EVO MORALES Y FIDEL CASTRO HACE NUEVE AÑOS, LA
HISTORIA PASAJERA

Por:
RAFAEL SAGÁRNAGA L

Publicado el 01/01/2015

Pasaron 9 años, todo pasa en la vida, todo se va. Ya nos recordaría esa lección muy elocuentemente Fidel Castro aquella noche en La Habana.

Ese 29 diciembre de 2005 llegamos a la capital cubana en un avión Airbus A320 de la aerolínea TACA. La nave fue alquilada por el Gobierno de la isla. Sumábamos cerca de 70 personas: aproximadamente 20 representantes de movimientos sociales, 10 parlamentarios electos, 20 periodistas, cinco asesores, seis fornidos guardaespaldas de acento caribeño y … Evo.      
Tras un vuelo que hizo escala en Caracas al amanecer, el sol de la media mañana habanera nos haría testigos de un acto histórico: el primer saludo oficial a Evo Morales como Presidente de Bolivia.   
Desde las ventanillas del avión que se detenía se apreciaba el agitado despliegue de corresponsales internacionales. Se ordenaban estudiantes con banderitas cubanas y bolivianas, y se alineaban tropas militares. Una alfombra roja era desenrollada hacia la aeronave. Tras un descenso, también agitado, de los periodistas bolivianos y su pugna por el mejor lugar de observación, llegó un automóvil negro Mercedes Benz. Se abrieron las puertas y bajó el último ícono de la Guerra Fría en ejercicio de sus funciones.   
“¡Qué bueno que están aquí”, expresó Fidel Castro parado al pie de la escalerilla, preparando un abrazo efusivo. Recibía así a Evo Morales quien bajaba escoltado por mujeres dirigentes sociales vestidas con sus atuendos típicos, entre ellas, una clásica “chapaca”: Julia Ramos, la fundadora del Movimiento Al Socialismo (MAS) en Tarija. 
Minutos más tarde se iniciaba la era de Evo. Un solemne silencio antecedió a las frases del coronel Guerrero Ramos. El responsable del Batallón de Ceremonias  trazó con su espadín un medio círculo en el aire. Luego se cuadró ante el recién llegado y pronunció: “¡Compañero Evo Morales, presidente electo de la República de Bolivia! ¡La guardia de honor estááá formada!”. 
Empezó a sonar la marcha 26 de Julio. Evo, con cierta informalidad, usando una de las chompas que serían famosas en el mundo, tomaba por primera vez revista a unas tropas militares. La vida pasa, todo cambia. A sus 46  años, dejaba de ser “el Evo”, el sindicalista de hasta hace unos minutos en la aeronave, para iniciar sus pasos como Mandatario de Estado. 
Tras el ceremonial, Fidel y Evo se aprestaban a subir al Mercedes Benz, pero aceptaron responder algunas preguntas. Ante una de ellas el líder cubano dijo: “Ha conmovido al mundo: por primera vez un presidente indígena, algo extraordinario, histórico”. Luego responde a otra sobre América Latina: “Parece que el mapa viene cambiando, hay que reflexionar, hay que observar y estudiar mucho”. El Mercedes se llevó luego raudamente a los dos presidentes. 

El brindis de los ausentes 
Cerca de las 13.00, Evo y Fidel iniciaban en un lugar secreto de la Habana la redacción de los primeros acuerdos entre ambos Gobiernos. Mientras tanto, dirigentes sociales, asesores y periodistas fuimos agasajados con un almuerzo en el comedor de un lujoso hotel. Un brindis con clásicos mojitos inició la cálida recepción. La delegación de anfitriones la encabezaban el vicepresidente cubano Carlos Lage, el presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón, y el canciller Felipe Pérez Roque. La delegación visitante la dirigían Alex Contreras, Iván Canelas, Héctor Arce, Iván Iporre y Román Loayza, entorno de confianza de Evo, considerados futuros ministros. 
“¿No vino el señor García Linera?”, preguntó alguno de los anfitriones. Y varias voces le explicaron que el vicepresidente electo se hallaba organizando la transición. Las preguntas también surgieron desde los visitantes más afectos a la historia cubana. “¿Veremos a Raúl Castro?”, les consultó el periodista Hugo Moldiz. “No sabemos”, respondieron. 
La duda se convirtió en notoria desaparición a lo largo de toda la visita. Y los mojitos del mediodía, en el tiempo, supieron a un brindis por el futuro poder de los ausentes. En los cuatro años siguientes la “generación del recambio revolucionario”, Lage y Pérez Roque, primero, y Alarcón, luego, perderían sus sitiales por órdenes de Raúl Castro. Curiosamente, las cabezas de aquella delegación boliviana, igual fueron alejándose paulatinamente del Palacio Quemado a favor del nuevo entorno de confianza presidencial también hasta 2010. Todo pasa, todo cambia en la vida.

Discusiones en La Habana         
La tarde de aquel 29 de diciembre alternamos entre discursos cargados de retórica socialista y aceleradas carreras al hotel para enviar despachos a Bolivia. Se habían habilitado en el Centro de Convenciones de la Habana pequeños foros para los dirigentes sociales. De cuando en cuando, trascendían partes de los primeros acuerdos entre Cuba y Bolivia. Las vertían Loayza o Contreras, o Alarcón, o Pérez Roque, hasta ahí noticiosamente todo quedaba a pedir de boca. 
Los problemas comenzaban en el Hotel. “¡Qué porquería de internet y encima es carísimo!”, se quejaban los colegas. El servicio era prácticamente nulo, no daba ni para enviar simples emails. Las llamadas no salían con claridad y costaban más. Y tras lograr algo en medio de las idas y vueltas, surgían, en voz baja los comentarios sobre la crítica situación cubana. Observar  el paso de las “guaguas”, los buses remolque de transporte público, conmovía a los reporteros. Decenas de personas colmaban aquellos vehículos en una especie de suplicio forzoso. Muy cerca, en paradisiacas playas, decenas de turistas europeos retozaban a gusto y saboreaban coloridas bebidas tropicales. 
Tímidos debates surgieron aquella tarde entre periodistas simpatizantes y críticos del proceso cubano. “¿Tú crees que uno de estos amigos se atreverá a quejarse como nosotros podemos quejarnos contra los políticos en Bolivia? ¡Zas! A la chirola ese cacho”., espetaba uno. “No, no se quejan porque ellos son conscientes del sacrificio revolucionario”, contestaba el otro. Varias descripciones críticas de aquel día fueron, por parecidas, posibles de recordar en 2009 cuando Leonardo Padura publicó “El hombre que amaba los perros”. Y, cosas de la vida, para muchos increíbles, lectura autorizada para venderse en Cuba a partir de 2011 por el Gobierno de Raúl Castro. Un año antes Fidel le había declarado a un periodista británico: “El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”.     

“¿Que yo aconseje a Evo?”
A las 18.45 de ese 29 de diciembre, nadie ya se atrevía a salir del Centro de Convenciones. Concentrados en el salón principal, nos aprestábamos a vivir el acto más esperado de la jornada. Fidel, su alto mando, y figuras, como el parlamentario argentino Miguel Bonasso, iban a proclamar la victoria de Evo. Un auditorio repleto de estudiantes y atestado en sus primeras filas por camarógrafos y periodistas enmudeció en cuestión de segundos.  
Ante los ojos mediáticos del mundo, Evo vertió su primer discurso presidencial. Duró 12 minutos, uno de los más cortos de su vida política. “Este es el encuentro de dos revoluciones, por la libertad y la humanidad –proclamó Morales- …Quiero decirle, Comandante, que la lucha del pueblo cubano, especialmente la del Che Guevara, no ha sido en vano. Presidente, Comandante, ¡tarea cumplida, misión cumplida! (…)El triunfo de Evo Morales es del pueblo cubano…”. Más adelante rubricó: Chávez y Fidel son los comandantes de las fuerzas libertarias de América”.          
En el afán de demostrar su afecto a Castro, Evo también inició su, con el tiempo, mentada serie de lapsus lingues. “Fidel para mí es un abuelito – dijo-”. Y ante ciertas notorias incomodidades inmediatamente corrigió: “ …es un sabio”. Fue el prolegómeno del discurso de Castro, intermediado por entregas de atuendos y un casco de minero que el caudillo cubano se puso.
“A ver, que hable la prensa”, dijo Fidel y un moderador pidió a los periodistas que levanten la mano. La primera pregunta, formulada por la periodista Rocío Molina de Bolivisión, bastó para desatar el festival de oratoria de Castro.  
“Presidente, ¿qué consejos le dio a Evo para que Gobierne bien? – preguntó Molina-”. 
Fidel respondió pausadamente: “¿Y por qué no me preguntas qué consejos me dio a mí Evo para continuar nuestra resistencia frente al imperio? Yo sé a dónde va tu pregunta. Preguntas, en realidad, si yo confío en que Evo va a tener éxito en su monumental tarea. Evo tiene condiciones, grandes condiciones 
Durante los siguientes 25 minutos, Castro hizo un detallado relato paralelo de la vida de Evo Morales y el desarrollo de las civilizaciones americanas. Explicó cómo transcurrió la vida del joven llamero que caminaba 30 kilómetros por día y las características de los pulmones de los aymaras. Recordó cómo en tiempos en que los bárbaros asolaban Europa florecía en América la asombrosa inteligencia de los ingenieros mayas e incas. 
Habló de Colón, de la invasión, de la resistencia y la independencia. Luego llegó a la Revolución Cubana “Han pasado 47 años de la Revolución –dijo, e hizo una pausa-. ¡Me parece que fue ayer! ¡Y cómo pasa el tiempo! Evo tiene 46 años. Podemos decir que Evo nació con la Revolución Cubana”. 
Finalmente, describió la victoria indígena en Bolivia y concluyó: “¡Qué inteligencia natural! ¡Qué conocimientos, qué luchas! Parece que fue ayer. Vean la historia, los símbolos, los tiempos, y él es hoy Presidente”. Y volvió a espetar a Molina: “¿Y quieres que yo le dé consejos a Evo?”.              

Sic transit gloria huius 
Minutos antes de la madrugada del 30 de diciembre de 2005, Fidel despedía a Evo en la pista del aeropuerto José Martí. En el Air bus de TACA alguien comentó que mientras le hablaba dentro del Mercedes Benz, el sueño venció a Castro, y que Evo se conmovió al despedirse. Otra voz citó la edad del cubano y adelantó que su relevo revolucionario en realidad se hallaba con Hugo Chávez, en Caracas. 
Las charlas citaron el giro continental a la izquierda que 24 meses después sumaría a siete países más y casi hasta a México. Sumarían cerca de tres horas de conversaciones distendidas y abiertas, en un avión semivacío, a las que Evo Morales se sumó. Incluyeron una breve, pero encendida y altisonante discusión entre futuros ministros (Ver recuadro). Finalmente, en Cochabamba, al pie de la aeronave el presidente electo se despidió dando la mano a todos los viajeros. 
Una semana más tarde, Evo iniciaría sus giras internacionales con un viaje por cuatro continentes. Lo haría en un avión prestado por el presidente Hugo Chávez quien entonces, en el pico de su popularidad, preveía gobernar hasta 2030. Todo pasa en la vida, Chávez no sobrevivió a Fidel y Fidel solo pudo conservar el poder tres años más. En esos años ambos llegaron a ser los gobernantes más duraderos de Latinoamérica. 
Hoy el Mandatario latinoamericano con más tiempo en el poder se llama Evo Morales. Pero, cosas del destino, se apresta a iniciar su décimo año presidencial no sólo sin Chávez ni Fidel, sino con el imperio acercándose a Cuba. Inicia su tercer mandato no sólo alejado de varios de sus otrora compañeros sindicales, sino acercándose a sus más acérrimos rivales empresariales. Pero, sobre todo, iniciará su nuevo Gobierno, con el reto de una crisis económica internacional que tarde o temprano podría debilitar su holgada popularidad. 
Pasaron 9 años, todo pasa en la vida. Quién sabe si Fidel, Chávez o Evo hayan escuchado, como los emperadores romanos ante sus fervorosas multitudes, a ese ayudante cuya misión era decirles: “César, toda gloria es pasajera” (Sic transit gloria huius mundi).

(RECUADRO)

Primera crisis de gabinete a 10.000 metros de altura

El Air Bus A320 volaba a 10 mil metros de altura la mañana de aquel 30 de diciembre. Entre Caracas y Cochabamba, Evo, periodistas y sindicalistas intercambiaron criterios sobre la coyuntura y las primeras medidas que el nuevo Gobierno debía asumir. César Navarro, entonces diputado electo por Potosí, sugirió a Morales: “Evo lo primero que tienes que hacer es un decreto que ayude a los chiquitos mineros que trabajan desde sus 12 años en Potosí. Hay que cambiar eso”. 
Antes de que el Presidente electo respondiera, una voz se alzó casi vehemente desde uno de los asientos. “¡Nadie se meta con minería, ese Ministerio será de los mineros!, gritó el cooperativista Wálter Villarroel. 
No fue el único irritado. “Cuatro ministerios tendremos los campesinos”, advirtió el dirigente Román Loayza, también alzando la voz y alzando el puño. 
Evo sonrió mirando al piso y cambiando el tema. 
Diez meses más tarde, Villarroel, como Ministro de Minería fue señalado entre los culpables de una tragedia: mineros cooperativistas y estatales se enfrentaron por los yacimientos de Huanuni causando 12 muertos. Un tórrido juego de intereses atizado por sectores cooperativistas desató aquella masacre entre hermanos. 
Poco después concluiría la efímera vida política de Villarroel. Cosas de la vida, el entonces vilipendiado y calmo César Navarro es hoy Ministro de Minería y Metalurgia.          
Román Loayza nunca logró ser Ministro y desde hace tres funge como opositor al Gobierno del Movimiento Al Socialismo.