
El libro de Oscar Fuentes Lazo “La sangre es más igual que la
piel”
contiene, además, otras mistificaciones e
inaceptables adulteraciones,
aparte de las enunciadas en un artículo
anterior, cuando dice que “El
11 de marzo Bolivia le declaró la guerra a
Chile”, pág. 110; “Chile
justificó entrar a la guerra, primero porque
Bolivia ya se la había
declarado…”, pág. 252; y en la pág. 264 anota:
“…pero olvida agregar
que ese país vecino (Bolivia) le había declarado
la guerra y procuraba
aumentar el número de aliados para luchar contra
Chile”.
Bolivia nunca le declaró la guerra a Chile. La
declaratoria de guerra
es una facultad del Poder Legislativo reunida en
Congreso,
expresamente determinada en el Art. 54.7º de la
Constitución Política
de 1878, por tanto no estaba en las atribuciones
del Presidente
decretarla y la acusación que hacen los
chilenos, en este caso Fuentes
Lazo, de que Bolivia declaró la guerra a Chile
mediante el decreto de
1 de marzo de 1879, es falsa y calumniosa, al
extremo de que esta
disposición en ninguno de sus artículos menciona
siquiera la palabra
guerra.
Se adoptó medidas de precaución ante la invasión
chilena del 14 de
febrero, que las autoridades y autores chilenos
lo corearon y
difundieron como una declaratoria de guerra, con
el fin de
justificarse y tranquilizar su conciencia sobre
el alevoso asalto a
territorio boliviano. Pero lo insólito es que
los bolivianos han
repetido la superchería chilena de que Bolivia
declaró la guerra, nada
más lejos de la verdad, ni por la apariencia ni
en lo encubierto,
porque, además, no hubo pronunciamiento del
Legislativo a este
respecto.
También la Constitución chilena
atribuía a su cuerpo legislativo la
declaratoria de guerra, como que en efecto fue
dada la ley de 4 de
abril de 1879, al autorizar al Presidente de
Chile declarar la guerra
al Perú y Bolivia, lo que hizo efectivo al día
siguiente 5 de abril.
Si no -en la tendencia del Mapocho - el grosero
asalto a Antofagasta
ya se habría considerado con mayor razón como
una declaratoria de
guerra, que no lo fue. Sólo puede catalogarse
una invasión o un asalto
pérfido.
En los hechos, históricamente, Bolivia acudió a
los campos de guerra
en territorio peruano, en cumplimiento del
Tratado de Alianza
Defensiva celebrado entre estos países en 1873,
pero ninguna
declaratoria de contienda bélica expidió
Bolivia, que se limitó a
adoptar medidas de previsión y repudio al
atentado sufrido. Con el
decreto de 1 de marzo de 1879 se cortó el
tráfico comercial con Chile,
se produjo la desocupación de los chilenos
residentes en el país, las
empresas mineras podían continuar su giro a
cargo de un administrador,
su producción neta debía empozarse en el Tesoro
nacional, se
desconoció la transferencia de intereses
chilenos posteriores al 8 de
noviembre de 1878, mas, repetimos, no hubo
mención siquiera a la
guerra, si no al atropello de la invasión.
Pero, ¿acaso Chile esperaba que el atropello
fuese mirado con
indiferencia por nuestro Gobierno, sin adoptar
medida alguna? Surgió
la repulsa en todo el país, aunque la reacción
del Gobierno debió ser
más precavida y no esperar el atrevimiento, pues
sabía que los
acontecimientos se avecinaban y conocía de la
presencia del acorazado
chileno en Antofagasta desde antes, hecho que
obligaba a tomar
previsiones.
Esta segunda falsedad del diplomático nombrado
en la obra señalada, es
patente en su interpretación inexacta y capciosa
y en su falta de
veracidad histórica. La pretendida declaratoria
de guerra de Bolivia
es tan pueril, como en tantas otras situaciones,
cuando sin ninguna
turbación Chile siempre acudió al argumento
falso y rebuscado, con
despliegue de sofismas con que ha confundido a
propios y extraños.
La mayoría de los autores chilenos ha escrito
esa historia de relación
con Bolivia, plagada de tergiversaciones
fraudulentas de los hechos
acaecidos y que los bolivianos han dejado decir
sin refutarlos y en
muchos casos aceptando como ciertas.