LAS REVOLUCIONES ANTIIMPERIALISTAS EN AMERICA
LATINA

Por:
Eduardo Paz Rada

Publicado el 01/08/2014

“No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva".

José Carlos Mariátegui

 

Después de cincuenta años de avance de procesos de liberación nacional en varios pueblos del Tercer Mundo y de Revoluciones Nacionalistas y Socialistas en otros, acompañados de importantes debates teóricos, políticos e intelectuales en torno al futuro socialista de la humanidad; se produjo, de manera acelerada, el final de la Guerra Fría, la debacle del mundo soviético, la caída del Muro de Berlín, la unipolaridad en el control del poder mundial, la desazón en los sectores populares, la consolidación del orden colonial y semicolonial en el mundo y la imposición de un pensamiento único y el discurso del “fin de las ideologías”.

 

Se constituye así un nuevo orden mundial bajo la batuta de los poderes metropolitanos imperialistas y sus instrumentos financieros (Fondo Monetario Internacional FMI, Banco Mundial BM, Banca Monopolista), económicos (transnacionales y corporaciones), políticos (Naciones Unidas ONU, Consejo de Seguridad) comunicacionales y culturales (cadenas internacionales de televisión y prensa), militares (Fuerzas Armadas de ocupación, Organización del Tratado del Atlántico Norte OTAN y complejo militar-industrial) de solidaridad (algunas Organizaciones No Gubernamentales ONGs y Fundaciones) y geopolítico (bases militares y control geográfico y territorial estratégico), fundándose el orden neoliberal acorde a los intereses de los grandes capitales mundiales.

 

En América Latina, desde los años setenta, la democracia electoral fue hábilmente apropiada por las fuerzas políticas conservadoras, oligárquicas y afines a los intereses imperiales, que implementaron los Programas de Ajuste Estructural (PAE) con reformas económicas que destruyeron los Estados Nacionales, privatizaron las empresas estatales, transnacionalizaron la economía, aplicaron el librecambio de manera radical y destrozaron las organizaciones sindicales, dándose un proceso de control transformista a través del cual el neoliberalismo se convirtió en la manifestación más nítida de la dominación y dependencia interna y externa.

 

 

MOVIMIENTOS REVOLUCIONARIOS Y CRISIS CAPITALISTA

 

El Orden Neoliberal se presentó como una fuerza irresistible, como la fórmula mundial irremplazable, como la síntesis de liberalismo y democracia que no tendría alternativa política y económica en muy largo plazo e, inclusive, muchos intelectuales y políticos de “izquierda” se sumaron al proyecto dominante de manera militante.

 

A finales del siglo XX se presentaba un panorama apacible para el proyecto conservador  y muy pocos intentos contestatarios, de raíz nacionalista y populista, se manifestaron en distintos países de la región como resistencia a la institucionalidad establecida. De pronto la crisis capitalista emergió con fuerza, las corrientes conservadoras y neoliberales, que habían montado un aparato de explotación, exclusión y corrupción muy poderoso, se vieron golpeadas profundamente en su estabilidad por el impulso y potencia de las fuerzas nacionales y populares y se generaron procesos revolucionarios antiimperialistas en varias latitudes de América Latina.

 

Los procesos revolucionarios tienen bases objetivas, sin embargo éstas no son suficientes para entender la acción transformadora en la sociedad; son importantes la acumulación de bronca y malestar social, los discursos y denuncias sobre la barbarie de la dominación y opresión al país y al pueblo, la resistencia de sectores sociales subalternos y la toma de conciencia de los riesgos de desintegración nacional y social bajo las tenazas del poder imperialista. En la región sus manifestaciones han tenido distintas características: acciones populares de movilización colectiva, golpes de fuerza de grupos civiles y militares, rechazo masivo activo de la población a políticas de gobierno, acumulación electoral y variadas formas de organización y liderazgo.

 

El común denominador de las experiencias revolucionarias en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua y de la acciones de resistencia social en Brasil, Argentina y otros países en estos años del siglo XXI es su carácter nacional, popular, antiimperialista y su vocación hacia la integración y acercamiento entre los pueblos y países de América Latina y el Caribe. El referente cubano ha estado presente tomando en cuenta su experiencia socialista y antiimperialista de cincuenta años de lucha, así como la experiencia de la revolución sandinista de los años setenta y ochenta y otras procedentes del nacionalismo latinoamericano en México, Guatemala, Brasil y Argentina.

 

ANTIIMPERIALISMO Y UNIDAD LATINOAMERICANA

 

Las insurrecciones y rebeliones de campesinos, indígenas y sectores populares en Bolivia y Ecuador, de militares nacionalistas en Venezuela, así como las acciones masivas de las fuerzas sandinistas y las movilizaciones obreras y populares en Brasil, Argentina y otros países fueron confluyentes hacia una perspectiva de liberación y emancipación nacional y social en un horizonte que paulatinamente se convirtió en caribeñolatinoamericanista.

 

Las coincidencias no fueron casuales. La impronta del discurso bolivariano, sanmartiniano, morazanista, petionista y morelista, la revisión histórica de las raíces comunes de indoamérica y la proyección socialista del siglo XXI  planteados por el Presidente Hugo Chavez  tuvo sus repercusiones inmediatas porque evocaba la Guerra de la Independencia contra los imperios español y portugués, permitía recuperar la memoria histórica común  y porque generaba la conciencia y solidaridad de los países y pueblos de la Patria Grande Latinoamericana frente a la dominación imperialista.

 

El rechazo generalizado de los pueblos y los gobiernos de la región al proyecto anexionista del Área de Libre de las Américas (ALCA) con Estados Unidos, que tuvo su culminación en 2005,  marcó un hito de acción conjunta y solidaria frente al poder imperialista más importante del mundo, rechazo que se fue radicalizando más con la recuperación de iniciativas y acciones de dignidad y soberanía en distintos campos y momentos, tal el caso de la expulsión de  los embajadores de Washington en La Paz y Caracas.

 

Después del golpe militar frustrado del comandante Hugo Chavez en Venezuela en 1992, él mismo se convirtió en ganador de las elecciones generales en 1999 y emprendió la misión de conducir la Revolución Bolivariana de corte antiimperialista, divulgar el pensamiento de Simón Bolivar, realizar la Asamblea Constituyente, impulsar un proyecto denominado Socialismo del siglo XXI e interpelar a los gobiernos de la región a asumir posiciones orientadas a la liberación nacional y continental y a la integración latinoamericana, junto al gobierno de Fidel Castro. La coyuntura permitió que la plataforma de los gobiernos de Lula Da Silva en Brasil y de Nestor Kirchner en Argentina desde 2003, emergentes de fuertes crisis sociales y políticas en sus países, abra un cauce fundamental para la emergencia de las revoluciones sociales y políticas en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua.

 

CARACTERISTICAS Y RITMOS DEMOCRATICOS

 

En todos los casos se produjo un fenómeno político coincidente: estos gobiernos surgieron de procesos electorales, en contextos particulares en cada caso. Argentina había tenido la experiencia de las movilizaciones populares que expulsaron al presidente Fernando De la Rua, en 2001, frente a la crisis económica y política, luego ganó las elecciones Nestor Kirchner; en Ecuador tres gobiernos (Abdala Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutierrez) fueron relevados por las movilizaciones populares, campesinas e indígenas y en las elecciones de 2006 se impuso Rafael Correa; en Bolivia, en octubre de 2003 se produjo la insurrección popular más importante del periodo expulsando al entonces presidente Gonzalo Sanchez de Lozada, el arquitecto del neoliberalismo que huyó a Estados Unidos, y se abrió una transición que culminó con el triunfo electoral de Evo Morales en 2005; en Nicaragua, después de quince años, en 2007 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) gana las elecciones a la cabeza de Daniel Ortega. Posteriormente un hecho similar se produjo en 2009 en El Salvador, donde ganó elecciones el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) con Mauricio Funes.       

 

La acumulación política y social de los pueblos y las rebeliones populares, obreras, campesinas e indígenas caracteriza a la América Latina en este periodo, entre finales del siglo XX y principios del XXI, abriendo el horizonte de las revoluciones nacionales y populares, antiimperialistas, nacionalistas o socialistas, de acuerdo a las características de cada país. Sin embargo, el marco institucional, que avanzó con la realización de Asambleas Constituyentes, mantiene la democracia electoral como su base de existencia, abriendo brechas a otras opciones de distinta orientación política.

 

La conciencia de la unidad y el acercamiento mutuo fortalecía las fuerzas del cambio y, en la medida que ésta crecía, se fueron dando reformas muy importantes de recuperación de las iniciativas políticas, económicas y diplomáticas, es así que se producen los procesos de recuperación y nacionalización de los recursos naturales, en particular de los recursos energéticos del petróleo y el gas, como en Bolivia, Ecuador y Venezuela, y de las empresas que habían sido enajenadas al Estado en el periodo neoliberal, afectando los intereses capitalistas de las grandes transnacionales; de acción diplomática y política conjunta frente a las potencias metropolitanas como los casos del bloqueo a Cuba por parte de Estados Unidos y la ocupación de las Malvinas argentinas por parte de Gran Bretaña; y de impulso de la unidad de la Patria Grande con la formación de la Alternativa Bolivariana para los pueblos (ALBA), Unión de Nacionales Sudamericanas (UNASUR) y Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

 

ALBA, UNASUR y CELAC son las experiencias más importantes y avanzadas, a pesar de sus dificultades, en el proceso de integración, acercamiento y unidad de los pueblos y países de América Latina y el Caribe frente a la antigua y actual política norteamericana de la anexión, el panamericanismo, la seguidista Organización de Estados Americanos (OEA) o el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), si tomamos en cuenta su diplomacia, o de intervención militar directa, invasión, ataques y bases militares, como ocurrió en México, Puerto Rico, Panamá, Nicaragua, Guatemala, Bolivia, etc., si anotamos su record de agresiones violentas.  

 

IMPERIALISMO Y CUESTION NACIONAL

 

Los procesos revolucionarios antiimperialistas tienen distintos ritmos, se profundizan y radicalizan en Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia al impulso de las medidas que adoptan los gobiernos con la Revolución Bolivariana, la Revolución Ciudadana, la Revolución Democrática y Cultural y la Revolución Sandinista, incluso con la expulsión de empresas imperialistas o el caso de la expulsión de  los embajadores de Washington ante los gobiernos de La Paz y Caracas cuando realizaban actividades políticas de injerencia directa; y también con la apertura de nuevos ejes de relación política estratégica con China, Irán, Rusia, Libia o Siria, considerados aliados peligrosos por los gobiernos norteamericanos. Son los signos de dignidad y soberanía antes inexistentes.

 

La condición semicolonial de cada país y del continente en su conjunto frente al imperialismo pone en la agenda histórica el carácter de la revolución, en este caso la estrecha relación entre la cuestión nacional y la cuestión social que requiere de generar movimientos nacionales o movimientos patrióticos antiimperialistas que encaren las tareas de la independencia económica, política y cultural y de liberación nacional, el fortalecimiento del Estado Nacional, del Mercado Interno protegido y del Capitalismo de Estado como transición a formas socialistas acordes a las características propias de la región y de unidad de la Patria Grande, en un continuo de “insubordinación fundante”, como destaca Marcelo Gullo.

 

Las teorías sobre el imperialismo incluyen precisamente la tesis de que la crisis del capitalismo se va a acentuar en la medida en que las colonias y semicolonias consigan su liberación e independencia, rompan o alteren la división internacional del trabajo y se desprendan o “desconecten”, como afirma Samir Amin, generando conflictos y decadencias mayores en los propios centros metropolitanos. Al parecer el actual  periodo histórico marca estas tendencias en el mapa internacional.

 

La tesis lanzada por León Trotsky en México de formar los Estados Unidos Socialistas de América Latina adquiere formas específicas en el periodo actual como Estados Antiimperialistas, de acuerdo al aporte pionero de  Haya de la Torre, o como la Nación Latinoamericana designada por Jorge Abelardo Ramos, o de Estado Continental como postula  la Izquierda Nacional Latinoamericana, recuperando el pensamiento de la Generación del 900.

 

BOLIVARIANISMO Y GENERACION DEL 900

 

Manuel Ugarte, José Martí, José Enrique Rodó, José Vanconcelos, José Ingenieros, Rufino Blanco Fombona, Rubén Dario y José Maria Vargas Vila, entre otros, forman parte del grupo de intelectuales que, desde fines del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX, bajo el denominativo de Generación del 900, recuperaron y profundizaron el pensamiento de Bolivar, Artigas, Petión, San Martin, Morazán, OHiggins y Morelos y marcaron ideológicamente los principios de la Patria Grande, la Unidad Latinoamericana y el Destino Común sobre la base de una historia de lucha conjunta de los pueblos y la existencia de un enemigo común que aplica una política invasora e imperialista: Estados Unidos.

 

Haciendo una semejanza, el discurso bolivariano, indoamericanista y latinoamericanista y la acción política articuladora nacional e internacional de Hugo Chavez y otros líderes de los procesos revolucionarios, en un contexto de poderosos medios de comunicación y de fuertes tendencias intelectuales del pensamiento único y del fin de las ideologías a principios del siglo XXI, se hacen fundamentales porque se han convertido en los referentes teóricos e ideológicos sobre los cuales avanzan los procesos de transformación en América Latina y el Caribe. Su valor es tan importante como lo fue el pensamiento de la generación del 900.

 

Finalmente, el contexto geopolítico, estratégico y económico mundial marca también nuevas tendencias con la emergencia de nuevas potencias que han generado la multipolaridad, especialmente con la fortaleza internacional, en distintos ámbitos, de China, India, Rusia, algunos países árabes, Brasil y, en este caso, las experiencias revolucionarias de los países de América Latina y el Caribe.