Con grandes titulares del diario El Deber y abundante como
sostenido eco posterior, la pasada semana se supo que nuestro Presidente se volvió
millonario. En efecto, Evo Morales tiene actualmente un patrimonio neto de 2,7
millones de bolivianos, según la declaración jurada del Mandatario ante la Contraloría. Si
consideramos que cuando
asumió la Presidencia, en 2006, declaró un patrimonio de
779.000 bolivianos, Evo, literalmente, se hizo millonario en el Gobierno.
En tono de denuncia, tanto El Deber como varios
de políticos opositores destacaron que la fortuna del Mandatario se triplicó en
casi siete años. Por ejemplo, la senadora Centa Rek, de Convergencia Nacional
(CN) declaró a la agencia EFE que el gobernante debe “dar una explicación”.
“El salario que él (Morales) percibe es muy bajo
– dijo la senadora-. Lo mismo pasa con los legisladores y nos consta que ese
salario no permite ahorrar e incluso es insuficiente para enfrentar los gastos mensuales.
Por lo que el Presidente debería explicar cómo ha logrado triplicar su
patrimonio en este tiempo”.
El líder de Unidad Nacional, Samuel Doria
Medina, declaró que el incremento del patrimonio del Mandatario no se explica.
Dijo que sólo alcanzaría ese aumento si Evo no hubiese hecho gasto personal
alguno y hubiera ahorrado todo su salario.
Morales gana un sueldo mensual de 15.000
bolivianos. Ha asegurado reiteradamente que no tiene otros ingresos. Para
marcar distancia de sus antecesores ha señalado que éstos gozaban de gastos
reservados de hasta 10.000 dólares mensuales.
Las respuestas a esas críticas no fueron del
todo afortunadas. La ministra de Comunicación, Amanda Dávila aclaró: “Es un
patrimonio que aumenta solamente por la revalorización de sus bienes” y luego
optó por una frase sensiblera: “Es el Presidente que menos gana respecto a los
países vecinos, es uno de los más pobres de América Latina”.
Evo añadió otra fuente para justificar el aumento
de su riqueza. El jueves, el Mandatario dijo que su patrimonio se incrementó
gracias a los regalos que recibe en sus visitas a las regiones del país. Citó entre
ellos los más de 500 ponchos que tienen un valor calculado de 100 mil dólares. La
polémica resulta intrigante de ida y vuelta. Sorprende, por
ejemplo, la acuciosidad que la fortuna de Evo
despertó en ciertos sectores y personalidades, frente al silencio que guardaban
en otros tiempos. Las fortunas de Gonzalo Sánchez de Lozada, Hugo Banzer, Jorge
Quiroga, etc. no despertaron esa animosidad ni en políticos ni en medios, salvo
excepciones. ¿Por qué? Denuncias puntillosas como el libro “La fortuna del
Presidente”, de Andrés Soliz Rada, no los
motivaron, como ahora, a salir a la palestra. No
se pasó más allá del comentario, pese a que en estos casos hablamos de cientos
de millones de dólares sin explicación.
Sin embargo, sorprende también la actitud de las
autoridades del Gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS). Nuevamente, como
en ya más de una oportunidad, las respuestas a lo revelado, esta vez por El Deber,
carecieron de sobriedad y precisión. Sobró un tonito agresivo que empieza a
hacerse característico de las aclaraciones oficiales. ¿Costaba mucho una
explicación formal, impresa y detallada que habría
borrado toda susceptibilidad y dejado mal
parados a los opositores?
Sin embargo, algo que ha sorprendido de la
gestión actual es que una vez más no haya trabajado una Ley de Investigación de
Fortunas. Era una demanda sostenida, que incluyó propuestas concretas, durante
la era neoliberal y se esperaba sea satisfecha en tiempos del “cambio”. Ha
resultado admirable cómo más allá de la imposibilidad de extraditar a Sánchez
de Lozada que no se le haya incautado un solo bien. Resulta
indignante que no se haya hecho nada en relación
a las fortunas que más de un ex político ostenta hoy en Bolivia. Muchas no
cuadran ni con 10 mil dólares de gastos reservados y algunas se las exhiben
desde las mismas celdas de Chonchocoro o San Pedro.
¡Vaya fortuna que tienen los ex presidentes y
sus ex ministros!
¿Sucederá así en el futuro?