POLEMICA SOBRE CUBA Y LA IZQUIERDA NACIONAL (ANDRES SOLIZ RADA Y GUSTAVO CANGIANO)

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Publicado el 01/07/2011

I.- CUBA Y LA IZQUIERDA NACIONAL LATINOAMERICANA

 

 

Las relaciones entre Cuba y la Izquierda Nacional latinoamericana no carecen de contradicciones. Uno de los mayores exponentes de esta tendencia, el uruguayo Alberto Methol Ferré, quien prefiere llamarla corriente “nacional popular”, sostiene que “Fidel Castro (FC) es el nombre de mayor influencia y de mayor repercusión que jamás haya habido en la historia contemporánea de América Latina (AL)”. Observa, sin embargo, que, “en sus comienzos, FC era más nacional popular que marxista”, pero que “se apoyó en el bloque soviético por una necesidad geopolítica. Toma el poder, dice, reivindicando una identidad nacional popular y se vuelve marxista – comunista para mantenerlo. Si FC hubiera adoptado las directivas del Partido Comunista (PC) nunca hubiera llegado al poder en Cuba ni en ninguna otra parte de AL, retaguardia de EEUU”. Pero la incógnita continúa: ¿Sin la ex URSS, cuánto hubiera durado la revolución cubana acosada por un bloqueo implacable, diarias agresiones mediáticas y sabotajes internos? ¿En medio de la pugna EEUU-URSS, podía Cuba evitar problemas con derechos humanos, libertad de expresión y pluralismo político? De todas maneras, no es lo mismo realidades geopolíticas que lineamientos teóricos. “Para Martha Harnecker (difusora del marxismo acuñado en la isla), la izquierda, apunta Methol, “se agota en los PC. Ella ignora (en su real dimensión) el fenómeno más importante de AL, los movimientos nacional populares que, por otra parte, incluyen al sector obrero industrial y al sindical”. Para Harnecker, existiría una relación directa entre la experiencia bolchevique y las posiciones revolucionarias en la América morena, lo que resta validez a movimientos como el aprismo peruano, el MNR boliviano o el peronismo argentino, a los que se desdeña por populistas. En forma arbitraria, se suprime la palabra nacional, que los antecede y que les otorgan sello antiimperialista. Roberto A. Ferrero, en su “Enajenación y Nacionalización del Socialismo Latinoamericano”, ha profundizado este concepto con notable solvencia.

La angustia de FC por romper su aislamiento lo llevó, junto al Ché y Debray, a impulsar el foquismo guerrillero, el que considera, erróneamente, que la experiencia de Sierra Maestra era repetible en otras latitudes, a la que secundó un sector de la Teología de la Liberación. La articulación de ambos fanatismos llevó al martirio, heroico pero estéril, a miles de jóvenes rebeldes que optaron por la lucha armada. No se tuvo en cuenta que ningún proceso revolucionario es igual a otro. Años después, FC apoyó a movimientos patrióticos, como el de Velasco Alvarado en Perú u Omar Torrijos en Panamá, así como la nacionalización del petróleo boliviano, del gobierno de Alfredo Ovando Candía.

El camino guerrillero provocó la emergencia de los sanguinarios regímenes de “seguridad nacional” y decretó la caducidad de la lucha política (Debray). En esta concepción, resultaban inútiles las demandas de derechos humanos y sociales, la actividad electoral y parlamentaria, los esclarecimientos teóricos, las protestas sindicales y el reconocimiento a culturas ancestrales. Mientras las corrientes ultra izquierdistas aterrorizaban a las capas medias con la consigna de la dictadura del proletariado, los frentes nacional populares, pese a sus inconsecuencias, buscaron aglutinar a la nación oprimida.

Este camino, en mayor o menor medida, permitió aflorar a potencias emergentes, como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que han mostrado los puntos vulnerables de EEUU y Europa Occidental. Las luchas obreras y populares en el viejo continente tienden a potenciarse, en tanto plantean alternativas al sistema capitalista, el que seguirá causando tragedias, debido a que la codicia irracional está en sus raíces.

 

 

II.- COMENTARIO DE GUSTAVO CANGIANO

 

Es loable la intención del compañero Soliz Rada de criticar a la ultraizquierda y al foquismo latinoamericanos, puesto que constituyeron, constituyen y constituirán trampas extendidas a lo largo de todos los procesos emancipatorios. Sin embargo, la crítica no puede sustentarse en conceptos teóricamente equívocos como los que surgen de su nota, y  que paso a enumerar.

1º) Soliz Rada afirma que el uruguayo Alberto Methol Ferré es uno de "los mayores exponentes de la Izquierda Nacional". Esto no es así. Methol Ferré siempre ha sido un hombre de la Iglesia Católica -de la tendencia Comunión y Liberación específicamente-. Ha sustentado posiciones políticas e historiográficas nacionalistas, antiimperialistas y democráticas (excepto cuando apoyó al menemismo), lo cual le permitió converger con el socialismo de la Izquierda Nacional. Sin embargo, la perspectiva del socialismo nunca ha formado parte de su horizonte político y conceptual, es decir, de su práctica militante. Como prueba de esto puede leerse, por ejemplo, el diario "La Opinión", en su edición del 29 de junio de 1973,que al analizar el autogolpe de Bordaberry, escribía: "Esta visión sobre el proceso es compartida por Alberto Methol Ferré, un historiador y ensayista de militancia católica y nacionalista, para quien...". Si Methol Ferré hubiera sido un socialista de Izquierda Nacional, habría dedicado sus energías a construir una organización política socialista y revolucionaria ubicàndola en el campo nacional-popular, como han hecho el propio Soliz en Bolivia o Abelardo Ramos en Argentina. Pero Methol no hizo nada de esto, y por tal razón es más correcto homologarlo con militantes nacional-democráticos como Jauretche que con militantes socialistas revolucionarios como Ramos o Spilimbergo.

2º) La afirmación de Methol que cita Soliz -"Fidel Castro en sus comienzos era más nacional-popular que marxista"- no sólo confirma lo dicho en el punto anterior, sino que confunde sobre el significado de las expresiones "nacional-popular" y "marxista". El concepto "nacional-popular" hace referencia al campo de fuerzas que enfrenta al imperialismo en los países semicoloniales, en tanto que el concepto "marxista" especifica una de las identidades que pueden formar parte del campo nacional-popular. Es decir que ambos conceptos no son excluyentes, como está implícito en la afirmación de Methol que transcribe acríticamente Soliz. Para decirlo de modo esquemático pero comprensible: el nacionalismo burgués siempre ha querido contraponer "lo nacional-popular" al "marxismo", coincidiendo en esto con los marxistas cipayos. La Izquierda Nacional, en cambio, ha dedicado el grueso de su labor teórico-práctica a elucidar el significado de ambos conceptos mostrando que en los países semicoloniales los marxistas deben ubicarse dentro del campo nacional-popular pero manteniendo una autonomía que les permita plantear la lucha por la hegemonía dentro de ese campo y, simultàneanete,  abrir la perspectiva del socialismo. Esto no es otra cosa que lo que León Trotsky llamaba "revolución permanente", sobre la que tanto cacarean los seudotrotskistas de la ultraizquierda.

3º) Según el compañero Soliz Rada, que parece compartir el elogio desmedido a Fidel Castro efectuado por Methol, existe una diferencia esencial entre las corrientes ultraizquierdistas y "los frentes nacional-populares". Las primeras aterrorizarían a la pequeña burguesía con "la consigna de la dictadura del proletariado", mientras que los segundos "permitieron aflorar a potencias emergentes como Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica". Quien lea esta frase podría creer (puesto que Soliz dijo más arriba, y no objetó,  que Methol llama "corriente nacional-popular" a la Izquierda Nacional) que los socialistas de la Izquierda Nacional denunciamos la perspectiva de la "dictadura del proletariado" pero avalamos los regímenes políticos, económicos y sociales imperantes en los países mencionados. Pero no es así. Respecto de la consigna "dictadura del proletariado", la Izquierda Nacional ha denunciado que de ella se apropiaron los regímenes stalinistas -como el régimen de Fidel Castro, entre otros- para aplastar la perspectiva de un socialismo entendido como el autogobierno de los trabajadores. Y respecto de Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica, la Izquierda Nacional no puede hacer más que denunciar las formas de opresión social y explotación de clase que esos regímenes encierran. Tal vez "la pequeña burguesía" se "aterrorice" escuchando a la ultraizquierda hablar de "dictadura del proletariado". Pero sin dudas que el conjunto de activistas y militantes populares que aspiran a derribar el capitalismo y edificar una sociedad mejor -una sociedad socialista- se alejarían  apresuradamente de nosotros si creyeran que avalamos a la mafia rusa, a la burocracia china o a los capitalismos periféricos como Brasil o Sudàfrica.

GC

 

 

III.- COMENTARIO A UN COMENTARIO DE GUSTAVO CANGIANO

 

La Izquierda Nacional (IN), surgida en América Latina, de la necesidad de pensar con cabeza propia, lo que la llevó a diferenciarse de la Izquierda Internacional, encarnada en el estalinismo, las internacionales del trotskismo y la socialdemocracia europea, es una corriente de pensamiento basada en el antiimperialismo consecuente, En ese marco, sus perfiles son muy amplios y tiene diversos matices, enriquecidos por nuestras heterogéneas  realidades regionales. Sostener que sólo son de IN los que aceptan la dictadura del proletariado, una práctica militante y “La Revolución Permanente”, de Trotsky, reduce sus alcances a la visión de algunos de sus exponentes. La IN tendría, en consecuencia, una suerte de Vaticano que, a través de sus encíclicas, determinaría  lo que es o no de IN y definiría cuando un elogio o crítica (a Fidel Castro, por ejemplo) es o no excesivo y en que proporción. 

 

Adolfo Perelman, el constructor de la IN boliviana, enseñó que tener la verdad es la mitad de la verdad, la otra mitad reside en saber imponerla. Esta realidad influyó para que varios compañeros recordaran que el término IN tiene un componente euro céntrico, ya que los términos izquierda y derecha fueron acuñados en la revolución francesa. De ahí la sugerencia de usar los conceptos nacional – popular para caracterizar a nuestra tendencia ideológica. A su vez, se ha sostenido, y con razón, que lo “nacional-popular” se confunde con el nacionalismo, incapaz de avanzar en la unidad de América Latina y su culminación socialista.

 

Desde luego que el debate no está agotado. Por el contrario, al existir líneas de contacto entre la IN y el nacionalismo democrático, emerge la necesidad de debatir propuestas más profundas y creativas. Al compañero Cangiano le preocupa que el flexibilizar nuestra terminología alejarían apresuradamente de nosotros a los activistas y militantes populares que aspiran a derribar al capitalismo y construir el socialismo. La preocupación es válida, pero debería abarcar también no sólo a algunos centenares de  activistas, sino principalmente a las multitudes de la América morena que necesitan referentes antiimperialistas, de defensa de nuestra soberanía, de nuestros recursos naturales y de la Nación Continente de América Latina, a fin de ampliar los caminos de la liberación nacional.

 

Es obvio que necesitamos mostrar los límites de la mafia rusa, de la burocracia china y de los capitalismos periféricos de Brasil o Sudáfrica, pero sin dejar de tener presente que estos procesos están contribuyendo a debilitar al sistema financiero internacional, que es el núcleo principal que permite la sobre vivencia del capitalismo. La construcción de frentes plebeyos, con la conducción jacobina de capas medias, podría traernos mejores resultados que estancarnos en la prédica de una dictadura del proletariado, que facilita a nuestros adversarios identificarnos de mala fe con las peores expresiones del estalinismo  (ASR).