EL “NACIONAL DESARROLLISMO” PARA SUPERAR LA
DEPENDENCIA

Por:
Carlos Ramos

Publicado el 01/10/2014

En materia económica, política y social, el largo debate sobre cómo alcanzar el desarrollo se encuentra nuevamente agitado. En esta ocasión es el intelectual brasileño, Luciano Wexell quien contribuye al debate haciendo notar que para los países subdesarrollados existen básicamente tres opciones: 1) seguir siendo países exportadores de productos primarios, 2) la “industrialización dependiente”, orientada y guiada por las transnacionales o 3) el “nacional desarrollismo”.

Según la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), el sistema económico internacional tiene un centro (países desarrollados) y una periferia (países subdesarrollados). Ese centro concentra los frutos y los beneficios del progreso técnico del mundo, “es decir, el sistema es netamente concentrador y centro de todo, hay fuerzas que chupan la riquezas de la periferia hacia el centro”, detalla Wexell. 
En este sentido, “el subdesarrollo no sería entonces una  etapa del desarrollo. El subdesarrollo es más bien la manifestación periférica del desarrollo del centro, el subdesarrollo es la secuela periférica del desarrollo del centro”, afirma el intelectual brasileño. 
Wexell identifica tres opciones entre las que se debaten las economías periféricas como la de nuestro país. La primera es “seguir siendo países exportadores de primarios, seguir profundizando la dependencia. Ese planteamiento que al fin y al cabo es una propuesta liberal y librecambista de Adam Smith y de David Ricardo, de que nuestra vocación como países es producir y exportar alimentos, insumos básicos, mientras la vocación del centro es producir aviones, computadoras y maquinaria”.
La segunda opción es, para Wexell, el camino que estábamos atravesando “hasta hace muy poco o quizás hasta ahora, que es la industrialización bajo orientación de las transnacionales. Esto gana fuerza a partir de 1955 o más aun a partir del inicio de los gobiernos de las dictaduras militares”.
Según el economista brasileño, ésta es “una industrialización dependiente”, importadora de tecnología, de insumos, que envía crecientes recursos económicos al exterior y que “no soluciona para nada nuestro problema  de dependencia, sino que profundiza nuestro subdesarrollo”.
La tercera opción es la del “nacional desarrollismo”, que es una propuesta pensada desde nuestros países. Esta tendencia se logró desarrollar en Latinoamérica aproximadamente entre 1930, cuando empieza el primer gobierno de Getulio Vargas (Brasil) y 1955 cuando se derrumba por golpe contra el presidente Juan Domingo Perón (Argentina).  
Esta propuesta consiste precisamente en industrializar los países mediante una fuerte intervención estatal para planificar y proteger las economías nacionales, mientras simultáneamente se busca y fortalece la integración nacional y regional. Este proceso se corta en Latinoamérica porque luego de la segunda Guerra Mundial se da una reorganización del sistema  internacional, cuando los Estados Unidos finalmente asumen la hegemonía del sistema.
Sin embargo, la opción que plantea Wexell es que ahora el rol planificador no sea sólo del Gobierno, “sino de universidades, del pueblo organizado en partidos políticos, de los movimientos sociales, y que esa unión entre gobiernos, universidades, empresas estatales, bancos estatales, sirva para promocionar un proyecto de industrialización soberana, autónoma y que haga que los frutos de esos procesos traigan beneficios y mejorías a la visión y vida de nuestros pueblos”.
Wexell es Doctorando del Programa de Economía Política Internacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y además es Profesor de la carrera de Economía, Integración y Desarrollo en la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), y aprovechó un evento organizado por el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), en la ciudad de La Paz, para explicarnos sus hallazgos.

Análisis, “pateando la escalera” del desarrollo

 Con un análisis histórico, Wexell muestra cómo, entre el siglo XVII y el XX, los pensadores William Petty (inglés), Friedrich List (alemán) y Alexander Hamilton (estadounidense) propusieron construir estrategias de desarrollo de los Estados nacionales de sus países basados en el proteccionismo, el intervencionismo estatal, la industrialización y la integración nacional y regional.
Una vez que estos países alcanzan el estatus de potencias hegemónicas deciden “patear la escalera”. Así, explica Wexell, el proteccionismo es “una escalera por la cual Inglaterra se monta, se sube y después patea la escalera cuando está arriba. Ese proteccionismo que hoy es casi una mala palabra, es condenada por la Organización Mundial de Comercio”.
Las herramientas utilizadas por estas potencias mundiales en los comienzos de su desarrollo coinciden con los elementos resaltados recientemente por el intelectual argentino Marcelo Gullo en su concepto de Insubordinación Fundante. 
El concepto de Insubordinación Fundante se refiere a una conjugación de una “insubordinación ideológica para con el pensamiento dominante, con un eficaz impulso estatal que provoca la reacción en cadena de todos los recursos que se encuentran en potencia en el territorio de un Estado”, explica Gullo.
Asimismo, “todas las naciones que se convirtieron en grandes potencias, todos los países que lograron una distribución relativamente justa de la riqueza y justicia social, lo lograron porque se convirtieron en países industrializados. Esto fue así desde Suecia a Los Estados Unidos, desde Alemania a Australia desde Japón a Corea del Sur, desde Suiza al Canadá”, dice Gullo.
Y agrega que “Ahí está el ejemplo de EEUU que, por 100 años, fue la patria del proteccionismo económico y ahí está el ejemplo de Japón que, por 100 años, fue el campeón del intervencionismo estatal”.