
ALAI AMLATINA,
21/05/2012.- Si hay un negocio que tiene el futuro garantizado, no es otro que
el de la alimentación. Se puede prescindir de todos los objetos que nos rodean
y que supuestamente nos hacen la vida mejor, sin embargo, llenar el estómago
siempre será una obligación. Así lo han entendido esas pocas multinacionales
que
controlan el comercio de alimentos y los inversionistas que han volcado su
dinero en los mercados agrícolas.
Pero en la búsqueda frenética de oportunidades dentro del agronegocio, se ha
extendido el “acaparamiento de tierras”, en el que inversores, empresarios,
estados, etc. están adquiriendo millones de hectáreas en diferentes países,
sobre todo en los africanos, desde los subsaharianos hasta los mediterráneos.
Algunos buscan especular con
las tierras, otros sembrar agrocombustibles para los países ricos, y otros
aprovechar el agua y la tierra ajena para cultivar alimentos y luego
exportarlos a sus naciones.
Sea como sea, algunos cálculos ya establecen que en África se han tramitado
proyectos por una extensión total de 67 millones de hectáreas (la superficie
conjunta de Italia y Alemania).[1] Los atropellos se han sucedido sin parar y
aquellos maravillosos
beneficios que gozarían los pueblos que se amoldarían a la nueva inversión
agrícola, se han quedado en papel mojado. De esta forma, las personas
desalojadas de sus tierras se cuentan por decenas de miles. Además se han
reportado expulsiones violentas, encarcelamientos, procesos judiciales contra
campesinos, precariedad laboral en los
nuevos proyectos agrícolas, acaparamiento de otros recursos naturales como el
agua, deforestación de bosques, alteración de cauces en ríos, etc.
Los muchos discursos de la FAO
La FAO,[2] como buena hija de Naciones Unidas, acoge todo tipo de ideas por muy
contradictorias que puedan ser entre ellas. Por ejemplo, ante la reciente
crisis alimentaria en Sudán del Sur, el responsable de este organismo en el
país africano manifestaba que “Hay que lograr que las familias tengan en primer
lugar acceso rápido a alimentos inocuos y nutritivos, así como a otras
necesidades básicas (…) Podemos
hacerlo ayudando a la gente a retomar las actividades agrícolas, ganaderas y de
otro tipo en las que basan sus medios de subsistencia”.[3]
La realidad es que si se quiere ayudar a la gente a retomar sus actividades
agrícolas, habrá que garantizar las tierras, las aguas y los recursos
económicos. Por eso este escenario propuesto por el responsable de la FAO en Sudán del Sur, choca de
frente con el masivo acaparamiento de tierras en el continente, que está
ayudando a la
gente a abandonar las actividades agrícolas, ganaderas y de otro tipo en las
que basan sus medios de subsistencia.
Sin embargo y a pesar de la gravedad de los hechos, la FAO también apoya sin titubeos
el acaparamiento de tierras. Junto al Banco Mundial o el Fondo Internacional de
Desarrollo Agrícola, trabaja en los “Principios para una inversión agrícola
responsable”. Como se desprende del propio título, para estos organismos el
acaparamiento de
tierras es una inversión que para las naciones empobrecidas deparará, supuestamente,
ciertos beneficios como puestos de trabajo, transferencia tecnológica,
infraestructuras rurales, seguridad alimentaria, etc. En general, el brazo
filantrópico y propagandístico
de la nueva inversión agrícola, no ofrece nada que no se haya escuchado mil
veces para justificar la inversión extranjera en general, y nada que no se
escuchara por ejemplo hace un siglo, cuando ciertas transnacionales fruteras
transformaron estados independientes centroamericanos en “repúblicas
bananeras”. A día de hoy y como se
decía antes, los atropellos y las expulsiones se imponen a las benevolencias.
Y hablando de benevolencias, dejen que les cuente un caso. En 2009, la empresa
suiza Addax Bioenergy arrendó 20.000 hectáreas en Sierra Leona para cultivar
caña de azúcar y generar bioetanol.[4] Se ha denunciado que las comunidades no
fueron consultadas para ver si accedían a arrendar sus tierras y el acuerdo fue
secreto entre la compañía y el
consejo de la aldea. Las cosechas de algunos campesinos fueron destruidas y la
indemnización recibida fue tres veces inferior al precio real. Los agricultores
han revelado que ahora tienen que recorrer varios kilómetros hasta llegar a las
nuevas tierras que les asignaron y se ha constatado que la empresa no está
cumpliendo sus
compromisos sociales (empleo, mejora de la agricultura local, etc.). Estos
datos fueron recabados por miembros del Consejo de Iglesias de Sierra Leona y
por un activista de derechos humanos, que además estuvieron acompañados en el
terreno por una ONG local. El Observatorio del Derecho a la Alimentación y la Nutrición tomó estas
reseñas y las incluyó en un informe sobre acaparamiento de tierras que publicó
en 2010.[5]
Se explica esto porque en marzo, la
FAO hizo públicas una serie de noticias sobre el “Proyecto
sobre la bioenergía y criterios e indicadores para la seguridad alimentaria”
(BEFSCI, por sus siglas en inglés). Este proyecto es financiado por el
Ministerio Federal Alemán de Alimentación, Agricultura y Protección del
Consumidor, y según la
información contenida en la web de la
FAO, pretende desarrollar “… una serie de criterios,
indicadores, buenas prácticas y opciones políticas sobre el desarrollo de la
bioenergía moderna que promueve el desarrollo rural y la seguridad
alimentaria…”.[6]
Huelga decir que este proyecto es un espaldarazo claro al desarrollo de los
agrocombustibles y al acaparamiento de tierras. Demagógicamente relaciona el
cultivo energético con la seguridad alimentaria, obviando la tragedia de un
continente, África, que debe importar decenas de millones de toneladas de
alimentos básicos. Sin ir más lejos Sierra Leona, el país donde desarrolla sus
actividades Addax Bioenergy, ha
llegado a destinar el 24% de su PIB para importar comida.[7]
La cuestión es que en uno de los materiales de BEFSCI, titulado “Buenas
prácticas socio-económicas en la producción moderna de bioenergía”, se menciona
el caso de Addax Bioenergy como un ejemplo de nitidez, participación ciudadana,
solidaridad, etc. Las benevolencias de la compañía suiza que se mencionan en
este manual fueron aportadas por productores locales, aunque sin ser
contrastadas por la FAO. No
hay duda de que algunos lugareños se han podido beneficiar de los proyectos de
Addax Bioenergy, pero no se entiende que una organización de Naciones Unidas se
olvide de la otra cara de la moneda, de los otros testimonios y de las
injusticias. No se entiende que un proyecto de la FAO utilice este controvertido
ejemplo como un modelo a seguir,
sin comprobar los hechos. Incluso llegó a utilizar en sus informes una fotografía
que aparece en la web de Addax Bioenergy, en la que se ve a acaparados y
acaparadores dándose la mano amigablemente.[8] Este hecho no tendría la menor
importancia si se hubiera indicado el origen de la instantánea. Pero no hacerlo
y además reconocer que no se contrastó la información, permite pensar que los
datos fueron recopilados de una
sola fuente, sin valorar las graves irregularidades que algunas organizaciones
han desvelado.
Las directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tierra
El Comité de Seguridad Alimentaria Mundial de la FAO (CSA) fue reformado en 2009 para
proporcionarle más versatilidad, peso específico y capacidad de decisión para
la creación de políticas relacionadas con la seguridad alimentaria. El logro
más importante de esta reforma fue el espacio de participación que se
proporcionó a las partes interesadas, especialmente a las que se ven más
afectadas por la inseguridad alimentaria.
Desde hace tres años, se vienen discutiendo y consensuando en el seno del nuevo
CSA, las directrices voluntarias sobre la gobernanza responsable de la tierra.
Estas directrices pretenden salvaguardar el acceso a la tierra y a otros
recursos naturales para los sectores de la sociedad más vulnerables, y ayudarán
a que los estados que se ven afectados por el acaparamiento de tierras puedan
legislar para garantizar estos derechos.
El pasado 11 de mayo y tras muchas reuniones, las directrices fueron aprobadas
por los estados, el sector privado y los colectivos sociales que habían
participado en su elaboración dentro del CSA. Las primeras reacciones de las
organizaciones sociales involucradas –que representaban en algunos casos a
millones de campesinos y
agricultores- han sido positivas porque por una parte se han aprobado unas
pautas que pueden ayudar a frenar la impunidad reinante hasta el momento, y por
otra, consolida el CSA reformado como un espacio de participación y toma de
decisiones.
No obstante, algunos colectivos sociales también han manifestado que las
directrices se quedan cortas en muchos aspectos, siguen legitimando el
acaparamiento de tierras y pueden entenderse de manera desigual dependiendo de
los actores. Todo, porque la acción de ciertos estados y sobre todo del sector
privado, obligó a consensuar ciertas
posiciones ambiguas y muy generales, y por eso al final, tuvieron el mismo peso
los intereses de aquellos que se juegan el poder comer y trabajar, que los
intereses de aquellos que si no invierten en agrocombustibles en África lo
harán en factorías chinas de alpargatas y bolígrafos. Muy democrático sí, pero
muy asimétrico también.
- Vicent Boix es Investigador asociado de la Cátedra “Tierra Ciudadana - Fondation Charles
Léopold Mayer”, de la Universitat Politècnica de València. Autor del
libro El parque de las hamacas. Artículo de la serie “Crisis Agroalimentaria.
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[1] INTERMON OXFAM: “Intermón Oxfam advierte de que la actual compra
masiva de tierra está sumiendo a miles de personas en la pobreza”, 22
de septiembre de 2011.
[2] Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
[3] FAO: “Elevada inseguridad alimentaria en Sudán del Sur”,
Juba/Roma, 8 de febrero de 2012.
[4] http://www.addax-oryx.com/uk/index.html
[5] “Hambre y acaparamiento de tierra en Sierra Leona”, en el informe
“El acaparamiento de tierras y la nutrición, desafíos para la
gobernanza mundial”, Observatorio del Derecho a la Alimentación y la
Nutrición, 2010
[6] http://www.fao.org/bioenergy/foodsecurity/befsci/es/
[7] MARTÍN, M.A.: La agricultura africana, Los libros de la Catarata y
Casa África, Madrid, España, 2012, pag. 83.
[8] BEALL, E. y ROSSI, A.: “Buenas prácticas socioeconómicas en la
producción moderna de bioenergía”, FAO, Roma, Italia, año 2011, pag.
3. http://www.fao.org/docrep/015/i2507s/i2507s00.pdf