OPORTUNISMO ELECTORALISTA
Por qué la IN no se suma al frente electoral de “izquierda”

Por:
Gustavo Cangiano

Publicado el 01/05/2011

 

Tomado de Socialismo Latinoamericano (Argentina)

·         La ultraizquierda tiene un gran encanto cuando uno es joven, universitario y se siente atraído por planteos grandilocuentes. Es el atractivo que tiene el “principio del placer”, como diría Freud, sobre el “principio de realidad”. Pero la lucha política revolucionaria no puede prescindir del “principio de realidad”.

 

                                                                                                                 

En la presentación televisiva del llamado “frente de izquierda”, conformado por el Partido Obrero y sus satélites político-ideológicos (PTS e Izquierda Socialista), Jorge Altamira afirmó que “este frente es la respuesta de la izquierda ante el derrumbe y la crisis mundial”. Cualquier persona con un poco de sentido común observará que si la salida que la clase trabajadora ofrece ante la supuesta crisis terminal del capitalismo es el acuerdo electoral entre tres sectas ultraizquierdistas, entonces “estamos en el horno”, como dicen los jóvenes (y los no tan jóvenes).

Pero a no alarmarse. En primer término, es dudoso que asistamos al “derrumbe” y a la “crisis mundial” de un sistema capitalista que ha desmentido reiteradamente los certificados de defunción expedidos por la ultraizquierda catastrofista. Ciertamente, el capitalismo, como todo lo que existe en este mundo, está destinado a perecer. Pero inferir de esta ley inexorable de la naturaleza, o de la probada tendencia decreciente de la tasa de ganancia, que la muerte del capitalismo está a la vuelta de la esquina, es más una expresión de deseos que una tesis racional y empíricamente fundada. Además, por encima de su apariencia “izquierdista”, esa creencia conduce a desactivar la lucha de los revolucionarios, es decir, sus consecuencias son “de derecha”. Porque si el capitalismo se cayera solo, y si fuera a caerse hoy o mañana, ¿para qué esforzarse entonces en desarrollar una estrategia política dirigida a articular intereses sociales diferentes y hasta contradictorios de las fuerzas oprimidas en una perspectiva contrahegemónica? Bastaría con encender un fósforo y sentarse a esperar que “la chispa” encienda la hoguera.

Ahora bien, de lo anterior no debe concluirse que haya que condenar el “frente de izquierda” entre las sectas ultraizquierdistas universitarias. Simplemente hay que presentarlo como lo que es, y no como lo que sus promotores pretenden que sea. Néstor Pitrola, por ejemplo, afirmó que el “frente de izquierda” responde a un mandato que han recibido PO, PTS e IS de parte de los luchadores populares. La verdad es que a la inmensa mayoría de los luchadores populares los tiene sin cuidado que la ultraizquierda confluya o no confluya en un frente electoral, puesto que de cualquier modo no habrá de votarla.

Cuando Altamira afirma que “los partidos burgueses se disgregan y la izquierda se une porque hay un avance de las luchas populares”, está mintiendo descaradamente. Los “partidos burgueses” no se disgregan, sino que están desplegando estrategias –todo indica que exitosas en lo inmediato– para reafirmar su dominación política luego de las elecciones de octubre. Por otro lado, además de ser discutible que “la izquierda se une” (el “frente de izquierda fue denunciado como proscriptivo o sectario por uno de sus promotores originales: el MAS), la naturaleza de tal “unidad” adquiere el significado de una verdadera estafa política. Veamos por qué.

Desde una perspectiva socialista y revolucionaria, hay dos clases de frentes que son merecedores de ese nombre:

1.      El “frente único proletario”. Esta clase de frente es la que los clásicos del marxismo aconsejan constituir en los países capitalistas desarrollados. El partido revolucionario debe conformar un frente con otros partidos obreros, aun cuando éstos sean reformistas o socialdemócratas. ¿Por qué razón? Porque esos partidos, aunque reformistas o socialdemócratas, son realmente partidos obreros o de masas. Un “frente” entre tres o cuatro sellos ultraizquierdistas sin inserción significativa en la clase obrera no sería un auténtico frente único proletario, por la sencilla razón de que el proletariado real (no el proletariado abstracto invocado por la ultraizquierda) estaría ajeno a su constitución.

2.      El “frente único antiimperialista”. Esta clase de frente es el que los clásicos del marxismo aconsejan constituir en los países capitalistas dependientes o semicoloniales. ¿Por qué razón? Porque en los países que tienen pendiente la resolución de tareas democráticas, nacionales o antiimperialistas, hay otras clases y sectores sociales, además de la clase obrera, interesados en avanzar con un programa emancipatorio.

 

El “frente de izquierda” entre PO y sus satélites del PTS e IS no encaja en ninguna de las categorías precedentes. No se trata de un “frente único proletario” por la razón, tan sencilla como evidente, de que el proletariado argentino mira con indiferencia (si es que las mira) a las sectas ultraizquierdistas. Tampoco se trata de un “frente único antiimperialista”, puesto que su misma denominación (“frente de izquierda”) excluye desde el vamos a sectores que pudieran estar interesados en levantar un programa nacional-democrático pero no socialista. En suma: no hay en ese frente ni partidos obreros ni movimientos campesinos o de clase media, ni fracciones nacionalistas o nacional-populares. Se trata, en realidad, de un “frente” que hace consigo misma una secta ultraizquierdista seudotrotskista crónicamente afectada de cariocinesis y que ahora, ante una urgencia electoral de coyuntura, ha decidido –como dice el “Nuevo MAS”, que de esto sabe bastante– hacer una suerte de “cooperativa” que le permita jugar a las elecciones en octubre próximo.

El “frente” entre PO, PTS e IS, es decir, entre vertientes de una misma entidad político-ideológica que suele presentarse fraccionada en pequeños grupos sectarios, durará lo que dure este año la urgencia electoralista. Se trata, entonces, de una aventura oportunista típicamente pequeñoburguesa. Aspiran a reunir en conjunto el 1,5% de los votos que no obtienen por separado. Pasadas las elecciones, volveremos a asistir al mismo espectáculo entre divertido y penoso de siempre: a las peleas interminables en los pasillos universitarios por cuestiones ininteligibles para el resto de los mortales.

Al “frente de izquierda” que la ultraizquierda cipaya conforma consigo misma, la Izquierda Nacional debe oponer un frente nacional y antiimperialista. Crear las condiciones políticas, sociales y culturales para la conformación de este frente es la tarea más importante de la hora actual.

 

¿Por qué la IN no está en ese frente?

La Izquierda Nacional (IN) que representa Socialismo Latinoamericano jamás podría sumarse a semejante frente de “izquierda”. Veamos el lado práctico del asunto. Estar ahí significaría, en los hechos, militar en favor de los candidatos de PO principalmente y, luego, del PTS y de IS. La IN no debe ir a la cola del PO, del PTS y de IS.

Además –y fundamentalmente–, no coincidimos con la línea política de la ultraizquierda. Por ejemplo: nosotros no participamos en calidad de “ala izquierda” de los frentes proimperialistas como el que en Libia intenta derrocar a Kadafi o en Siria a Assad.

Nosotros no creemos que el enfrentamiento entre Humala y Fujimori en Perú signifique el enfrentamiento entre “variantes burguesas” ante las cuales haya que plantear una “alternativa de clase” (¡causa gracia ver a los Chipi Castillo, o al ex radical intransigente José Castillo, típicos pequeñoburgueses de la cabeza a los pies, hablar de “clasismo”! Son buenos muchachos, no lo discuto. ¿Pero qué tienen que ver ellos con la clase obrera argentina, si se pasan la vida en la UBA y pertenecen a partidos integrados por gente de la UBA?).

Nosotros tampoco somos adversarios políticos del chavismo y otros frentes nacionales antiimperialistas, sino que los apoyamos desde una perspectiva independiente.

Nosotros reivindicamos la causa de Malvinas y tratamos de desarrollar una política hacia las fuerzas armadas, en vez de enarbolar un antimilitarismo demoliberal “progresista”.

Nosotros buscamos empalmar con la identidad ideológica de la clase obrera argentina que ve en Perón un líder popular y que reivindica a las montoneras federales, y no con Milcíades Peña y Nahuel Moreno, que veían en Perón a un agente del imperialismo británico y reivindicaban a Sarmiento y a Ingenieros.

Nosotros nos opusimos al golpe del 76, en vez de facilitarlo con argumentos “de izquierda”, como hicieron los que hoy conforman el “frente de izquierda”.

En fin, nosotros intentamos con enorme esfuerzo abrir una perspectiva socialista y revolucionaria en el curso real de las luchas populares en el país, en vez de fungir como ala izquierda del imperialismo.

La ultraizquierda tiene un gran encanto cuando uno es joven, universitario y se siente atraído por planteos grandilocuentes. Es el atractivo que tiene el “principio del placer”, como diría Freud, sobre el “principio de realidad”. Pero la lucha política revolucionaria no puede prescindir del “principio de realidad”.