DOS NOTAS IMPERDIBLES SOBRE BRASIL

Por:
Gustavo Codas

Publicado el 01/10/2014

Dos proyectos antagónicos de país se enfrentan.

 
El primer turno de las elecciones presidenciales brasileñas del domingo 5 de octubre dio un resultado “lógico”: la presidenta Dilma Roussef (Partido de los Trabajadores) candidata a la reelección enfrentará al ex-gobernador de Minas Gerais Aécio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña) en la segunda vuelta el 26 de octubre.  Fue 42% del electorado (más 43 millones de votos) contra 34% (casi 35 millones), respectivamente. Son los dos partidos que se enfrentan desde 1994 (con victorias del PSDB ese año y 1998, y del PT en 2002, 2006 y 2010).
 
Dicho de esa manera, después de que ya ocurrió, es fácil, pero no era lo previsible durante los intensos 45 días de campaña que antecedieron a ese domingo.  En ese período, la ambientalista Marina Silva, ex-ministra del gobierno Lula y militante del PT de 1980 a 2008 (candidata por el Partido Socialista Brasileño) primero lideró las intenciones de voto (para una segunda vuelta) y después  se mantuvo en el segundo lugar.  Hasta la última semana todo indicaba que ella iba a enfrentar a Dilma. 
 
Se presentó como “la nueva política” rechazando la “vieja polarización” PT vs. PSDB que, según ella,  habría paralizado al país después de 20 años.  Buscaba presentarse como una “Tercera vía” (“ni PT, ni PSDB”) y expresión de las gigantescas protestas que sacudieron al país en junio del 2013.  Pero para ser viable electoralmente se alineó programáticamente con las fuerzas conservadoras que querían su victoria porque consideraban que el PSDB no conseguiría derrotar al PT.  Su imagen se deshizo en contradicciones, bajo el bombardeo del PT y del PSDB que le cobraban facturas cada uno por su lado.

 
Marina obtuvo 21%, 22 millones de votos (un caudal semejante al que alcanzó en el 2010).  Aritméticamente hablando son votos decisivos para el 26 de octubre.  Pero su destino final es incierto.  Porque la candidatura de Marina fue expresión tanto del anti-petismo derechista como de un juvenil y popular anti-elitismo psdebista. 
 
Aecio se recuperó en los últimos días, después que resistió a una presión para que abandonara la contienda y apoyara a Marina y despuntó el domingo.  Pero comienza mal el segundo tramo de la campaña porque perdió en su estado natal, Minas Gerais, segundo colegio electoral, después de gobernarlo por 12 años consecutivos.  Dilma retoma la disputa con una avería seria en Sao Paulo, el mayor colegio electoral, donde el PT hizo una de las peores campañas en 20 años (allí, Aécio tuvo 10 millones de votos contra 6 millones de Dilma).  Será la segunda vuelta más disputada desde 1989, la primera elección post dictadura, cuando finalmente el neoliberal Collor le ganó al sindicalista Lula, por estrecho margen.

 
Antes del domingo pasado, Lula habría declarado que sería más fácil enfrentar a Aécio que a Marina en la segunda vuelta.  Porque ella sería muy parecida al PT (una suerte de “Lula de polleras”) que al mismo tiempo expresa un antipetismo.  Con Aecio sería una confrontación de proyectos antagónicos, el neoliberalismo de los 90 que quiere volver y el post neoliberalismo de los 2000 que debe mostrar su viabilidad política en un momento que está cuestionado económicamente (a pesar de sus buenos resultados sociales).
 
Serán tres semanas de lucha ideológica y electoral encarnizada.

-    Gustavo Codas es periodista, economista y máster en relaciones internacionales radicado en Brasil.

 

II.-

LOS DESAFIOS DE ROUSSEFF

 

                                                                                   Atilio A. Boron

Resumen Latinoamericano 10.10.14                                                                                        

 

Se complica el escenario en Brasil, por varias razones.

Uno, porque Dilma tuvo la peor votación en la primera vuelta electoral desde que el PT triunfara en las presidenciales del 2002. En la primera vuelta de ese año Lula obtuvo 45,4 por ciento de los votos, y 48,6 por ciento en 2006. En el 2010 Dilma recogió –favorecida por el alto nivel de aprobación de Lula– el 46,8 por ciento del voto popular. El domingo pasado, en cambio, apenas si recogió el 41,5 por ciento. El salto para llegar a la mayoría absoluta será ahora más largo y habrá que ver de dónde podrán venir los votos que le hacen falta. Es probable que una parte de quienes votaron por Marina encuentren intolerable canalizar sus preferencias hacia Aécio Neves, pero sólo hay conjeturas. Entre Dilma, Aécio y Marina suman el 96 por ciento de los sufragios, de modo que no existen grandes contingentes de electores que se puedan redistribuir entre los dos finalistas más allá de los votantes de Marina o de una posible disminución del abstencionismo electoral, que llegó al 19,4 por ciento.

Dos. Se complica también porque su contendiente ya no es una voluble y fugaz estrella mediática sino un representante orgánico del establishment conservador brasileño. Miembro del PSDB, el partido del ex presidente Fernando H. Cardoso, Aécio fue un ardoroso crítico de los gobiernos petistas, a quienes acusa de haber ahuyentado la inversión extranjera y creado un clima poco favorable para los negocios, imputaciones éstas que carecen de asidero en la realidad. Neves es de los que creen que Brasil poco o nada tiene que hacer en América latina. Su destino es asociarse a los proyectos imperiales de Estados Unidos y sus cómplices europeos. Como tantos en la derecha latinoamericana, no percibe lo que las mentes más agudas del imperio han alertado hace rato: que Estados Unidos comenzó una lenta pero progresiva e irreversible declinación y que su agonía estará signada por violentos estertores e innumerables guerras. En esa curva descendente no habrá amigos permanentes, como aspira Aécio que Brasil sea de Estados Unidos, sino intereses permanentes. Y para Washington los amigos de ayer (Saddam Hussein, Osama bin Laden o los sunnitas fanáticos que ayudara a crear) pueden convertirse de la noche a la mañana –como hoy ocurre con el Estado Islámico– en los infames enemigos de la libertad y la democracia. Aécio no lo sabe, pero Brasil no será la excepción en esta materia.


Tres. Para prevalecer, Dilma deberá reconquistar una parte de la base social del PT que, desilusionada con su gobierno, manifestó su desencanto votando a Marina. Para ello deberá demostrar que su segundo turno va a ser distinto del primero, al menos en algunas materias sensibles en lo económico y social. Si su propuesta se asemeja a la de su rival, estará perdida, porque los pueblos invariablemente prefieren el original a la copia. Tendrá que diferenciarse por izquierda, profundizando las reformas que pongan fin a la intolerable desigualdad económica y social del Brasil, a los estragos del agronegocio, a la depredación medioambiental, a su vergonzosa regresividad tributaria y a las escandalosas ganancias embolsadas por el capital financiero y los oligopolios durante los gobiernos petistas.


Cuatro y último, será preciso para ello desandar el camino que, desde el 2003, desmovilizó al PT, convirtiendo al otrora vibrante partido socialista de los ochenta y los noventa en un espectro que vegeta en los recintos parlamentarios y los despachos de la burocracia estatal. Ahora Dilma no tiene partido, y se podrá decir que tampoco lo tiene Aécio. Pero éste tiene con qué reemplazar esa falencia: los oligopolios mediáticos, totalmente jugados a su favor. El PT perdió la calle y la pasión de un pueblo porque desde su llegada al gobierno cayó en la vieja trampa de la ideología burguesa y el arte de la política se transfiguró en gestión tecnocrática, mientras que aquella era denostada como politiquería. Fatal error, porque a Dilma sólo la podrá salvar la política y no sus presuntas aptitudes gerenciales. La mayoría electoral que Lula supo construir no logró transformarse en hegemonía política: esto es, en una dirección intelectual y moral que garantizase la irreversibilidad de los importantes avances registrados en algunas áreas de la vida social pero que, a juicio de la ciudadanía, fueron insuficientes.

Cambios que mejoraron la condición del pueblo brasileño, pero que fueron no hechos con el protagonismo del pueblo sino por un poder filantrópico que desde arriba desmovilizaba, despolitizaba e inducía a la pasividad a cambio de la inédita generosidad oficial. La actividad política era un ruido que alteraba la calma que requerían los mercados para seguir enriqueciendo a los ricos. El PT en el poder no supo contrarrestar esa estrategia, y ahora necesita repolitizar, en tres semanas, a un sector importante del pueblo brasileño. Ojalá que lo consiga, ya que la victoria de Aécio sería un desastre para América latina, porque liquidaría los avances duramente conquistados en el Mercosur, la Unasur y la Celac, y Estados Unidos contaría, al fin, con el Caballo de Troya perfecto para destruir desde adentro el sueño de la Patria Grande latinoamericana.