
Cuando nuestro
Presidente dijo: “Atacama antes era Bolivia. Esperamos recuperarla pronto”,
expresó una verdad y su portavoz que salió a aclarar que fue “una broma”,
resultó ser el desinformado; porque aun cuando el presidente de Chile,
Sebastián Piñera, manifieste que “Atacama es y seguirá siendo chilena”, no dijo
una verdad absoluta.
La alusión se produjo al hacer referencia comparativa al litio de nuestro Salar
de Uyuni con el de Atacama que se encuentra entre los paralelos 23 y 24, de lo
que fue nuestro Departamento Litoral - es decir, una zona no comprendida dentro
del “dominio absoluto y perpetuo” del Tratado de 1904 - lo que ha provocado
reacciones en uno y otro país. En Bolivia con desconocimiento del tema y en
Chile con la acostumbrada soberbia de quien no tolera una paja ajena en el
hombro.
Como todos sabemos, el límite entre Bolivia y Chile antes de la agresión de
1879 era el Paralelo 24; y es necesario precisar que Chile se apoderó del
Departamento boliviano de Litoral, de dos maneras distintas:
1) Del territorio entre los paralelos 24 y 23, donde se encuentran el Salar de
Atacama y Antofagasta, se apropió de la forma más insólita, grosera y
arbitraria. Lo hizo unilateralmente, por sí y ante sí, alegando una
reivindicación inexistente con base en una acusación fraudulenta de
incumplimiento, también inexistente y falsa, del Art. 4º del Tratado de 1874
por parte de Bolivia.
Por lo tanto, nuestro Presidente no se equivocó en sus expresiones, porque el
territorio entre los paralelos 23 y 24 Chile lo detenta sin título legítimo y
sin haber disparado un solo tiro ni derramado una sola gota de sangre en esta
fraudulenta “conquista”, obtenida solamente embadurnando un argumento
leguleyesco de una reivindicación inventada por la Cancillería de Chile, a través
de la Circular de febrero de 1879, y tragada por los gobernantes y togados
bolivianos, quienes, además, no tuvieron el coraje de repeler la embestida de
aquellos embaucadores.
2) De la otra parte, el territorio del Paralelo 23 hasta el río Loa, Chile
obtiene el dominio “absoluto y perpetuo” mediante el Tratado de 20 de octubre
de 1904, que tampoco le produjo grandes pérdidas humanas, sino la muerte de los
defensores bolivianos de Calama, con Eduardo Abaroa incluido, o sea que la
apropiación de nuestro Departamento de Litoral fue gratuita para Chile, que,
sin embargo, no se cansa de alegar que los territorios conquistados le cuestan
mucha sangre de sus connacionales, lo que es otro fraude. En todo esto está la
gran estafa.
Como se ve, Chile se apoderó del Litoral boliviano sin mayor esfuerzo, porque
el ejército boliviano fue a destruirse defendiendo territorio peruano, en lugar
de proteger su patrimonio, donde dejó campear a los chilenos. Ésta es la gran
traición.
Entonces buena está la aclaración a los diretes que están haciendo roncha en
unos y otros, cuando la cuestión es más clara que el agua cristalina del
Silala: la zona donde se encuentra el Salar de Atacama está entre los
territorios bajo derecho de reivindicación boliviana, de la que se apropió
Chile arbitrariamente por una “avivada” audaz y por la traición de los que
administraron los destinos de Bolivia en esos años luctuosos.
Un diputado chileno había expresado que el entredicho debe ser motivo
suficiente para suspender las negociaciones de la Agenda de los 13 Puntos, lo
que sería una buena decisión para Bolivia, porque como muchos han criticado,
tal Agenda sólo engordará, como siempre, a Chile.
Es que como nos hemos acostumbrado a estar, siempre sometidos a los dictados
del “victorioso”, que ha creado una mentalidad colonial en Bolivia, resulta
como si no nos fuera permitido hablar con la verdad histórica y jurídica que,
hasta ahora, los bolivianos no fueron capaces de proclamarla.
Nuestra altivez no está fundada en tanques, acorazados ni aviones. Está
cimentada en la verdad, la justicia y el derecho, que son las madres de todas
las victorias. Sobran ejemplos, como las devoluciones de Hong Kong, Macao y el
Canal de Panamá.
La apropiación de Atacama dispuesta por la ley chilena de 4 de abril de 1879 es
el hecho más inaudito de la historia, basada en la mentira, el fraude, la
intimidación y la traición.
El país trasandino puede desviar aguas del Lauca, del Silala, usarlas
gratuitamente; puede apropiarse de territorios sin previa cesión de su dueño;
puede prohibir importaciones en tiempo de guerra; puede prohibir la compra de
inmuebles por bolivianos en Chile; en fin, puede violar el tratado “intangible”
de 1904 cuando le plazca, todo se puede permitir bajo el eslogan de “la
victoria da derechos”. ¿Pero los bolivianos no pueden alzar la voz de la
verdad?
El autor es abogado e historiador
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