ETNOCIDIO PLURINACIONAL

Por:
Fernando Untoja Ch

Publicado el 01/09/2011

La sociedad caótica, en la que vivimos lleva un gran cartel que se llama Estado plurinacional. Por definición en éste todo funciona en armonía y entendimiento, las treinta y seis nacionalidades en igualdad de condiciones no conocen discriminación, ni diferencia de lujo. Incluso el etnocidio hace parte de esa gran armonía, convirtiéndose en el punto de convergencia. Esta es la imagen construida por el “colon colonizado”, durante más de cinco años sirvió para utilizar y manipular al “indígena,” Todavía la careta está ahí.

Lo cierto es que la “buena” intención colonialista, no había sido para cuidar y proteger realmente a los indígenas y al bosque, sino cómo utilizar a los otros. Para luego exterminar animales, liquidar los bosques y condenar a los habitantes de esas regiones a la muerte lenta. La defensa del indígena y de la madre tierra es un juego hipócrita para perpetuar la dominación. No es nada más que negocio para muchas ONGs y goce y acumulación para los indigenistas.

Cierto, la marcha es dura y un desafío, el desenlace está claro. Después de la marcha, ¿habrán ganado los animales en el TIPNIS?, y lo más grave, ¿habrán ganado algo las mujeres y los niños yuracarés, mojeños…? Después de la marcha “indígena por la Dignidad” en el 90, ¿en cuánto ha mejorado la vida real de los autóctonos? ¿Cuántos empresarios autóctonos existen? ¿Cuántos jóvenes formados en educación superior? Muchos de los que marcharon, continúan por las mismas rutas; sólo que el dominador ahora está disfrazado de indígena.

La sociedad boliviana vive permanentemente escenarios de conflicto, la novedad es la generalización del desencanto; por desencanto entendemos el retiro de proyecciones, evacuación de símbolos cosmogónicos y étnicos, que se enarbolaba no hace mucho y que convertía, mágico, exótico a muchos “indígenas” y nostálgicos. Ese mundo lleno de mitos y ritos se borra bruscamente dejando lo “maravilloso” del indigenismo en el vacío, la homogeneización y lo geométrico.

Uno de los fenómenos políticos más notables de destrucción humana y natural es el proyecto con visión mecánica que ignora el espacio y la vida. La destrucción del colonizado en la historia toma dos figuras: una violenta, y la otra mental, la primera arrasa con el Otro, por ser irracional, feo, inferior; éstos otros no sólo pierden territorio sino desaparecen de la faz de la tierra. Las naciones y culturas demográficamente importantes, resisten, se quedan, a fuerza de la lucha, definen sus estrategias de sobre-vivencia, y contestan el orden colonial.

En esta lucha unos viven el encanto y otros el re-encanto, los que viven el re-encanto son los kollas, dan fuerza al animismo tecnológico. Esto no implica retorno a las tradiciones, sino el re-encanto les lanza a la conquista de nuevos espacios, juegan con la expansión económico-territorial y construyen las bases de una hegemonía irreversible.

Mientras que muchas comunidades autóctonas que si bien se conservaron en una especie de sociedad cerrada y sobre un territorio, encuentran grandes dificultades para su despliegue económico-demográfico, el re-encanto es más difícil, muchos se sienten como abandonados por la humanidad y la sociedad, uno de los proyectos y pretextos para vivir es la defensa de la naturaleza. El re-encanto con la naturaleza, es la “Madre tierra”, es el grito de desesperación, de hombres y mujeres condenados por el Estado al etnocidio en este siglo.

El etnocidio es una de las políticas más hipócritas del colonizador; sea el Otro extranjero o el otro plurinacional. Consiste en hacer jugar al colonizado en proyectos, ideales imaginados y construidos. Antes “salvajes malditos”, ahora el “buen salvaje”

Es en este juego que está inscrita la muerte lenta de los pueblos, dependencia de ideales ajenos, de proyectos políticos, de religiones; al mismo tiempo abandono de lo propio tanto a nivel material como espiritual. El progreso, la acumulación y la explotación son aspiraciones reservadas para los Otros (dominantes, izquierdas, sectas, ONGs), sólo ellos pueden salvar a los pobres “indígenas”, sólo ellos entienden la revolución. Para manipularlos se cubren de máscaras, y se llenan la boca del “hermano indígena”.

La marcha por el TIPNIS desnuda la hipocresía de los pachamámicos y ambientalistas que pregonan el “dejar pensar” al autóctono, “dejar ejercitar su justicia”, “practicar sus usos y costumbres”, etc. Los kollas desde su re-encanto tecnológico se proponen destruir este juego perverso, en el que la muerte lenta está diseñada por los neocolonialistas, por eso los kollas ocupan y se apropian de espacios ecológicos y económicos en todo el país. El kolla sabe que para el poder indigenista neocolonial, no importa las condiciones materiales de vida del autóctono, sólo interesa autóctonos embrutecidos y reducidos en la pobreza. La “riqueza es para los explotadores”, dicen, y éstos son los blancos, los autóctonos “deben dedicarse a cuidar la naturaleza” y “no entrar en el juego del capitalismo”, porque éste es inhumano.

¿Qué será de ellos de aquí a 30 o 40 años? Eso no le interesa ni al régimen ni a los ambientalistas. Ambos y juntos urden el etnocidio contra los autóctonos del oriente. Si este es el escenario de las intenciones, ¿en qué queda la lucha por la madre tierra? ¿A quién favorecen el bosque, los ríos, los animales? Los gobiernos en el futuro harán lo mismo o peor que el actual, lo único que les diferenciará es el grado de hipocresía. Es necesario denunciar y exponer los peligros del etnocidio, ¿Qué sentido tiene defender el pulmón del mundo si los autóctonos están condenados a la muerte lenta? Y ¿qué diferencia hay entre hacer la carreta y defender el bosque cuando la vida de los autóctonos está amenazada?

Para enfrentar la política del etnocidio, los autóctonos del oriente deben decidir y diseñar una política de desarrollo abierto al mundo; es hora de ser actores, y realmente defender y re-apropiarse el territorio. Actor principal es ser dueño en el manejo de los recursos naturales, decidir la explotación y su transformación de los recursos en riqueza. Luchar por el control de la administración de la carretera. La marcha debe servir para arrancar recursos al Estado, destinarlos a formar grandes empresas de producción orgánica y de transformación, relacionadas con el mundo. Estas empresas deber ser dirigidas por los autóctonos. Si no asumen los autóctonos del oriente un protagonismo y a tiempo, con o sin carretera el etnocidio acabará con ellos en el TIPNIS.