Bachelet e Isabel Allende atentan contra la integración latinoamericana

Es muy fácil hablar de integración latinoamericana en los
foros y las Cumbres pero no parece sencillo trasladar esos principios a la
práctica de la vida cotidiana.
La prueba más concreta es lo que viene
ocurriendo con quienes gobiernan actualmente en Chile en el marco de la
Concertación, y que fueron electos "por izquierda" en respuesta
a la muy repetida frase electoral de que “hay que frenar a la derecha”. En ese
viaje, repetido también en otros países del continente, se dio luz verde a
la dramática situación en que hoy ha colocado a Chile el gobierno de la señora
Michelle Bachelet.
Allí está por ejemplo la política estatal de
embestir a un país hermano como es Bolivia, que con absoluta lógica viene
reclamando desde hace nada menos que 136 años una salida al mar para su
país. Vale la pena recordar que entre 1879 y 1883, aconteció la Guerra del
Pacífico, entre Chile, Perú y Bolivia, y cuyas consecuencias significaron
que al finalizar la guerra, Bolivia perdiera 400 kilómetros de costa al
Pacífico.
Actualmente, no se trata de que Bolivia esté
solicitando apoderarse de un porción de territorio que podría afectar
seriamente la economía de Chile o provocar un enorme desplazamiento de
población, o generar un “ataque soberbio a nuestra soberanía”, como suele
repetir la derecha chilena, a la que ahora le hace un coro vergonzoso la
socialdemocracia de ese país. No, Bolivia está planteando solamente tener
acceso a una franja más que mínima de una zona de características
semidesérticas que le permita tomar contacto con el mar y saldar de esa manera
una situación odiosa producida por el despojo sufrido a través de la
contienda militar.
Sin embargo, salvo la excepción del gobierno de
Salvador Allende, que lo intentó pero no logró concretarlo, cada uno de los
mandatarios chilenos han cerrado las puertas a reparar este grave
problema.
Bachelet no se podía quedar atrás en esta
posición extrema de marcada anti-integración latinoamericana, palabra con la
que se llena la boca la presidenta chilena y que luego mira para un
costado, atendiendo los consejos de funcionarios como su actual agente en la
Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), el ex ministro del
gobierno derechista de Sebastián Piñera y militante del partido fascista
Renovación Nacional, Felipe Bulnes. Este personaje, cuya entorno político
siempre estuvo ligado al anticomunismo y anti-allendismo es el que intenta
ahora en la reunión de la CiJ, negarle a Bolivia el derecho soberano
que le corresponde.
La respuesta boliviana no pudo ser más
contundente. Por un lado, a través de sus representantes en la CIJ, explicando
que su país jamás ha desconocido tratados internacionales, como el de “Paz
y Amistad” de 1904. Esta acordada incluía una serie de cláusulas con el fin de
suplir la carencia de una salida marítima soberana, dentro de las que se
destacaba la obligación de Chile de construir un ferrocarril entre Arica y La
Paz, la concesión de créditos, derechos de libre tránsito hacia puertos en
el Pacífico y el pago de 300 mil libras esterlinas como compensación.
Todo eso, como es de imaginar, quedó en nada, y Bolivia una y otra vez
volvió a reclamar por sus derechos.
Ahora, Bachelet desde su “socialismo” de
ocasión, vuelve a ratificar lo que con modales más severos pero no menos
parecidos en el contenido, señalaran los pinochetistas torturadores de su
padre: “Chile no cederá territorio que le pertenece legítimamente, y Bolivia
deberá adecuarse a lo que se resuelva en La Haya”.
Ese y no otro es el pensamiento de ruptura con
todos los argumentos de confraternidad e integración latinoamericana planteados
por ese gigante de la unidad de los pueblos que fue Hugo Chávez, quien en
repetidas ocasiones señaló públicamente que su mayor anhelo era "más
temprano que tarde poder bañarme en aguas del mar boliviano”. Esas son
también las reivindicaciones de gran parte de la izquierda popular y
revolucionaria chilena que recibió en varias ocasiones a Evo Morales
como un hermano de sangre, y se sigue movilizando para que el reclamo boliviano
se haga realidad.
Frente a esta disputa que ahora se ha hecho
internacional, la figura de Bachelet sigue perdiendo popularidad dentro y fuera
del país. Internamente, como bien sostuvo Evo en estos días, sigue
"aferrada a una Constitución heredada del pinochetismo", no respeta
los reclamos de sus propios estudiantes que se movilizan por una educación
sin lucro y tampoco las demandas territoriales del pueblo mapuche, a cuyos
dirigentes se encarcela y en muchos casos se asesina. A nivel de política
exterior, su desprecio a Bolivia es más que suficiente para darse cuenta lo que
significa integrarse de cuerpo y alma a la muy norteamericana Alianza del
Pacífico.
Por otra parte, si faltaba algo para definir
hasta dónde ha perdido el rumbo el Partido “Socialista” de Bachelet, allí está
la bochornosa actitud de la hija del propio Salvador Allende, Isabel,
quien ofendiendo de manera descarada la memoria de lucha de su padre, no tuvo
mejor idea que visitar en Caracas a las esposas del Alcalde derechista
Antonio Ledezma y del ultra Leopoldo López, ambos detenidos por conspiración
golpista e intento de magnicidio. No satisfecha con semejante afrenta al
pueblo venezolano, la inoportuna viajera declaró que “los derechos humanos no
se respetan en Venezuela” y que “el gobierno de Maduro se ha convertido en
una dictadura”. Con semejante representante, y con los antecedentes del
“defensor de los intereses chilenos” en La Haya, Felipe Bulnes, sería muy
saludable que los auténticos militantes socialistas de Chile se expidan
repudiando esta derechización sostenida de su dirigencia. O abandonen el
partido en masa.