DOMESTICADA Y VENAL

Según informa “La Nación” (2/11), 28 senadores de la oposiciòn (16 de la UCR, 7 peronistas “disidentes” y 5 del “frente progresista” hegemonizado por los gorilas del Partido Socialista) firmaron una declaración comprometiéndose a rechazar una eventual reforma de la Constitución, es decir, comprometiéndose a hacer lo posible para que CFK no tenga la oportunidad de presentarse para ser reelegida. Al enterarse de la declaración, los diputados macristas se apresuraron a dar su apoyo. Días atrás el ex militante del PRT Humberto Tumini escribió en “Clarín” una columna contra la “re-reelección”, al tiempo que los partidos de la ultraizquierda que conforman el “frente de izquierda” también expresaron su oposición.
Naturalmente, las razones de la partidocracia demoliberal para oponerse a una nueva candidatura presidencial de CFK son de orden táctico y de naturaleza oportunista: para tener la posibilidad de derrotar electoralmente al kirchnerismo, creen que es necesario que CFK no sea la candidata. El decano de la Facultad de Ciencias Sociales, S. Caletti, decía hace poco en el programa de Gustavo Silvestre que el oficialismo no tiene otro candidato presentable más que la Presidenta. ¡Si esto piensan los oficialistas, qué no pueden pensar los opositores!
¿Hay que apoyar la re-reelección?
Ahora bien, ¿qué deberíamos hacer nosotros? ¿Deberíamos sumarnos al coro partidocrático anti-reeleccionista? ¿O deberíamos acompañar a los ultra-K como Diana Conti propugnando una reforma constitucional y una “Cristina eterna”.
Ni una cosa ni la otra. Debemos empezar por plantear correctamente el tema. A la hora de tomar posiciòn respecto de la “re-reelección” hay que distinguir dos aspectos que son diferentes: 1) el derecho democrático que pueda tener la Presidenta para presentarse como candidata y su contracara: el derecho democrático de los trabajadores y del conjunto del pueblo a elegir a quien deseen elegir; 2) la conveniencia de que la Presidenta sea re-elegida. Respecto del primer punto, nosotros debemos pronunciarnos a favor: defendemos el derecho del kirchnerismo a presentar como candidato presidencial a quien el kirchnerismo considere más representativo de sus posiciones, y defendemos el derecho de los electores a elegir a quien deseen elegir. Si esa persona es CFK, entonces es legítimo que CFK sea la candidata presidencial del kirchnerismo. Respecto del segundo punto, debemos decir que nosotros no somos kirchneristas, es decir, que no acordamos con un programa con envoltorio “nacional-popular” y con contenido desarrollista, y que por esa razón no votaríamos a CFK ni a ningún otro candidato oficialista. Esta razón podría sintetizarse así: las necesidades emancipatorias de la Patria y del Pueblo estàn muy por delante de los ritmos y de la direccionalidad que imprime a la lucha política el gobierno.
Sin embargo, las razones oportunistas de los políticos partidocráticos no son las únicas que pesan a la hora de oponerse a la “re-reelección”. El mismo diario “La Nación” publica una nota de opinión firmada por el mexicano Enrique Krauze que se titula “Decálogo del populismo”. Krauze, que es un ideólogo pro-imperialista que nada tiene que envidiarle a los editorialistas de la familia Mitre o de Magnetto, empieza diciendo que “populista quintaesencial fue el general Juan Domingo Perón, quien quería erigirle a Mussolini un monumento en cada esquina”, lo cual constituye toda una novedad para los argentinos, que no sabíamos que Perón tuviera tales intenciones. Luego se dedica a exponer lo que considera “los diez rasgos específicos del populismo”. Son los siguientes.
“Decálogo del populista” según un miserable plumífero demoliberal
1) El populismo exalta al líder carismático. Ciertamente, los regímenes llamados “populistas” se distinguen por la relaciòn especial que se entreteje entre un caudillo o líder y las masas populares. Esta relación atraviesa “transversalmente las llamadas “insitituciones republicanas”. Para Krauze esto es una suerte de pecado mortal. Para nosotros, revolucionarios socialistas y antiimperialistas, constituye el modo concreto a través del cual las fuerzas sociales subalternas intentan sortear las edificaciones institucionales que se han creado para eternizar su subalternidad.
2) El populista se apodera de la palabra .Esta afirmación es una típica estupidez de periodista superficial y, por añadidura, profundamente reaccionario. En la dimensiòn lingüística de la vida social, todos los contendientes politicos intentan “apoderarse de la palabra”. Es natural que asì sea. Lo que horroriza a Krauze es que los “populistas” pretendan “expropiarle la palabra” a los aparatos ideológicos que controlan su producción desde siempre, como la prensa venal, el sistema de educaciòn formal, las iglesias institucionalizadas, etc. Es decir: lo que Krauze critica al “populismo” es que se convierta en “la voz de los que no tienen voz”.
3) El populista fabrica la verdad. Esta afimración es primo-hermana de la anterior; es decir, es igualmente estúpida y reaccionaria. La lucha política es por definición, al menos en ciertas dimensiones, una lucha por la “producciòn de la verdad”. ¿Por què Krauze condena que los “populistas” “fabriquen la verdad” y no le preocupa que quienes la fabriquen sean los aparatos ideológicos que el régimen capitalista semicolonial utiliza con ese propósito?
4) El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. Acá pasamos de la dimensión lingüísitica de la politica a la dimensiòn material. Krauze reprocha que los “populistas” “no tengan paciencia para las sutilezas de la economìa y las finanzas”. Es decir: ¿por què el “Estado populista” va a asignar recursos “discrecionalmente” en favor de los sectores más desposeídos en vez de esperar “con paciencia” que el mercado “derrame” sus efluvios en el momento oportuno? A Krauze, que come en la mesa bien servida de los poderosos, ni se le ocurre pensar que el hambre no espera y que cualquier gobernante que no sea un hijo de puta (como lo son los amigos de Krauze) tiene la obligaciòn de intervenir “discrecionalmente” para resolver las urgenicas alimentarias, educativa, de salud, etc.
5) El populista reparte directamente la riqueza. Afirmaciòn primo-hermana de la anterior: ¿y qué hay de malo en que un gobierno “populista” reparta directamente la riqueza? ¿Acaso debería repartirla “indirectamente”? ¿Acaso deberìa no repartirla? Aunque sea esto lo que más le gustaría, Krauze prefiere atacar por otro flanco: “el populista cobra en obediencia la ayuda que da a los pobres”. No es casual que Krauze ejemplifique con los casos de Evita y de Chávez. Debería pensar que si la gente vota a Chávez y ama a Evita a más de 50 años de su muerte no es por “obediencia” sino porque ve en ellos un tipo humano exactamente opuesto al de Krauze y sus amigos biencomidos.
6) El populista alienta el odio de clases. Acá pasamos de los planos lingüísitico y material de los puntos anteriores al plano inferencial: para Krauze y para todos los ideólogos de las clases dominantes, lo malo del “populismo” es que contribuye a despertar la conciencia colectiva mostrándoles a los oprimidos que los autodenominados “dirigentes” son en realidad sus opresores. Julio Irazusta, un nacionalista oligárquico argentino hoy olvidado, había expuesto este argumento mucho ante que Krauze, en el instante caracterizar al peronismo: “no hizo una revolución nacional sino una revoluciòn social”, reprochaba Irazusta a Perón, y justificaba así que los “nacionalistas” se hubieran sumado al frente cipayo de izquierdas y derechas que dio el golpe de 1955.
7) El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales. Argumento primo-hermano del anterior: Krauze desearía que ningún gobierno, en ninguna circunstancia, movilizara a “los grupos sociales”. La razón es que cuando los “grupos sociales” se movilizan no es sino para defender sus derechos frente a quienes han convertido en “cosa juzgada” su arrebatamiento. Es entonces cuando se torna amenazante la perspectiva de la “revolución social”, como temía Irazusta.
8) El populista fustiga al enemigo exterior. Es el argumento de quienes defienden al imperialismo tratando de hacer creer que el imperialismo no existe, sino que es una entidad fantasmática que està solamente en la cabeza de ciertos “paranoicos” o “conspiracionistas”. ¡Que vaya Krauze a explicarles a los libios o a los iraquìes que no hay tal “enemigo exterior”. ¡Que se lo vaya a explicar a los chilenos que hoy conocen cómo intervino la CIA en el derrocamiento de Allende! Uno se pregunta: ¿Krauze es estúpido, se hace el estúpido o pretende tomarnos por estúpidos?
9) El populismo desprecia el orden legal. ¿Y qué pretende Krauze? ¿Que un règimen que trata de vehiculizar las demandas insatisfechas de los desposeídos respete el mismo edificio legal que fue pergeñado para garantizar la insatisfacciòn de esas demandas? Además, ¿respetan el “orden legal” los enemigos del “populismo” cuando los “populistas” accedieron al gobierno? El ejemplo del “populista quintaesencial” pareciera indicar que no es así: él en 1955, y sus sucesores en 1976, fueron derrocados por militares asesorados por abogados y periodistas expertos en defender “el orden legal”, pero tan sólo de palabra, por supuesto.
10) El populismo mina, domina y cancela las instituciones de la democracia liberal. ¡Ojalá así fuera! Lamentablemente, la mayor parte de los regímenes “populistas” no profunidzan la revoluciòn nacional-democrática-antiimperialista hasta el punto de tirar al basurero de la historia las podridas instituciones de la democracia liberal. El “populista quintaesencial”, por ejemplo, reencauzò el proceso revolucionario de 1943/45 en el marco de las instituciones demoliberales a partir de 1946. Krauze y sus amigos deberìan agradecerlo, puesto que debido a estas limitaciones de los “populistas”, ellos pueden todavía seguir infundiendo veneno ideológico a los pueblos de América Latina.
“Antipopulismo”: el fundamento teórico de los anti-reeleccionistas
La importancia del texto de Krauze, sugestivamente aparecido en la misma ediciòn de “La Naciòn” que comienza a agitar contra la “re-reelección” de CFK, consiste en que dota de fundamentos teóricos (no meramente “prágmáticos” u oportunistas) al bloque oligárquico-imperialista que en Argentina y en América Latina pretende regresar a los dorados años noventa del “neoliberalismo”. Se trata de un fundamento teórico preñado de ideologìa reaccionaria y hasta racista (por ejemplo, Krauze atribuye sarmientinamente a nuestras “raíces españolas” la persistencia del “populsmo latinioamericano”). Pero así y todo esta “crítica teórica” del “populismo” es más de lo que podría salir de la cabeza de personajes como Reutemann, Macri, Patricia Bullrich, Hermes Binner y otros mercachifles de la política partidocràtica. Krauze se convierte, en definitiva, en uno de los ideólogos de los caceroleros que anuncian su próxima irrupción el 8 de noviembre.