DE VIDO Y BOLIVIA
Hacia el autoabastecimiento, pero con empleo

Por:
Javier Lewkowicz

Publicado el 01/10/2012

Satisfecho con los resultados de su visita a China, Julio De Vido
repasó la situación que derivó en la renacionalización de YPF y
detalló cómo se percibe la decisión argentina en el mundo: “Repsol
fracasó”.


“Quizás en seis o siete años estemos en valores de producción que nos
puedan llevar al autoabastecimiento. Pero no el autoabastecimiento de
los `90, donde sobraba la energía porque no había trabajo. Con
desocupados y PBI que se reduce, no me interesa el
autoabastecimiento.” En una extensa entrevista concedida a Página/12
junto a medios colegas, realizada en el marco de la gira por China
para conseguir inversores para la construcción de las represas Néstor
Kirchner y Jorge Cepernic, el ministro de Planificación, Julio De
Vido, tildó de fracasada y arcaica la estrategia de Repsol de atacar
al Estado argentino luego de la expropiación. Explicó el porqué del
aumento de la importación de gas desde Bolivia y habló de las
represas, la cuarta central nuclear y las telecomunicaciones en esta
nueva etapa.

La sede de la embajada argentina en Beijing, donde los diplomáticos
organizaron una cena de bienvenida, es un bastión argentino en la
megalópolis china. Es una casa de tipo colonial, con un amplio jardín
al aire libre, al que balconea un corredor con mesas y sillones. Allí
se dio la charla con De Vido, que duró alrededor de una hora. Como
música de fondo, tango-fusión.

–¿Qué le comentaron los empresarios de países como China o Brasil, que
tienen un fuerte grado de previsión en materia energética, acerca de
la nacionalización de YPF?

–Hay en el sector curiosidad por ver cómo se desarrolló el proceso. Ha
habido, sobre todo en los medios hegemónicos argentinos, una
importante distorsión en cuanto a la difusión de las noticias, pero
cuando uno les explica llanamente que la empresa de bandera era la
primera en impedir que el Estado estuviera debidamente abastecido,
rápidamente lo entienden. En el caso de Repsol, se llegó a un punto
donde la empresa era prácticamente una máquina de facturar. Por eso la
ley de recuperación de YPF hay que leerla en términos del
autoabastecimiento del mercado interno y del desarrollo de las
reservas. Si YPF es la empresa bastión en el desarrollo, las demás van
a seguirla inevitablemente. Y las que no estén dispuestas a ello
porque no les es negocio, venderán la empresa o verán qué hacen.

–¿Qué evolución visualiza para la balanza energética nacional?

–Con el crecimiento de la economía nacional y el atraso que llevaba
Repsol en el desarrollo de nuestros recursos, de nuestras reservas y
de la producción, evidentemente todo lo que tiene por delante el
ingeniero Galuccio en YPF es un trabajo enorme, inmenso. Pero eso
permitirá aliviar a la Argentina de los 10 mil millones de dólares que
se importan para paliar el combustible que Repsol no había producido,
igual que las otras empresas del sector. Por eso es muy importante la
ley de la recuperación de YPF, que no habla solamente de la
nacionalización y control de la compañía, sino también del
autoabastecimiento del país, donde son responsables no sólo YPF, sino
el resto de las empresas. Y también fue muy buena la decisión de
interactuar entre los ministerios de Economía y Planificación para
hacer un control en toda la estructura de los niveles de exploración,
explotación y la comercialización, tener todo el circuito cerrado.
Buscando que la verdadera vedette sea el abastecimiento del mercado
argentino, y no ver cómo se matan entre ellos para ver quién vende más
caro y quién tiende más al export-parity (paridad de exportación,
llevar los valores locales al nivel de precio internacional, N. del
E.). La producción de YPF ahora crece con coste argentino, no con el
precio del producto potencialmente exportable, sino al costo real de
lo que sale producir gas y petróleo en el país. Por la experiencia que
tuvimos cuando el combustible valió lo mismo en Argentina que lo que
costaba en el mercado internacional –una política claramente
antiindustrial y francamente exclusiva de grandes sectores de la
sociedad–, ya sabemos cómo empieza, cómo se transita y cómo termina la
película.

–¿Cuáles son las perspectivas en materia de importación de gas?

–Vimos días atrás que una tapa de un diario decía que había crecido la
importación de gas. Es cierto, creció la importación de gas de Bolivia
por los convenios que originalmente firmaron Néstor Kirchner y Evo
Morales. Ese gas suplanta a los barcos de gasoil a un precio muchísimo
más bajo, una diferencia del 50 por ciento aproximadamente. Dicen que
fracasa la política del Gobierno porque crece la importación de gas.
Pero crece porque sustituye la importación de gasoil, que es más caro
y mucho más contaminante. Cuando asumimos importábamos cero metro
cúbico de gas de Bolivia, luego de haber importado hasta 4 millones
hasta el año `94. Claro, cuando vino la política antiindustrial, gas
no necesitábamos. Es más: exportábamos a Chile porque en Argentina no
se consumía. El acuerdo que firmaron Kirchner y Evo Morales hace que
podamos importar 27 millones de metros cúbicos de gas de Bolivia.
Ahora estamos en 14 millones. Eso va a la industria. En su casa la
gente consume poco más que en 2003, pudo haber crecido entre un 10 y
un 20 por ciento el consumo energético de las familias. Pero en la
industria creció entre un 40 y un 50 por ciento. En 2011 el consumo
fue record y también lo fue la reducción en los cortes a la industria,
ya que prácticamente no hubo cortes. Argentina importó el gas y lo
puso al servicio de sus industriales. El proceso de importación de gas
y gasoil generó un desfasaje de la balanza comercial que la Presidenta
utilizó como uno de los fundamentos de la ley de autoabastecimiento de
hidrocarburos. Si la Argentina va bien, ese gas de Bolivia, los 27
millones de metros cúbicos, lo vamos a necesitar ávidamente, más allá
de lo que pueda descubrir YPF en Vaca Muerta. A algunos les molesta
porque quieren volver al sistema antiindustrial. El gas de Bolivia
suplanta volúmenes de gas líquido, que son más caros y contaminantes.

–¿En cuánto tiempo puede lograrse el autoabastecimiento?

–La idea es autoabastecernos, llevar la importación a cero. Ojalá
podamos bajar la importación a un ritmo del 10 por ciento por año. A
lo mejor un año hay un gran descubrimiento, se generan desarrollos y
lo podamos reducir un 20 por ciento. Quizá en seis o siete años
estemos en valores de producción que nos puedan llevar al
autoabastecimiento. Pero no el autoabastecimiento de los `90, donde
sobraba la energía porque no había trabajo. Con 23 por ciento de
desocupados y PBI que se reduce, no me interesa el autoabastecimiento.
Yo quiero autoabastecimiento con crecimiento del 10 por ciento del PBI
anual.

–¿La prioridad es el autoabastecimiento o tener balanza energética
equilibrada, que se podría lograr con mayores exportaciones?

–Es el autoabastecimiento, si tenemos autoabastecimiento y te sobra
gas, no hay que exportarlo, se puede hacer una planta de fertilizantes
y transformar ese combustible en urea, por ejemplo.

–La carrera de Repsol parece haberse cortado en poco tiempo. Grandes
petroleras a nivel mundial se mostraron interesadas en invertir en el
país y no le prestaron demasiada atención a los españoles.

–Eso habla a las claras de que el intento de Repsol de bloquear el
avance de acuerdos de YPF con el mundo del petróleo fracasó. Está
claro que los países soberanos hacen siempre lo que les conviene, y
las empresas de esos países, igual. Cuando un país recupera soberanía,
marca las pautas, y las empresas cumplen y también son rentables. Y
cuando no tienen la rentabilidad que esperaban tener, se van. En
Argentina las empresas están trabajando muy bien, con record de
producción, exportación y también de importación de productos.
Evidentemente fracasó Repsol, porque la lógica que pretendió llevar
adelante, acompañado por cierta parte del gobierno español, de querer
bloquear o hacer fracasar a la Argentina en su política de
recuperación del mercado de combustibles, fue muy arcaica. Ya no
funciona en el mundo actual, sobre todo cuando hay países con
gobiernos que están decididos a ejercer la soberanía en forma plena.