
En el estado actual del conflicto coreano-estadounidense, que tiene más
de 60 años, comienzan a influir con mayor fuerza tres procesos imbricados que
ocurren en Asia y uno de carácter más general, además del propio conflicto de
EEUU con Irán que tiene sus propios ingredientes pero no está exento de ser
influido por este en el lejano oriente. Se debe partir de reconocer que la
esencia del conflicto coreano-estadounidense está en el enfrentamiento de
Estados Unidos con el socialismo coreano del norte que paso a paso, de forma
pacífica, ha ido creando un clima de unificación con los coreanos del sur, lo
cual significaría la pérdida considerable para EEUU del espacio que ocupan en
Corea del Sur, su aliado más lacayo en la zona. Se dice que una unión de las
dos Coreas haría desplazar más rápidamente a Japón y a los propios EEUU de los
primeros lugares mundiales y China quedaría siendo la cabeza de un nuevo
sistema político internacional que surgiría basado esencialmente en los
llamados Principios del Pancha Shila (1).
Al enriquecerse en el análisis esa esencia, no debe perderse de vista la
explosiva carrera china -un primer proceso- por alcanzar a ser un país rico,
estable y armonioso, la cual la ha llevado a escalar uno de los primeros lugares
mundiales en producción de valores o Producto Interno Bruto (PIB), desplazando
a Alemania y Japón. El respaldo de China a Corea del Norte responde a
necesidades ideológicas, pero también político-militares, y ello está
incidiendo en el desenvolvimiento del conflicto coreano-estadounidense que
actualmente se limita a una especie de mini guerra fría regional.
Un segundo proceso que comienza a tomar fuerza es el declive del poderío nipón
y el surgimiento de una poderosa fuerza política interna de orientación
socialdemócrata, opuesta a la subordinación a EEUU que conlleva a una
influencia dinámica sobre los intereses de EEUU en Corea del Sur para reforzar
su hegemonía allí y que ha llevado a EEUU a chantajear a China con dos asuntos
que para China son de incumbencia propia (el Tibet y Taiwán) y es interpretado
por China como que EEUU se inmiscuye en los asuntos internos chinos, y así lo
ha hecho saber a EEUU, llegando a amenazarlos con represalias económicas, luego
de lo cual las posiciones estadounidenses de chantaje se han pospuesto o
aminorado.
El caso del hundimiento del buque de guerra surcoreano Cheonan pudo haber sido
ocasionado por una de esas operaciones especiales de algún grupo
estadounidense, de cualquiera de las 16 agencias de inteligencia de EEUU, que
produjeron el hundimiento, buscando exacerbar las riñas entre ambas Coreas pero
también impactando en la dinámica política de Japón, como en efecto ocurrió,
con la renovación de los acuerdos para mantener la base militar en Okinawa,
donde hay un sentimiento antigringo desde las explosiones atómicas en 1945 de
EEUU contra Japón. Además, fue una justificación ante el mundo para incrementar
el clima bélico en el corazón de la actual hegemonía económica mundial como es
la zona asiática.
El caso de Japón resulta muy sugerente. Sólo hay que observar la campaña no tan
velada en películas, seriales o documentales de Hollywood de corte antijaponés
para percibir los intereses actuales y la visión que tiene EEUU de lo que está
ocurriendo en el interior de la sociedad nipona.
El tercer proceso que incide en el conflicto coreano-estadounidense es la
aceleración y éxito de la integración del sudeste asiático a través de la ASEAN, en la cual están
participando diez países asiáticos que no son potencias nucleares pero que han
involucrado a China, Japón y Corea del Sur, lo cual crea una madeja de
poderosos intereses asiáticos, con fuerte influencia socialista de Vietnam,
Laos, Camboya y de China, de no muy fácil rompimiento, como ocurrió en la época
anterior en que la hegemonía de EEUU estaba en su apogeo.
Por todo ello, el cuarto proceso de carácter general que no debe perderse de
vista en el análisis: el deterioro acelerado de la hegemonía estadounidense en
las cuatro latitudes.
Europa, en los últimos cinco años, cada día está más dispuesta a desprenderse
del lazo financiero con que EEUU la dominó y la aprovechó, al quitarle espacio
en África y Asia a costa de la ayuda por el Plan Marshall. Y mientras pasa
esto, las posiciones de EEUU en América Latina han entrado en una fase de no
retorno a su estado anterior, de amplio hegemonismo estadounidense. Aún cuando
EEUU conserva poderío en Asia a través de Japón y Corea del Sur, en lo
fundamental sus baterías se van apagando frente a la luz de la competencia de
China y de la propia ASEAN, pues mediante los acuerdos de libre comercio entre
ellos se van deteriorando más aceleradamente las prerrogativas independientes
de los capitales norteamericanos y las fusiones financieras van favoreciendo a
los capitales asiáticos.
Considero muy acertada e ilustrativa esa expresión del Comandante en Jefe Fidel
Castro cuando dijo que “Estados Unidos está en jaque”. En efecto, EEUU se
colocó desde hace ya más de un decenio en una posición arriesgada cuando
contribuyó a demoler el sistema bipolar que junto a la entonces Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) estuvo obligado a crear, ambicionado
por atraer para sí las riquezas capitalistas del colonialismo europeo, sin
darse cuenta de que el juego con la
URSS no era de suma nula, ni apreciar en toda su
significación la visión del estratega chino Mao Tse Tung cuando lo calificó de
“tigre de papel”.
Ante la situación actual Barack Obama podría ser más prudente y sacar de su
alma algo de la paciencia asiática o de la bondad africana que anidan en sus
genes para evitar el holocausto. Tarea que sólo podrá coronar si actúa con
firmeza y decisión frente a los halcones sedientos de guerras.
Una guerra o dos al mismo tiempo contra países con sistemas populares como es
el caso de Corea del Norte y el de Irán en que se involucre EEUU, por los
enormes costos en recursos materiales y humanos, sería el derrumbe definitivo
-por supuesto a un alto costo humano- del sistema hegemónico imperialista, que
se mantiene actualmente en su aspecto más de dominación que de dirección,
basado en las capacidades para atacar a uno o varios contendientes con armas
nucleares pero sin capacidades para luego ocuparlos o al menos dirigirlos,
dadas las resistencias que encontrará, la falta de recursos humanos para ello y
el desacreditado liderazgo para conducir los negocios mundiales.
La percepción de todo esto, tanto de Irán como de Corea del Norte, es muy
sugestiva según los propios voceros de esos países lo han expresado. Ambas
naciones están dispuestas a todo y hasta han pronosticado a los EEUU una
derrota atroz. Y razones no les falta. La élite en el poder en EEUU y los
propios integrantes del Club Blindeberg saben que una guerra nuclear contra
Irán y Corea les acarrearía serios problemas en varias de sus instalaciones
militares esparcidas en Asia y Medio Oriente y además en las propiedades
estadounidenses en varias partes del mundo.
Iniciándose el conflicto armado en alguno de esos dos países y necesariamente
derivado a enfrentamiento nuclear, se iniciaría en el otro país otra coyuntura
de guerra nuclear, dadas las urgencias de cada uno de ellos por aprovechar la
situación y evitar así que luego EEUU les pueda atacar por separado. Es la
lógica de la guerra. Irán está apoyado cada vez más claramente por Rusia y China,
que a su vez ha estado históricamente del lado de Corea del Norte, como ocurrió
entre 1950 y 1953 cuando a sólo tres años de crearse la República Popular
China un contingente de tropas chinas, el “Ejército Voluntario Popular”,
auxilió a los coreanos del norte para vencer a las tropas estadounidenses del
General McArthur y rechazarlos hasta el paralelo 38 que hoy divide las Coreas.
Y ante esas dinámicas estaría obligado Estados Unidos a jugársela para salir
airoso, lo cual es lo más improbable, sobre todo porque Rusia y China cuentan
también con sus aliados en América Latina, Europa y el Medio Oriente, y al
parecer en mayores cantidades que EEUU.
Estos cuatro procesos están imbricados de tal manera que no se podría hacer un
análisis exacto de un acontecimiento en Asia sin considerar el impacto
dialéctico entre esos procesos y los acontecimientos. El balance de los cuatro
procesos anteriormente mencionados implican reconocer que la correlación
mundial de fuerzas no favorece precisamente a la opción guerrerista, y mucho
menos a la opción del imperialismo yanqui de seguir explotando al mundo.
[email protected]
NOTA
( 1) Cinco principios asiáticos que fueron base de los acordados entre los
primeros ministros Chou En Lai y Jawajarhal Nehru, de la RPCh e India respectivamente,
en 1954, en el primer Tratado de Cooperación entre ambas repúblicas recién
formadas y que luego alentaron tanto la declaración de Bandung en 1955 como la
constitución en 1961 del Movimiento de Países No Alineados, y que tienen
diferencias con los de la Carta
de ONU de 1945 porque son más ajustados, ante todo, a actores en pie de
igualdad, fraternidad y cooperación.