
¿Adónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres
para que defiendan de la nueva codicia,
y del terco espíritu viejo, la tierra
donde será más dichosa y bella la humanidad!
(José Martí Discurso del 28 de octubre de 1893)
Les repitió por milésima vez la conduerma de que el golpe mortal
contra la integración fue invitar a los Estados Unidos
al Congreso de Panamá, como Santander lo hizo por su cuenta y riesgo,
cuando se trataba de nada menos que de proclamar la unidad de la América.
(Gabriel García
Márquez "El general en su laberinto")
Un bicentenario para repensar sin miedo Cuando en 1989 se
cumplió el bicentenario de la
Revolución francesa la cultura política europea rememoró
antiguos debates postergados. Las urgencias políticas del momento no dejaron
margen a la serenidad. ¡Había que liquidar con premura y caiga quien caiga toda
huella de pensamiento crítico! La bochornosa caída del muro de Berlín prometía
arrasar con cualquier proyecto de emancipación radical que pretendiera ir más
allá del límite histórico alcanzado por la Revolución francesa
de1789 (revolución que, dicho sea de paso, no era concebida de manera integral
como habían sugerido las investigaciones de Albert Soboul y otros clásicos de la
historiografía marxista sino que incluso era reducida a la caricatura del
denominado “ terror jacobino” 1 ).
Dos décadas después de aquella celebración europea que pretendía enterrar
definitivamente a Karl Marx bajo el polvo y los escombros de esa pared caída en
Berlín, las piruetas del calendario remiten ahora a otra fecha histórica,
centrada en esta oportunidad en América Latina. En este nuevo bicentenario del
año 2010 nos encontramos cara a cara con el inicio en 1810 de la independencia
continental frente al colonialismo europeo 2 . Nuevamente afloran numerosos
debates políticos e interrogantes teóricos postergados donde la discusión sobre
el pasado nos sugiere repensar el horizonte presente y futuro.
Pero nuestro tiempo es notablemente distinto al clima asfixiante de 1989... Dos
décadas después de la caída del muro de Berlín, el sistema capitalista
atraviesa una nueva crisis aguda, sólo comparable con la de 1929. Nos
encontramos bien lejos de la euforia etílica que emborrachó la futurología
neoliberal de Francis Fukuyama así como también de la orgía triunfalista de Bush
padre y su cómplice germano Helmut Kohl. En todo el orbe crecen hoy las
resistencias y la indisciplina, se generalizan las tensiones sociales y las
contradicciones antagónicas del capital emergen exacerbadas a flor de piel.
En ese nuevo marco mundial Estados Unidos (y su sistema vigilante de policía
mundial disfrazado de “multiculturalismo”) se enfrenta a nuevos disidentes
radicales. Retorna a escena la prédica antiimperialista, el viejo sueño de
hermandad latinoamericana, los ideales libertarios y proyectos emancipadores
todavía incumplidos de Simón Bolívar, José Carlos Mariátegui y Ernesto Che
Guevara. Una tradición de pensamiento crítico que este nuevo bicentenario nos
invita a repensar, recuperar y actualizar.
Bolívar y el problema (inconcluso) de la nación latinoamericana
Durante los últimos años desde los centros académicos que marcan y condicionan
la agenda del debate teórico se decretó el fallecimiento repentino y se labró
el acta de defunción “definitiva” del estado-nación. Con la emergencia de la
globalización, se nos dijo, dejó de tener sentido la lucha por la liberación
nacional en los países dependientes, periféricos, coloniales o semicoloniales
ya que supuestamente habría desaparecido el imperialismo y ningún estado-nación
ocuparía ese rol tan característico de la dominación del capital que marcó a
fuego todo el siglo XX 3 .
Dejando a un lado la refutación de ese lugar común tan difundido por los monopolios
de (in)comunicación, de endeble fundamentación teórica, débil sostenimiento
empírico y sospechosa posición política 4 , creemos que hoy se torna necesario
e imperioso abordar y retomar esta problemática desde un ángulo bien distinto.
A diferencia de la tradicional “cuestión nacional” tal como fue abordada por
los clásicos del marxismo europeo —naciones oprimidas y aisladas que luchaban
por romper esa dominación y desplegar su soberanía al interior de su propio
estado nación—, la cuestión nacional latinoamericana poseía y posee otra
dimensión, riqueza, extensión y complejidad. En el caso europeo, muchas veces
las naciones ya estaban constituidas desde inicios de la modernidad y lo que
quedaba aún pendiente era sacarse de encima la indignante bota imperial de las
naciones opresoras. Polonia fue, quizás, uno de los casos emblemáticos junto
con Irlanda en el siglo XIX. La misma Irlanda y fundamentalmente Euskal Herria
(el país vasco) constituyen todavía en la actualidad un fenómeno análogo de
opresión nacional.
Sin embargo, cuando abordamos esta misma discusión en América Latina el
problema se condensa y se complejiza todavía más. Porque en nuestro continente,
la pugna por constituir una gran nación integradora frente a la dominación
(externa e interna) estuvo presente de manera inacabada e inconclusa desde sus
mismos inicios.
Ya en 1810, y desde entonces en adelante, el proyecto político independentista
aspiraba en sus promotores más radicales constituir una gran nación
latinoamericana (sus clases dominantes y las elites locales, débiles, mezquinas
y miopes socias menores de la dominación externa, fueron también responsables
del fracaso de ese ambicioso proyecto de soberanía integral). En este sentido
la nación no estaba en Nuestra América constituida esperando a que se la
libere. Había que constituirla al mismo tiempo que emanciparla.
La nación latinoamericana, « un solo país, la Patria Grande »,
como la denominaba el libertador Simón Bolívar [1783-1830], es todavía hoy, dos
siglos después, un proyecto inconcluso, pendiente y a futuro.
Retomar ese proyecto nos permitiría descentrar los falsos dilemas que
dicotomizan el debate con los falsos términos de globalización
desterritorializada versus nacionalismo estrecho y provinciano. Cosmopolitismo
falsamente universal (que en realidad generaliza como “universal” valores y
culturas típicas y exclusivas del american way of life ) versus
fundamentalismos parroquiales (cuanto más débiles, más intolerantes).
El proyecto político que impulsó Simón Bolívar en las luchas de independencia
era mucho más complejo, rico y radical que esa idea fofa, amorfa, vagamente
humanitarista y absolutamente genérica, muy a gusto del pensamiento
“políticamente correcto” de nuestros días, al estilo de las ONGs europeas o
norteamericanas o incluso de la UNESCO. Bolívar pensaba sus proyectos incluyendo
como eje la educación popular (qué él resumía como “ Moral y luces ”
siguiendo a su maestro Simón Rodríguez [1769-1853]) pero siempre a partir de la
confrontación. La única libertad auténtica se conquista luchando. La batalla de
las ideas sola y aislada es buena, pero sin confrontación jamás podrá vencer.
La hegemonía constituye la combinación de la persuasión del consenso pero al
mismo tiempo de la confrontación a través del ejercicio de la fuerza material.
La zorra y el león.
El libertador había proyectado e imaginado su utopía radical de «Patria Grande»
del siguiente modo: “ Es una idea prodigiosa pretender formar de todo el
mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y
con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y unza
religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los
diferentes estados que hayan de formarse [...]” 5 . En el mismo sentido sostenía: “ Yo
deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo
, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y su gloria ” 6 .
Aunque se negaba a construir castillos utópicos en el aire debido a las guerras
de liberación (que desarrollaba junto con José de San Martín [1778-1850] en el
sur y otros revolucionarios continentales que compartieron y pelearon por ese
mismo proyecto durante aquella época) y a las disputas internas que desangraban
el continente, Bolívar aspiraba a un sistema republicano —el más avanzado en
aquel entonces— para esa Patria Grande. Educado por el maestro Simón Rodríguez,
ponía a la igualdad en lo más alto de su pensamiento: “ He conservado
intacta la ley de las leyes —la igualdad— sin ella perecen todas las garantías,
todos los derechos. A ella debemos hacer los sacrificios. A sus pies he puesto,
cubierta de humillación, a la infame esclavitud ” 7
De allí que afirme: “ Por estas razones pienso que los americanos, ansiosos
de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a
los reinos , y me parece que esos deseos se conformarán con las miras de Europa
” 8 .
Esa república era concebida por Bolívar como una instancia intermedia de
equilibrio entre “la libertad indefinida, ilimitada y la democracia absoluta”
—para él el ideal, pero que no concibe como posible pues sería necesario contar
con “ángeles, no hombres”— y el despotismo tiránico. Resumiendo ese sentido
republicano, donde no se cansa de elogiar las elecciones periódicas (para que
el pueblo no se acostumbre a obedecer y el gobierno no se acostumbre sólo a
mandar, según sus propias palabras), Bolívar resume su proyecto afirmando que
no combate “ por el poder, ni por la fortuna, ni aun por la gloria, sino tan
solo por la libertad ” 9 .
La salida estratégica era, a contramano de tanto “nacionalismo” estrecho,
provinciano y parroquial, la unidad continental contra la dominación: “ Seguramente
la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración [...]
lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un
gobierno libre. Es la unión , ciertamente, mas esta unión no nos vendrá por
prodigios divinos, sino de efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos ” 10 . Idea que reafirma una y otra vez
sosteniendo: “ Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa ” 11 .
Clase y nación
En nuestra América, liberarnos entonces de la dominación colonial, neocolonial
e imperialista presupone al mismo tiempo construir la Patria Grande. No
habrá liberación nacional sin emancipación social y jamás lograremos
reorganizar la nueva sociedad sobre bases no capitalistas ni mercantiles si al
mismo tiempo no logramos constituir ese proyecto inacabado de Patria Grande,
rompiendo con toda sumisión y dependencia. No hay ni puede haber dos “etapas”
separadas (como le gustaba repetir al señor Stalin) ni dos revoluciones
diferentes: el proceso de la revolución latinoamericana es y deberá ser al
mismo tiempo socialista de liberación nacional, es decir, de liberación
continental. La dominación de clase y la cuestión nacional no conforman
procesos escindidos en tiempo y espacio sino hilos de un mismo tejido social
que se conformó de esa forma —subordinada al sistema capitalista mundial a
través de sus socios locales, las burguesías lúmpenes y dependientes— desde
nuestros inicios históricos.
Por eso Mariátegui —el primer marxista de Nuestra América— pudo escribir un
siglo después de Bolívar que “La misma palabra Revolución, en esta América
de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al equívoco. Tenemos que
reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que restituirle su sentido
estricto y cabal. La revolución latinoamericana, será nada más y nada menos que
una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y puramente, la
revolución socialista. A esta palabra, agregad, según los casos, todos los
adjetivos que queráis: «antiimperialista», «agrarista»,
«nacionalista-revolucionaria». El socialismo los supone, los antecede, los
abarca a todos”12.
Ese es precisamente el programa bolivariano y mariateguista que retoma y
actualiza Ernesto Che Guevara en el último de sus mensajes al mundo,
oportunidad en la que partiendo de su experiencia concreta al frente de la Revolución cubana
sintetiza su interpretación sociológica e historiográfica de la historia de
Nuestra América, de donde deduce un proyecto estratégico y político a futuro: “Por
otra parte las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición
al imperialismo —si alguna vez la tuvieron— y sólo forman su furgón de cola. No
hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución.”13.
Hoy, en el siglo XXI, ya está completamente fuera de discusión que ese proyecto
mariateguiano y guevarista de revolución socialista continental o, en otras
palabras, ese proyecto de Patria Grande antiimperialista y socialista al mismo
tiempo, está inspirado directamente en el ideario independentista bolivariano.
El «Bolívar» de Marx Sin embargo no podemos ni debemos desconocer las
agudas tensiones que marcaron la relación entre el universo cultural inspirado
en los sueños libertarios de Simón Bolívar y la lectura política que se deriva
de la concepción materialista de la historia y la filosofía de la praxis cuyo
padre fundador ha sido Karl Marx.
Varios problemas pasaron a la herencia del movimiento revolucionario
latinoamericano y mundial debidos al tan poco feliz artículo escrito por Marx a
fines de 1857 y comienzos de 1858, mientras redactaba la primera versión de El
Capital, hoy conocida como los Grundrisse (cuya redacción sólo
interrumpe momentáneamente por necesidades económicas). En aquel trabajo
periodístico-biográfico Marx se esfuerza por denostar a Bolívar hasta el límite
que le permite su prosa, envolviéndolo en una suerte de bonapartismo
reaccionario14.
En la gestación del artículo incidieron diversas variables. Para sobrevivir
exiliado en Londres, Marx comienza a trabajar como periodista, colaborando a la
distancia en el New York Daily Tribune —por entonces uno de los
periódicos más leídos de EEUU— por invitación de Charles Anderson Dana
[1819-1897]. En su correspondencia Marx reconoce que ese trabajo es realizado
por necesidad: “El continuo estercolero periodístico me aburre. Me ocupa
mucho tiempo, dispersa mis esfuerzos y, en último análisis, no es nada [...]
Las obras puramente científicas son algo completamente diferente”. No
obstante, esos artículos le permiten ampliar la mirada y desprenderse de muchos
tics eurocéntricos que habían teñido su prosa en años anteriores15. Algunos escritos y artículos del
período los incorpora, incluso, a El Capital. Engels lo ayuda
(redactando textos que Marx firma para cobrarlos). En total, el Tribune
publica 487 artículos de Marx: 350 escritos por él, 125 por Engels y 12 en
colaboración. Marx mantiene ese vínculo periodístico desde 1851 hasta 1862.
En abril de 1857 Charles Dana invita a Marx a colaborar también sobre temas
militares en la Nueva
Enciclopedia Americana (comprende 16 volúmenes y
más de 300 colaboradores). En total, la Enciclopedia publica 67 artículos de Marx
y Engels, 51 de ellos escritos por Engels (con investigación de Marx en el
Museo Británico). La colaboración de ambos no pasa de la letra “C”. Entre
otros, Marx escribe el capítulo “Bolivar y Ponte” sobre el libertador americano
(aproximadamente entre septiembre de 1857 y enero de 185816).
Como ya señalamos, Marx realiza una evaluación sumamente negativa de Bolívar.
No comprende su papel de primer orden en la emancipación continental del
colonialismo español ni su proyecto de construir una gran nación
latinoamericana («la
Patria Grande» en el lenguaje de Bolívar).
Resulta más que probable que las fuentes historiográficas —férreamente
opositoras al líder independentista— que Marx encuentra en el Museo Británico y
en consecuencia utiliza tiñan su sesgado análisis. Para investigar, Marx recurría
siempre a las bibliotecas públicas y en ellas sólo encontró esa bibliografía
disponible.
Su pequeño ensayo biográfico se basa principalmente en los trabajos del general
francés H.L.V. Ducoudray Holstein (que llevan por título Memorias de Simón
Bolívar, presidente Libertador de la República de Colombia, y de sus principales
generales; historia secreta de la revolución y de los hechos que la
precedieron, de 1807 al tiempo presente. Boston, 1829); en las Memorias
del general Miller al servicio de la República del Perú de los hermanos británicos
William y John Miller (Londres, 1828 y 1829, dos volúmenes) y en los trabajos
del coronel británico Gustavo Hippisley (tituladas Una narración de la
expedición a las riberas del Orinoco y e Apure, en Suramérica; la cual salió en
Inglaterra en noviembre de 1817, y se integró a las fuerzas patrióticas en
Venezuela y Caracas. Londres, 1829). Todos ellos son soldados
europeos que, por diversos motivos, mantuvieron conflictos personales con
Bolívar17.
Analizando críticamente esas mismas fuentes pertenecientes a “tres autores
conocidos y considerados como los mayores desertores de la Legión Británica”
y tratando además de sistematizar ese injustificado ataque de Marx en toda la
línea, Vicente Pérez Silva enumera las acusaciones contra el libertador que
bosqueja la pluma de Marx: a) oportunismo, b) cobardía, c) traición, d)
realismo, e) fanfarronería, f) deserción, g) imprevisión, h) irresponsabilidad,
i), venganza, j) tendencia o gusto por la dictadura, k) incapacidad, l)
indolencia y finalmente m) ambición18. De todas ellas no se deriva sino
una opinión prejuiciosa, que realmente asombra pues ese estilo de escritura y
de investigación se encuentra ausente en el 99% de la obra de Marx, paradigma
universal si los hay de lo que debe ser un investigador científico y crítico.
Para justificar la superficialidad o lo erróneo de esos juicios históricos de
Marx se ha subrayado que su autor escribió esas líneas sobre Bolívar con
extrema rapidez y únicamente con el fin de ganarse el pan, robándole tiempo a
lo que más le interesaba en ese momento que era comenzar a redactar nada menos
que El Capital, lo cual no deja de ser cierto. Sin embargo, el objetivo
alimenticio-salarial no resulta suficiente para legitimar esa incomprensión
prejuiciosa pues el mismo Marx le confiesa a Engels que el editor Dana le ha
reprochado el “estilo partisano” empleado en el mencionado artículo19. Es decir que Marx no escribe así
respondiendo a una demanda de su empleador —como suele suceder en el periodismo
comercial— sino por decisión propia, incluso contrariando la opinión de su
editor, quien se queja y le reprocha dicho ataque20.
Esforzándose por indagar una razón más profunda de este desencuentro de Marx
con Bolívar, Ana María Rivadeo sostiene: “La historia de América Latina se
caracteriza, en efecto, en ese momento, por la ausencia de una voluntad
nacional y popular de las elites criollas que habían encabezado la
independencia. Esta debilidad de las elites, aunada a la ausencia de masas
populares con un proyecto autónomo, configuran una situación histórica que no
favorece la apertura, en el pensamiento de Marx, de un horizonte de búsqueda
teórica análogo al que ya había considerado para otros procesos, o a los que
consideraría en el futuro— Irlanda, Rusia”21.
De todos modos, justo es subrayar y destacar que en su discutible escrito sobre
Simón Bolívar, aun lleno de dudosas e ilegítimas impugnaciones contra el
libertador americano, Karl Marx no deja de reconocer que “La intención real
de Bolívar era unificar a toda América del Sur en una república federal”22.
¿Polemizar con el populismo abandonando a Bolívar?
Lo paradójico del asunto reside en que no sólo Marx —por las limitaciones
señaladas— equivocó el camino cuando debía encontrarse con Bolívar. Varias
décadas después uno de los principales fundadores del marxismo latinoamericano,
Aníbal Norberto Ponce, vuelve a incurrir en idéntico error.
Erudito, original y creador —él fue probablemente la principal fuente en la que
incursionó el Che Guevara a la hora de reflexionar y escribir sobre “el hombre
nuevo” como núcleo del socialismo y la sociedad del futuro—, Ponce apela al
discutible artículo de Marx para polemizar con el populismo latinoamericano.
Con ese objetivo publica en el primer número de su revista Dialéctica
aquel trabajo sobre Simón Bolívar23, reproducido con la intención de
contrarrestar los artículos “Por la emancipación de América latina” del peruano
Víctor Raúl Haya de la Torre
y “Bolivarismo y Monroísmo” del mexicano José Vasconcelos. Ponce no sólo lo
publica sino que además lo celebra, al describirlo “tan jugoso a pesar de su
aspecto seco y áspero”. En lugar de disputarle al populismo fundado por el
APRA de Haya de la Torre
la tradición antiimperialista —como hicieron Mariátegui en Perú y también
Mella, primero en Cuba y luego en México—, Ponce cree convertirse en un
auténtico “marxista” despojándose de toda ligazón con la herencia bolivariana.
Notable error que si en tiempos de Marx era, después de todo, comprensible por
la falta de información y el carácter sesgado de la escasa bibliografía
accesible en el Museo Británico sumada a las otras circunstancias mencionadas
en las que escribió su ensayo, en Ponce no deja de constituir un tropezón
teórico que nada le debe ni le aporta al pensamiento socialista, comunista y
revolucionario de Nuestra América24. Sobre ese tipo de errores se
apoyarán diversos adversarios y polemistas del marxismo, provenientes tanto de la Academia oficial como del
nacionalismo burgués25.
Aun siendo un discípulo directo del libro Humanismo burgués y humanismo
proletario de Aníbal Ponce —de quien adopta su reiterada insistencia en el
humanismo marxista y en la construcción del “hombre nuevo”—, Ernesto Che
Guevara marca distancia en torno a la crítica injusta de Marx hacia Bolívar que
había celebrado su maestro argentino. Por eso, al intentar reflexionar sobre la
ideología que inspiró a la
Revolución Cubana el Che escribe: “A Marx, como pensador,
como investigador de las doctrinas sociales y del sistema capitalista que le
tocó vivir, puede, evidentemente, objetársele ciertas incorrecciones. Nosotros,
los latinoamericanos, podemos, por ejemplo, no estar de acuerdo con su
interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran Engels y él de los
mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de las razas o las
nacionalidades inadmisibles hoy. Pero los grandes hombres descubridores de
verdades luminosas, viven a pesar de sus pequeñas faltas, y estas sirven
solamente para demostrarnos que son humanos, es decir, seres que pueden
incurrir en errores, aún con la clara conciencia de la altura alcanzada por
estos gigantes de pensamiento. Es por ello que reconocemos las verdades
esenciales del marxismo como incorporadas al acervo cultural y científico de
los pueblos y los tomamos con la naturalidad que nos da algo que ya no necesita
discusión”26.
Guevara rescataba entonces la necesidad de crear al “hombre nuevo” que había
enseñado Ponce, pero como pensaba que era más necesario y vigente que nunca el
proyecto de crear la
Patria Grande latinoamericana, no celebraba ni compartía el
artículo de Marx sobre Bolívar que aquel había publicado para discutir con el
populismo.
Quizás por mantener este punto de vista, al final de su vida, en las selvas de
Bolivia, el Che llevaba en su mochila guerrillera —junto con su cuaderno de
notas militares (ya publicado en 1967 como Diario de Bolivia , hoy
famoso) y su cuaderno de notas y extractos filosóficos (todavía inédito en el
año 2010)— un cuaderno de poesías. En ese cuaderno verde, donde Guevara
reproducía las poesías que más amaba y que tanto lo habían marcado en su
experiencia vital, elaborando algo así como su antología personal, encontramos
escrita de su puño y letra... “Un canto para Bolívar” de Pablo Neruda 27 . Si en los campamentos
guerrilleros de Bolivia les daba para leer y estudiar a sus combatientes las
historias de la guerra de liberación de José de San Martín, Juana Azurduy y
otros revolucionarios de 1810 28 , también llevaba en su
mochila el recuerdo incandescente de Simón Bolívar. Guevara además de
sanmartiniano y martiano, no cabe duda, era un bolivariano convencido. Sabía
bien que en Nuestra América la mejor manera de ser un marxista revolucionario
consecuente, incluso a pesar de la apreciación errónea del maestro Marx, es ser
bolivariano.
El marxismo bolivariano del siglo XXI Varias décadas después del
asesinato del Che Guevara a manos de la
CIA y el ejército boliviano (porque el Che, conviene
recordarlo frente a tanto hipócrita que hoy lo homenajea como si fuera Gandhi o
la Madre Teresa
de Calcuta, no se murió en su cama de muerte natural ni de un resfrío...) el
mensaje insumiso retorna.
El posmodernismo ya tuvo sus dos minutos de fama y sus treinta segundos de
gloria. Que en paz descanse, rodeado de tumbas académicas, becas millonarias y
las pompas fúnebres de grandes monopolios de (in)comunicación. Sus ventrílocuos
locales continúan moviendo las manos y la boca, siguen buscando oídos jóvenes
para inculcar resignación y “realismo”, pero ahora casi nadie los escucha.
En Nuestra América vuelven a sonar los tambores de la rebelión. Cada vez se
escuchan más cerca. Día a día son menos los que creen que el futuro está debajo
de la bandera prepotente de los Estados Unidos de Norteamérica.
Bolívar vuelve a inspirar nuevas rebeldías, las antiguas y otras nuevas que
resignifican sus antiguas proclamas de liberación continental incorporando
nuevas demandas, derechos y exigencias populares.
Su inspiración contemporánea, a la altura del siglo XXI, asume las formas más
variadas y los estilos más diversos, atravesando desde los movimientos sociales
hasta los sacerdotes tercermundistas, desde los gobiernos bolivarianos hasta la
lucha insurgente y guerrillera, desde el presidente Hugo Chávez 29 hasta el Movimiento
Continental Bolivariano (MCB) 30 y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) 31 . No es casual. Todos
se inspiran en Simón Bolívar...
¿Este resurgir de la prédica bolivariana constituye una expresión de “folclore
latino” y una exótica cortina de humo tropical o expresa la crisis profunda de
una manera posmoderna de entender la historia donde únicamente se destacaban las
discontinuidades, los cortes absolutos y “el caprichoso, contingente y
aleatorio suceder de capas geológicas” (como le gustaba decir a Michel
Foucault)? ¿El hecho político y teórico de nuevas luchas sociales actuales que
marcan una continuidad explícita y directa con las luchas históricas del pasado
no merecería una reflexión de largo aliento y una nuevo programa de
investigación dejando atrás los equívocos posestructuralistas de los años 80 y 90?
En el horizonte del siglo XXI vuelve a aparecer el antiguo pero nuevo proyecto
integrador de todas las formas de lucha convergiendo en el sueño rebelde de la Patria Grande, una
sola gran nación latinoamericana, una revolución socialista a escala
continental y mundial. Un proyecto radical cuya nueva racionalidad histórica
aspira a sembrar la diversidad multicolor de voces, luchas y rebeldías dentro
de un suelo común de hegemonía socialista, antiimperialista y anticapitalista.
No es cierto que “desapareció el sujeto”. ¡No! El sujeto vuelve y retorna
multiplicado con mucha más fuerza (y menos ingenuidad) que antes.
Dejando atrás el cinismo del doble discurso, el macartismo, la razón de Estado,
la demonización y el delgado límite de las protestas “permitidas” (siempre
restringidas a tímidas reformas de guetto, fagocitables dentro de las
instituciones del sistema); el ejemplo insumiso de Bolívar nos invita a
recuperar la vocación de poder —trágicamente «olvidada» o denostada por los
nuevos reformismos—, la ética inflexible y la rebeldía indomesticable de los
viejos comuneros, los bolcheviques, los combatientes libertarios y comunistas,
los partisanos, los maquis, los guerrilleros insurgentes y todos los luchadores
y luchadoras del tercer mundo.
Si en este bicentenario Karl Marx anduviera por nuestros barrios, ¿no caminaría
al lado nuestro repitiendo con José Martí “Patria es humanidad” y llevando en
el hombro, también él, su bandera de Bolívar?
Notas:
1 Los mitos anticomunistas del
pensamiento de derecha —nunca asumidos como tales— de aquel momento que
dibujaban esa caricatura en el bicentenario de la Revolución francesa se
nutrían de diversas fuentes, desde los panfletos más “eruditos” de la
historiografía revisionista del profesor francés François Furet hasta recursos
más populares como el film comercial Danton, del director polaco Andrezj
Wajda (basado a su vez en la obra de teatro “El caso Danton”, de Stanislawa
Przybyszewska, bastante más proclive hacia Robespierre que la película, según
reconoció posteriormente el mismo Wajda).
2 En realidad las resistencias contra
la dominación colonial, la explotación salvaje y otros mecanismos fundamentales
de la acumulación originaria del sistema capitalista a escala mundial
comenzaron desde la misma llegada de los “civilizados” de la espada, la cruz,
la hoguera, la violación y la tortura de los pueblos sometidos. Dos de los
principales hitos de esa extensa secuencia de luchas han sido la insurrección
continental liderada por Tupac Amaru y Tupac Katari y la independencia de
Haití, esta última concretada seis años antes que el proceso desatado en 1810.
3 En ese sentido dos afamados
ensayistas nos explican y aleccionan: “Muchos ubican a la autoridad última
que gobierna el proceso de globalización y del nuevo orden mundial en los
Estados Unidos. Los que sostienen esto ven a los Estados Unidos como el líder
mundial y única superpotencia, y sus detractores lo denuncian como un opresor
imperialista. Ambos puntos de vista se basan en la suposición de que los
Estados Unidos se hayan vestido con el manto de poder mundial que las naciones
europeas dejaron caer. Si el siglo diecinueve fue un siglo británico, entonces
el siglo veinte ha sido un siglo americano; o, realmente, si la modernidad fue
europea, entonces la posmodernidad es americana. La crítica más
condenatoria que pueden efectuar es que los Estados Unidos están repitiendo las
prácticas de los viejos imperialismos europeos, mientras que los proponentes
celebran a los Estados Unidos como un líder mundial más eficiente y
benevolente, haciendo bien lo que los europeos hicieron mal. Nuestra hipótesis
básica, sin embargo, que una nueva forma imperial de soberanía está emergiendo,
contradice ambos puntos de vista. Los Estados Unidos no constituyen –e,
incluso, ningún Estado–nación puede hoy constituir– el centro de un proyecto
imperialista” Véase Antonio Negri y Michael Hardt (2000): Imperio .
Buenos Aires, Paidos, 2002. p. 15.
4 Hemos intentado refutar en detalle
semejante punto de vista en nuestros libros Toni Negri y los desafíos de
«Imperio». Madrid, Campo de Ideas, 2002 (reeditado en Italia con el título Toni
Negri e gli equivoci di «Imperio». Bolsena, Massari Editore, 2005) y
también en el libro Nuestro Marx (en www.rebelion.org y www.lahaine.org
). Resulta curioso que a estos ensayistas y a muchos
otros apresurados enterradores del estado-nación —solamente cuando se trata de
los estado-naciones de países dependientes— no les llame la atención que en
toda película norteamericana aparezca hasta el hartazgo la banderita de las
barras y las estrellas. ¿Lo interpretarán como un símbolo de
“multiculturalismo”...?
5 Véase Simón Bolívar: “Carta de
Jamaica” [Kingston, 6 de septiembre de 1815]. En Tres documentos de Nuestra
América. La Habana,
Casa de las Américas, 1979. p. 28.
6 Véase Simón Bolívar: “Carta de
Jamaica”. Obra citada. p. 23.
7 Véase Simón Bolívar: “Discurso en
la presentación de la
Constitución de Bolivia”. Recopilado en Toby Valderrama y
Alejandro Mena: Rumbo al socialismo. Caracas, Fundación Fondo Editorial
Fabricio Ojeda, 2006. pp. 14-15.
8 Véase Simón Bolívar: “Carta de
Jamaica”. Obra citada. p.25.
9 Véase Simón Bolívar: “Discurso al
inaugurar el Congreso de La
Angostura” [1819]. Recopilado y comentado en la obra de
Felipe Larrazábal: Simón Bolívar. Vida y escritos del Libertador [Biblioteca
Ayacucho, 1918]. Tres tomos. Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 2008.
Particularmente Tomo II, pp. 133-142.
10 Véase Simón Bolívar: “Carta de
Jamaica”. Obra citada. p.29-30.
11 Véase Simón Bolívar: “Discurso al
inaugurar el Congreso de La
Angostura”. Obra Citada. tomo II, p.139.
12 Véase José Carlos Mariátegui “Aniversario
y balance” [Editorial de la revista Amauta, N°17, año II, Lima,
septiembre de 1928]. En el apéndice a nuestro libro Introducción al
pensamiento marxista. Buenos Aires, La Rosa Blindada, 2003.
p. 181.
13 Véase Ernesto Che Guevara:
“Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”
[16/4/1967]. En el apéndice a nuestro libro Introducción al pensamiento
marxista. Obra citada. p.241 y en Obras. Casa de las Américas, 1970.
En términos generales, la idea de León Trotsky para el futuro de Nuestra
América no era muy distinta de esta lectura bolivariana del Che Guevara, donde
la clave de la liberación reposaría en la unidad continental y en la revolución
socialista, aunque Trotsky lo planteara en un estilo literario y con términos
no siempre habituales en la cultura política de América latina. “Por los
Estados Unidos Soviéticos de Sud y Centro América”. Véase León Trotsky. Escritos
latinoamericanos. Buenos Aires, CEIP, 1999. “El futuro de América Latina”
[1940]. pp. 156-157.
14 Véase Karl Marx: “Bolívar y
Ponte”. Originalmente publicado en el Tomo II de The New American Cyclopedia
y reproducido en Karl Marx y Friedrich Engels: Materiales para la
historia de América Latina [preparación y notas del traductor Pedro
Scaron]. México, Siglo XXI, 1975.
15 Sobre el eurocentrismo en la
escritura juvenil de Marx y su posterior superación y cambio de paradigma en la
madurez véase nuestro Marx en su (Tercer) Mundo. Buenos Aires, Biblos,
1998 (reedición cubana posterior La
Habana, Juan Marinello, 2003). Particularmente el último
capítulo.
16 El margen de imprecisión de cuatro
meses para ubicar la redacción del ensayo deriva de las discordancias entre los
biógrafos que han tenido acceso a los originales.
17 Véase la extensísima nota Nº25 de
Pedro Scarón donde analiza en detalle cada una de las fuentes utilizadas por
Marx, en Karl Marx y Friedrich Engels: Materiales para la historia de
América Latina [preparación y notas del traductor Pedro Scaron]. Obra
citada. Nota 25, pp.105-108, particularmente 106.
18 Véase Vicente Pérez Silva “Bolívar
visto por Carlos Marx”. En Simón, Quijote de América. Antología de
ensayos sobre Simón Bolívar. Presentación y compilación a cargo de Juvenal
Herrera Torres. Caracas, Instituto Municipal de publicaciones de la Alcaldía Municipio
Libertador, 2005. pp. 246-247.
19 Véase Carta de Marx a Engels del
14 de febrero de 1858, en Karl Marx y Friedrich Engels: Materiales para la
historia de América Latina [preparación y notas del traductor Pedro
Scaron]. Obra citada. p.94.
20 Tratando de explicar ese prejuicio
de Marx hacia el Libertador americano José Aricó intenta derivar de la
problemática de origen hegeliano de Marx su crítica a Bolívar. Al cuestionar a
su maestro en la dialéctica, Marx habría seguido girando en torno a la pareja
categorial “Estado-sociedad civil”, invirtiéndola y otorgando primacía a esta
última por sobre aquel otro. De allí que le costara tanto trabajo comprender el
modo en que en las revoluciones de independencia americana es el Estado el que
funda la sociedad civil y no al revés. Véase José Aricó: Marx y América
Latina. Buenos Aires, Catálogos, 1988. Para llegar a esa conclusión Aricó
sistematiza y compendia las investigaciones previas de Georges Haupt, Claudie
Weil, Renato Levrero, Hal Draper y Roman Rosdolsky. En cambio, “se olvida” de
mencionar como fuente a Ernest Mandel (de quien adoptó como prestada la idea
según la cual Marx comenzó a ocuparse de la periferia del mercado mundial
estudiando el comercio exterior de Gran Bretaña. Véase Ernest Mandel: La
formación del pensamiento económico de Karl Marx de 1843 hasta la redacción de
«El Capital». Madrid, Siglo XXI, 1974. p. 135). Aricó también “se olvida”
de mencionar a otra de sus fuentes y uno de sus principales antecesores, Jorge
Abelardo Ramos. Más de una década antes que Aricó, Ramos ya había aventurado el
origen hegeliano del prejuicio de Marx hacia Bolívar y América Latina...,
justamente la tesis central del libro de Aricó. Afirmaba Ramos: “Estos
infortunados juicios de Marx sobre Bolívar estaban sin duda influidos por la
tradición antiespañola prevaleciente en Inglaterra, donde vivía Marx, y por el
común desprecio europeo hacia el Nuevo Mundo, cuyos orígenes se remontaban a
los filósofos de la
Ilustración y a las observaciones olímpicas de Hegel en su
Filosofía de la historia universal”. Agregaba también: “Como en los
tiempos de Hegel, los pensadores de Europa, Marx entre ellos, consideraban a la América Latina como
un hecho geográfico que no se había transmutado todavía en actividad histórica”.
Véase J. A. Ramos: “Bolivarismo y marxismo” [1968]. En su libro Marxismo de
Indias. Barcelona, Planeta, 1973. pp. 207 y 216.
21 Véase Ana María Rivadeo: El
marxismo y la cuestión nacional [tesis de doctorado en la Universidad Nacional
Autónoma de México dirigida por Adolfo Sánchez Vázquez]. México, UNAM, 1994. p.
72. El planteo de Rivadeo no deja de ser útil, sugerente, riguroso y puntilloso
en la reconstrucción de las fuentes de Marx, sin embargo por momentos su
trabajo académico —desarrollado en plena euforia de lo que académicamente se
dio en denominar “la crisis del marxismo”— permanece demasiado pegado al relato
de Aricó, Portantiero y otros ensayistas del mismo grupo intelectual (ya por
entonces ex marxistas o conversos a la socialdemocracia) que a su vez eran
deudores del historiador Halperín Donghi y otros profesores de no pocas
simpatías liberales. De allí que por momentos la autora termine subestimando
esa supuesta “falta de voluntad nacional” en las masas populares
latinoamericanas... ¿cómo explicar entonces la persistencia de las luchas de
emancipación a nivel continental durante dos siglos a pesar de tantas
represiones, genocidios, golpes de estado, intervenciones norteamericanas y
dictaduras militares?
22 Véase Karl Marx: “Bolívar y
Ponte”. Obra citada. pp.90-91.
23 Véase Karl Marx: “Simón Bolívar”.
Publicado en la revista dirigida por Ponce Dialéctica N°1, Buenos Aires,
marzo de 1936. pp.1-14. [traducción del original inglés de Emilio Molina
Montes]). Recopilado también en las Obras completas de Ponce. Buenos
Aires, Cartago, 1974. 4 tomos.
24 Muy poco tiempo después —menos de
dos años— de haberlo publicado, durante su exilio mexicano, Ponce revisa las
posiciones presupuestas en su primera celebración del trabajo de Marx sobre
Bolívar. En tierras mexicanas publica cinco artículos sobre la cuestión
nacional latinoamericana y el problema indígena. En esos últimos trabajos
truncos —Ponce fallece casi inmediatamente— denomina a nuestro continente “la América indígena” a
contramano de su juvenil adhesión a la herencia liberal de Domingo Faustino
Sarmiento de innegables connotaciones positivistas, darwinianas y racistas.
Tomando en cuenta ese notable cambio de mirada sobre la cuestión nacional y el
latinoamericanismo entusiasmado que se produce en su exilio mexicano es más que
probable que Ponce hubiera vuelto a repensar y, ahora sí, a recuperar como
propia la herencia de Bolívar. Véase nuestro De Ingenieros al Che. Ensayos
sobre el marxismo argentino y latinoamericano. Buenos Aires, Biblos, 2000
(reeditado en versión ampliada en Cuba. La Habana, Centro Juan Marinello, 2008).
Particularmente el capítulo dedicado a Ponce “Humanismo y revolución”.
25 Estamos pensando, para el primer
caso, en el profesor mexicano, director del Instituto de Estética de la Universidad de
Guadalajara, Arturo Chavolla y su triste libro (en realidad tesis de doctorado
defendida en París): La imagen de América en el marxismo. Buenos Aires,
Prometeo, 2005. El libro de Chavolla resulta un típico producto académico de
nuestra época, donde el rechazo visceral del marxismo se encubre con una terminología
aparentemente neutral. A Marx y al marxismo Chavolla
les reprocha su “eurocentrismo” —del que supuestamente nunca se habrían
desembarazado—. Curiosamente, en su libro toda la bibliografía se cita en
francés, aún cuando el idioma de Marx es el alemán y el del autor el
castellano. Incluso, para “quedar bien” con el jurado francés, se citan en ese
idioma títulos de libros que sólo han sido editados en Argentina o México, como
los de Pasado y Presente. ¿Una muestra más de eurocentrismo?
Para el segundo caso, tenemos en mente al ensayista argentino José Pablo
Feinmann, de gran presencia mediática en nuestros días a través de la TV, quien en su libro Filosofía
y Nación (escrito en plena euforia del populismo nacionalista
entre 1970 y 1975, publicado en 1982 y reeditado sin modificar una sola palabra
en 1996 con un prólogo posmoderno) afirma con notable liviandad que Marx es...
“un pensador del imperio británico”, un ingenuo apologista de la
dominación colonial sobre los pueblos sometidos.
Hemos intentado una crítica de ambos autores en nuestro libro Con sangre en
las venas (Apuntes polémicos sobre la revolución, los sueños, las pasiones y el
marxismo desde América Latina). Bogotá, Ocean Sur, 2007. pp.9-15.
26 Véase E rnesto Che Guevara : “N
otas para el estudio de la ideología de la Revolución cubana”.
Publicado originariamente el 8 de Octubre de 1960 en La Habana, en la revista Verde
Olivo . El artículo fue reproducido posteriormente en infinidad de
editoriales y sitios. Por ejemplo en Ernesto Che Guevara: Obras . La Habana, Casa de las
Américas, 1970. Dos tomos. Sin embargo, en algunas ediciones posteriores este
párrafo donde el Che Guevara pone distancia crítica frente al injustificado
ataque de Marx sobre Bolívar fue inexplicable y sorprendentemente —¿por un
error?— suprimido...
27 Véase E rnesto Che Guevara : El
cuaderno verde del Che [poesías de Pablo Neruda, León Felipe, Nicolás
Guillén y Cesar Vallejo]. Prólogo de Paco Ignacio Taibo II. México, Seix
Barral-Planeta, 2007. La poesía a Simón Bolívar se encuentra reproducida en
pp.82-84.
28 Según nos testimonia Harry
Villegas Tamayo, alias Pombo. Véase nuestra entrevista al hoy general cubano,
compañero del Che en Sierra Maestra, Congo y Bolivia, en nuestro Che
Guevara: El sujeto y el poder. Buenos Aires, Nuestra América-La Rosa
Blindada, 2005.
29 Véase Antonio Aponte [seudónimo
colectivo]: 100 granos de maíz (varios tomos con los títulos Fusiles,
libros y rosas y La hora de los hornos). Caracas, Fundación Fondo
editorial Fabricio Ojeda, 2006, 2007 y 2008; Amílcar Figueroa Salazar: La
revolución bolivariana. Nuevos desafíos de una creación heroica. Caracas,
El Tapial, 2007; Amílcar Figueroa Salazar: ¿Reforma o revolución en América
Latina. El proceso venezolano. México, Ocean Sur, 2009; Menry Fernández
Pereyra [director de la
Escuela de Guerra del Ejército Venezolano]: Bases
históricas, políticas y filosóficas de la Guerra Popular de
Resistencia. Caracas, Parlamento Latinoamericano, 2009; J.T.Núñez Tenorio: Bolívar
y la guerra revolucionaria (Reencarnar el espíritu de Bolívar). Caracas,
Ediciones de la presidencia de la
República, 2007; Movimiento revolucionario
marzo-28: Bolívar y Marx: Dos pensamientos... un mismo sueño. Caracas,
Escuela Nacional de formación, 2008.
30 Véase Manifiesto Bolivariano
por Nuestra América. En Correo Bolivariano. Caracas, Coordinadora
Continental Bolivariana, 2006. pp. 21-24.
31 Véase FARC-EP: “Plataforma
Bolivariana por la
Nueva Colombia”. En AA.VV.: Manuel Marulanda Velez. El
héroe insurgente de la
Colombia de Bolívar. S/datos. 2008; Jesús Santrich:
“Bolivarismo y marxismo: Un compromiso con lo imposible” en www.lahaine.org;
Jesús Santrich: “Bolívar, la
Comuna, Marx y otros ejemplos”. En Correo Bolivariano.
Caracas, Coordinadora Continental Bolivariana, 2006. pp. 87-88; Iván Márquez y
Jesús Santrich [ambos comandantes de las FARC-EP]: El asesinato del
Libertador y la lectura bolivariana de la historia. Un enfoque desde la guerrilla
bolivariana de las FARC. Caracas, s/ datos, 2006. Dado el carácter
clandestino e insurgente de estos autores, sus textos, de difícil acceso, no
son estudiados en la universidad. Sin embargo, valdría la pena hacerlo... ¿O
habrá que esperar otras cuatro décadas, como sucedió con el pensamiento y los
escritos de Ernesto Che Guevara, para poder comenzar a leer y estudiar su
pensamiento en cátedras, talleres y seminarios?