EL RIESGO DE LOS CONFLICTOS REGIONALES

Por:


Publicado el 01/11/2011

 

Pequeñas guerras que a veces suelen acabar en grandes tragedias. Se han producido entre naciones, entre pueblos, entre gremios, entre barriadas…Cierta fórmula de los clásicos estrategas de la guerra permite saber casi siempre quién termina siendo el ganador.

Una de las más trágicas confrontaciones se recordó en abril de este año a 15 años del principio de una tragedia que le costó la vida a alrededor de 800 mil personas, según cálculos moderados. Se produjo en Ruanda entre las etnias Tutsi y Hutu. Había acumulada una historia de rencores políticos entre ambas. Sin embargo, no existen rasgos anatómicos o siquiera lingüísticos que las diferencien.

A raíz de la pugna por el poder y los recursos económicos concentrados en la zona, durante casi siete años ambos grupos paulatinamente fueron acentuando su beligerancia. En 1997 el pleito había llegado al extremo de que el Gabinete del Gobierno, por entonces dominado por los hutus, planificó reiteradamente el genocidio.

Lo más asombroso del caso resultaron los indicios sobre cómo las potencias y buena parte de los organismos internacionales indujeron los acontecimientos. Se han recabado datos que muestran el uso de fondos del Banco Mundial en la compra de armas y pertrechos para los hutus, sin que los desembolsos fueran frenados. Se ha confirmado cómo especialmente Francia además de Bélgica y Alemania tenían asesores militares en el lado de los genocidas.

Luego, una vez consumada la masacre, curiosamente, Francia encabezó a las “fuerzas de paz” de Naciones Unidas. Estados Unidos, por su parte, frenó “esas iniciativas de paz”, mientras seguía la barbarie. Dejó entrever además que podría respaldar militarmente una guerra con la vecina Uganda, si es que se lo aislaba del poder en el control de Ruanda. Casi sobra destacar que el territorio sobre el que se derramaba tanta sangre en base a metrallas y machetazos se halla colmado riquezas. Abunda el oro de 24 quilates y existen importantes cantidades de coltán, diamantes, zinc, cobre y plata.

Curiosamente, el mundo sólo se enteró de los hechos semanas después de que la orgía de sangre se había consumado. Las cadenas mediáticas sufrieron una abrupta pérdida de olfato.

¿Quién ganó en la guerra entre hutus y tutsis? ¿Será necesario decir que el oro, el coltán y las otras riquezas han beneficiado a las arcas de transnacionales europeas y estadounidenses?

La historia reciente de Ruanda no resulta casi ninguna novedad. En similar o mucha menor medida de violencia se repite dentro o fuera de las naciones sometidas. En la historia sudamericana y boliviana habrá nomás que recordar quiénes desataron, por ejemplo, las guerras del Chaco o el Pacífico o la secesión de Panamá.

Claro hay manipulaciones más sutiles y diplomáticas de alta cirugía, pero no menos maquiavélicas. Se puede conseguir muchas ganancias sin necesariamente mancharse la ropa y la imagen con sangre. Simplemente el principio de los viejos estrategas resulta la clave. “Divide y reinarás”, ya lo planteó hace más de 2000 años Julio César.

En estos tiempos del Tipnis o del pleito entre Oruro y Potosí e incluso de nuestro creciente lío con Chuquisaca por Margarita habría que recordarlo muy bien. En medio de tanta guerra de saliva y amenazas, ¿quién gana? A más de una década del boom gasífero asentado justamente sobre Margarita, ¿quién ha ganado? ¿Dónde están los gasdólares que supuestamente llovieron sobre Tarija y Bolivia? ¿De quién son hoy Margarita, San Alberto, Sábalo, las minas del altiplano y las riquezas de este “pobre” país sudamericano? ¿Nos estamos peleando de a poco entre tarijeños y chuquisaqueños, entre orureños y potosinos, entre amazónicos y andinos a cuenta de alguien? ¿Hay un tercero en las disputas?