
A 59 años de su muerte
Pasaron
59 años de la muerte de María Eva Duarte de Perón, la mujer que suscitó fuertes
pasiones, desató torrentes de afectos y que, a la vez, despertó odios surcados
por una rabiosa envidia.
Haciéndose cargo de su poder y magnetismo, tuvo la grandeza de ponerlos en
función de los derechos de los trabajadores de la ciudad y el campo, de los discriminados,
abonando caminos de justicia y equidad sociales. Con sus obras, su pensamiento
y su creciente compromiso militante, María Eva Duarte de Perón se parió a sí
misma como la Evita
de los trabajadores, la Evita
de los pobres, la Evita
de los humildes. Y sigue siendo fuente de inspiración y vida para millones de
argentinos y argentinas.
A finales de los 40, en un rinconcito misionero, los jóvenes Arnoldo e Isabel,
ambos hijos de trabajadores inmigrantes europeos, luchaban por su amor,
enfrentándose a los prejuicios y dogmas provenientes de la vieja cultura
europea sobreviviente en los inmigrados que añoraban el país de origen, al cual
pensaban pronto retornar. Por eso, muchos cerraron las puertas a la integración
con colectividades de origen diferente y, más aún, rechazaron y condenaron el
mestizaje con los llamados criollos o “negros”.
Así las cosas, Isabel fue considerada una “negra” por los familiares de
Arnoldo, a quien exigieron que pusiera fin a su relación, amenazándolo con la
expulsión de la familia. El destierro significaba –allá y entonces– que no
podría sobrevivir. Para Arnoldo, la disyuntiva era abandonar a su amada Isabel
o buscar cómo independizarse para vivir juntos.
La elección resultaba clara, pero no las alternativas para concretarla. Fue
entonces que una luz se alzó en el horizonte, lejana, pero no inalcanzable: Eva
Duarte de Perón.
Con sus apenas 18 años, Arnoldo decidió escribirle y exponerle su situación.
Cualquiera podría pensar hoy que aquella carta fue enviada al vacío, que Eva
nunca la leería o que no la tomaría en cuenta. ¿Qué valor político tendría
atender una situación particular? ¿Cuántos votos o prensa le daría solucionar
ese caso? Obviamente, si ésa hubiera sido la mentalidad de Eva yo no estaría
escribiendo esta nota. La historia demuestra que no sólo recibió la carta, sino
que la leyó y se ocupó personalmente del caso.
Habló con Juan Domingo Perón para que interviniera y solicitara al presidente
del Banco de la
Nación Argentina que se le abrieran a Arnoldo las posibilidades
para acceder a una plaza en dicho banco, en la localidad donde él radicaba. Y
no sólo habló y solicitó, sino que siguió atentamente, durante más de un año,
la evolución de la situación hasta comprobar que –efectivamente– él contaba con
un empleo allí, cuestión que una vez resuelta de manera favorable, Eva se lo
comunicó directamente. De ello da fe la carta que le escribió a mi padre, cuya
copia comparto a continuación.
Así fue como Arnoldo pudo independizarse, casarse con Isabel, el 21 de enero de
1950, y formar una familia de la cual soy parte.
Con este sencillo relato quise expresar mi reconocimiento a quien hiciera
posible los sueños de aquellos jóvenes y mi propia existencia, y a un año de la
muerte de mi madre pienso: Evita, vida nuestra; Evita, vida mía.