
En la misma mansión del West End de Londres donde la entonces Rhodesia, actual Zimbabue, negoció en 1979 su independencia del Reino Unido, el actual Primer Ministro David Cameron lideró la Conferencia de Londres sobre Somalia el pasado día 23 de febrero. La reunión pretendía ser un punto de inflexión en la gestión del conflicto somalí ahora que cuestiones como la piratería y la hambruna han vuelto a situar a Somalia en la agenda mediática internacional. Sin embargo cualquiera que vea el comunicado final y lea las crónicas de quienes asistieron se sentirá profundamente decepcionado con los resultados, a pesar de las sonrisas y las posturas de éxito que todos los mensajes oficiales transmitieron.
La Conferencia tuvo su prólogo con la decisión del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas del 22 de febrero de pasar de 12.000 a 17.731 los efectivos
militares de la misión militar para Somalia, AMISOM, y el bloqueo al comercio
del carbón somalí, a través del cual se financia parte de Al-Shabaab. Esta
decisión no hizo más que
reforzar las temáticas sobre las que estaba planificado el encuentro: (i)
seguridad y terrorismo; (ii) el futuro del Gobierno Federal de Transición;
(iii) la AMISOM;
y (iv) la piratería en el Índico.
La Comunidad Internacional, a pesar de la situación humanitaria que atraviesa
Somalia, está volcada en resolver sus propios dilemas de seguridad en la
región. El camino a seguir lo marcó la Secretaria de Estado de la Administración Obama,
Hillary Clinton, al afirmar antes de la conferencia que Estados Unidos no
negociaría con Al-Shabaab.
Precisamente la relación de Al-Shabaab y Estados Unidos es la que ha conseguido
cambiar el mapa político de Somalia en los últimos años.
Con la decisión de los servicios de inteligencia de la Administración Bush, en
2006, de convertir a los señores de la guerra en agentes antiterroristas en
Somalia, se quebró el frágil pacto en los Tribunales Islámicos. Este nuevo
orden, auspiciado por el fracaso
norteamericano en su segunda intervención directa en el país, tuvo como
consecuencia la inclusión de Al-Shabaab en la lista de organizaciones
terroristas internacionales de Washington y la consiguiente retirada de fondos
de ayuda –actualmente éstos son una
octava parte de los de 2008. Además, la prohibición de realizar negocios con
entidades somalíes ha llevado casi al cierre en diciembre de 2011 del actual
sistema de envío de remesas, la hawala, poniendo en peligro los casi 100
millones de dólares que los somalíes de la diáspora envían a sus familiares
cada año. Tras el fracaso
norteamericano de las intervenciones a través de los señores de la guerra somalíes,
la nueva estrategia de Washington consistió en la extroversión militar del
conflicto, implicando a Etiopía y Kenia. La inclusión de estos dos actores
regionales ha hecho más fuerte a Al-Shabaab. Su discurso se ha dotado de una
legitimidad de defensa del
territorio frente a las potencias enemigas y ya se habla de una alianza con
diferentes centros de Al-Qaeda. Aún a pesar de que su fuerza militar es débil, Al-Shabaab está
preparando una ofensiva y aumentando sus bases de militancia entre los jóvenes
somalíes.
Sin embargo el foco de la
Conferencia no giró en torno a las causas globales de la
situación actual en Somalia. Exclusivamente se centró en actores locales.
Respecto al Gobierno Federal de Transición, cuyo mandato está actualmente
prorrogado por un año, se determinó que ha fracasado en la consecución de todos
sus objetivos, incluido el de
aumentar su representatividad entre los diferentes clanes. Se decidió por tanto
que en agosto de este año finalizará su mandato, tal y como estaba previsto, y
se dará paso entonces a la celebración de una Asamblea Nacional con pretendida
representatividad territorial. Todas las decisiones a este respecto fueron
aplazadas para la reunión de
Estambul, en junio de este año.
La preocupación del premier británico David Cameron pasaba por negociar
soluciones a los problemas de la piratería en el Índico. Para el Reino Unido,
contar con libertad de paso por esta zona es de máxima prioridad. Sin embargo
las soluciones planteadas pasaron por un incremento de los fondos destinados a
la lucha contra la piratería de
manera local. Especialmente a través de Putland, dejando de lado el hecho de
que varios centros de poder de este negocio se sitúan fuera de territorio
somalí –se habla de Nairobi, Suez y hasta de la propia Londres.
Las conclusiones de la
Conferencia no podrían haber sido más decepcionantes. De
hecho, unos días antes de la celebración se filtró un borrador de comunicado
tan vacío de contenido que se esperaba hubiera sido cambiado tras la
celebración de la misma.
Finalmente
el comunicado filtrado y el final fueron casi idénticos, constatando el
fracaso de la
Comunidad Internacional y de los agentes somalíes implicados
en este proceso.
Resulta significativo que la
Conferencia apenas tratara de cuestiones humanitarias, pero
que dijera haber escuchado la voz de los somalíes.
Más aún cuando seis meses después de la declaración de Somalia como estado de
hambruna por Naciones Unidas se calcula en 325.000 niños y niñas los que sufren
desnutrición aguda. Según datos de Oxfam 2,3 millones de personas necesitan
acceso a ayuda humanitaria, encontrándose el 31% en situación crítica. Y sin
embargo los países
donantes continúan anclados en utilizar la ayuda humanitaria como una herramienta
de seguridad más a su alcance. Obviando criterios humanitarios, presionan a las
organizaciones humanitarias para que se garantice el acceso de las poblaciones
“liberadas” de Al-Shabaab. Es decir, se quiere utilizar la ayuda humanitaria
como un dividendo de la paz para que la población se enfrente a dicha
organización, en lugar
de atajar el desvío que el Gobierno Federal de Transición ha hecho de la misma
–calculado en torno al 11% del total.
La Conferencia, por mucho que se vanaglorie de ello en su comunicado final, no
ha escuchado las voces de los somalíes que sufren el conflicto. La fuerte y
movilizada sociedad civil somalí no ha tenido acceso ni representación en esta
reunión y sus soluciones a la violencia no están siendo escuchadas en ningún
foro de importancia. La
Comunidad Internacional, en connivencia con los autores de la
violencia local, está promocionando la extensión de una receta para la paz que
básicamente obliga a la creación de una estructura estatal sostenida por los
represores de antaño y los de hoy día. Una receta que además prevé la
implicación de actores privados internacionales en
la reconstrucción de la nueva Somalia, siempre con cargo a la deuda estatal del
país y, por tanto, siempre perpetuando las asimetrías de poder y las
injusticias que perpetúan la situación de conflicto.
Mientras el enfoque de este tipo de acuerdos para la paz continúe siendo el de
perpetuar los modelos de paz liberal, centrados en promocionar los actores de
la violencia local sin incidir en las redes globales implicadas en el
conflicto, la situación no revertirá y la
construcción de unas verdaderas bases para la paz en Somalia estarán cada día
más lejos.
Enlaces de interés: | London Conference on Somalia.