¿Por qué se contradice el Vicepresidente?

Al referirse al “día de la descolonización” Álvaro García Linera sostenía que: “El país se ha descolonizado económicamente. No dependemos de ningún país del mundo para definir nuestro destino económico, para invertir, construir, pagar los salarios. No dependemos de ningún poder extranjero, no le pedimos el favor a nadie para definir lo que hacemos con nuestro país, hemos nacionalizado nuestros recursos naturales” (La Razón 12/10/2012).
Esta declaración contrasta con otra anterior
que, el mismo vicepresidente, realizó en ocasión del 5º Congreso Internacional Bolivia
Gas y Energía, donde decía: “Ya van cuatro meses [de vigencia del incentivo
petrolero], compañero Delius, y todavía no veo nada, no estoy viendo movimiento
en el área petrolera. Con usted hemos
trabajado ese acuerdo, sería muy importante que
las empresas, así como lo dijeron cuando hemos trabajado con ellas para mejorar
este tema, muestren la voluntad de producir mayores volúmenes de petróleo. Necesitamos
más gas, pero también petróleo” (La
Razón 24/08/2012)
No es una contradicción menor, en agosto, luego
de anotar que hay ventajas otorgadas a las petroleras y acuerdos incumplidos
por ellas, implícitamente, señalaba que dependemos de “la voluntad de producir”
de las mismas; en cambio, en octubre, explícitamente, señala que “no dependemos
de ningún poder extranjero”.
Antes de responder nuestra interrogante es
necesario realizar algunas anotaciones. Primero, que, aunque existen varios
datos y muchos ejemplos que podrían refutar las aseveraciones referidas a la “descolonización
económica”, resalta que las mismas no son aplicables al sector petrolero,
justamente al sector que se supone ha sido
completamente nacionalizado; en cambio, las
afirmaciones dirigidas al empresariado petrolero son crudamente reales. Veamos:
Es cierto que YPFB Corporación está invirtiendo
en las plantas separadoras de líquidos, en la extensión y conexión domiciliara
de las redes de gas natural, en la planta de urea y amoniaco, todas inversiones
necesarias e importantes, pero, la inversión en
exploración y explotación, núcleo que determina
el ritmo y desarrollo de toda la industria, exceptuando el esfuerzo de YPFB
Chaco y la reciente operación de Itaguazurenda, es ínfima. Al parecer se olvida
que sólo el control y operación de ese núcleo otorga la base y garantiza el
logro de la soberanía energética. Por ello, a seis años de una tímida
nacionalización de los hidrocarburos, casi el 85% de las
reservas y poco más del 70% de la producción
están en campos operados por las transnacionales petroleras, en campos donde
los objetivos a lograrse, los montos de inversión y las actividades son
definidas por este “poder extranjero” y no por YPFB.
Lo grave, que parece no haberse enterado el
vicepresidente, es que no hay la intención de cambiar esta situación. Los
actuales ejecutivos de YPFB Corporación, en vez de conformar una empresa
estatal capaz de dirigir y operar el núcleo de la industria, en vez de ir
tomando bajo su dominio la exploración y explotación petroleras, han colocado
en
oferta internacional 3,98 millones de hectáreas
con potencial hidrocarburífero, y se han dado a la tarea de “colarse” a cuanto evento
internacional encuentren para, además de las áreas de exploración, ofrecer
retornos de inversión rápidos, incentivos a la
producción, legislación favorable, etc.
Lo segundo es que la frase proclamando la
descolonización económica estaba dirigida a todo el país y a la población en
general; en este escenario lo que importa es mantener las formas del “proceso
de cambio”, idealizar la “revolución democrático cultural”, ensalzar la “descolonización
en marcha”. No importa que el discurso no corresponda
con la realidad, como bien caracterizó Carlos
Medinaceli, algo propio de la intelectualidad boliviana dedicada a la política
es querer “con palabras realizar los hechos”, actitud en la que además subyace
un desprecio olímpico por la gente común, a la cual asumen incapaz de darse
cuenta de sus embustes.
Lo tercero es que la frase dirigida al
“compañero Delius” fue vertida en un escenario empresarial, en un escenario
donde las transnacionales petroleras tienen la batuta. Allí no se trata de
cambiar la realidad a fuerza de las palabras, sino de informar que lo exigido
por los “poderes extranjeros” ha sido realizado, de quejarse levemente que
esos poderosos no están cumpliendo lo acordado,
de pedirles sutilmente tengan la “voluntad” y nos hagan “el favor” de producir
petróleo. Esto me hace recuerdo a otra característica de este tipo de intelectualidad,
que en su tiempo también anotó Medinaceli: “idealistas en las palabras e
inescrupulosas en los hechos”.
Intentando una respuesta a la interrogante con
que inicia esta nota podríamos decir que tergiversar los hechos, sublimar el
discurso ante quienes se dice servir, comportarse dócilmente ante quienes verdaderamente
tienen el poder, es propio de las burocracias en el poder, especialmente de las
intelectualizadas. Cuyo prototipo, allá
por el siglo XIX, eran los doctorcitos de
Charcas a los cuales la picardía chuquisaqueña, en función de su particular
atuendo tipo esmoquin con faldones, había bautizado como “huayralevas” (huayra=viento;
leva=chaqueta); y cuyas prácticas y comportamientos
Carlos Medinaceli identificó como Huayralevismo.
Siendo un poco más incisivo podría decirse que
el comportamiento y el discurso contrapuestos de Álvaro García Linera se
explican porque no ha logrado superar, en sus términos, “descolonizarse” de las
taras propias de las burocracias gubernamentales. O peor, porque ha sido cooptado
por las clases detentadoras del poder, situación que no lo
convierte en uno de ellos, sino en el prototipo
del huayraleva del siglo XXI.