EL CONTROL DE LAS CONCIENCIAS
Andrés Soliz Rada
El Siglo XIX se caracterizó por la masiva ocupación de zonas periféricas por metrópolis colonialistas. El XX, por el saqueo de materias primas. En el XXI, si las tendencias no se revierten, se sufrirá el control de las conciencias. El 24 de agosto pasado, el presidente Sebastián Piñera transfirió el total de sus acciones en el canal televisivo “Chilevisión” (cuyo propiedad debió revertirse a la Universidad de Chile) al gigante Time Warner, dueño de las cadenas CNN, TNT y HBO y de las revistas People, Fortune y Time, cuyas ganancias, en el 2009, llegaron a 26 mil millones de dólares. Piñera ganó con la venta 100 millones de dólares. Time Warner usará su adquisición para lanzar programas al Cono Sur. Ya lo hace en las zonas de influencias de México y Colombia. La alienación que despliegan los consorcios, junto a poderosos grupos nacionales, permitió que Pinochet, con respaldo de opinión pública, concediera bases aéreas a Inglaterra en la guerra de las Malvinas.
También el 24 de agosto último, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) dispuso la finalización del monopolio de la compañía Papel Prensa, en poder de La Nación, el diario de la centenaria oligarquía ganadera, Clarín y La Razón.Las importaciones del insumo dejan fuera de competencia económica a otros medios escritos. Clarín, que estuvo comprometido con la dictadura genocida de Videla, pugnó con Time Warner por adquirir las acciones de Chilevisión. En octubre de 2009, CFK distribuyó, mediante ley, el espacio radioeléctrico en porciones iguales entre empresas privadas, el Estado y organizaciones sociales, siguiendo el ejemplo de Uruguay y en especial de Bolivia, donde ya existen 56 radios comunitarias, aunque, en forma paralela, toleró una fuerte presencia de ONG. Si el ejemplo de CFK fuera imitado por Lula respecto a O Globo y por Felipe Calderón a Televisa, la recuperación de la conciencia nacional en América Latina daría un paso enorme.
La “izquierdista” Elisa Carrió consideró la eliminación del monopolio papelero de Clarín, La Razón y La Nación, un atentado a la libertad de prensa. Varios sectores de la Izquierda Nacional argentina, cooptados por el menemismo y el kirchnerismo, perdieron, tal vez con excepciones, capacidad crítica, ya que salieron del puerto de los ideales y utopías para luego encallar en empleos y prebendas. Los de mayor solvencia ética y consecuencia ideológica han caído en dogmatismos desconcertantes, que los mantiene aislados desde hace varios lustros. Tal el caso de Osvaldo Cangiano, de “Socialismo Latinoamericano”, quien manifestó que “no será la pequeña burguesía kirchnerista quien termine con el monopolio de la prensa”, sino que serán “las masas en las calles quienes derrotarán a la rosca oligárquico-imperialista”· ¿Cuánto tiempo deberá esperar el sufrido pueblo argentino para que ocurra ese milagro?
Ocurre lo mismo con Leopoldo Markus, del Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN, 2ª época), quien anotó que el gobierno de CFK es el más entreguista y corrupto de la historia argentina (¿más entreguista que los de la “Década Infame”?) De hecho no es contradictorio valorizar las medidas que tratan de frenar “el control de las conciencias”, con las correctas denuncias de Markus sobre la “vergonzosa entrega del país al capital financiero, a través del pago de la ilegítima y fraudulenta deuda externa, el saqueo de los recursos naturales en beneficio del capital imperialista –las mineras, las petroleras, los Fondos de Siembra, los laboratorios de agroquímicos, etc”, así como la parálisis política y diplomática ante el avance del colonialismo inglés en Malvinas y en el Atlántico Sur” (Verwww.patriagrande.org.bo, de septiembre, 2010) .
Los gobiernos pequeño burgueses en las semi colonias son contradictorios. Así lo demuestra la experiencia histórica, basada en las características de nuestras sociedades. Pero la Izquierda Nacional no es un árbitro de tenis que mira cruzar la pelota con los brazos cruzados, sino que interviene en la contienda mediante su respaldo a medidas nacionales, democráticas y antiimperialistas, sin dejar de denunciar, sin concesión alguna, la corrupción y el entreguismo. Los inspiradores de la Izquierda Nacional boliviana, Adolfo Perelman y Sergio Almaraz, plantearon, en 1964, la defensa del claudicante régimen de Paz Estensoro frente al golpe de Barrientos, digitado por el Pentágono. De derrotarse a los golpistas, decían, la Revolución Nacional recuperará su impulso. En estos momentos, es posible intervenir en la pelea entre Nación y la Anti Nación en la Argentina o en la Bolivia indigenista de Evo Morales, lo que no ocurre con el Chile de Sebastián Piñera, cuyos compromisos con el capital transnacional no tiene fisuras.
UN ANALISIS DEL PODER
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José Pablo Feinmann
El discurso que la presidenta CFK ofreció el 24 de agosto fue más allá de lo que han ido todos los discursos de los presidentes argentinos hasta la fecha. Nadie –ni siquiera el primer Perón o Evita– procedieron a una destotalización de la estructura del poder en la Argentina. Analíticamente, destotalizó, en primer término, la totalidad y luego la armó otra vez para exhibir su funcionamiento. ¿De qué estaba hablando la Presidenta? Del poder en las sombras, del poder detrás del trono, del verdadero poder. ¿Cuál es? Es el poder mediático. La filosofía occidental de los últimos 45 años se ha equivocado gravemente. Para salir de Marx y entrar en Heidegger (como crítico exquisito de la modernidad pero desde otro lado al de Marx) se vio obligada a eliminar al sujeto, tal como Heidegger lo había hecho con innegable brillo desde su texto La época de la imagen del mundo. También Michel Foucault dio por muerto al hombre. Barthes, al autor. Al estilo. Deleuze, desde Nietzsche, a la negatividad, o sea: al conflicto en la historia. Y la academia norteamericana sistematizó todo esto incorporando con fervor a los héroes de la French Theory. El fracaso es terrible y hasta patético. En tanto los posmodernos postulan la muerte de la totalidad, el Departamento de Estado postula la globalización. En tanto proponen la muerte del sujeto, el Imperio monta brillantemente al más poderoso sujeto de la filosofía y de la historia humana: el sujeto comunicacional. Y ésta –hace años que sostengo esta tesis que en Europa causa inesperado asombro cuando la desarrollo– es la revolución de nuestro tiempo. El sujeto comunicacional es un sujeto centrado y no descentrado, logocéntrico, fonocéntrico, ajeno a toda posible diseminación, informático, bélico, enmascarador, sometedor de conciencias, sujetador de sujetos, creador de realidades virtuales, creador de versiones interesadas de la realidad, de la agenda que determina lo que se habla en los países, capaz de voltear gobiernos, de encubrir guerras, de crear la realidad, esa realidad que ese sujeto quiere que sea, quiere que todos crean que es, que se sometan a ella, y, sometiéndose, se sometan a él, porque lo que crea el sujeto absoluto comunicacional es la verdad, una verdad en la que todos acabarán creyendo y que no es la verdad, sino la verdad que el poder absoluto comunicacional quiere que todos acepten. En suma, su verdad. Imponer su verdad como verdad para todos es el triunfo del sujeto comunicacional. Para eso debe formar los grupos, los monopolios. Debe apoderarse del mercado de la información para que sólo su voz sea la que se escuche. Para que sean sólo sus fieles periodistas los que hablen. Una vez que esto se logra el triunfo es seguro. El arma más poderosa de la supraposmodernidad del siglo XXI radica en el mayor posible dominio de los medios de información. Que ya no informan. Que transmiten a la población los intereses de las empresas que forman el monopolio. Intereses en los que todas coinciden. Asombrosamente ningún filósofo importante ha advertido esta revolución. Foucault se pasó la vida analizando el poder. Pero no el comunicacional. ¡Por supuesto! ¿Si había negado al sujeto cómo iba a analizar los esfuerzos del poder por constituirlo de acuerdo a sus intereses? Nadie vio –además, y se me antoja imperdonable– al nuevo y monstruoso sujeto que se había consolidado. Superior al sujeto absoluto de Hegel. Algo atisbó Cornelius Castoriadis. Pero poco. Relacionó las campañas electorales con las empresas que las financian. Pero –insisto–, aquí lo esencial es que el tema del sujeto ha vuelto a primer plano. Colonicemos al sujeto, hagámosle creer lo que nosotros creemos, y el poder será nuestro. El poder empieza por la conquista de la subjetividad. Empieza por la construcción de algo a lo que daré el nombre del sujeto-Otro.
Formulemos
–como punto de partida de esta temática esencial– la obligada pregunta: ¿qué es
el sujeto-Otro? Es lo Otro del sujeto. Escribo Otro con esa enorme O mayúscula
para marcar la ajenidad que el Poder consigue instaurar entre el sujeto y lo
Otro de sí. Heidegger transitó bien está temática. Lo que yo llamo sujeto-Otro
es ese sujeto que –según Heidegger– ha caído “bajo el señorío de los otros”
(Ser y Tiempo, parágrafo 27). He aquí un señalamiento brillante y preciso: el
señorío de los otros. Heidegger amplía el concepto: quien cae bajo ese señorío
(el de los Otros) “no es él mismo, los otros le han arrebatado el ser”. “El
Poder, al someter mi subjetividad, elimina mis proyectos, mi futuro más propio,
lo que hubiera querido hacer con mi vida. Mis posibilidades (...) son las del
Otro, son las del Poder, las que me vienen de afuera. Ya no soy yo quien
decide, soy decidido” (JPF, La historia desbocada, Capital Intelectual, Buenos
Aires, 2009, p. 128). Heidegger, sin embargo, se remite a la esfera ontológica:
lo que se pierde es el ser. No creo que debamos poner el acento ahí: lo que se
pierde es la subjetividad, la conciencia, la autonomía de pensar por nosotros
mismos, pues pensamos lo que nos hacen pensar, decimos lo que nos hacen decir y
nos convertimos en patéticos, bobos, manipulados defensores de causas ajenas.
CFK manejó la temática con precisión y con una audacia que –yo, al menos, y ya
tengo mis años viviendo siempre en este país– no le vi a ningún presidente.
Cuando retoma la frase de tapa de Clarín y la da vuelta es donde revela qué es
el Poder. Clarín titula: “El Gobierno avanza en Papel Prensa para controlar la
palabra impresa”. Detrás de esta frase está toda la campaña “erosionante” (por
utilizar un concepto del revolucionario popular agrario Buzzi, fiel a sus bases
hasta la muerte, hasta matar a la
FA sometiéndola a los intereses de la Sociedad Rural,
manejada hoy por el “Tano” Biolcati, descendiente de la “chusma ultramarina”
que Cané desdeñaba, y no por Martínez de Hoz o por el elegante señor Miguens)
de la oposición. Es decir, el Gobierno es autoritario, enfermo de poder y
siempre empeñado en silenciar a todos. CFK le da la razón a Clarín: “Clarín
piensa que quien controla Papel Prensa controla la palabra impresa. Quiero en
esto coincidir con Clarín. Claro, quien controla Papel Prensa controla la
palabra impresa. ¿Por qué? Porque Papel Prensa Sociedad Anónima es la única
empresa que produce en el país pasta celulosa para fabricar papel de diario,
fabrica el papel de diario, lo distribuye y lo comercializa en lo que se conoce
en términos económicos y jurídicos como una empresa monopólica integrada
verticalmente. ¿Por qué? Porque va desde la materia prima hasta el insumo
básico, pero no solamente produce ese insumo básico sino que además determina a
quién le vende, cuánto le vende y a qué precio le vende. Por eso coincido con
Clarín en que quien controla Papel Prensa controla la palabra impresa en la
República Argentina”.
El Poder –en cada país– tiene que formar monopolios para tener unidad de
acción. No se tiene todo el poder si se tiene sólo Papel Prensa, que implica,
es verdad, el control de la palabra impresa. Pero hay que tener otros
controles. Sobre todo –hoy, en el siglo XXI, en esta supraposmodernidad
manejada por la imagen– el poder de la imagen. Y el de la voz radial, siempre
penetrante, omnipresente a lo largo de todo el día. Se trata de la metralla mediática.
No debe cesar. ¿Por qué este Gobierno se complica en esta lucha con gigantes
sagrados, intocables? O lo hace o perece en cualquier momento. Desde la campaña
del señor Blumberg se advirtió que los medios podían armar una manifestación
popular en pocas horas. Toda la gilastrada de Buenos Aires salió con su velita
detrás del ingeniero que no era e impulsada por Hadad y la ideología-tacho que
–en ese entonces– era una creación de Radio 10. La ideología-tacho es un
invento puramente argentino. Como el colectivo, el dulce de leche y Maradona.
Uno toma un taxi en cualquier parte del mundo y el taxista no lo agrede con sus
opiniones políticas. Lo deja viajar tranquilo. Sigamos: la segunda, terrible
señal de alarma fue durante las jornadas “destituyentes” y “erosionantes” del
“campo”. Sin el apoyo inmoderado de “los medios” habría sido un problema menor.
Pero la furia mediática llegó a sus puntos más estridentes. La “oposición” no
es esa galería patética de ambiciosos, torpes e impresentables políticos que pelean
mejor entre ellos que con sus adversarios. Son los medios. La derecha no tiene
pensadores, tiene periodistas audaces, agresivos. Y la mentira o la deformación
lisa y llana de toda noticia es su metodología.
El análisis de CFK fue excesivamente rico para una sola nota. Hasta aquí
tenemos: Videla convocó a La
Nación, Clarín y La
Razón y les entregó Papel Prensa. Al ser el Estado
desaparecedor socio de la sociedad que se formó, esos diarios no sólo apoyaron
o colaboraron con un régimen abominable, fueron sus socios. ¿Para qué? CFK lo
dice así: “Durante esos años se escuchaba mucho el tema defender nuestro estilo
de vida. Nunca pude entender exactamente a qué se referían cuando se hablaba de
defender nuestro estilo de vida. Yo no creo que la desaparición, la tortura, la
censura, la falta de libertad, la supresión de la división de los poderes
puedan haber formado en algún momento parte del estilo de vida de los
argentinos”. Sí, en el momento en que se constituye Papel Prensa y Videla les
pide a los grandes diarios que –ahora sí: a muerte– defiendan la lucha en que
están empeñados, el estilo de vida argentino, para ser defendido, requería los
horrores de la ESMA. Hay
un libro de Miguel Angel Cárcano: El estilo de vida argentino. En sus páginas
se traza una imagen idílica, campestre, cotidiana y señorial del general Roca.
Ese es –para Cárcano– un héroe de nuestro estilo de vida. El de ellos, el de la
oligarquía que hizo este país a sangre fuego y a sangre y fuego lo defendió
siempre que se sintió atacada. Los herederos de Cárcano y Roca todavía lo
defienden. Si se les deja el poder de “formar la opinión pública” como siempre
lo hicieron volveremos al país que desean: el del neoliberalismo, el de los
gloriosos noventa. Conservarán el poder. Al que CFK dibujó así: “Si hay un
poder en la
República Argentina, es un poder que está por sobre quien
ejerce la Primera
Magistratura, en este caso la Presidenta, también por
sobre el Poder Legislativo y, mal que pese, también por sobre el Poder Judicial
(...) es invisible a los ojos”. Es el poder que tan impecablemente definió un
otrora misterioso personaje: “¿Presidente? Ese es un puesto menos
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"PERONISMO CORDOBÉS EN EL PROYECTO NACIONAL"
Los mitre, los noble y el paradigma financiero y agrario que nació en 1976
El sostén de Clarín y La Nación al plan económico de la dictadura
Jugaron un
rol de apuntalamiento a la política impuesta por Martínez de Hoz. Saludaron la
“normalización” de la economía que impuso tarifazos, despidos y el ajuste de
salarios. Se beneficiaron con la estatización de las deudas.
El 23 de marzo de 1976, el vespertino La Razón tituló: “Inminente
final. Todo está dicho”.
Había empezado la madrugada del 24 de marzo cuando el ministro de Defensa de
Isabel Perón, José Deheza, terminó su última reunión con los comandantes
militares. Les ofreció el Gabinete entero y la disolución del Parlamento. Todo
salvo la presidencia. No era más que el intento postrero de aquel gobierno por
permanecer, siquiera ficticiamente, al frente de la administración estatal
mientras las Fuerzas Armadas ejercerían el poder real. Deheza fue a ese
cónclave a ofrecer lo que no tenía; por supuesto, le dijeron que no.
Como había titulado La Razón,
todo estaba dicho.
A las 3:21 de ese 24 indeleble, la marcha “Ituzaingó” interrumpió las emisiones
radiales. La Junta Militar
había consumado su asalto al poder.
Al día siguiente, el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, decía en su
nota editorial: “La etapa de la involución ha concluido. Podría decirse que el
presente ha quedado en las sombras y ahora ha comenzado el futuro”. La Nueva Provincia es
propiedad de la familia Massot. Fernando Massot es, aún hoy, uno de los pocos
defensores sin cortapisas que le quedan a la dictadura. También es un invitado
habitual a los programas televisivos de Mariano Grondona, quien, además, lo
invitó a dar clases en el posgrado de Conducción Política que dirige en el
Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA). Uno de los propietarios
del CEMA es Roque Fernández, ex ministro de Economía de Carlos Menem.
El 26 de marzo, Clarín dijo: “Favorable repercusión tuvo en el exterior la
asunción por parte de la
Junta Militar del gobierno de