
Fidel Castro, en esta entrevista
con el periodista Ignacio Ramonet, destaca la importancia de militares
nacionalistas en los procesos revolucionarios de los países de América Latina,
destacando el rol del General Lázaro Cárdenas en México, General Juan Velazco
Alvarado en Perú y Comandante Hugo Chavez en Venezuela. A ellos se deberá
agregar, en el caso boliviano, a los Generales Alfredo Ovando y Juan José
Torres.
Yo había llegado a Cuba cuatro días antes. Venía de la Feria de Guadalajara
(México) donde estuve presentando mi nuevo libro Hugo Chávez. Mi primera vida (1), conversaciones con el líder de la
revolución bolivariana. En La
Habana, se estaba celebrando con inmenso éxito, como cada año
por estas fechas, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Y
su director, Iván Giroud, tuvo la gentileza de invitarme al homenaje que el
Festival deseaba rendirle a su fundador, Alfredo Guevara, un auténtico genio
creador, el mayor impulsor del cine cubano, fallecido en abril de 2013.
Como siempre cuando llego a La
Habana, había preguntado por Fidel. Y a través de varios
amigos comunes le había transmitido mis saludos. Hacía más de un año que no lo
veía. La última vez había sido el 10 de febrero de 2012 en el marco de un gran
encuentro “por la Paz
y la preservación del Medio Ambiente”, organizado al margen de la Feria Internacional
del Libro de La Habana,
en el que el Comandante de la revolución cubana conversó con una cuarentena de
intelectuales (2).
Se abordaron, en aquella ocasión, los temas más diversos, empezando por el
“poder mediático y la manipulación de las mentes” del que me tocó hablar en una
suerte de ponencia inaugural. Y no se me olvida la pertinente reflexión que
hizo Fidel al final de mi exposición: “El problema no está en las mentiras que
los medios de comunicación dominantes dicen. Eso no lo podemos impedir. Lo que
debemos pensar hoy es cómo decimos y difundimos nosotros la verdad”.
Durante las nueve horas que duró esa reunión, el líder cubano impresionó a su
selecto auditorio. Demostró que, a sus entonces 85 años de edad, conservaba
intacta su vivacidad de espíritu y su curiosidad mental. Intercambió ideas,
propuso temas, formuló proyectos, proyectándose hacia lo nuevo, hacia el
cambio, hacia el futuro; sensible siempre a las transformaciones en curso del
mundo.
¿Cuán cambiado lo hallaría ahora, diecinueve meses después? Esto me preguntaba
yo a bordo del vehículo que me acercaba a él. Fidel había hecho pocas
apariciones públicas en las últimas semanas y había difundido menos análisis o
reflexiones que en años anteriores (3).
Llegamos. Acompañado de su sonriente esposa, Dalia Soto del Valle, Fidel me
esperaba a la entrada del salón de su casa, una pieza amplia y luminosa abierta
sobre un soleado jardín. Lo abracé con emoción. Se le veía en estupenda forma.
Con esos ojos brillantes cual estiletes sondeando el alma de su interlocutor.
Impaciente ya de iniciar el diálogo, como si se tratase, diez años después, de
proseguir nuestras largas conversaciones que dieron lugar al libro Cien horas
con Fidel (4).
Aún no nos habíamos sentado y ya me formulaba infinidad de preguntas sobre la
situación económica en Francia y la actitud del Gobierno francés... Durante dos
horas y media, charlamos de todo un poco, saltando de un tema a otro, como
viejos amigos. Obviamente se trataba de un encuentro amistoso, no profesional.
Ni grabé nuestra conversación, ni tomé apunte alguno durante el transcurso de
ella (5). Y este relato, además de dar a conocer algunas reflexiones actuales
del líder cubano, sólo aspira a responder a la curiosidad de tantas personas
que se preguntan, con buenas o malas intenciones: ¿cómo está Fidel Castro?
Ya lo he dicho: estupendamente bien. Le pregunté por qué aún no había publicado
nada sobre Nelson Mandela, fallecido hacía ya más de una semana. “Estoy en ello
–me declaró–, terminando el borrador de un artículo (6). Mandela fue un símbolo
de la dignidad humana y de la libertad. Lo conocí muy bien. Un hombre de una
calidad humana excepcional y de una nobleza de ideas impresionante. Es curioso
ver cómo los que ayer amparaban el Apartheid, hoy se declaran admiradores de
Mandela. ¡Qué cinismo! Uno se pregunta, si únicamente tenía amigos, ¿quién
entonces metió preso a Mandela? ¿Cómo el odioso y criminal Apartheid pudo durar
tantos años? Pero Mandela sabía quiénes eran sus verdaderos amigos. Cuando
salió de prisión, una de las primeras cosas que hizo fue venir a visitarnos.
¡Ni siquiera era todavía presidente de Sudáfrica! Porque él no ignoraba que sin
la proeza de las fuerzas cubanas, que le rompieron el espinazo a la elite del Ejército
racista sudafricano en la batalla de Cuito Cuanavale [1988], y favorecieron así
la independencia de Namibia, el régimen del Apartheid no se hubiese derrumbado
y él se hubiera muerto en la cárcel. ¡Y eso que los sudafricanos poseían varias
bombas nucleares, y estaban dispuestos a utilizarlas!”
Hablamos después de nuestro amigo común Hugo Chávez. Sentí que aún estaba bajo
el dolor de la terrible pérdida. Evocó al Comandante bolivariano casi con
lágrimas en los ojos. Me dijo que se había leído, “en dos días”, el libro Hugo Chávez. Mi primera vida.
“Ahora tienes que escribir la segunda parte. Todos queremos leerla. Se lo debes
a Hugo”, añadió. Ahí intervino Dalia para señalarnos que ese día (13 de
diciembre), por insólita coincidencia, se cumplían 19 años del primer encuentro
de los dos Comandantes cubano y venezolano. Hubo un silencio. Como si esa
circunstancia le confiriera de pronto una indefinible solemnidad a nuestra
visita.
Meditando para sí mismo, Fidel se puso entonces a recordar aquel primer encuentro
con Chávez del 13 de diciembre de 1994. “Fue una pura casualidad –rememoró–. Me
enteré de que Eusebio Leal lo había invitado a dar una conferencia sobre
Bolívar. Y quise conocerlo. Lo fui a esperar al pie del avión. Cosa que
sorprendió a mucha gente, incluido al propio Chávez. Pero yo estaba impaciente
por verlo. Nos pasamos la noche conversando”. “Él me contó –le dije–, que más
bien sintió que usted le estaba haciendo pasar un examen...” Se echa a reír
Fidel. “¡Es cierto! Quería saberlo todo de él. Y me dejó impresionado... Por su
cultura, su sagacidad, su inteligencia política, su visión bolivariana, su
gentileza, su humor... ¡Lo tenía todo! Me di cuenta de que estaba frente a un
gigante de la talla de los mejores dirigentes de la historia de América Latina.
Su muerte es una tragedia para nuestro continente y una profunda desdicha
personal para mí que perdí al mejor amigo...”
“¿Vislumbró usted, en aquella conversación, que Chávez sería lo que fue, o sea el fundador de la revolución bolivariana?” “Él partía con una desventaja: era militar y se había sublevado contra un presidente socialdemócrata que, en realidad, era un ultraliberal... En un contexto latinoamericano con tanto gorila militar en el poder, mucha gente de izquierdas desconfiaba de Chávez. Era normal. Cuando yo conversé con él, hace hoy pues diecinueve años, entendí inmediatamente que Chávez se reclamaba de la gran tradición de los militares de la izquierda en América Latina. Empezando por Lázaro Cárdenas [1895-1970], el general-presidente mexicano que hizo la mayor reforma agraria y nacionalizó el petróleo en 1938...”
Hizo ahí Fidel un amplio desarrollo sobre los “militares
de la izquierda” en América Latina e insistió sobre la importancia, para el
Comandante bolivariano, del estudio del modelo constituido por el general
peruano Juan Velasco Alvarado. “Chávez lo conoció en 1974, en un viaje que
efectuó a Perú siendo aún cadete. Yo también me encontré con Velasco unos años
antes, en diciembre de 1971, regresando de mi visita al Chile de la Unidad Popular y de
Salvador Allende. Velasco hizo reformas importantes pero cometió errores.
Chávez analizó esos yerros y supo evitarlos”.
Entre las muchas cualidades del Comandante venezolano, subrayó Fidel una en
particular: “Supo formar a toda una generación de jóvenes dirigentes; a su lado
adquirieron una sólida formación política, lo cual se reveló fundamental,
después del fallecimiento de Chávez, para la continuidad de la revolución
bolivariana. Ahí está, en particular, Nicolás Maduro con su firmeza y su
lucidez que le han permitido ganar brillantemente las elecciones del 8 de
diciembre. Una victoria capital que lo afianza en su liderazgo y le da
estabilidad al proceso. Pero en torno a Maduro hay otras personalidades de gran
valor como Elías Jaua, Diosdado Cabello, Rafael Ramírez, Jorge Rodríguez...
Todos ellos formados, a veces desde muy jóvenes, por Chávez”.
En ese momento, se sumó a la reunión su hijo Álex Castro, fotógrafo, autor de varios libros excepcionales (7). Se puso a sacar algunas imágenes “para el recuerdo” y se eclipsó luego discretamente.
También hablamos con Fidel de Irán y del acuerdo provisional alcanzado en
Ginebra el pasado 24 de noviembre, un tema que el Comandante cubano conoce muy
bien y que desarrolló en detalle para concluir diciéndome: “Irán tiene derecho
a su energía nuclear civil”. Para, en seguida, advertir del peligro
nuclear que corre el mundo por la proliferación y por la existencia de un
excesivo número de bombas atómicas en manos de varias potencias que “tienen el
poder de destruir varias veces nuestro planeta”.
Le preocupa, desde hace mucho, el cambio climático y me habló del riesgo que
representa al respecto el relanzamiento, en varias regiones del mundo, de la
explotación del carbón con sus nefastas consecuencias en términos de emisión de
gases de efecto invernadero: “Cada día –me reveló–, mueren unas cien personas
en accidentes de minas de carbón. Una hecatombe peor que en el siglo XIX...”
Sigue interesándose por cuestiones de agronomía y botánica. Me mostró unos frascos
llenos de semillas: “Son de morera –me dijo–, un árbol muy generoso del que se
pueden sacar infinitos provechos y cuyas hojas sirven de alimento a los gusanos
de seda... Estoy esperando dentro de un momento a un profesor, especialista en
moreras, para hablar de este asunto”.
“Veo que no para usted de estudiar”, le dije. “Los
dirigentes políticos –me respondió Fidel–, cuando están en activo, carecen de
tiempo. Ni siquiera pueden leer un libro. Una tragedia. Pero yo, ahora que ya
no estoy en la política activa, me doy cuenta de que tampoco tengo tiempo.
Porque el interés por un problema te lleva a interesarte por otros temas
relacionados. Y así vas acumulando lecturas, contactos, y pronto te das cuenta
de que el tiempo te falta para saber un poco más de tantas cosas que quisieras
saber...”
Las dos horas y media pasaron volando. Empezaba a caer la tarde sin crepúsculo
en La Habana,
y el Comandante aún tenía otros encuentros previstos. Me despedí con cariño de
él y de Dalia, particularmente feliz por haber constatado que sigue teniendo
Fidel su espectacular entusiasmo intelectual de siempre.
(1) Ignacio Ramonet, Hugo
Chávez. Mi primera vida, Debate, Barcelona, 2013.
(2) http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/02/11/nueve-horas-de-dialogo-con-el-lider-de-la-revolucion/
(3) Léase, en particular, Fidel Castro: “Las verdades objetivas y los sueños”, Cubadebate, La Habana, 14 de agosto de
2013. http://www.cubadebate.cu/fidel-castro-ruz/2013/08/14/las-verdades-objetivas-y-los-suenos/
(4) Título de la edición cubana de Fidel
Castro. Biografía a dos voces, Debate, Barcelona, 2006.
(5) Todas las citas de Fidel Castro en este artículo son de memoria; no son
textuales. Se trata de una reconstrucción a posteriori basada en los recuerdos
del autor. En ningún caso pueden atribuírsele tal cual a Fidel Castro.
(6) Fidel Castro, “Mandela ha muerto ¿Por qué ocultar la verdad sobre el
Apartheid?”, Cubadebate, 18 de diciembre de 2013. http://www.cubadebate.cu/fidel-castro-ruz/2013/12/19/articulo-de-fidel-mandela-ha-muerto-por-que-ocultar-la-verdad-sobre-el-apartheid/
(7) Léase, en particular: Alex Castro et
al.., Fidel, fotografías,
Ediciones Boloña, La Habana,
2012.