COMUNICACION Y POLITICA EN BOLIVIA Y AMERICA LATINA

Por:
Eduardo Paz Rada

Publicado el 01/08/2015

Los procesos políticos nacionalistas y antiimperialistas impulsados desde los sectores nacionales y populares y algunos gobiernos en América Latina y el Caribe, en los últimos quince años, han tropezado contra uno de los escollos más poderosos y de mayor influencia como son las corporaciones nacionales y transnacionales de medios de comunicación que, durante el periodo neoliberal, marcaron la agenda gubernamental y mantienen aún hoy una fuerte influencia en las determinaciones de los poderes de los Estados de la región.

 

Varias de ellas son parte de de las grandes cadenas de radio, televisión y prensa escrita asentados en Estados Unidos y, desde allí, dirigen sus cañones mediáticos para influir sobre masivos sectores de la población y, en muchos casos, estabilizar o desestabilizar gobiernos de acuerdo a la conveniencia dictada por las estrategias del imperialismo norteamericano para mantener las relaciones de dominación en la región. Basta analizar los discursos y contenidos de los mensajes de la cadena de televisión CNN y de la Voz de América.

 

En ese contexto, la lucha ideológica y comunicacional desatada entre las naciones oprimidas y las metrópolis se ha convertido en parte constitutiva del enfrentamiento por conquistar importantes niveles de autonomía y soberanía, a pesar de la fuerza que tienen los medios tecnológicos más avanzados y las redes virtuales monopolizados por la potencias del norte. Samir Amin identificaba como uno de los círculos de poder mundial precisamente a los grandes aparatos que manejan la información, subordinados a las  transnacionales financieras e industriales, a los gobiernos de las potencias capitalistas, a la estructura de producción militar y de guerra y a los organismos internacionales como el FMI y el BM.

 

Los intentos de democratizar la comunicación social, a través de leyes y reglamentos, en varios países –Argentina, Ecuador, Nicaragua, Bolivia o Venezuela—fueron rechazados por el poder mediático privado y por los sectores conservadores provocando, incluso, amago de golpes de estado y crisis políticas internas. Los casos emblemáticos de este poderío se expresan actualmente en la desestabilización del gobierno de Dilma Roussef en Brasil y con el respaldo que brindan al gobierno de Enrique Peña Nieto en México.

 

La experiencia de Telesur y otros medios estatales, de organizaciones populares y de comunidades en Bolivia, Ecuador o Argentina han permitido dar importantes pasos de comunicación alternativa. La aprobación de  leyes que establecen la distribución de los medios en segmentos: un tercio de control público-estatal, otro tercio  de control privado-comercial y un tercero de control comunitario-sin fines de lucro abre importantes posibilidades para romper los monopolios y el poder mediático y desarrollar prácticas democráticas y participativas que impulsen la soberanía y autodeterminación de los pueblos, la unidad y solidaridad de América Latina y el Caribe y la formación y fortalecimiento de la conciencia nacional y regional.

 

Los medios estatales, comunitarios y de organizaciones populares deberán convertirse en los forjadores de la identidad latinoamericanista, de la lucha contra el colonialismo cultural e ideológico y defensores de los procesos de cambio en nuestros países.