
El mestizaje fluye como un proceso histórico que
nace con vertientes
culturales y biológicas que engloban la
noción de pluralidad y la
fusión de dos o más visiones encarnadas en dos o
más grupos raciales
que permiten la presencia de un hombre y una
mujer como el boliviano
de hoy. Quienes niegan ese carácter, o no
entienden lo que pasó desde
hace más de 500 años o pretenden continuar con
el “discursito
demagógico” de que Bolivia se asienta en razas
puras reconocidas en
categorías constitucionales que no admiten
confusión con el mestizaje.
Negar que aproximadamente el 70% de los
bolivianos se considera
mestizo y hacerlo a la luz de un discurso
ideológico que enarboló el
concepto de la raza originaria, la raza pura y
la raza que no admite
mezclas ni fusiones porque sólo así se
tiene derecho a reclamar
territorio, religión y cultura propia, es cuando
menos retrógrada.
Pensar en pleno siglo XXI que Bolivia no es un
país de mestizos – lo
que de ninguna manera significa desconocer la
existencia de pueblos
originarios tan bolivianos como los mestizos,
cholos y criollos ---,
es negar que existió un proceso evolutivo que
unió la sangre, unió
culturas, costumbres y tradiciones; es negar que
el boliviano es
producto de una mezcla que sí tiene cultura
propia y raigambre, y que
como cualquier mortal de este mundo, profesa una
religión (así sea el
culto a las piedras) o hace uso del
ejercicio de declararse agnóstico
o ateo. Y es que el mestizaje es algo así como
la globalización en
términos económicos, donde muchas cosas se unen
y fusionan para dar
paso a lo que hoy es el nuevo hombre y mujer
boliviano. Anoto más. Con
criterios como los espetados por el Viceministro
del ramo y la
Presidenta de la
Cámara de Senadores en sentido de negar la categoría
mestizo porque aquella es una categoría
biológica, somática, racista y
discriminadora, se estaría negando el derecho a
la autoidentificación
cultural proclamado por la Constitución en su
artículo 21, y se
violenta el precepto constitucional inserto en
el artículo 14 que
prohíbe y sanciona toda forma de discriminación
fundada en razón de
origen, cultura, idioma y credo religioso, entre
otros. Negar el
derecho a que los censados puedan
autoidentificar lo que son a raíz de
su origen y de lo que representa individualmente
su cosmovisión, viola
libertades individuales y prostituye, ipso
facto, la cita del 21 de
noviembre. En aquella, no sólo debió permitirse
el reconocimiento de
la mayoría en la categoría mestizo, sino que
debió (debe) incluirse en
la boleta censal aspectos como el nivel
porcentual de consumo de hoja
de coca en su estado natural por ejemplo, en
respuesta a los estudios
llevados a cabo sobre el particular y que hasta
hora son extrañados
por organismos como la Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga
y el Delito y la Unión Europea.
En conclusión, el mestizaje es una realidad y el mestizo es
un
producto cultural y biológico que se dio, se da
y se dará. Negarlo, es
cuando menos oprobioso.