
Liderazgo: sin estridencia pero con determinación China se abre espacio en América Latina. Lo hace a fuerza de grandes inversiones, acuerdos comerciales y financiamiento directo. La ya perfilada primera potencia económica mundial aprovecha así la dinámica de integración latinoamericana para tomar parte del lugar que antes ocupaba Estados Unidos. Sin intervenir en los asuntos internos, China va tejiendo alianzas políticas estratégicas con Brasil, Venezuela y el Alba, se acerca a los países más dependientes de Estados Unidos y apuesta a un vínculo de largo plazo con la Celac. Si bien todos aprovechan el crecimiento de China, las relaciones en muchos casos no están orientadas a reducir la dependencia de la exportación de materias primas ni contemplan posibles respuestas a la crisis capitalista.
Dos siglos después de que el presidente estadounidense James Monroe pronunciara ante el Congreso de su país el discurso que dio origen a la doctrina que lleva su nombre, con la famosa frase “América (Latina) para los (norte)americanos”, aquella proclama imperialista recorre su última fase descendente en la región, al ritmo de la crisis económica internacional.
No se trata sólo de la dinámica de unión latinoamericana profundizada bajo el
impulso de Hugo Chávez y otros gobiernos del Sur en la última década, sino
también de la creciente presencia económica de China a través del comercio,
inversiones y préstamos cuyos valores aumentan año tras año en la región. El
fuerte crecimiento del PIB chino ha llevado al país a una exitosa disputa por
los mercados en todo el mundo, al punto que es el principal comercializador de
productos –superó a Estados Unidos– desde 2013, cuando el volumen anual de
importaciones y exportaciones superó los 4 billones de dólares.
Ese desplazamiento del cuadro internacional tiene su correlato en América
Latina y el Caribe, donde el comercio bilateral de la región con China llegó a
270 mil millones de dólares el último año, una cifra 22 veces superior a la de
2000, según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(Cepal), que ubica a ese país como el segundo mayor socio comercial de la
región (tercero si se toma al conjunto de la Unión Europea, a la que superaría
en 2015) detrás de Estados Unidos, con quien el intercambio crece mucho más lentamente.
Variados análisis y lecturas se han publicado en torno a este viraje
geoeconómico. Desde China, Ding Gang, editor del Diario del Pueblo –órgano de
prensa del Partido Comunista de China (PCCh)– escribió: “Estados Unidos actúa
en el patio trasero de China, y China hace lo mismo en el de Estados Unidos…
rompiendo el equilibrio original e intensificando la competencia entre ambos
lados”. Es que mientras Washington avanza en el Acuerdo de Asociación
Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) con países de Oceanía, Suramérica
y Asia-Pacífico, como Vietnam y Malasia, para instalar una amplia zona de libre
comercio, China aumenta su presencia en América Latina: en 2012 sus inversiones
no financieras en la región superaron los 54 mil millones de dólares y fueron
la fuente principal de inversión extranjera para el continente. Otro tanto
ocurrió el año pasado con los préstamos: mientras los de origen chino sumaron
más de 15 mil millones de dólares, los otorgados por el Banco Mundial –dominado
por Estados Unidos– fueron sólo de 5,2 mil millones. Los préstamos chinos a la
región ya habían alcanzado en 2010 una cifra récord de 37 mil millones de
dólares y llegaron a 73,3 mil millones en el conjunto de los últimos cuatro
años, principalmente para proyectos de infraestructura, energía y minería en
Venezuela, Argentina, Brasil y Ecuador, en ese orden.
Geopolítica regional
El crecimiento de estos números en comparación con años anteriores tiene su
correlato en la política exterior. Tras la gira del ex primer ministro Wen
Jiabao por la región en 2012, el presidente Xi Jinping visitó México, Costa
Rica y Trinidad y Tobago en junio de 2013, y el canciller Wang Yi viajó
recientemente a Cuba, Venezuela, Argentina y Brasil entre el 18 y 27 de abril
como antesala de la segunda gira que en julio hará el presidente chino por
América Latina. Además está en marcha la activación del foro de cooperación
económica China-Celac, donde participan todos los países de América a excepción
de Estados Unidos y Canadá, que tienen en la debilitada OEA y la ya agotada
Cumbre de las Américas los instrumentos formales de diálogo político-económico
con los países del Sur.
Los representantes de Costa Rica, Cuba y Ecuador, designados por la Celac,
acordaron con el canciller chino el 4 de abril en Pekín la realización de una
cumbre en Brasilia a mediados de julio entre los presidentes de China, Brasil,
de aquellos tres países y de uno a designar por la Comunidad del Caribe (los
cuatro últimos en representación de la Celac). Será en paralelo a la reunión de
los Brics (Brasil-Rusia-India-China-Suráfrica), que se hará el 15 de julio en
Fortaleza.
La iniciativa de China para la Celac ya fue enunciada por Wen Jiabao dos años
atrás en la sede de la Cepal (Santiago de Chile), donde presentó cinco propuestas:
la instalación de un Foro de Cooperación China-América Latina y el Caribe como
mecanismo de diálogo periódico, ya en marcha; aumentar el volumen comercial de
intercambio de 240 a 400 mil millones de dólares en cinco años (fue de 270 mil
millones en 2013); el lanzamiento de un Fondo común al cual las instituciones
financieras chinas aportarán inicialmente 5 mil millones de dólares para
promover proyectos de inversión conjunta en industria, tecnología y desarrollo
sostenible, y una línea de crédito de 10 mil millones de dólares del Banco de
Desarrollo chino para la construcción de infraestructura (carreteras,
ferrocarriles, puertos, electricidad y telecomunicaciones); la creación de una
reserva de 500 mil toneladas de alimentos con fines humanitarios a resolver en
el marco de un foro de ministros de Agricultura; promover el intercambio
cultural, turístico, deportivo y la comunicación entre ambas partes. Todas
estas iniciativas podrían ponerse en marcha este mismo año, posiblemente tras
un encuentro de cancilleres de la Celac en Pekín, aunque todavía no tiene
fecha.
Si bien los números muestran que China privilegió sus vínculos comerciales y
económicos con Brasil, Venezuela e incluso Argentina, eso no significa que basa
su estrategia para la región centralmente en el acercamiento a los países del
Mercosur. También comparte un Foro de Cooperación Económica y Comercial con los
países del Caribe y es país observador de la Alianza del Pacífico, diseñada en
Washington y formada por México, Colombia, Chile y Perú. China es además el
principal importador de productos de estos últimos dos países y está por lanzar
la primera Zona Económica Exclusiva (ZEE) de la región en Costa Rica, un
ambicioso proyecto que estará conformado por un gran Parque Industrial y cinco más
pequeños, distribuidos en distintos puntos del país y dedicados a variados
ámbitos que van desde las tecnologías avanzadas hasta las manufacturas y la
agro-industria. Tanto con Costa Rica como con Chile y Perú China tiene firmados
Tratados de Libre Comercio (TLC).
Pieza por pieza
Más allá de las asociaciones estratégicas que promueve con América Latina a
través de los distintos organismos de integración, en los últimos años China ha
profundizado aceleradamente las relaciones bilaterales con la mayoría de los
países de la región, principalmente a través del comercio exterior, grandes
inversiones y crédito.
Brasil, clave geopolítica
El principal socio chino es Brasil, que entre 2005 y 2013 recibió inversiones
por más de 32 mil millones de dólares en los sectores energético y metalúrgico.
Para Brasil, primera economía regional, China es el primer destino de sus
exportaciones desde 2009. El intercambio comercial entre ambos superó los 85
mil millones de dólares el último año, cuando además firmaron un histórico
acuerdo monetario para reemplazar paulatinamente al dólar en el intercambio
bilateral, como ya hicieron Venezuela y Bolivia con China y el conjunto del
Alba a través del sistema Sucre.
Además de la importación de soya, hierro y alimentos, el capital chino ha
puesto especial interés en el petróleo brasileño, principalmente a través de la
estatal Sinopec (la compañía más grande del país en el rubro) que compró en
2010 el 40% de la española Repsol en Brasil por 7.100 millones de dólares y el
30% de la portuguesa Galp por más de 5 mil millones de dólares en 2011, para
expandir sus operaciones en el país. China también estableció una asociación
estratégica con Petrobras, la principal compañía brasileña de hidrocarburos, a
la que otorgó en 2009 a través de su Banco de Desarrollo un préstamo por 10 mil
millones de dólares para la explotación de las grandes reservas petroleras del
país en el mar (offshore), que comenzaría recién en la próxima década.
Lejos de reducirse al ámbito económico y comercial, el vínculo entre ambas
naciones tiene también fines políticos en el plano internacional, donde China
busca contrarrestar el peso de Estados Unidos y liderar un bloque de países que
pueda frenar su dominio bajo el principio de la multipolaridad (la cumbre del G-77
más China que se celebrará el 14 y 15 de este mes en Bolivia será un paso más
en esa línea). En la reciente visita del canciller Wang Yi a Brasilia
sobresalieron las exigencias de reformar el FMI y del ingreso de Brasil al
Consejo de Seguridad de la ONU, así como el fortalecimiento de los Brics, que
en julio aspiran lanzar un Banco de Desarrollo del bloque.
Venezuela, el socio antimperialista
Otra alianza estratégica es la que mantienen Venezuela y China desde la
consolidación del liderazgo internacional de Hugo Chávez y su política
antimperialista. En los últimos años las inversiones y el crédito procedente de
ese país han sido fundamentales para la economía venezolana. En los últimos
cuatro años el financiamiento chino de proyectos venezolanos superó los 50 mil
millones de dólares y los acuerdos alcanzados fueron mucho más allá del sector
petrolero para incluir los ámbitos de vivienda, transporte, producción
agrícola, desarrollo industrial, minería, vialidad, electricidad, ciencia y
tecnología. En septiembre ambos países firmaron convenios de cooperación e
inversiones por más de 20 mil millones de dólares, entre ellos un préstamo de 5
mil millones del Banco Estatal de Crédito Chino y la creación de una empresa
mixta entre Pdvsa y Sinopec para la explotación petrolera del bloque Junín 10
en la faja del Orinoco, donde se espera alcanzar una producción de 200 mil
barriles diarios. Otra compañía que opera en Venezuela es la Corporación
Nacional Petrolera de China (Cnpc), que anunció el año pasado inversiones por
28 mil millones de dólares para un nuevo proyecto en la faja del Orinoco.
“Son las mejores condiciones de financiamiento que se consiguen en el mercado
internacional”, explicó el presidente venezolano Nicolás Maduro, que aseguró
haber conseguido “condiciones especiales” para el país. Venezuela devuelve
estos créditos a China principalmente a través de la exportación de petróleo.
Los últimos convenios firmados entre ambos países fueron en abril entre
Siderurgia del Orinoco (Sidor) y la Industria Venezolana del Aluminio (Venalum)
con las compañías chinas Minmetals y Chalieco a través del Fondo Conjunto
binacional con el fin de elevar la producción. Sidor renovará su tecnología e
instalará una nueva línea de producción de palanquillas mientras que Venalum
readecuará su planta de licuado y de electricidad.
Argentina, otra apuesta central
Argentina también recibió importantes préstamos desde China, por más de 14 mil
millones de dólares desde 2010. El país asiático apunta principalmente a los
sectores de energía y transporte para sus inversiones en el país (que sumaron
15 mil millones de dólares entre 2005 y 2013), mientras importa soya en primer lugar.
A partir de 2010, con la compra del 50% de la petrolera Bridas por parte de
Cnooc (la tercera mayor petrolera china) en 3.100 millones de dólares, China
ingresó con fuerza en el sector de los hidrocarburos argentinos. Tras esa
primera compra, Bridas –ya con mayoría de capital chino– se hizo con el 60% de
Pan American Energy por 7 mil millones de dólares y luego esta compañía
adquirió a su vez el 100% de Esso Argentina por poco más de 800 millones para
la comercialización de combustibles. A este crecimiento de Cnooc hay que
agregarle la compra de la estadounidense Occidental Petroleum hecha por Sinopec
en 2.450 millones de dólares en 2010, que termina de demostrar el gran
crecimiento chino en el sector energético argentino. Esta compañía ya opera además
en el gran yacimiento de Vaca Muerta para la explotación de petróleo de
esquistos.
Los ferrocarriles también son un rubro clave para China, que invierte en
infraestructura y exporta trenes por millones de dólares, tanto para el sistema
ferroviario urbano del Gran Buenos Aires –que depende del gobierno nacional–
como para el metro de la capital. Recientemente la empresa china Locomotoras
Eléctricas de Zhuzhou del grupo CSR ganó una licitación para la adquisición de
688 locomotoras de tracción de trenes de alta tecnología en la línea
interurbana Roca de Buenos Aires, que se entregarán en julio de 2015. La
compañía Sifang, también de CSR, ya había firmado un contrato con el Estado
argentino en 2013 para la fabricación de 709 trenes urbanos de alta velocidad por
mil millones de dólares, en lo que es hasta ahora el mayor pedido de
exportación de este tipo de trenes chinos.
En los últimos años las inversiones chinas en el país se diversificaron también
a otros rubros como el financiero (el Banco Industrial y Comercial de China, la
empresa más grande del mundo, compró Standard Bank en Argentina), la
agricultura (compra y arrendamiento de tierras para producir soya, algo que
China realiza sistemáticamente en otros países de la región y el mundo), el
sector automotriz y la alta tecnología a través del crecimiento de la compañía
Huawei que firmó convenios con nueve universidades para la formación técnica en
telecomunicaciones y planea la fundación de un centro de innovación en conjunto
con la Universidad de Buenos Aires. Pero no sólo se trata de economía: en marzo
se inauguró la primera escuela pública bilingüe argentino-china en la ciudad
capital.
El Alba, sociedad antimperialista
Ecuador es el cuarto país de la región (después de Venezuela, Brasil y
Argentina) que mayor financiamiento recibió desde China durante los últimos
cuatro años, con préstamos que suman casi 10 mil millones de dólares desde
entonces. Tras la investigación de su deuda externa en 2008, el gobierno de
Rafael Correa ha puesto la mira en China, que se convirtió en el mayor inversor
del sector petrolero y en el principal importador. Cuba es otro país del Alba
al que se acercó el capital chino, con inversiones en diversos rubros –como
energía, transporte e industria– y un fuerte apoyo a las reformas económicas
puestas en marcha por el gobierno de Raúl Castro. En Nicaragua se destaca el
enorme proyecto de inversión –valuado en 40 mil millones de dólares– para la
construcción de un canal de 280 kilómetros, más amplio que el de Panamá, que
permita el paso de grandes buques. Con Bolivia la principal apuesta china es la
industrialización de las reservas de litio, sector en el que habrá importantes
inversiones, al igual que en la exploración y explotación de yacimientos de
gas, aunque también se firmaron convenios de cooperación agrícola, financiera y
en telecomunicaciones, entre otras áreas.
También en el Pacífico
Pero China no sólo ha aumentado sus relaciones económicas y diplomáticas con
los países que abiertamente se oponen a la política exterior estadounidense.
También multiplicó el intercambio comercial con aquellas naciones cuyos
gobiernos se supone están o estaban directamente alineados a la Casa Blanca, al
punto que desplazó a Washington en varios rubros. Un caso es el de Perú,
destino de gran importancia para las inversiones chinas, especialmente en el
sector minero, en el que participa desde hace más de 20 años y donde un
consorcio chino liderado por MMG –filial externa de la estatal China Minmetals–
acaba de concretar la mayor operación de compra en la historia de ese país
suramericano al adquirir en abril último la mina de cobre Las Bambas por 5.800
millones de dólares. Allí se comenzará a producir en el segundo semestre de
2015 con una estimación anual de 400 mil toneladas de cobre durante los
primeros cinco años. China reafirma así su liderazgo como primer inversor
externo para la minería peruana y controla un tercio del sector según datos
oficiales, aunque algunas de sus compañías enfrentan denuncias por
contaminación y afecciones en la salud de sus trabajadores.
En Chile, el país asiático realizó una decena de acuerdos bilaterales de
cooperación en ámbitos como la agricultura y la tecnología, además de ser uno
de los principales importadores del cobre chileno. Si bien por ahora tiene
escasas inversiones en el país se destaca la construcción de una
infraestructura para el tratamiento de aguas y riego de la producción agrícola,
así como del puente Canal de Chacao. Y en México China planea penetrar con
fuerza en el sector petrolero, tras la reforma energética promovida por el
gobierno de Enrique Peña Nieto. El país es también el mercado de la región más
importante para la producción industrial china, al ser a su vez la puerta de
ingreso al mercado estadounidense.
Perspectivas e interrogantes
La gran mayoría de las exportaciones que se hacen desde la región hacia China
son las mismas que signaron históricamente las relaciones comerciales de
América Latina y el Caribe con el resto del mundo, con un marcado predominio de
los recursos naturales, principalmente cobre, hierro y soya, cuyos precios se
definen en el mercado internacional. Las exportaciones de productos agrícolas
representan alrededor de un 35% del total y la de minerales y derivados un 25%
de todo lo que se vende a China.
Si bien las inversiones chinas en el continente se diversificaron y
multiplicaron, superando los 100 mil millones de dólares entre 2005 y 2013,
sólo en algunos países como Brasil, Argentina y hasta cierto punto Venezuela
han ido más allá de la energía, minería, infraestructura básica y la compra o
arrendamiento de tierras, para incluir sectores industriales y el desarrollo en
ciencia y tecnología.
La posibilidad de establecer una nueva dependencia comercial y financiera, en
este caso con China, es otra preocupación central en gobiernos y organizaciones
de la región. Es cierto que a pesar de la desaceleración de su crecimiento
económico el país asiático sostiene una expansión de su PIB por encima del 7%
anual, pero una disminución mayor en el ritmo de crecimiento de las
importaciones e inversiones tendría impactos directos en las economías locales.
De hecho en los primeros cuatro meses del año las inversiones directas no
financieras de China en el exterior cayeron un 12,9% en términos interanuales,
en sintonía con la situación económica mundial.
En el marco de la crisis capitalista global, los eventuales límites del
crecimiento chino tarde o
temprano pondrán a prueba la estrategia económica de los organismos regionales
multilaterales y de cada país en particular.
¿Primera potencia mundial?
China desplazará este año a Estados Unidos en el
liderazgo económico mundial, aseguran organismos internacionales de
estadística. De concretarse las previsiones, el país asiático pondría fin a 142
años de supremacía del PIB estadounidense, fuertemente afectado desde el
estallido de la crisis capitalista en 2008 y con un crecimiento total de 7,6%
entre 2011 y 2014. En el mismo período la economía china se expandió un 24%,
según cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI).
China considera sin embargo que alcanzará ese primer lugar recién en 2025 si
mantiene un crecimiento anual de 7,5% en promedio los próximos años. La
diferencia surge por la forma de medición que se adopte. El Banco Mundial, a
través de su programa de Comparación Internacional, acaba de actualizar sus
estimaciones –que utilizan el FMI, entre otros organismos– por primera vez en
nueve años y corrigió al alza los tamaños de las llamadas “economías
emergentes”, como la china, a partir de la medición del PIB en función de la
paridad del poder adquisitivo (PPA), que toma en cuenta ahora el costo real de
los bienes y servicios en vez de la comparación de la evolución de los tipos de
cambio. Pero según los técnicos de la Oficina Nacional de Estadísticas de
China, aquella forma de medición subestima los precios reales en el país y en
consecuencia sobreestima el valor del PIB. Según Deming Huo, profesor del
Instituto de Investigación de Desarrollo Nacional, dependiente de la
Universidad de Pekín, en los países occidentales el nivel de producción
equivale al nivel de ingresos de la población, pero en China hay una brecha
entra ambos y los ingresos representan sólo entre el 70 y 75% del PIB. Según la
medición tradicional, en 2013 el PIB estadounidense fue de 16,8 billones de
dólares y el chino de 9,3 billones, aunque el primero tiene una tasa de
crecimiento del 0,1% y el segundo de 7,4% según datos oficiales del primer
trimestre de este año.
Más allá de las diferencias metodológicas, la cuestión que se debate es cuándo
sucederá lo inexorable: el fin de la supremacía económica estadounidense a
manos de China. Tal cuestión, que reiteradamente aparece en la prensa comercial
occidental, es sin embargo un tema secundario para los medios de comunicación
chinos y la dirigencia política del Partido Comunista, más preocupados por la
calidad y sostenibilidad que por el tamaño de la economía nacional. Por ejemplo
la propia prensa estatal china destaca que es urgente resolver el problema de
exceso de capacidad y el reemplazo de las viejas fundiciones en la industria
del hierro y el acero –ejes de la economía nacional años atrás– para disminuir
el elevado consumo de energía (que principalmente se importa) y la
contaminación del medio ambiente. También remarcan en Pekín que la brecha del
país con Estados Unidos y algunos países europeos sigue siendo muy grande en
cuanto a la calidad del desarrollo económico y al PIB per cápita, que ubica a
China en el puesto 99.
“Los viejos buenos tiempos de las manufacturas de bajo costo de China se han
ido. Ahora se sienten en apuros debido a factores que incluyen la excesiva
capacidad instalada, los crecientes costos de la mano de obra y la cada vez
mayor competencia internacional”, resume la agencia estatal Xinhua en un
artículo de abril. Lejos de la celebración, el modelo económico chino se
encuentra en pleno proceso de reformas y con limitaciones estructurales por resolver.