
Los marxistas
fanfarrones intentan convertir la teoría de Marx en una
llave maestra universal ignorando las demás
esferas del conocimiento.
La dialéctica y el materialismo son los
elementos básicos del
conocimiento marxista del mundo, pero esto no
significa que puedan
aplicarse a cualquier campo del conocimiento.
Para “conocer, prever y
actuar”, la ciencia natural constituye
indiscutiblemente la herencia
cultural más valiosa.
La sociedad humana no se ha desarrollado de
acuerdo con un plan o
sistema dispuesto previamente, sino empíricamente,
a través de un
largo, complicado y contradictorio batallar de
la especie humana por
la existencia y, luego, por conseguir un dominio
cada vez mayor sobre
la Naturaleza. En
ese marco, explica León Trotsky, la cultura es el
producto de la lucha del hombre por la
supervivencia, por la mejora de
sus condiciones de vida y por el aumento de
poder.
Ante la necesidad de conocer la Naturaleza para
subvenir a sus
necesidades, cada sociedad se ha constituido
sobre determinados
métodos para asegurarse la existencia, que se
han ido modificando
siguiendo el desarrollo de la técnica y de las
fuerzas productivas. La
ideología de la sociedad humana se formó como un
reflejo de esto y
como instrumento de reflejos sociales
condicionados en último término
por las necesidades de la lucha del hombre
colectivo contra la
Naturaleza, define Trotsky.
En su proceso de adaptación a la Naturaleza, en
conflicto con las
fuerzas exteriores hostiles, la sociedad humana
se ha conformado como
una compleja organización clasista que ha
determinado en alto grado el
contenido y la forma de la historia humana, es
decir, las relaciones
materiales y sus reflejos ideológicos. La
sociedad esclavista, la
feudal, la burguesa, han engendrado su cultura
correspondiente,
diferente en sus distintas etapas y con multitud
de formas de
transición. La cultura ha sido el principal
instrumento de opresión de
clase, pero no por eso debemos estar en contra
de toda la cultura del
pasado, afirma Trotsky.
Cuando hablamos de la cultura acumulada por las
generaciones pasadas
pensamos fundamentalmente en sus logros
materiales, en la forma de los
instrumentos, en la maquinaria, en los
edificios, en los monumentos...
todas formas materiales en las que se ha ido
depositando la cultura
material. Pero la parte más preciosa de la
cultura es la que se
deposita en la propia conciencia humana, los
métodos, costumbres,
habilidades adquiridas y desarrolladas a partir
de la cultura material
preexistente y que, a la vez que son resultado
suyo, la enriquecen.
Así, la técnica es la principal conquista de la Humanidad, y la
ciencia es una enorme reserva de conocimientos y
técnicas acumuladas.
El trabajo científico se alimenta
fundamentalmente de la necesidad de
lograr el conocimiento de la Naturaleza, y cada
ciencia es una
acumulación de conocimientos basados sobre una
experiencia relativa a
la materia y a sus propiedades, sobre una
comprensión generalizada de
los medios de someter esta materia a los
intereses y a las necesidades
del hombre.
El valor de la ciencia reside precisamente en
conocer las propiedades
de la materia y sus relaciones objetivas. Sólo
esto libra seriamente a
las ciencias naturales de las distorsiones y de
las falsas
interpretaciones y falsificaciones, como ocurre
en la investigación
social. Según León Trotsky, las ciencias
sociales se dedicaron
primeramente a justificar la sociedad surgida
históricamente, a fin de
preservarla contra los ataques de las “teorías
destructoras”, etc. De
aquí emana el papel apologético de las ciencias
sociales oficiales de
la sociedad burguesa y ésta es la razón por la
que sus resultados son
de escaso valor. Sin embargo, de la filosofía
creada por la sociedad
de clases debemos tomar dos elementos
inapreciables: el materialismo y
la dialéctica. Gracias a la combinación orgánica
de ambos, Marx creó
su método y levantó su sistema.
La dialéctica y el materialismo son los
elementos básicos del
conocimiento marxista del mundo, pero esto no
significa que puedan ser
aplicados a cualquier campo del conocimiento
como si se tratara de una
llave maestra. La dialéctica no puede ser
impuesta a los hechos, sino
que tiene que ser reducida de ellos, de su
naturaleza y desarrollo. La
dialéctica es “materialista” porque sus raíces
no están en el cielo ni
en las profundidades del “libre albedrío”, sino
en la realidad
objetiva, en la naturaleza, recalca Trotsky.
La dialéctica no es una ficción ni una mística,
sino una ciencia de
las formas de nuestro pensamiento en la medida
en que éste no se
limita a los problemas cotidianos de la vida y
trata de llegar a una
comprensión de procesos más profundos y
complicados. El pensamiento
dialéctico analiza todas las cosas y fenómenos
en sus cambios
continuos, a la vez que determina en las
condiciones materiales de
aquellos cambios el momento crítico en que “A”
deja de ser “A”.
El pensamiento vulgar opera con conceptos como
capitalismo, moral,
libertad, estado obrero, etc., y su vicio
fundamental radica en el
hecho de que quiere contentarse con fotografías
inertes de una
realidad en eterno movimiento. No hay un capitalismo
en general, sino
un capitalismo dado, en una etapa dada de
desarrollo. No hay estado
obrero en general, sino un estado obrero dado,
en un país atrasado,
dentro de un cerco capitalista, etc.
El pensamiento dialéctico da a los conceptos
-por medio de
aproximaciones sucesivas- correcciones,
concreciones, riqueza de
contenido y flexibilidad; incluso, hasta cierta
suculencia que en
cierta medida los aproxima a los fenómenos
vivientes. Según Trotsky,
incluso el pensamiento dialéctico es solamente
una de las formas de
expresión de la materia cambiante.
* Discursos pronunciado por León Trotsky,
presidente del Consejo
técnico y científico de la Industria ante el
Congreso de Mendeleyev,
17 de septiembre de 1925 y en el primer Congreso
de Amigos de la
Radio, 1 de marzo de 1926.