HISTORICO

ALAI AMLATINA, 24/12/2014.- La coyuntura latinoamericana
contemporánea está marcada por grandes avances en los proyectos y procesos de
integración regional. Nunca antes en la historia, la región tuvo una
densidad diplomática tan dinámica y un conjunto tan amplio y diverso de
mecanismos de intercambio y acción política conjunta. A la dinámica
compleja de integración de las naciones, acompaña también la integración de los
pueblos y de los movimientos populares, con un creciente poder de presión
social y participación en la elaboración de políticas públicas que reflejan la
afirmación del movimiento democrático. En este contexto, un principio que
adquiere cada vez mayor centralidad es de la soberanía, como la capacidad de
autodeterminación de los Estados, de las naciones, de los pueblos y de las
comunidades.
El debate actual en torno a la integración regional y sus perspectivas tiene
fuertes antecedentes que muestran la profundidad de la unidad latinoamericana
como proyecto histórico. Sin detenernos en un desarrollo más extenso de
estos antecedentes, buscamos presentar algunos ejemplos de lo que constituyen
las bases doctrinarias del actual proceso de integración regional. Este
enfoque muestra, sobre todo, los límites de un intento de convertir este
proceso de integración en un simple intercambio comercial.
Integración regional y proyecto estratégico
La geopolítica de la integración regional latinoamericana está profundamente
impactada por una disputa de intereses entre el proyecto hegemónico de Estados
Unidos, expresado en una estrategia compleja de dominación y apropiación de
recursos naturales considerados “vitales”, lo que convierte el acceso a estos
recursos, que se encuentran fundamentalmente fuera del territorio continental y
de ultramar de Estados Unidos, en un asunto de “seguridad nacional” para este
país. Por otro lado, se desarrollan procesos de integración
regional herederos de las luchas continentales por la independencia durante el
siglo XIX, que encuentran en la renovación del bolivarianismo un proyecto de
afirmación soberana que ha avanzado y se ha profundizado durante los últimos
años.
Sin embargo, el fortalecimiento de la integración regional exige una nueva
visión estratégica elaborada a partir de una amplia discusión sobre la dinámica
y las tendencias del sistema mundial, la emergencia de nuevas potencias a nivel
global, el desarrollo de una visión geopolítica que articule los intereses en
juego y la conformación de nuevas territorialidades a partir de una amplio
movimiento social de “abajo hacia arriba”. Este momento de elaboración
del pensamiento regional tiene como desafíos la construcción de una estrategia
de reapropiación social de los recursos naturales y de su gestión económica y
científica, lo que exige una rediscusión profunda de la propia noción de
desarrollo, del concepto mismo de soberanía y de la posición de América Latina
en la geopolítica mundial.
El análisis de las diversas dimensiones que implica la disputa global por los
recursos naturales considerados estratégicos, requiere un balance de la
historia mundial reciente que tiene en la emergencia de China en el sistema
mundial, un aspecto fundamental. La nueva centralidad de China en la
economía y política mundial nos conduce a destacar la importancia del enfoque
de larga duración (desde la perspectiva Braudeliana) y de los procesos
civilizatorios en la construcción de los instrumentos teórico-metodológicos
para el análisis de la coyuntura. En este contexto, y desde un enfoque que se
esfuerza en capturar la complejidad del mundo contemporáneo, la cuestión
estratégica trasciende ampliamente el marco de la política de seguridad y de la
defensa nacional, para insertase en el análisis de los procesos históricos de
larga duración y de la dimensión civilizatoria de las visiones estratégicas.
América Latina tiene, en relación a China, una oportunidad histórica de
desarrollar una cooperación estratégica de largo plazo, orientada a romper la
relación de dependencia que marcó su inserción en el sistema mundial.
Cabe a la región aprovechar esta oportunidad o reproducir la lógica de la
dependencia y la dinámica de exportación de materias primas de bajo valor
agregado, que tiene como base la lógica del llamado extractivismo, que ajeno a
cualquier proyecto nacional, restringe nuestro horizonte económico a los
intereses de las economías centrales y de las empresas transnacionales que se
constituyen en agentes económicos de estos intereses.
De la hegemonía unipolar a la hegemonía compartida
Durante la última década, el debate teórico y político estuvo profundamente
marcado por la crisis de la hegemonía unipolar y por la configuración de un
espacio global con hegemonía compartida, o multipolar. La creciente
importancia económica y política de las potencias emergentes, los llamados
BRICS (Brasil, Rusia, India, China y, recientemente, Sudáfrica), colocan
elementos nuevos para pensar la dinámica económica y política de un mundo
multipolar, donde los procesos y proyectos de integración regional se
conviertan en mecanismos necesarios para la compartimentación del poder mundial
y regional y para el fortalecimiento de los proyectos de desarrollo desde y
para el Sur.
La colaboración sur-sur encuentra su inspiración más profunda en la afirmación
de la lucha anticolonial del tercer mundo y en el surgimiento de los países no
alineados. La Conferencia de Bandung, celebrada en abril de 1955,
significó uno de los momentos más importantes de este proceso. Esta
reunión, en la que participaron 23 países asiáticos y 5 africanos, se sustentó
en los principios de la lucha anti-colonial y antiimperialista, elaborando un
amplio llamado de autodeterminación y desarrollo de los pueblos basado en la
solidaridad y cooperación económica y cultural y buscando crear un espacio
político independiente en relación a los bloques militares y la confrontación
entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante el periodo de la Guerra
Fría. El foco principal estaba puesto en las luchas nacionales por la
independencia, la erradicación de la pobreza y el desarrollo económico, a
través de organizaciones regionales y políticas económicas de cooperación entre
los países del tercer mundo.
El espíritu de Bandung permitió crear un amplio consenso entre los principales
líderes y los pueblos de Asia, África y América Latina en relación a la
afirmación de la paz y los principios de coexistencia pacífica, en un momento
en que el mundo vivía una situación de extrema tensión y amenaza de guerra: la
invasión a Guatemala organizada por Estados Unidos para derrocar al presidente
Jacobo Árbenz, el desplazamiento de la Séptima Flota de Estados Unidos hacia el
mar de China, la sustitución de las tropas francesas por estadounidenses en la
región sur de Vietnam, después de la derrota francesa en Dien Bien Phu en 1954
y la guerra de Corea (1950-1953).
Los cinco principios de coexistencia pacífica, propuestos por el primer
Ministro chino Chou En-lai y ratificados por el Premier hindú Jawaharlal Neru
en 1954: no agresión, no intervención en los asuntos internos de otros Estados,
igualdad y ventajas mutuas y coexistencia pacífica, fueron asumidos por la
Conferencia de Bandung como parte de los diez principios generales, que
incluían:
- El respeto a los derechos fundamentales de acuerdo a la
Carta de la ONU de 1948;
- Respeto a la soberanía y la integridad territorial de todas
las naciones;
- Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y naciones,
sin importar el tamaño;
- No intervención y no injerencia en los asuntos internos de
otros países;
- Respeto a los derechos de cada nación a defenderse,
individual o colectivamente de acuerdo a la Carta de la ONU;
- Rechazo a participar de los preparativos de defensa
destinados a servir a los intereses particulares de las superpotencias;
- Abstención de todo acto o amenaza de agresión o empleo de
fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de otros
países;
- Solución pacífica de los conflictos internacionales, de
acuerdo a la Carta de la ONU;
- Estímulo a los intereses mutuos de cooperación;
- Respeto a la justicia y obligaciones internacionales.
El movimiento de los no alineados dio contenido diplomático, dentro de las
Naciones Unidas, a sus líneas de acción. Bajo influencia latinoamericana se
crea la United Nations Conference on Trade and Development -UNCTAD. Surgen también expresiones
radicales de la lucha política revolucionaria, como la organización Trilateral,
que se crea en La Habana, en 1973. La emergencia de gobiernos como el de
Velasco Alvarado en Perú, Juan José Torres en Bolivia, Omar Torrijos en Panamá,
Salvador Allende en Chile, y el regreso de Perón en Argentina, conducen a
iniciativas estatales que se expresan en la transformación de la ALALC en ALADI
(Asociación Latinoamericana de Integración). Se crea también el Sistema
Económica Latinoamericano y del Caribe (SELA) en 1975, destinado al estudio de
la integración regional y a la formulación de sus políticas. Sin embargo, la
organización interestatal más fuerte se crea en 1960 con la Organización de
Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En este mismo momento, la
votación de la “Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados", en
1972, promovida por el presidente mexicano Luis Echeverría, consagra los
principios del no-alineamiento en las Naciones Unidas.
Son varias las iniciativas internacionales que forman parte de esta ofensiva
del tercer mundo, que tiene en la victoria de la revolución vietnamita y la
liberación de Laos y Camboya una epopeya de la lucha antiimperialista
mundial. La respuesta del centro imperial a esta ofensiva se empieza a
articular en torno a la formación de la Comisión Trilateral (Trilateral
Commission) en 1973, que reúne Estados Unidos, Europa y Japón en una estrategia
de recuperación de poder mundial. Esta estrategia alcanzará sus resultados en
la década de 1980, durante los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan,
y se expresa en el establecimiento de la hegemonía del pensamiento único que
logra, incluso, transformar el Glasnost y la Perestroika, iniciadas por los
soviéticos, en la disolución de la Unión Soviética.
Durante la década de 1990 se inician fuertes movimientos de reestructuración de
la ofensiva de los gobiernos y movimientos del tercer mundo, que tiene en el
éxito económico de China e India y, en parte, de Brasil a inicios del siglo
XXI, una búsqueda de formas institucionales que expresan esta nueva situación.
Si en la década de 1970 se creó el Grupo de los 7 principales países
desarrollados, en la década del 2000, además de la incorporación de Rusia, se
incluyen también varios países emergentes conformando el grupo de los 20.
Se consagra así el principio de la hegemonía compartida como sucesor de los
desastres causados por la política del unilateralismo que se impuso con el
gobierno de Bush hijo(1).
El legado histórico de las luchas del tercer mundo se revela de gran utilidad
para una estrategia de afirmación de un sistema multipolar y para orientar,
desde el punto de vista estratégico, el proceso de integración latinoamericana
y su impacto en la geopolítica mundial contemporánea.
América Latina y la construcción de la unidad continental
En este mismo momento América Latina vive un proceso a través del cual la
diplomacia regional adquiere una densidad hasta entonces desconocida. Un
conjunto de nuevas articulaciones se traducen en instituciones subregionales,
regionales y continentales, que transforman el proceso de integración en una compleja
realidad que involucra a jefes de Estado, ministerios de relaciones exteriores
y varias otras agencias nacionales, lo que al mismo tiempo, está acompañado de
un proceso de integración de los pueblos y de los movimientos sociales,
incluyendo los sindicatos y los movimientos campesinos y estudiantiles que ya
tenían una cierta tradición de integración regional.
En el plano de las ciencias sociales, se desarrolló un proceso creciente de
integración regional con nuevas instituciones de estudio, universidades y redes
académicas que permiten avanzar hacia el estudio de la problemática regional,
fortaleciendo una visión de conjunto. Tal vez algunos de los ejemplos más
notables de este proceso sea el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO),
cuya primera sesión se realizó en Lima, en 1968; o la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO), que se crea en 1954, en Chile, y luego se
amplía hacia Argentina, México, Brasil, Ecuador y América Central.
En el ámbito de la investigación se crearon, después de la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía
(CELADE), en Chile (1957); la Escolatina, en el área de economía (Chile); el
Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES); la
Maestría Latinoamericana de Administración Pública de la Fundación Getulio
Vargas, en Brasil; el Consejo Superior Universitario Centro Americano (CSUCA),
que coordina las universidades de esta sub-región; la Coordinación de
Universidades del Cono Sur y, más recientemente, el Foro Universitario del
Mercosur (FOMERCO) y la Universidad de Integración Latinoamericana (UNILA), con
sede en la ciudad de triple frontera, Foz de Iguaçú (Brasil). Entre las
varias asociaciones profesionales que se constituyeron a lo largo de las
últimas décadas se destacan la Asociación de Economistas de América Latina y el
Caribe (AEALC) y la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Esto
muestra que se están creando condiciones para una integración de largo plazo a
través de una red de instituciones que permitan la cooperación y el intercambio
en diversas áreas del conocimiento.
Un balance histórico mínimamente informado muestra la creciente densidad de la
integración regional, al contrario de lo que sostienen los defensores del
panamericanismo, que descalifican sistemáticamente los avances de este proceso.
Los parlamentos latinoamericanos del Mercosur, de la Comunidad Andina, del
Pacto Amazónico, son también mecanismos de ampliación del proceso de integración.
Este marco institucional creciente abre camino para el debate sobre una
estrategia común sudamericana y latinoamericana, con posibilidades de
convertirse en políticas concretas. El fortalecimiento del Mercosur y la
posterior creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (ALBA); el creciente impacto subregional de la Comunidad y Mercado
Común del Caribe, que actualmente lleva el nombre de Comunidad del
Caribe- Caricom y más recientemente, la creación de la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR) y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), son
expresión de la creciente densidad y dinamismo de la integración regional, al
contrario de lo que sostiene los defensores del panamericanismo, que
descalifican sistemáticamente los avances de este proceso y que persisten en
sus intentos de desestabilizar y debilitar un proyecto histórico de unidad de
los pueblos de la región que se revela, en última instancia, como un proyecto
histórico da larga duración.
- Monica Bruckmann es Doctora en ciencia política, profesora del Departamento
de Ciencia Política de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Brasil.
Directora de Investigación de la Cátedra UNESCO sobre Economía Global y
Desarrollo Sustentable –REGGEN. Integrante del Consejo de ALAI.
Este texto es parte de la Revista América Latina en Movimiento, No.500 de
diciembre de 2014, que trata sobre el tema "América Latina: Cuestiones de
fondo" -http://alainet.org/publica/500.phtml
(1) Véase SANTOS, Theotonio. The future of geopolitical
alignments. En: The Ritsumeikan Journal of International Relations,
Kyoto, Vol 4, N°3, marzo de 1992, p. 1-32. y Unipolaridad ou hegemonia compartilhada,
En: Os impasses da globalização: Hegemonia e contra-hegemonia (Vol. 1),
Loyola: São Pulo, 2003, p. 46-106.