La instalación y puesta en marcha del
Centro Nacional de Medición y Control de la Producción y Transporte
de Hidrocarburos en Villa Montes, fue un parto que duró cinco años. Los
principales responsables de su realización (y también de su retraso) fueron los
sucesivos presidentes interinos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
(YPFB) del gobierno de Evo Morales. ¿Por qué?
Porque la ley de Hidrocarburos No. 3058, promulgada por el Congreso Nacional en
mayo de 2005, luego de la testaruda negativa de Carlos Mesa Gisbert, establecía
en su artículo 18 la creación de esa
unidad especializada por parte de YPFB. El ex
ministro de Hidrocarburos, Andrés Soliz Rada, instruyó a inicios de la gestión gubernamental,
que Jorge Alvarado, a la sazón primer presidente interino de la estatal
petrolera, cumpliera con ese mandato legal.
El mandato no se cumplió y las autoridades
subsiguientes al parecer no se enteraron que debían cumplir una exigencia legal
que, además, permitiría a YPFB “encender la luz” en el negocio petrolero cuya oscuridad
duró 13 largos años, dado que, luego de la “capitalización”, sólo las
transnacionales sabían cuánto y de qué calidad eran los
hidrocarburos explotados, exportados y vendidos
desde que llegaron al país. Informaban, a su vez, lo que les convenía para
ajustar cuentas millonarias con la estatal petrolera en lo relativo a regalías,
participaciones, IDH y otros costos.
Tanto el Ministerio de Hidrocarburos como el
Servicio de Impuestos Nacionales e YPFB, basaban sus proyecciones en las
declaraciones de las transnacionales respecto de la cantidad y calidad de
hidrocarburos producidos, quemados, venteados, reinyectados, transportados y comercializados.
Ha sido la exigencia de alguna prensa nacional y
contados analistas, políticos y expertos del
sector que, por su persistencia, habría promovido el cumplimiento de la ley.
Recién el año 2010, YPFB pudo poner en marcha el indispensable Centro de
Control en Villa Montes, lugar estratégico, por cierto.
Hasta entonces, vale la pena recordarlo, ni en
los gobiernos neoliberales de Sánchez de Lozada, Hugo Banzer, Tuto Quiroga,
Carlos Mesa, Rodríguez Veltzé ni en el de Evo Morales en sus inicios, ningún parlamentario
opositor, ningún dirigente cívico ni autoridad departamental exigió la puesta
en marcha del famoso centro de control
o de cualquier mecanismo nacional o
departamental de fiscalización efectiva. La omisión (¿colusión?) era general,
para beneplácito de las petroleras como Petrobras y Repsol, que exprimieron a
su antojo los megacampos.
El año 2002, cuando Jorge Berindoague era
ministro de Hidrocarburos, informó que, en cierto mes de ese año, el promedio
de exportación de gas a Brasil era de 12 millones de metros cúbicos diarios
(MMCD). En los registros del sistema Scada de Transredes en Santa Cruz, las computadoras
y el satélite lo desmentían: reportaban 16 MMCD. Las
auditorías petroleras que siguen ocultas,
revelan el virtual engaño. ¿Por qué se ocultaron? El director del flamante
Centro Nacional de Medición y Control de
Villa Montes, en oportunidad de presentar a la
población tarijeña los primeros resultados del sistema Scada instalado allí el
año 2010, deslizó que éstos evidenciaban diferencias entre los datos de las petroleras
y los propios (¡por fin!) de YPFB. ¿Cuánta diferencia? ¿Se podía haber
cuantificado proyectando hacia atrás en el tiempo? ¿Esa
diferencia no era, precisamente, la prueba de
otra estafa más al país y a las regiones productoras? ¿Algún político tarijeño
paró las orejas? Ninguno, pero fue notorio que al técnico responsable de tal declaración
sí le jalaron las orejas, porque luego intentó aclarar el alcance de su
revelación que, en los hechos, era una denuncia. Ningún
fiscal tomó nota del asunto, que bien podría
significar varias centenas de millones de dólares para nuestro país. ¿Son
omisiones dolosas o culposas? En todo caso, cualquier ratito la historia les pedirá
cuentas, sobre todo a aquellos políticamente serviles y
manipulados.
Ayer, con cierta alharaca, la Secretaría de
Hidrocarburos de la Gobernación tarijeña, mostró un “apantallador” cuarto con
computadoras y monitores gigantes para mostrar cómo, por fin también, la Gobernación
se enlaza ahora, remotamente, con el Centro Nacional de Medición y Control de
YPFB en Villa Montes. Está bien. Bonito avance.
Esperemos que no sólo sirva para contabilizar
regalías y nada más, y que la mentalidad rentista sea superada de una buena
vez. El enlace y los datos tabulados deben ser la base para actuar con
información de primera mano y proponer políticas petroleras, proyecciones de industrialización,
etc. porque, es buen saberlo, el centro no sólo
reporta cantidades, sino también calidad,
cromatografía y composición de los hidrocarburos. Hubo por ahí un político
opositor que exige que la
Gobernación instale
sus propios medidores en campo. ¿No será mejor
modificar el artículo
18 de la
Ley 3058 y establecer que sean parte obligatoria de ese centro
técnicos de las gobernaciones de los departamentos productores? De esa sencilla
forma tendrán acceso a las mismas válvulas y equipos de medición en campo y a
su permanente calibración y control. Si es sólo un poquito de imaginación pero
mucho, muchísimo amor a la patria
que hace falta.