NACIONALISMO IBEROAMERICANO

Por:


Publicado el 01/02/2012

“Nuestra ecúmene”, la Iberoamericana, es la que tiene para el futuro inmediato las más altas probabilidades de concretar su existencia y convertir en realidad esos anhelos de Bolívar y San Martín, de Francisco Morazán y de Bernardo Monteagudo, entre muchos otros que imaginaron una Patria Grande, así, con mayúsculas, y que está a punto de dejar de ser utopía. Hay que comenzar por entender lo ecuménico como lo explica Alberto Buela, que es un filósofo argentino que ha trabajado sobre tres temas específicos como la meta-política, la teoría del disenso y la teoría de la virtud.

Buela hizo importantes aportes al nacionalismo popular iberoamericano y a la doctrina nacionalista católica, ligados al movimiento peronista. Dice él que la ecúmene es el “conjunto del mundo conocido por una cultura”, aunque la palabra se haya utilizado casi siempre con una connotación religiosa, principalmente por las religiones cristianas.

Pero veamos con más calma lo que nos plantea Buela: “A la homogenización mundial que nos proponen sólo podemos oponer el rescate de nuestras identidades, dentro del marco de las ecúmenes que nos son propias. En nuestro caso la iberoamericana”

Apelando a factores susceptibles de comparación, sostiene luego que “Si Europa no vuelve a ser Europa, sacudiéndose la norteamericanización impuesta en sus modos y maneras, Europa desaparecerá.

De le ecúmene oriental, -China, Corea, Japón, etc.- dice que “los pueblos, como los hombres, si actúan de una manera y piensan de otra, finalmente terminan pensando cómo actúan. De la ecúmene árabe dice que es la “menos zapada” por el Iluminismo racionalista y que tiene como gran mecanismo de defensa el fundamentalismo islámico.

Nuestra ecúmene, o sea Hispanoamérica, o Iberoamérica, o Ibero-luso América, o sea nosotros, ocupamos un enorme espacio geográfico continuo, desde Tierra del Fuego hasta más allá del Rio Grande, y Buela dice “más allá” porque más de 30 millones de hispanoamericanos habitan toda la franja sur de los Estados Unidos, desde Miami hasta California, territorios que hace un siglo pertenecían aún a México.

Tenemos un lenguajecomún, el castellano, aunque cada vez más penetrado por el inglés, una religión, la católica, “zapada” por infinidad de sectas, la mayor parte alentadas desde el norte.

Y esa nuestra ecúmene, ha tenido en el curso de su historia un enemigo común: el anglosajón, que todavía hoy ocupa parte de “nuestro territorio (Belice, Islas Antillanas, )

Tener conciencia de eso, de nuestra propia ecúmene, impulsa a mucho más que pequeñas integraciones regionales. Hay que partir de una gran integración continental. Ya desde 1991, en México, se están reuniendo regularmente todos los mandatarios latinoamericanos. Ya hemos logrado hacer funcionar mecanismos como Mercosur, Unasur, Celac y Alba, que esta semana precisamente se volverá a reunir.

Pero aunque muchas de esas cumbres hayan sido, como admite Buela, más declamatorias que operativas, el desafío de la integración ya está planteado. No lo podemos eliminar, postergar ni delegar.

Es nuestro desafío.