En los países subordinados, sean colonias o semicolonias, “las clases dominantes aliadas al poder externo, cómplices y usufructuarias de esa dominación, impiden que se piense naturalmente en función de los intereses propios e impone, en cambio, su cosmovisión colonialista, de tal modo de obtener el consenso que permita al mantenimiento el orden constituido del cual son beneficiarias”.
Ese concepto, que parece escrito a propósito de lo que sucede hoy en Bolivia,
fue, en realidad, publicado a propósito de la edición “Textos Selectos” del
escritor argentino Arturo Jauretche, un “permanente luchador por la causa
popular, con fama de temible polemista y conducta intachable de criollo entero”
y aunque fue escrito hace más
de una década y a propósito de los 30 años del fallecimiento de Jauretche, su
vigencia y su oportunidad se mantienen hoy, no solo en la Argentina, sino en
toda nuestra América, donde nuestros países tienen solamente “los atributos
formales de la soberanía”, pero mantienen su subordinación, ya no de España ni
de Inglaterra, pero sí
de los Estados Unidos.
Por eso, de esos textos selectos hemos escogido párrafo de lo que escribió Arturo Jauretche hace ya 40 años en el diario La Opinión, con el título de “Política y Politiquería”. Les invitamos a leerlo, analizarlo y sentir cómo se acomoda a nuestras circunstancias.
Exactamente como un anillo al dedo, según el dicho popular: “En una ocasión, el
ingeniero Debenedetti – que fue subsecretario del Ministerio de Obras Públicas
e Intendente Municipal, y tan pintoresco como capaz- (dice Jauretche) me dio
una lección de política de gobierno que ni Aristóteles. Me dijo “Cuando usted
quiera oponerse a
un camino, no se oponga, proponga otro trazado. Después –sigue Jauretche- la
vida me lo fue comprobando. De inmediato surgen los inocentes partidarios del
nuevo trazado que arman el barullo necesario para que lo proyectado en primer
término no se haga. Consecuentemente tampoco se hace el nuevo que los
impugnadores proponen pues están en contra los partidarios del proyecto
antiguo”.
Conviene a esta altura reiterar que eso fue lo escrito y publicado por don
Arturo Jauretche el 25 de junio de 1971, en el Diario La Opinión (nos
imaginamos que de Buenos Aires), a Jauretche hoy se lo recuerda y se rinde
homenaje porque fue, al contrario de muchos otros, un intelectual
latinoamericano no alienado.
Alienación etimológicamente es un vocablo que deriva del latín y significa
alejamiento, privación, propio de otro, extraño a uno, ajeno. La
expresión se emplea en diversos sentidos que diversas disciplinas han venido
desarrollando, en sus respectivos campos.
A las acepciones que en medicina y psicología recoge el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua
hay que añadir las de otras como la filosofía y la psicología. La idea común a
los diversos conceptos de alienación hace referencia a algo “ajeno” a si mismo
que el hombre ya no controla.
Es evidente que Arturo Jauretche no escribía como alienado ni como subordinado.
Y a propósito de subordinación actualizada, ojo con la que alimenta el Brasil.