EL CORDOBASO, CLAVES PARA UNA INTERPRETACION NACIONAL Y POPULAR

Por:
Causa Popular

Publicado el 01/06/2011

El Cordobazo fue un acontecimiento singular, una pueblada. Su nombre proviene de las grandes movilizaciones ocurridas en Bogotá y en otras ciudades de Colombia, en abril de 1948, como respuesta al asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán. Está en la senda del 17 de octubre de 1945 y del 20 de diciembre del 2001.

Fue una matriz de encuentro entre dos tradiciones que habían marchado separadas. Allí convergieron la clase trabajadora con las clases medias democráticas. Se trata de un hecho no menor. Perón y Sabattini se encontraron dos veces en 1945; el líder radical cordobés no aceptó el acuerdo que le proponía el coronel populista y canceló las posibilidades para un acuerdo nacional popular de amplio espectro. Esa posibilidad es hoy una realidad en la base social de sustentación del gobierno de la Presidenta Cristina.

Para comprender los hechos del cordobazo debemos rastrear sus antecedentes en la historia de nuestras luchas populares.

Hay otra historia

Muchos relatos nos hablan de un pasado mítico, de una república situada entre las primeras del mundo, ligada a la exportación de materias primas, cuando Lugones le cantaba “a los ganados y a las mieses”. En esa falacia se esconde el predominio oligárquico. El Yrigoyenismo fue, en ese contexto, una tentativa de reparación, una asimilación del aluvión inmigratorio y una red de solidaridad. Su derrocamiento, en 1930 abrió las puertas a “la década infame”.

Las cosas cambiarían de rumbo nuevamente, en otro nivel histórico, con la llegada del peronismo, que permitió una alianza de los trabajadores con el ejército y parte de las clases medias y empresariales. Durante diez años, desde el 45 al 55 se produjeron avances extraordinarios hacia la justicia social y en el crecimiento industrial autónomo. Esto no fue comprendido por los sectores medios democráticos ni por la vieja izquierda portuaria que era tributaria de los mismos. Igualar peronismo y fascismo es una barbaridad conceptual y una traición histórica.

La llamada Revolución Libertadora trajo momentos muy duros para el pueblo trabajador y el pobrerío. Éstos fueron perseguidos, proscriptos, denostados, convertidos en seres sin derecho. Al mismo tiempo, los sectores medios lograron algunas de las reivindicaciones democráticas anheladas, pero era oscuro el destino de universidades-isla o de derechos políticos que no alcanzaban a las mayorías.

A partir del 55 se inicia la resistencia “cañera” y se recuperan las tradiciones de lucha del movimiento obrero. Nace una nueva generación de dirigentes que realizará un rápido aprendizaje de las tareas de defensa de la clase y de la patria. Hacia los sesenta ya se habían consolidado tres corrientes en el sindicalismo cordobés, los ortodoxos, los legalistas y los independientes. El peronismo seguía constituyendo la corriente mayoritaria.

Con la caída de Frondizi se abre un período de enfrentamientos entre las corrientes militares, con la caída de Illia se abre una reacción virulenta contra todo el pueblo. Los dos sectores del radicalismo fueron impotentes para satisfacer las reivindicaciones del campo popular, el cuál giraba en torno al proscripto General. Las fuerzas armadas se deciden entonces a ocuparse directamente de la tarea. Era un oscuro presagio.

Las masas vuelven a la escena

El dictador Onganía, expresión simultanea de la estupidez y la reacción antinacional encaramada en las fuerzas armadas, desató la ira de las masas profundas, tocó a todo el cuerpo nacional, incluídos los empresarios nacionales, los sectores medios y los trabajadores, igualó las clases y multiplicó las demandas; es decir, armó la bomba.

Con la intervención a las universidades se profundizó un proceso de nacionalización de las clases medias. La muerte de Santiago Pampillón fue el detonador, la ocupación de Barrtio Clínicas generó una mística de lucha. En el 68 se formó la CGT de los Argentinos que acercó a una parte de los sindicatos peronistas a la izquierda. Esta es la tradición de La Falda y Huerta Grande donde el movimiento obrero y el peronismo expresaron un nacionalismo avanzado.

Mayo del 69 fue un mes rabioso. Los hechos se entreveraron. Se vivió entonces un clima de agitación en todo el país: desde el paro de la UTA Córdoba el día 5 con cruce de colectivos en las calles, el acto del SMATA contra la anulación de sábado inglés y las quitas zonales en el Córdoba Sport el día 14, las luchas contra el asesinato de Cabral en Corrientes el día 15 y de Bello y Blanco en Rosario días después, la ocupación del barrio Clínicas por los estudiantes el día 23, hasta el paro activo del día 29 que cierra el ciclo.

La modalidad de paro activo era tradición en las luchas sindicales de algunos gremios de Córdoba. Los tres líderes del cordobazo, Elpidio Torres del SMATA, Atilio López de la UTA y Agustín Tosco de Luz y Fuerza, generaron la unidad en torno a una modalidad de lucha en las calles y a un programa político sindical que expresaba a amplios sectores. En el cordobazo se combinaron la organización y la espontaneidad. Las columnas sindicales ocuparon las arterias principales, esto fue organizado. La derrota de la policía tras el asesinato de Máximo Mena desbordó el esquema de paro activo, la ciudad fue ocupada, se vivió un clima insurgente; éso fue espontaneo. Ese día se hirió de muerte a la dictadura.

El Ministro de Economía Krieger Vasena no podía entender como “los obreros mejor pagos del país” se habían sublevado de ese modo. Su economicismo craso desconocía los rasgos de una identidad obrera ligada a la acción reivindicativa y a la noción de soberanía nacional. En el otro extremo ideológico, algunas agrupaciones políticas y corrientes universitarias de izquierda también quedaron desorientadas y se opusieron a lo que calificaron como “paro golpista” ( ¿!). Propusieron ir a los barrios. El vanguardismo abstracto o foquista se ubicó mal ante la lucha de masas y ante las reivindicaciones democráticas.

El subsuelo de la patria

Las consecuencias del cordobazo se comprendieron mejor en la distancia. Un primer aspecto se refiere al rol protagónico que ha cumplido históricamente el movimiento obrero, el segundo se refiere a la importancia de convocar a un frente nacional, donde se defiendan las demandas comunes de distintos sectores, generando así un sujeto-pueblo. Claramente, no se cumplieron los sueños de un trasvasamiento hacia la revolución socialista. El gobierno obrero y popular, consigna del cordobazo, halló su cause en la apertura política, amañada primero, democrática después. Finalmente se conquistaba el retorno del Gral. Perón a la patria.

A posteriori de Vietnam asistimos una ola de reacción mundial, vinculada a la globalización y al llamado “fin de la historia”. En Latinoamérica vivimos una serie de golpes de estado criminales que dieron al neoliberalismo la hegemonía en el continente.

Pero el topo de la historia vuelve de la mano de una conciencia nacional que parecía sepultada. Ni la decadencia partidocrática, ni la invasión económica de las corporaciones, ni el terror de las potencias, han logrado borrar la evidencia de que hay dos proyectos de país (y de continente), el nacional popular latinoamericano y el oligárquico trasnacional. No se trata de un ente supra histórico, el nacionalismo popular es un producto de nuestra realidad, como visión que vive en los imaginarios de las mayorías y que se recrea como instrumento una y otra vez. Su reaparición suele darse a través de grandes gestas. Se trata de una utopía sustentada sobre los zapatos de las mayorías para intentar hacer realidad una segunda independencia.

Eduardo González - Profesor de la Universidad Nacional de Córdoba

Miembro de la Mesa Nacional de la Corriente Causa Popular

 

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En la senda de Manuel Ugarte, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos y Juan Domingo Perón