RESURGIMIENTO DE LA ALIANZA ESTRATEGICA REINO UNIDO - CHILE

Por:
Fernando Salazar Paredes

Publicado el 01/07/2011

A finales de octubre, el presidente de Chile exteriorizó su satisfacción “porque Gran Bretaña y Chile han sido, son y seguirán siendo no solamente grandes amigos, sino que también grandes aliados. Y eso nos permite mirar el presente y el futuro con más confianza y también con mayor optimismo”.

El 27 de mayo, el ministro de Defensa chileno, Andrés Allamand, expresó: “Lo que sí tenemos, como corresponde, y esto es tranquilizador para los chilenos, es que las Fuerzas Armadas se encuentran en su capacidad plena para resguardar nuestra soberanía y la integridad territorial”.

Un mes después, 27 de junio, el ministro de Defensa del Reino Unido, Liam Fox, dijo que nada “cambiará nuestra determinación política de retener la independencia y la soberanía de las Malvinas, ni de salir en su defensa y mantener la disuasión de la mejor manera posible; tenemos Typhoons estacionados allí. Lanzamos un mensaje muy claro, que es que tenemos también la fuerza naval si es necesaria, y ciertamente la determinación de asegurarnos de que las islas Malvinas siguen siendo libres y su gente disfruta de la liberación por la que luchamos tan duramente hace 30 años”.

Chile mantiene una disputa con Perú sobre la delimitación marítima. Si la determinación de la Corte de La Haya es contraria a Chile, ¿la cumplirá? Esta reflexión debemos planteárnosla porque cuando Allamand hace alarde de su “capacidad plena”, ¿la hace realmente a Bolivia, cuya capacidad bélica es obviamente muy inferior frente al poderío militar chileno? Piensa mal y acertarás, dice un maquiavélico refrán, que nos lleva a concluirr que, quizás, Chile utilizó a Bolivia como pretexto para mandar un mensaje claro al Perú.

El ex jefe de la Fuerza Aérea Chilena Gral. Fernando Mattei ha admitido que hizo “todo lo posible para que Argentina perdiera la guerra de Malvinas”. Se arrogó, además, “toda la coordinación chileno-británica que posibilitó el aplastante triunfo inglés” porque, según él, los ingleses “tenían un desconocimiento supino sobre el movimiento de tropas argentinas en la Patagonia”, de ahí que “llevé a Chile al wing commander Edwards y negociamos la entrega de aviones, misiles antiaéreos y radares a cambio de información”.

Cuando la Cámara de Lores resolvió que el arresto del dictador Pinochet en Gran Bretaña era legal, las relaciones entre ambos países se tensionaron; superada esa situación, según el presidente Piñera, vuelven a ser “grandes aliados”. La alianza se podrá perfeccionar en diversos escenarios internacionales donde, evidentemente, los británicos tienen influencia y capacidad de lobbying.

En política internacional, cuando se alude a “aliados”, se está refiriendo a una unidad de acciones que convienen dos o más estados para luchar de manera conjunta contra un competidor, opositor o enemigo común. Para ello no es necesaria la existencia de un tratado; es, más bien, un producto de afinidades y complementaciones que incluye una relación mutua y continua con el compromiso de intercambio de información y reconocimiento de peligros y beneficios en la relación.

Siendo así, ¿quién es el enemigo común, competidor u opositor de esta alianza en la región? Es obvio que para Gran Bretaña es la Argentina que reclama la ocupación de las Malvinas y para Chile, dependiendo de las circunstancias, lo es Bolivia, Perú o ambos.

En el pasado la revigorizada alianza sirvió a Gran Bretaña pues Chile, por confesión de Mathei, la apoyó en la guerra de Malvinas y, en la guerra del Pacífico, la Gran Bretaña, a través de sus intereses capitalistas, originó la toma chilena de Antofagasta que culminó con el enclaustramiento geográfico de Bolivia.

En la actualidad, resurge el conflicto de Malvinas y Chile, por su parte, manifiesta abiertamente su poderío militar en momentos en que Perú ha interpuesto una demanda sobre la delimitación marítima.

Bolivia pudo haber sido un aliado de Chile y, en realidad, lo fue durante los primeros años del Gobierno del presidente Morales porque irónicamente –hay que decirlo sin ambages– un fallo favorable al Perú afectaría negativamente los intereses expectaticios de Bolivia, en caso de que Chile accediese a una salida boliviana al Pacífico por una franja al sur de la línea de La Concordia que, naturalmente, incluiría un espacio marítimo en una costa de aproximadamente 7,5 kilómetros.

Chile prefirió, con visión estratégica, “marear la perdiz” a Bolivia y fortalecer sus lazos con el Reino Unido sin olvidar que esta potencia tiene un magistrado en la Corte de La Haya y otros dos son de la Mancomunidad (Británica) de Naciones.

Se podrá argumentar que estamos adentrándonos en futurología, pero lo cierto es que estamos hablando de una alianza estratégica y la estrategia se entiende como el arte que se refiere a la concepción, preparación y conducción de los enfrentamientos previstos con la finalidad de lograr determinados objetivos.

Chile los tiene para con todos sus vecinos y el Reino Unido está empeñado en mantener un anacrónico régimen colonial en nuestro continente.



Fernando Salazar Paredes es abogado internacionalista.