BANCO DEL SUR: UN PASO MAS HACIA LA SOBERANIA

Por:
Emilio Meynet

Publicado el 01/10/2011

Con amplia mayoría, el Congreso aprobó el proyecto de creación del instituto regional de crédito, al que Buenos Aires aportará 400 millones de dólares en este año. Las declaraciones de la directora del FMI demuestran los contrastes económicos que se viven en el mundo.

La Cámara de Diputados de la Argentina aprobó la semana pasada el proyecto que establece la creación del Banco del Sur. De esa manera quedó convertido en ley, puesto que ya contaba con los votos del Senado.

La iniciativa, que ratifica el convenio constitutivo de la entidad bancaria que apunta al desarrollo económico y a obras de infraestructura de los países agrupados en la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), fue sancionado por 210 sufragios positivos y 6 abstenciones

Lo único que resta ahora para la aprobación definitiva del banco, es la adhesión firmada por la presidenta, Cristina Fernández. El proyecto implicará un aporte inicial de la Argentina de 400 millones de dólares, que serán previstos en el Presupuesto 2012, a ser presentado por el gobierno nacional ante el Congreso el próximo 15 de septiembre.

El organismo multilateral contempla la integración de un capital inicial de 7000 millones de dólares para su puesta en marcha, y estará conformado por un Consejo de Ministros, un Consejo de Administración, un Consejo de Auditoría y un Directorio, con un representante por cada país. Sus miembros tendrán el mismo derecho a voto.

Con la ratificación de Argentina, el total del capital del Banco del Sur llega a su 64,3 por ciento. Para que la iniciativa despegue y tome vuelo hay que alcanzar el 66,3 por ciento del capital suscrito, ya que el convenio constitutivo establece que entrará en vigencia la entidad “con la mayoría simple de los países fundadores que, adicionalmente, representen en conjunto más de las dos terceras partes del capital suscripto del Banco”.

Argentina, Brasil y Venezuela, las tres naciones fundadoras de mayor peso, suscribirán acciones Clase A por seis mil millones de dólares, o sea que cada uno abonará dos mil millones de dólares, que deberán ser aportados en 5 años. Por lo tanto, anualmente cada uno aportará 400 millones.

En cuanto al resto de los integrantes de la UNASUR, Ecuador y Uruguay suscribirán acciones de 400 millones de dólares, y Bolivia y Paraguay, 100 millones cada uno. Estas últimas tendrán la ventaja de que deberán integrar el capital en un plazo mayor de 10 años.

Estos datos que podrían pasar por simples detalles de fijación de fondos, no son cuestiones menores. Permiten dilucidar la fuerte concepción de bloque sudamericano que existe en los países de la región, que lejos de renegar de beneficios o licencias para que aquellas naciones de menor peso específico, se encarguen de generar las condiciones objetivas para que nadie quede afuera de esta herramienta propulsora del desarrollo económico continental.

La propuesta de crear una entidad bancaria que cuente con el apoyo de los países de Unasur surgió tras las reuniones de Cancilleres y Ministros de Finanzas en el mes de diciembre del año 2007, quienes presentaron el Banco del Sur como una herramienta para blindar la economía del bloque continental ante la crisis global generada en Estados Unidos y Europa.

Mientras tanto, la flamante titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, realizó llamados de atención ante el riesgo de que la economía mundial vuelva a entrar en recesión. Esto constituye una clara muestra de los distintos momentos que se viven alrededor del planeta: mientras en una esquina se crea un banco para el desarrollo, en la del frente no paran de desmoronarse.

Con una política monetaria laxa (con tasas de interés en niveles históricamente bajos) y con una insuficiente capacidad para impulsar a la economía a través de un mayor gasto público, las herramientas tradicionales de política económica en Estados Unidos y Europa se han agotado prácticamente.

Sin embargo, a pesar de todas estas cartas ya jugadas sobre la mesa, el FMI parece reticente a admitir la necesidad de cambios en los programas planificados para la recuperación económica de los países del Norte.

Ni las palabras del Premio Nobel Joseph Stiglitz, reconocido como uno de los economistas de mayor envergadura a nivel mundial, ni la famosa editorial del New York Times que invita a Barack Obama a seguir los pasos de la Argentina del período 2003-2011; alcanzan para inspirar a Lagarde a cambiar el rumbo del FMI.

En este marco histórico -no se puede hablar simplemente de coyuntura-, la aprobación del Banco del Sur en Argentina refuerza este clima de época que se respira en tierras donde, hasta hace poco, reinaba aquello que hoy azota a Europa y Estado Unidos.

El Banco del Sur será un agente impulsor del desarrollo económico y social y actuará como una entidad de financiamiento, capacitación y asistencia técnica. Buscará fortalecer la integración, reducir las asimetrías y promover una distribución equitativa de las inversiones.

No se permitirá el endeudamiento en los mercados de capitales, se pondrá alto a la rentabilidad financiera a costa de cualquier precio y los accionistas del Banco serán únicamente sus países miembros.

Este instrumento podrá impulsar el despliegue en áreas estratégicas históricamente relegadas por la voracidad del capital extranjero, que tiene como única intención la extracción y expropiación de las riquezas del alguna vez denominado Tercer Mundo.

El Banco del Sur, junto con la unidad monetaria, que en cualquier momento le llegará el turno para ser discutida, podría significar una llave hacia la soberanía desde donde prácticamente no existirá retorno posible, para dolor de quienes hoy padecen los efectos de sus propias medicinas económico-financieras.

El Banco del Sur es y debe ser parte de una propuesta de cambio global de las relaciones de poder económico y financiero predominantes en América Latina, así como una vía para superar las profundas brechas productivas, comerciales y sociales.

Cuando ese proyecto comience a consolidarse, y las relaciones de poder se vuelquen cada vez más a favor del concepto político de Patria Grande, las declaraciones de Lagarde o de quien dirija el FMI, no serán de mayor interés para todos aquellos que habiten en el suelo americano.