
Este viernes pasado, como tantos otros viernes de este año
que está a
punto de concluir, el almuerzo venía con
sorpresa: el gobierno no iba
a revalorizar las pensiones de los jubilados por
la pérdida de poder
adquisitivo acumulada durante el año 2012. Eso
significaba,
básicamente, que todos ellos iban a perder para
siempre casi un 2% de
su poder adquisitivo (la diferencia entre la
subida del 1% decretada
para 2012 y la tasa de inflación a noviembre de
este año, que era del
2,9%). Eso sí, para el próximo año, las
pensiones inferiores a mil
euros subirían un 2% y un 1% las superiores a
ese importe. Dicho lo
cual, el gobierno y el partido que lo respalda
desplegaba toda su
batería retórica para infundir espíritu de
responsabilidad entre los
jubilados y hacerles entender que la decisión no
era culpa del
gobierno y venía impuesta por la realidad, en
palabras del propio
presidente del gobierno.
Tanta desfachatez cansa. Creo que habría que
recordarle a Mariano
Rajoy qué nos dice la realidad porque igual hay
una parte de esa
realidad a la que él no le presta excesiva
atención, a pesar de ser la
que más la merece.
La realidad nos dice que la medida de
revalorización hubiera supuesto
4 mil millones de euros que, al parecer, no
tenemos; pero la realidad
también dice que, desde que comenzó la crisis,
se han aprobado ayudas
directas para salvar a los bancos por valor de
216 mil millones de
euros, es decir, el 21% del PIB o, lo que es lo
mismo, que lo que se
ha dedicado a salvar a la banca equivale a 54
veces lo que supondría
la revalorización de las pensiones. Al parecer,
la realidad sí que
daba para una cosa, pero no para la otra.
Pero, además, la realidad también nos decía este
lunes pasado que
somos, junto a Rumanía y Bulgaria, el país de la Unión Europea con un
mayor porcentaje de población en riesgo de
pobreza, el 21,8%; es
decir, incluso después de producirse todas las
transferencias sociales
por parte del Estado para tratar de paliar esa
situación, casi 12,5
millones de personas se encontraba en riesgo de exclusión
social en
2011. Esto es completamente lógico si tenemos en
cuenta que España es
el país de la UE-27 en donde más están creciendo las
desigualdades
sociales: si antes de la crisis el 20% de la
población más rica
ingresaba 5,3 veces lo que ingresaba el 20% de
la población más pobre,
en 2011 esa proporción había subido hasta 6,8
veces, cuando la media
europea es del 5,1 o la de Alemania es de 4,5.
Como pueden imaginarse, estos datos son una
expresión inequívoca de lo
que está suponiendo la crisis para España y,
especialmente, para sus
grupos sociales más desprotegidos: una
transición acelerada y sin
paracaídas hacia la pobreza y el subdesarrollo.
Pero si seguimos indagando un poquito más sobre
la realidad, Eurostat
también nos dice que casi el 21% de las personas
mayores de 65 años se
encontraban, después de haber recibido su
pensión, por debajo del
umbral de pobreza. Esto también es comprensible
si tenemos en cuenta
que, según datos del Ministerio de Trabajo y de
la Seguridad Social,
el 43,6% de los jubilados cobra una pensión
inferior a 641 euros o que
la pensión más frecuente, la que cobran más de
885 mil jubilados, se
sitúa entre los 550 y los 600 euros y miles de
ellos tienen a varios
familiares sin ingresos a su cargo.
Así que tampoco es de extrañar que el 73% de los
españoles tema no
tener suficiente dinero para poder jubilarse e
integren el grueso de
ese 11% de europeos que piensan que no va a
poder jubilarse nunca. Y
los que se jubilen siempre podrán seguir el
modelo alemán, la nueva
tierra de las oportunidades, en donde casi 800
mil jubilados, 120 mil
de ellos mayores de 75 años, trabaja en un
“minijob” por 400 euros
mensuales para complementar su pensión y
realizando tareas tan
gratificantes como repartir periódicos o reponer
productos en las
estanterías de los supermercados.
Y si esa es la situación de muchos jubilados que
dependen de su
pensión pública, para aquéllos que tuvieron la
posibilidad de ahorrar
durante su vida activa y han caído en la trampa
de los planes de
jubilaciones privados el panorama tampoco es muy
halagüeño: en el
último año, sólo un 16% de los 1.199 planes de
pensiones privados
existentes en el país obtenían una rentabilidad
por encima del 1,9%
que era la tasa de inflación interanual en junio
(así que el
porcentaje se habrá reducido significativamente
si tenemos en cuenta
la tasa de inflación del 2,9% de noviembre); el
resto, la gran
mayoría, perdía poder adquisitivo cuando no
directamente sufría
minusvalías. Pero, claro, para difundir esto
último los bancos e
instituciones financieras no dedican tantos
recursos como a sufragar
trabajos académicos para “demostrar” que el
sistema público de
pensiones no es sostenible, algo completamente
falso como he defendido
en otros escritos.
Así que, cansado de tanta visión sesgada de la
realidad como la que
muestra el presidente del Gobierno, sólo me
queda decir que, si hace
unos días escribía ante el brutal incremento de
la tasa de pobreza
infantil que con los niños no se juega, ahora es
el momento de
reivindicar que, sobre todo por respeto a
nosotros mismos, tampoco se
puede jugar con los mayores.