Los actuales compromisos comerciales de Bolivia con Brasil y Argentina, así como el consumo interno, considerando las necesidades de la explotación del Mutún, las termoeléctricas proyectadas en Tarija y el crecimiento de la demanda interna, igualan virtualmente las actuales reservas probadas de gas natural disponible en los reservorios descubiertos por YPFB, fundamentalmente.

Estas reservas (18 TCP), al ritmo de explotación actual (considerando también que deberan perforarse más pozos de desarrllo en los megacampos), se agotarían hasta el año 2020 - 2026, según se desprende de los datos oficiales del Ministerio del sector. Esto quiere decir que Bolivia no tiene reservas estratégicas para su propio consumo futuro posterior a ese lapso que no es muy lejano.

Las reservas "probables", estimadas en unos 23 TCP son por ahora solo eso: probables. Están sujetas a estudios e inversiones adicionales para comprobar si existen realmente.

En este marco, una reducción de la cantidad de gas para exportar a Argentina debiera aliviarnos si nos preocupamos primero por garantizar un mediano plazo (50 años) de reservas de gas para nuestro propio país, cuyas políticas nacionales y regionales prevén explotarlo para industrializarlo y exportar productos con valor agregado, que es, según los subproductos posibles, hasta cien veces más rentable que exportarlo como materia prima.

La reducción del diámetro y capacidad del gasoducto argentino que llevará gas boliviano a sus provincias norteñas permitirá engrosar el diámetro de los proyectos de desarrollo nacional.