los
blogueros progresistas, las tasas de beneficio aumentan, no disminuyen, sobre
todo entre las empresas más grandes (Consensus Economics, 12 de agosto de
2010). La solidez de los beneficios empresariales es una consecuencia directa
de las crisis agudas de la clase trabajadora, los empleados públicos y privados
y las pequeñas y medianas empresas”. Además, el capital asiático no ha entrado
nunca en la crisis final y América Latina padeció una versión tibia y pasajera.
El marxista estadounidense, finaliza alertando algo que parecía claro pero ya
no lo parece tanto entre algunos grupos: “Una cosa está clara: el sistema
capitalista no desaparecerá ni será sustituido a causa de su podredumbre o sus contradicciones
internas”. Entonces: ¿con qué proponemos sustituirlo nosotros? Ese es el
debate, pero la discusión no sirve si no tiene algún mínimo vínculo con la
realidad socioeconómica del país. Si sostenemos que la feria 16 de Julio es la
panacea del comunitarismo y vemos ahí pura solidaridad ¿llegaremos muy lejos?
En los debates, con hegemonía de sensibilidades anticapitalista, es fácil
desechar cualquier posición realista, pero el proceso de cambio no se jugará en
los seminarios sino en la sociedad; una sociedad que aunque “esperó 500 años”
no va a esperar más de cinco más para reevaluar sus intenciones electorales.
Como en la película “El Origen”, con Leonardo DiCaprio, podemos elegir si
queremos vivir en esta realidad o en un sueño. Pero para cambiar Bolivia parece
mejor optar–creo yo- por la primera opción, aunque sea a simple vista menos
entusiasmante que creernos nuestras propias proyecciones utópicas.