
En la educación sistemática el lucro es un veneno y no un
motor. Al
empresario privado -apodado
"sostenedor"- no le interesa la calidad
del estudio, sino la cantidad de alumnos
porque implica dinero. No
escapan de la burda ecuación los
planteles municipales y tampoco los
estatales. Se usan ingeniosas
estrategias de marketing para
reclutarlos. También el mercado ofrece
"tres años en uno" y "cursos de
nivelación de media" que son
chistes macabros. El educador exigente es
un estorbo,
pues ahuyenta a los
"clientes". Se le presiona para dar "otra
oportunidad" que muden, por arte de
magia, "rojos" en "azules". Las
escuelas municipales cuyo contingente
disminuye se clausuran, pues no rentan.
El temor a perder el trabajo acecha del
director al auxiliar pasando
por los maestros. Esto vale en los tres
niveles de la estructura
escolar. Cualquier maniobra vale para
conservar matrícula. Legitiman
el despanzurro las psicólogas
repetidoras de las teorías del
Dr. Spock.
El afán por "retener al educando en
el sistema" genera promociones
automáticas, eximiciones y abolición de
los exámenes. Los "cuatritos
filantrópicos" son epidemia. La
consigna: evitar "la mortalidad
académica". Los alumnos denominados
"vulnerables" estiman un derecho
se les obsequien notas, certificaciones
o títulos. Están nutridos de
paternalismo, pues de pequeños han
captado que los bienes -alimento o
vivienda- se distribuyen desde el
Municipio, la Moneda
o la Iglesia
a
título gratuito. Nadie lo dice, pero yo
me atrevo a denunciar estas y
aquellas impudicias. Lo expreso en
"Libro negro de nuestra educación" y me
deprimen como opinan expertos librescos
que
jamás han estado en la faena docente
concreta. Hoy el aula es un
circo pobre donde un individuo que se
dice profesor hace como que
enseña y un puñado de presuntos
discípulos hacen como que aprenden.
Mientras tanto se continúa invirtiendo
millones en la patética
comedia.
Prof. Pedro Godoy P.
Centro de Estudios Chilenos CEDECH
[email protected]
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