MESTIZAJES Y ASCENSO SOCIAL EN BOLIVIA

Por:
Pablo Stefanoni

Publicado el 01/10/2012

A veces se pueden decir muchas cosas en pocas páginas. Y un
buen ejemplo es el coloquio Mestizajes y Ascenso Social en Bolivia,
coordinado por Ximena Soruco y publicado en el último número de la
revista Tinkazos. Allí participan Silvia Rivera, Nico Tassi, Cecilia
Salazar y Jorge Llanque, y deja claro que cuando la discusión tiene
base empírica y no sólo whishful thinking la posibilidad de comprender
los procesos sociales avanza de manera significativa.

        Las palabras clave dan buena cuenta de la discusión, sin duda
nuclear para entender la Bolivia contemporánea (aunque la discusión se
limitó a la región andina): mestizajes, movilidad social, identidad
cultural, nuevas élites, procesos de acumulación económica. Ni los
movimientos sociales, ni la evolución del actual proceso de cambio, ni
mucho menos los debates sobre el vivir bien pueden ser analizados sin
tener en cuenta estas cuestiones. Nico Tassi estudia a los
comerciantes aymaras de la Uyustus y la zona del Gran Poder de La Paz,
pero junto con un grupo de investigadores/as extiende su trabajo al
corredor Iquique- Cobija, donde hay ubicada una comunidad de
orinoqueños que llega con sus actividades al mercado brasileño. Su
trabajo incluye una cuestión clave: los vínculos entre los
comerciantes aymaras y China.

        Por su parte, Silvia Rivera cuestiona las visiones puristas
sobre lo indio y postula la existencia de un mestizaje chixi, que
permite salir de la (falsa) disyuntiva entre si “somos todos mestizos”
(lo que a menudo encubre las discriminaciones y desigualdades de
matriz colonial aún no erradicadas) y la búsqueda de indígenas ideales
e idealizados. Jorge Llante estudia a los qamiris (aymaras ricos) de
Oruro y los circuitos económicos y de ascenso y legitimación social en
esa zona tan vinculada a la economía del norte chileno, en tanto que
Cecilia Salazar plantea el rol de la reforma agraria y la revolución
del 52 que introdujo la diarquía propiedad y libertad y habilitó los
procesos posteriores.

        Llanque recuerda que los qamiris orureños llevan a sus hijos a
estudiar a colegios privados como el Alemán o el Americano, “porque
piensan que es la forma de subir, de escalar socialmente”. Y agrega:
“En las entrevistas dicen: Nosotros ¿qué hacemos? Vemos cómo están
haciendo, cómo están trabajando en China, cómo están trabajando en
Europa, etcétera, y decimos cómo podemos usar esto para nosotros”.
Rivera agrega el caso de una familia de “contrabandistas a gran
escala” en la frontera con Perú que mandó a su hijo a estudiar a EEUU
para que aprenda inglés y hoy es parte de una red familiar que importa
legalmente productos de Turquía y Oriente Medio.

        Otros, como apunta Tassi, mandan a sus hijos a Shanghái o
Guangzhou... “Entonces hay todo un manejo muy consciente de la
tecnología y una división del trabajo -prosigue Rivera-, en el que los
viejos están a cargo de las redes sociales, de los códigos simbólicos,
de los aynis y todo eso, y los jóvenes son hachas en la nueva
tecnología, que también entre ellos alimenta redes”.

        Es cierto, como dice Llanque, que todo esto se hace desde las
propias lógicas andinas, pero no habría que exagerar con la retórica.
Cuando alguien dice “mi plata por ejemplo es hembra, entonces como es
hembra tiene que producir”, ¿eso es andino? Más allá del sexo de la
plata (o del dinero, que sería masculino), me hizo acordar a la
fórmula D-M-D (dinero-mercancía dinero) de Marx. También habría que
tener cuidado en construir un capitalismo “individual”, excesivamente
“robinsoneano” a la hora de contraponerlo a las redes de economías
familiares.

        Silvia Rivera plantea con claridad las ambivalencias de estos
procesos en términos emancipatorios y sus dudas al respecto, dejando
el final abierto. El caso de los talleristas en Buenos Aires, que
mantienen vínculos con sus comunidades de origen es uno de los temas
más espinosos, dada la existencia de trabajo semiesclavo.

        Se trata, no obstante, de un tema apasionante, vinculado a las
globalizaciones no hegemónicas (según el término utilizado por el
brasileño Gustavo Lins Ribeiro), que al mismo tiempo subvierte y se
subsume en el capitalismo global. Un capitalismo flexible al extremo
que, como señala Tassi, hace que algunos comerciantes aymaras pinten
sus comercios con el logo de LG o Samsung cuando está por llegar el
representante (para mostrar que cumplen con el contrato de
exclusividad) para despintarlos y repintarlos después para mantener
sus lógicas aymaras de no poner nunca todos los huevos en la misma
canasta. Quizás en futuros trabajos debería incorporarse la fuerte
expansión pentecostal (continuando la línea de los trabajos de A.
Canessa comparando pentecostalismo e indianismo o Víctor Hugo Frías
con Mistis y mocochinches. La cuestión pentecostal en América Latina
parece atraer solamente a los sociólogos o antropólogos de la religión
cuando es un tema central para pensar los sujetos populares del siglo
XXI).

        Son cuestiones que las ciencias sociales ya no pueden dejar de
analizar, pero tampoco pueden estar fuera de los análisis políticos, y
las izquierdas, hasta ahora, no parecen entender mucho de qué se
trata.

        Pablo Stefanoni es periodista.