ARGENTINA Y LA GUERRA DE LAS MALVINAS

Por:


Publicado el 01/04/2011

LA DESMALVINIZACION UNA MUESTRA DE NUESTRA COLONIZACIÓN MENTAL

 

La desmalvinización explícita o encubierta es una práctica habitual, especialmente entre algunos medios intelectuales y/o más o menos académicos. Se trata de una práctica que quizás en ocasiones resulta inconsciente debido a que está plagada de lugares comunes o al decir de Jauretche son "zonceras"comunes.
Por este motivo reproducimos un texto de Fernando Cangiano, ex combatiente de Malvinas o como él mismo lo dice: simplemente héroe de Malvinas.

¿”Gesta patriótica” o “carro atmosférico”?

 

Apuntes sobre la desmalvinización

 

Fernando P. Cangiano

 

 

 

En memoria de Mario A. García Cañete y de todos los caídos en Malvinas

 

Un ex camarada del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada Nº 10, unidad en la que revisté entre 1981 y 1982, me invitó gentilmente a escribir unas líneas sobre mi experiencia en Malvinas, aclarándome que no era requisito respetar un temario definido sino simplemente “dar rienda suelta” a las más íntimas necesidades expresivas del autor. Me propongo en estas pocas líneas apartarme del ángulo puramente testimonial o vivencial sobre la guerra para incursionar (“deconstruir” como dice ahora la moda filosófica) en el significado y las implicancias prácticas del remanido término “desmalvinización”.

 

Es sabido que los ex combatientes hemos denunciado reiteradamente desde 1982, y todavía lo hacemos hoy, la existencia de una suerte de “atmósfera desmalvinizadora” que campea en la sociedad argentina, promovida por sectores (casi nunca identificados) interesados en no hablar, y mucho menos abrir un debate, sobre el significado de Malvinas en nuestras vidas y en nuestra historia. Como consecuencia de ello, quienes combatimos en las islas permanecimos huérfanos de cualquier forma de apoyo estatal durante un largo tiempo y fuimos empujados a algo así como una zona de “invisibilidad social”, de la cual sólo pudimos salir gracias a nuestra propia organización y movilización. Vale recordar las innumerables agrupaciones de ex combatientes que nacieron y se desarrollaron desde el fin de la guerra, reivindicando el reconocimiento oficial en tanto sujetos sociales con identidad propia (el “Veteranos de Guerra”).

 

Sostengo la tesis de que tal política de silenciamiento y desprotección hacia el ex combatiente constituyó una realidad en los primeros años de la posguerra, pero no en los años subsiguientes, pues rápidamente dio paso a un peculiar formato discursivo mucho más sutil y de naturaleza político-cultural, cuyo objetivo indisimulable fue construir una narrativa sobre Malvinas encaminada a “desmalvinizar” a la sociedad argentina.

 

¿Qué significa “desmalvinizar a la sociedad argentina”?; ¿cuáles fueron los pilares de esa narrativa sobre Malvinas y qué objetivos políticos perseguían y persiguen quienes intentan borrar el fervor patriótico que emergió casi espontáneamente en la sociedad argentina tras la recuperación de las islas?; ¿qué roles les fueron asignados a los actores de la guerra (oficiales, suboficiales y soldados) dentro de ese entramado de representaciones sociales construidas por el discurso dominante?; ¿cuáles fueron las consecuencias prácticas de dicho discurso en los propios actores?. He aquí algunas de las preguntas que procuraré desarrollar en las líneas que siguen.

 

La des-historización del conflicto de Malvinas

 

Desde los primeros años de la posguerra se abrió un fuerte debate entre quienes calificaban a la guerra de Malvinas como una “gesta patriótica” y aquellos que la presentaban como una “aventura irresponsable” de un gobierno moribundo. En esta “batalla de ideas”, los campos en pugna extraían conclusiones diametralmente opuestas sobre lo que le correspondía hacer a la Argentina en la etapa de la posguerra, abierta al culminar las operaciones militares en el sur.

 

Este debate, de naturaleza política, aparecía oscurecido ante la opinión pública por aspectos más ligados a la dimensión emocional y humana del conflicto (situación de los veteranos, familiares de los caídos, etc.).

 

Quienes sostenían la postura de la “gesta patriótica” concebían la ocupación de Malvinas como un capítulo dentro de una larga lucha del país por obtener su plena independencia nacional y soberanía territorial. Establecían una continuidad histórica entre las grandes batallas emancipatorias libradas por nuestros ejércitos en el siglo XIX contra las potencias coloniales y la reafirmación de la soberanía argentina en el Atlántico Sur en 1982. La consecuencia práctica de esta visión del conflicto no podía ser otra que la de “continuar con la lucha por otros medios”. Es decir, derrotado el país en el plano militar en Malvinas, correspondía ahora avanzar en la soberanía económica, política y cultural, no ya en el Atlántico Sur sino en el conjunto del país. Los defensores de esta visión, como es lógico, proponían tender lazos hacia los países de América Latina (aliados durante la guerra) y tomar distancia de las potencias coloniales, agresoras directas o indirectas en Malvinas.

 

Por el contrario, quienes impugnaban la ocupación de Malvinas calificándola de una aventura irresponsable y criminal, afirmaban explícita o implícitamente que había que dar vuelta la página de la guerra y recomponer aceleradamente relaciones con los países centrales, que eran, casualmente, nuestros enemigos de Malvinas.

 

Esta última postura se impuso en toda la línea ya en los primeros años de la posguerra. Contó con una gigantesca y hábil maquinaria propagandística (sin duda alentada por EEUU e Inglaterra) que logró explotar a su favor el legítimo repudio que el pueblo argentino abrigaba por la dictadura militar que gobernó el país desde 1976 y que, a primera vista, lucía como responsable de la ocupación y la derrota en Malvinas.

 

Sobre esto último cabe el siguiente paréntesis reflexivo. No hay duda de que la dictadura militar del Proceso fue parte de un conjunto más amplio de dictaduras oligárquicas que gobernaron a la mayor parte de los países latinoamericanos desde la década del ‘60. Esas dictaduras gozaron de la bendición y el firme apoyo de EEUU en el marco de la “guerra fría” contra el bloque soviético. Sin ese apoyo no podrían haber existido.

 

El programa económico y social de la dictadura argentina, desplegado a punta de fusil desde 1976, era el programa de las grandes corporaciones multinacionales y de la usura financiera internacional, como lo demuestra el hecho de que los ministros de Economía de Videla y Galtieri fueran nada menos que Martínez de Hoz y Roberto Alemann, prominentes figuras del liberalismo ortodoxo con epicentro en la Universidad de Chicago.  Sin embargo, esa misma dictadura, que había desatado ríos de sangre argentina para mantener al país dentro del “mundo occidental y cristiano” hegemonizado por EEUU, aparecía luego de Malvinas como enfrentada a las grandes potencias occidentales a las que había servido antes de la guerra.

 

Este giro sorprendente, y sin duda no previsto por sus ejecutores (escapaba al cálculo político de Galtieri y cía. lo que desencadenaría la ocupación de las islas), permitió que se urdiera una formidable trama de ingeniería propagandística que logró asociar la legítima lucha por la soberanía territorial en Malvinas con una dictadura militar repudiada masivamente por las mayorías populares. De ese modo, el acto mismo de la recuperación de las islas quedaba impugnado y ensombrecido por el repudio a la dictadura por sus crímenes anteriores a Malvinas.

 

Y quienes caracterizaban a Malvinas como una “gesta patriótica” resultaban sospechosos de defender los crímenes perpetrados entre 1976 y 1982 por esa dictadura, una de las más pro-norteamericanas de la historia política nacional (recordemos a algunos de sus más ilustres funcionarios civiles: los ya mencionados Martínez de Hoz y Roberto Alemann, Domingo Cavallo, Manuel Solanet, Daniel Artana, Guillermo W. Klein, etc.)

 

Primer pilar de la “desmalvinización”: concebir a la guerra de Malvinas como una locura irresponsable, un sinsentido demencial propio de una mente desquiciada por el alcohol y las ansias de poder, en vez de caracterizarla como una gesta nacional enraizada en nuestra historia.

 

El rol del ex combatiente: héroe o víctima, soldado de la Patria o “chico de la guerra”

 

Lo dicho hasta acá parecería discurrir en un plano meramente teórico-abstracto, sin reflejo concreto en la realidad de quienes participamos del conflicto. En definitiva, ¿qué importancia tiene para los ex combatientes que la guerra de Malvinas sea concebida como una “locura irresponsable” o como una “gesta patriótica”? Las diferencias son enormes porque hacen a la identidad misma del veterano, a la construcción de su propia subjetividad, con todas las implicancias tanto materiales como psicológicas que eso conlleva.

 

Los defensores de la teoría de la “locura irresponsable”, que fue la postura que inundó todo el universo de representaciones sociales de la posguerra, sitúan al ex soldado en el papel de un niño conducido a la guerra sin la más mínima conciencia de lo que acontecía. Un “chico de la guerra”, autómata, ciego e impotente, sometido a maltrato físico y psicológico, aunque no por los ingleses, que bloquearon las islas para hacernos sucumbir por hambre y sed, que nos bombardearon incansablemente cada noche para minar nuestra moral. No, no, de acuerdo a esa sorprendente interpretación de los hechos nuestros maltratadores habría sido los propios oficiales y suboficiales argentinos.

Segundo pilar de la “desmalvinización”: la victimización del ex combatiente. Se sustituyó la identidad del “héroe que defendió a su patria” por la del chico impotente, sin preparación suficiente y lanzado a la muerte por la crueldad de los propios argentinos.

 

El oficial y suboficial como demonio

 

Una persistente campaña de demonización de los oficiales y suboficiales argentinos ha caracterizado el relato sobre Malvinas. En un caso extremo de deformación histórica y desapego a la verdad, han llegado a circular últimamente denuncias sobre “campos de concentración” en Malvinas, similares a las monstruosas cárceles de los años de plomo del Proceso. También se ha hablado con una falta completa de escrúpulos de un “genocidio planificado” perpetrado por oficiales y suboficiales contra soldados conscriptos, sin exhibir una sola prueba ni una sola razón coherente que explique las motivaciones de semejante locura. Tales pruebas jamás podrán exhibirse por la sencilla razón de que se trata de una burda mentira.

 

Desgraciadamente, hay que decirlo, muchos ex soldados se han prestado a esta clase de patrañas enceguecidos por la búsqueda de compensaciones o prebendas económicas.

 

Los actos de heroísmo de oficiales y suboficiales se presentan como acciones excepcionales o limitadas a una fuerza en particular (la Aviación). Análogamente, se dice que los “oficiales mandaron al muere a los soldados mientras ellos permanecían a salvo”, lo cual no resiste el menor análisis al evaluar estadísticamente la cantidad y el rango de los caídos en combate.

 

Tercer pilar de la desmalvinización: el oficial o suboficial despojado de su condición de héroe y degradado a la de villano, represor y sádico irrecuperable.

 

¿La Thatcher tenía razón?

 

Si los pilares de la “desmalvinización” hasta ahora señalados fueran ciertos, entonces habría que darle la razón a la “dama de hierro” cuando afirmaba hipócritamente que en Malvinas se enfrentaban la “democracia inglesa” (democracia de las cañoneras) contra “la dictadura argentina”. Los “desmalvinizadores” irían demasiado lejos si sostuvieran semejante impostura, razón por la cual se han puesto a producir engendros cinematográficos o literarios que dicen eso mismo, aunque con otras palabras. Efectivamente, cuando uno ve películas o lee libros producidos por argentinos sobre Malvinas, tiene la tentación de respirar aliviado cuando los ingleses reconquistan las islas.

 

Los buenos eran ellos, los ingleses” es el mensaje que deslizan subliminalmente, aunque no lo digan explícitamente por puro pudor.  Un caso extremo de tergiversación es el film “Iluminados por el Fuego”, no por casualidad ampliamente difundido acá y en el extranjero pese a su pésima calidad cinematográfica.

 

Jamás se hará mención a los crímenes ingleses. Salvo contadas excepciones, no se ha difundido el cobarde crimen de guerra que fue el hundimiento del General Belgrano, una acción que violó todos los códigos de la guerra naval (que hasta los nazis respetaban en la II Guerra Mundial) y que consiste en dar aviso al buque que va a ser torpedeado por un submarino a fin de permitir el desalojo de sus tripulantes. El objetivo militar es el buque, no los seres humanos que hay en su interior.

 

Cuarto pilar de la “desmalvinización”: invisibilizar los crímenes cometidos por los ingleses (hundimiento del Belgrano, ataque a buque Hospital, matanza de los únicos 3 kelpers caídos en combate) y atribuir los padecimientos por hambre y frío no al bloqueo inglés o al clima austral, sino a la inexplicable maldad de quienes conducían la guerra

 

¿Por qué? El leit motiv de la “desmalvinización”

 

A esta altura cabe preguntarse cuáles fueron las razones de semejantes “zonceras” sobre Malvinas, abundantemente difundidas por los medios de comunicación tras la guerra.

 

Las motivaciones deben hallarse en el plano político, no en otro lugar. La guerra de Malvinas despertó una gigantesca ola de movilización social y de unidad nacional en torno a una reivindicación territorial, es decir, en torno a la soberanía e independencia nacional. La lógica misma de los hechos empujó a la Argentina a acercarse a América Latina, que salió masivamente en su apoyo, y a alejarse de las grandes potencias, que se aliaron a Gran Bretaña por encima del signo ideológico de sus gobiernos. La guerra de Malvinas podía sentar un peligroso precedente que desafiara la hegemonía que ejercen los países poderosos sobre el conjunto de la periferia mundial. Podía, además, desplazar la ola de nacionalismo territorial a otros planos tanto o más peligrosos para los gendarmes mundiales, tales como el económico o el cultural.

 

¿Por qué deberíamos permitir que nuestras riquezas pasen a manos de empresas norteamericanas, inglesas o europeas en general, si esos países fueron directa o indirectamente responsables de los 1000 jóvenes caídos en Malvinas?, ¿como podríamos compatibilizar la memoria de esos muertos con la total subordinación del país a quienes los asesinaron o a quienes prestaron un apoyo decisivo para derrotar a la Argentina?, ¿por qué deberíamos aceptar los emblemas culturales de países cuyos gobiernos tienen sus manos manchadas de sangre en mil guerras coloniales, entre ellas la de Malvinas?, ¿de qué clase de pacifismo nos hablan estos países que apenas pierden sus dominios coloniales se lanzan a una descomunal acción militar para recuperarlos?

 

En suma, la guerra de Malvinas debía ser eliminada como factor de movilización popular para la lucha antiimperialista. Debía ser despojada de cualquier vestigio de patriotismo y de heroísmo. Las muertes de nuestros camaradas debían ser convertidas en un sinsentido histórico atribuible a la locura de un puñado de militares y no al doloroso precio que los pueblos suelen pagar por luchar contra los gendarmes del mundo. Los verdaderos autores de los crímenes tenían que ser ocultados tras una gruesa telaraña de falsificaciones y mentiras.

 

Sin ese proceso de vaciamiento de sentido en relación al significado histórico de Malvinas, al papel jugado por las grandes potencias (en especial EE.UU.) y al lugar de la Argentina en el mundo, lo que vino después en el país (privatizaciones, extranjerización de la economía, precarización laboral, relaciones carnales, colonización cultural, etc.) hubiera resultado casi imposible de desenvolver con la escasa resistencia social con la que se llevó a cabo.

 

La “desmalvinización”, la subjetividad del veterano y las huellas psicológicas de la guerra

 

Por último, es preciso abordar un fenómeno que por su dramatismo merece un análisis exhaustivo. Me refiero a los cientos de muertes por suicidios ocurridos desde 1982 a la fecha. Solo esbozaré algunas líneas para la investigación desprejuiciada de los especialistas en traumas posbélicos.

 

Imaginemos un joven que debe convivir con la muerte durante un período prolongado, que ve caer a sus camaradas y que es puesto por las circunstancias en situación de matar o morir. Ahora pensemos que una vez pasada esa dramática situación se le dice que todo aquello fue en vano, que las muertes de sus camaradas fueron fruto de la locura de un puñado de hombres dementes. ¿No es lógico que desarrolle un cuadro de depresión profunda que pueda derivar en conductas auto-punitivas como el suicidio? ¿No es igualmente lógico que semejante grado de banalización de su esfuerzo ocasione un impacto psicológico descomunal?

 

Eso es lo que ha ocurrido con los Veteranos de Malvinas como consecuencia del relato posbélico “desmalvinizador”. Su subjetividad de héroe fue trocada por la de víctima y esto no puede ser indiferente en el procesamiento psíquico de la experiencia traumática.

 

Sostengo a modo de hipótesis a trabajar, que buena parte del síndrome pos-traumático de guerra encuentra su origen en la narrativa social dominante, que arroja al veterano a un penoso papel de víctima.

 

Propongo recuperar con orgullo la identidad de héroes para todos quienes estuvieron en Malvinas, en especial para aquellos que dejaron su vida allí.

 

Sin gestos ampulosos ni trágicos, simplemente héroes. Se trata de un justo reconocimiento en el que cobra un sentido histórico el sacrificio de los camaradas caídos, que vivirán por siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones.

 

 

A 29 años de la Gesta de Malvinas:

 

Malvinas: un grito de unidad

 

Por Elio Noé Salcedo(*)

 

De que la guerra por las Islas Malvinas fue una lucha que trascendió no sólo las fronteras geográficas sino también los límites del análisis político, dan cuenta sus efectos o consecuencias hoy más vigentes que nunca.

El resultado de aquella derrota, que muchos pensaron sería la derrota de la dictadura, no fue sino el corolario de una capitulación nacional en el plano de la política, de la economía, de las ideas y de la cultura, que puso a la Argentina en línea con los designios de los vencedores y la mantuvo sumida hasta que una nueva marea de la historia nos devolvió la dignidad nacional en 2003.

La simpleza con que los políticos luego triunfantes caracterizaron la derrota argentina en Malvinas,  augurando una democracia que nos liberaría de todos nuestros pesares e incluso nos haría olvidar la guerra, se topó con una realidad más profunda que el mar: detrás de Inglaterra estaba Occidente, el Nuevo Orden Mundial y el Consenso de Washington, y detrás de la Argentina –gobernada eventualmente por una ominosa dictadura- se encolumnaban los pueblos desheredados y oprimidos de la tierra, hasta entonces llamado Tercer Mundo.

Países opresores y países oprimidos

A propósito de guerras entre países opresores y países oprimidos, sólo nostálgicos del Nuevo-Viejo Orden pretenderían hoy, por ejemplo, que Khadafi –dictador o no, socio en años anteriores de Occidente, víctima junto al pueblo libio del atropello imperialista-, sea derrocado y que, tras su derrocamiento –como con Saddam Hussein…- vendrán mil años de paz, prosperidad y bienestar para el pueblo libio.

Eso creían también en 1976 los que apostaban al derrocamiento de Isabel Perón en pos de un ideal democrático que no se pudo verificar sino después de 33 años, cuando Néstor Kirchner unió las reivindicaciones democráticas con las reivindicaciones nacionales y planteó un proyecto de Nación que contradice al mismo tiempo el proyecto de la dictadura, el de la democracia formal y el de la política de rodillas ante los poderes económicos concentrados que nos legó el neoliberalismo.

Malvinas fue, es y será una causa nacional y popular, como las tres banderas del peronismo, como la bandera de los derechos humanos y como la bandera de la unidad latinoamericana que, junto a las otras, los Kirchner supieron poner en el centro de la UNASUR, y que, ¡oh causalidad!, fue la primera bandera que flameó durante la, digámoslo hoy, dignificante guerra por Malvinas.

Fue  uno de  los homenajeados  por estos días en  la Muestra del Pensamiento y el Compromiso nacional  que reivindicó  a Jauretche,  Scalabrini, Perón,  Evita y Néstor junto  otros pensadores  nacionales, quien, en forma casi profética, se animó a decir y escribir después de la derrota de Puerto Argentino estas palabras: “La guerra de las Malvinas, en el cuadro de esta lenta decadencia, ha irrumpido y vuelto a plantear todo de nuevo, y aquella figura retorizada, abrumada en el bronce, venerada en la rutina escolar, inmovilizada y divinizada, es decir Simón Bolívar, ha cobrado vida en el Atlántico Sur. Vuelve a montar a caballo. Toda la América Latina ha cobrado la memoria histórica perdida. Ahora se entiende al fin el significado de voces olvidadas y precursoras: Torres Caicedo, Manuel Ugarte, José Vasconcelos, Haya de la Torre. Y se podrá comprender que ni el nacionalismo ni la democracia ni el socialismo poseen el menor significado en América Latina si no se reencarnan en un programa general de revolución nacional unificadora de la Patria Grande. La guerra de Malvinas, con el fulgor del relámpago, enseñó a los latinoamericanos que realmente tienen una patria común”. (Historia de la Nación Latinoamericana. Jorge Abelardo Ramos).

No es poco decir sobre Malvinas –que nos hizo ver la verdadera cara del imperialismo y nos devolvió a los brazos de América Latina-, cuando lo que se dice nos remite a nuestros orígenes, nos concilia con nuestro presente y nos conecta con nuestro porvenir. No es tampoco casual que fuera una patagónico el que nos devolviera la esperanza.

 

(*) Elio Noé Salcedo es Profesor de Comunicación Social - San Juan. Miembro de la Mesa Nacional de la Corriente Causa Popular.

 

Perón y Malvinas

                                                                           Pablo A. Vázquez (*)

 

Artículos de Pablo Vázquez en Rebanadas

Rebanadas de Realidad - Instituto Nacional Eva Perón, Buenos Aires, 01/04/11.- Reivindicadas desde su usurpación en manos británicas en 1833, estuvieron siempre presentes en el pensamiento del Presiente Juan Perón durante sus mandatos constitucionales.

Ya en 1946 desde el Congreso se planteó que el Ejecutivo reclame sobre las mismas ante el Consejo de Seguridad de la ONU su devolución. Este pedido se reiteró orientando el pedido a la Comisión de Fideicomisos del Consejo Económico y Social de la ONU.

En la Conferencia de Bogotá de 1948 la delegación argentina, encabezada por el Canciller Atilio Bramuglia, planteó que “la emancipación americana no estaba concluida mientras existiere en el continente regiones sujetas a régimen colonial”.

En la Conferencia de Caracas de 1954 se reafirmó los derechos argentinos sobre Malvinas y su deseo de que los pueblos se pronuncien contra la rémora del sistema colonial residual en el continente.

Esto se unió al impulso que Perón dio a la reafirmación de los derechos soberanos argentinos sobre el territorio antártico de la mano del general Hernán Pujato. Reafirmación que llevó de la exploración y fundación de bases científicas a tener altercados con Gran Bretaña en una escaramuza entre navíos en 1948 en aguas australes.

Más curiosa fue una propuesta de Perón de comprar las islas Malvinas al Reino Unido en 1953. Perón hizo su oferta a través del presidente del Senado, almirante Alberto Teisaire, quien conversó con lord Reading, subsecretario de Exteriores británico con responsabilidad sobre los asuntos latinoamericanos durante la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra, el 2 de junio de 1953. Dicha oferta fue rechazada por temer cuestionamientos al gobierno de sir Winston Churchill.

El golpe cívico – militar de 1955, con apoyo británico según el propio Perón, hizo retroceder algunas posiciones nacionales con relación a Malvinas hasta la resolución 2065 de 1965 en la ONU que reactiva nuestra petición en foros internacionales.

Sea por el legado del revisionismo histórico y el legado de la obra de Perón, la cuestión Malvinas estuvo presente en la militancia peronista de la Resistencia, expresada en los objetivos algo difusos del MNRT y claramente en el Operativo Cóndor donde miembros de la juventud peronista del MNA ocuparon las islas australes en 1966 al mando de Dardo Cabo.

Tras el fin de la proscripción del peronismo en 1973 las Malvinas fueron tenidas en cuenta en el discurso de asunción del presidente Héctor J. Cámpora. A dicho espíritu se sumó la declaración del propio Perón en su Mensaje a la IV Conferencia de Países No Alineados de Argelia en Septiembre de 1973.

Amén de esto la Argentina avanzó en la asistencia en vuelos y materiales a los habitantes malvinenses En 1974 hubo avances diplomáticos importantes sobre la idea de un condominio argentino – británico sobre Malvinas durante 25 años a fin de realizar una explotación conjunta de los recursos naturales australes con la idea de tener, al finalizar dicho condominio, nuestra bandera flameando en las islas.

El 8 de mayo de 1974 el embajador británico James Hutton se entrevistó con el Canciller Alberto Vignes en el Palacio San Martín y le comunicó la propuesta de su gobierno de acordar un condominio de 25 años sobre las islas como paso previo al reconocimiento de la soberanía argentina.

La muerte de Perón el 1º de julio y la posterior de dicho embajador a las pocas semanas, llevó atrás esta idea. Gran Bretaña, al poco tiempo, buscó desandar esta propuesta a través de la misión Shacketon en 1975 sobre recursos australes en materia petrolera para su exclusiva explotación, lo que aún prima en los intereses ingleses e isleños.

La escalada de tensión entre Argentina y el Reino Unido explotó el 2 de abril de 1982. Pero, al decir de Pablo Hernández, la guerra “tampoco había comenzado el ese 2 de abril. Desde el período hispánico venimos combatiendo, en distintas formas, contra nuestro enemigo histórico: Gran Bretaña”.

De la sangre de nuestros héroes malvineros a la decisión política actual de reafirmación constante de nuestros derechos soberanos sobre Malvinas hay una correspondencia de ideas y sentimientos que se corresponden con el pensamiento estratégico de Perón en sus presidencias.

(*) Coordinador del área Biblioteca y Archivo del Instituto Nacional Eva Perón - Museo Evita. / Correo

 

 

LA DESMALVINIZACION: III FASE BELICA

 

                                                                                              Pedro Godoy CEDECH

 

La primera y la última son de naturaleza psicocultural. Operan en el ámbito de las comunicaciones. La inicial apunta a denigrar al país y su figura representativa. La última -en caso de registrar victoria- lo importante y también mediático es inyectar complejo de inferioridad al derrotado. Ello para evitar la revancha. Entre medio está el choque armado. Es el factor propiamente militar que es precedido y escoltado por los operativos ya indicados cuya implementación es responsabilidad de los aparatos de inteligencia y sus secuaces asalariados y gratuitos.

 

Argentina padece la última fase. El periodista Nicolás Kasazew opina que ya en el vientre del régimen de Galtier hubo quienes  operan como quintacolumna del Reino Unido. Sus reportajes -remitidas desde Malvinas- se omiten, recortan o tergiversan. Hoy se alude a la confrontación como a una locura, se filman películas derrotistas, se encarcela a militares que son héroes de la guerra de 1982. La "desmalvinización" es, como explico, "la estrategia mediática destinada a evitar la contraofensiva inyectando complejo de inferioridad a los transitoriamente vencidos".