
La innovación tecnológica marca profundamente la dinámica del capitalismo mundial y su forma de organización y de acumulación, y se expresa en la necesidad de que las empresas generen innovaciones como única garantía de sobrevivencia, destruyendo los antiguos sistemas y creando nuevos. El proceso de “destrucción creadora” al que se refirió Joseph Schumpeter para explicar esta dinámica, es definido como la capacidad de transformación industrial que “revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo incesantemente lo antiguo y creando elementos nuevos”[1]. Este fenómeno representa el impulso fundamental que mantiene en funcionamiento el sistema, generando la necesidad de nuevos bienes de consumo, de nuevos métodos de producción o transporte, de nuevos mercados y de nuevas formas de organización industrial creadas por la empresa capitalista. La competencia por nuevas mercancías, nuevas técnicas, nuevas fuentes de insumos, nuevos tipos de organización, determina la superioridad decisiva en relación al costo o a la calidad de la producción, e impacta, no únicamente el margen de lucro de las empresas existentes, sino la propia capacidad de existir de las mismas.
Esta sucesión de transformaciones tecnológicas
afecta el sistema económico en su conjunto y determina los ciclos económicos
(véase el estudio de Nicolai Kondratiev sobre las ondas largas) como parte de
una serie de innovaciones articuladas que constituyen, cada una de ellas, una
revolución industrial. Sin embargo, estas transformaciones no son permanentes,
en un sentido estricto, sino fenómenos discretos separados por períodos de
calma relativa, aun cuando se trata de un proceso continuo. Siempre está en
desarrollo una revolución industrial o la absorción de los resultados de una
revolución, ambos procesos formando parte de un ciclo económico.
Esta dinámica tiene dos implicaciones analíticas
claves:
1. En la medida en que se trata de un proceso
cuyos elementos necesitan de un tiempo considerable para manifestarse en sus
formas verdaderas y efectos definitivos, no tiene sentido estudiarlo en el
corto plazo, sino en un periodo largo de tiempo, es decir, un ciclo o una
sucesión de ciclos económicos;
2. Al tratarse de un proceso orgánico, el
análisis de cualquiera de sus partes aisladamente, puede iluminar ciertos
detalles del sistema, pero no proporciona conclusiones más generales.
El análisis cíclico de la economía, además de
ofrecer instrumentos más rigurosos para comprender la esencia de los procesos
económicos, abre paso al análisis prospectivo y a una mayor capacidad de prever
y anticipar el comportamiento de los ciclos de innovación tecnológica y de la
economía mundial como sistema complejo.
El impacto en América Latina
Al analizar las consecuencias de la onda de
innovaciones tecnológicas en América Latina, el científico argentino Amílcar
Herrera[2] examina el impacto del ciclo de Kondratiev, que se inicia con el fin
de la recesión de los años 30 y culmina a fines de los años 60, como un periodo
de “modernización” en la región y en general en el llamado Tercer Mundo,
correspondiente a la introducción de la onda de innovaciones asociadas a este
ciclo a través, básicamente, de la expansión de las multinacionales.
La estrategia de las multinacionales al difundir
estas tecnologías estuvo asociada al objetivo de expansión del mercado mundial,
al implementar una nueva división internacional del trabajo, que les ofrecía
ventajas importantes: primero, porque era un proceso simple, que representaba
la traducción mecánica de la concepción originada en los países desarrollados
y, segundo, parecía asegurar un crecimiento económico sin cambios esenciales en
la estructura social y económica predominante en los países de la región.
Así, el modelo de industrialización, ampliamente
difundido en la región, fue conducido fundamentalmente para atender las
necesidades de la burguesía y de la clase media con los mismos patrones de
consumo de los países centrales. A fines de este periodo, es decir, a inicios
de los años ochenta, el resto de la población de los países de la región
permanecía en situación similar o peor que en el pasado, con excepción de los
países del Cono Sur. La innovación asociada al ciclo largo anterior no consiguió
mejorar la distribución de la riqueza, como sí ocurrió en los países centrales.
Consecuentemente, mientras que los países centrales entraron en una era
post-industrial, América Latina sufre el impacto de la nueva onda de innovación
tecnológica sin haber conseguido los beneficios del ciclo anterior.
El fracaso de América Latina en beneficiarse
totalmente de la onda anterior de Kondratiev, observa Amilcar Herrera, se debió
al hecho de que las fuerzas sociales hegemónicas fueron incapaces de actuar, o
actuaron con mala fe, al implementar los cambios socio-institucionales
necesarios. La estrategia para enfrentar un nuevo ciclo, implica la
introducción de un conjunto de transformaciones radicales en las estructuras
socio-institucionales vigentes. Un paradigma tecnológico no es un sistema
cerrado cuya evolución está unívocamente determinada, por el contrario, se
trata de un núcleo de conocimientos y elementos básicos tecnológicos que
ofrecen una gran variedad de posibles trayectorias, cuya orientación es, en gran
medida, determinada por el ambiente social y político que desarrolla una
capacidad de toma de decisiones en los campos tecnológicos considerados
críticos para el desarrollo socioeconómico.
Este análisis deja claro que la capacidad de
aprovechamiento de los ciclos de innovación tecnológica en América Latina
depende del desarrollo de una estrategia para orientar los cambios políticos e
institucionales que permitan la toma de decisiones en campos tecnológicos
considerados críticos. El fracaso de la región para beneficiarse de la onda
anterior se debió a la incapacidad de las fuerzas sociales hegemónicas para
introducir el conjunto de transformaciones radicales que las estructuras
socio-institucionales vigentes necesitaban. Esta “incapacidad” tiene que ver, ciertamente,
con el hecho de que los intereses de las clases dominantes en la región
estuvieron históricamente articulados a los intereses de las potencias
hegemónicas. En la base del capitalismo dependiente latinoamericano está el
espíritu colonial de sus clases dominantes, que en gran medida, renunciaron a
una apuesta propia de desarrollo nacional.
El análisis del impacto de la nueva onda
tecnológica iniciada en los años ochenta, en América Latina permitirá observar
con mayor claridad los desafíos científicos y tecnológicos de la región en el
marco de proyectos estratégicos de desarrollo que incorporen los intereses de
las grandes mayorías, de los nuevos sujetos sociales y políticos emergentes.
Ciertamente, en este contexto surgirán nuevas visiones de desarrollo y nuevos
caminos para alcanzarlo.
La actual coyuntura latinoamericana coloca
enormes desafíos para la la región. Tal vez uno de los más importantes sea la
necesidad de elaborar un pensamiento estratégico que permita recuperar la
gestión económica y científica de los recursos naturales que América Latina
posee. Los debates que se viene generando a partir de la UNASUR, cuya Secretaría
General está empeñada en colocar y adensar una agenda que profundice en estos
temas estratégicos, son un paso importante en esta dirección.
La soberanía sobre estos recursos naturales
significa enfrentar una política articulada de dominación y apropiación de los
mismos, política que marca profundamente la estrategia de los países
hegemónicos, y que se desdobla en estrategias económicas, políticas y
militares. Los elementos centrales del pensamiento estratégico de Estados
Unidos en el área científica da una dimensión clara de cuáles son los intereses
geopolíticos de éste país en la región. El Plan de Ciencia para la década 2007 a 2017 está
desarrollado en el documento Facing Tomorrows Challenges: Science in the Decade
2007–2017, elaborado por el Servicio Geológico de Estados Unidos, adscrito al
Departamento del Interior de este país. Este documento establece la orientación
estratégica del desarrollo científico, y las políticas de inversión e
investigación en innovación tecnológica y la formación de científicos, al mismo
tiempo que conduce la planificación y el monitoramiento del Estado en los más
diversos niveles organizacionales. Se trata de un plan de ciencia elaborado
para articular la investigación científica y las políticas
científico-tecnológicas a los intereses estratégicos de Estados Unidos. De esta
manera, el desarrollo científico se coloca en su exacta dimensión política,
orgánicamente articulado a los objetivos estratégicos más generales del país
para atender las necesidades vitales y lo que se entiende por “seguridad
nacional”, como se expresa claramente en sus principales formulaciones[3].
El objetivo central de la estrategia científica
es el acceso y la gestión de recursos naturales estratégicos para asegurar el
“suministro de la nación”. Sin embargo, los datos muestran que estos
“suministros”, en todos los casos, se encuentran fundamentalmente fuera del
territorio continental y de ultramar de Estados Unidos. Lo que está en juego,
es un dominio de largo plazo de los recursos naturales a nivel global. Para
comprender mejor esta dinámica es útil verificar los ejes de centrales de este
plan de ciencia:
1. “Entender los ecosistemas y prever sus
cambios para asegurar el futuro económico y ambiental de la Nación;
2. Verificar la variabilidad y el cambio del clima,
registrando y evaluando sus consecuencias;
3. Energía y minerales para el futuro de
América, proporcionando una base científica para la seguridad de los recursos,
la salud del medio ambiente, la vitalidad económica y el manejo de la tierra;
4. Desarrollar un programa nacional de
evaluación de peligros, riesgos y resistencias para garantizar la salud a largo
plazo y la riqueza de la nación;
5. Entender el papel del medio ambiente y la
vida animal en la salud humana, a través de un sistema que identifique los
riesgos del medio ambiente para la salud pública en América;
6. Elaborar un censo del agua en los Estados
Unidos para cuantificar, prever y asegurar agua dulce para el futuro de
América.”[4]
Queda claro que los intereses estratégicos de
Estados Unidos se dirigen fundamentalmente hacia los recursos energéticos,
recursos minerales y agua, como se señala explícitamente en el documento
analizado. Además, se coloca como prioritaria la comprensión de los ecosistemas
y biodiversidad como base para “asegurar el futuro económico del país”, lo que
ciertamente está directamente ligado al acceso a regiones con alta concentración
de biodiversidad que representan la base para gran parte del desarrollo
científico más avanzado que la humanidad está produciendo en este momento, en
el ámbito de la biotecnología y la genética.
En relación a los recursos minerales y
energéticos, el plan establece como prioridad el acceso y suministro de éstos
para “sostener la economía” de los Estados Unidos. El documento reconoce que “la Nación enfrenta una demanda
creciente de recursos minerales y energéticos, una dependencia creciente de
recursos importados de otros países y una presión creciente para considerar
fuentes alternativas a partir de la innovación tecnológica”.
Es decir, la estrategia política, económica y
militar de este país en la región se desarrolla en el marco de una política de
apropiación y dominio de recursos naturales considerados vitales y cuyo
suministro tiene la capacidad de impactar la “seguridad nacional”, por lo
tanto, tiene también la capacidad de poner en tensión todo el aparato del
Estado para garantizarla.
Ciclos tecnológicos y minerales estratégicos
Sin duda, un estudio del comportamiento del
consumo de minerales estratégicos en cada ciclo tecnológico en relación a los
ciclos económicos e industriales nos permitiría evaluar más exhaustivamente las
tendencias de la demanda mundial de minerales. La importancia de este análisis
prospectivo para la elaboración de un pensamiento estratégico y de políticas
económicas y científico-tecnológicas es fundamental para una gestión eficiente
de estos recursos naturales.
Analizar de manera más sistemática los ciclos de
los minerales en relación a los ciclos de innovación tecnológica permitirá
desarrollar una herramienta teórico-metodológica orientada a pensar los
minerales y recursos naturales no sólo como commodities, que representa una de
los procesos más graves de financierización de la naturaleza,sino como recursos
que pueden ser la base fundamental para el desarrollo integral de los pueblos y
las naciones.
La emergencia de nuevas potencias en el mundo
crea un escenario profundamente complejo de redefinición de hegemonías. Una de
las principales amenazas para la apropiación de los recursos naturales y el
proyecto hegemónico de Estados Unidos en la región, es la capacidad creciente
de los gobiernos de América Latina para recuperar la soberanía sobre sus
recursos naturales, minerales estratégicos, petróleo y gas, reservas de agua
dulce, biodiversidad, selvas y bosques. Esta soberanía asume un sentido más
profundo cuando se desdobla en soberanía política, económica y se afirma en
visiones de futuro y modelos de desarrollo propios, basados en la recuperación
de un legado histórico y civilizatorio.
El desarrollo científico y tecnológico necesita
de la intervención del Estado como gestor de este proceso, porque las demandas
de inversión, movilización de recursos y transformaciones
político-institucionales que exige excedan la capacidad de gestión de cualquier
empresa privada. La expansión de las multinacionales, transnacionales y
empresas globales conducen a desequilibrios crecientes que desarticulan la
economía mundial. El mismo capitalismo, que es capaz de producir fuerzas
colosales de creación e innovación, necesita destruir dramáticamente aquello
que produce y la propia base natural en que produce para garantizar el proceso
de acumulación. Esta cuestión nos coloca frente a otro dilema: la necesidad de
pensar los ciclos de innovación científico-tecnológicos y los ciclos económicos
en relación al uso, transformación, apropiación y consumo de los recursos
naturales. La forma en que esta relación se encamine, representa una cuestión
estratégica para la civilización humana planetaria y para las naciones que la
conforman.
Se trata de una confrontación entre dos modelos
de desarrollo, uno basado en el uso sustentable de los recursos naturales
orientado a atender las necesidades de la mayoría de los actores sociales y el
otro basado en la expropiación violenta y militarizada de estos recursos.
- Monica Bruckmann es socióloga y doctora en
ciencia política; profesora de la Universidad Federal
de Río de Janeiro y asesora de la Secretaría General de UNASUR.
Notas:
[1] Véase: SCHUMPETER, Joseph A. Capitalismo,
socialismo y democracia. Madrid: Aguilar, 1968.
[2] Vease HERRERA, Amílcar. A nova onda
tecnológica e os países em desenvolvimento, problemas e opções. En: Revista
Política e Administração (FESP), vol. 1, n°3, octubre - diciembre de 1985, Río
de Janeiro.
[3] Para mayores informaciones ver BRUCKMANN,
Monica. Recursos Naturales y la
Geopolítica de la integración Sudamericana. Perúmundo: Lima,
2012.
[4] Facing Tomorrows Challenges: U.S. Geological
Survey Science in the Decade 2007 – 2017, USGS.
URL de este
artículo: http://www.alainet.org/active/72535
* Este texto es parte de la revista América
Latina en Movimiento, No. 493 (marzo de 2014) que trata sobre "Ciencia,
tecnología e innovación en la integración suramericana" - http://alainet.org/publica/493.phtml