Cuando hace nueve años el gobierno promulgó se el Decreto Supremo Nº 28701 y se nacionalizaron los recursos hidrocarburíferos, se cambió de raíz el destino de Bolivia, ya que la trascendental medida no sólo permitió que YPFB se constituyera como una de las empresas petroleras más importantes de América Latina, sino que impulsó el crecimiento de la economía boliviana y cimentó la industrialización de los hidrocarburos.
Han
transcurrido 78 años desde la primera nacionalización de los hidrocarburos del
13 de marzo de 1937 (gobierno del coronel David Toro), 46 años desde la segunda
nacionalización del 17 de octubre de 1969 (gobierno del general Alfredo Ovando)
y nueve años desde que el 1 de mayo de 2006 el presidente Evo Morales
nacionalizara por tercera vez los hidrocarburos, para que este 24 de agosto
Bolivia avizorara la era de la industrialización de su riqueza
hidrocarburífera.
Junto al presidente paraguayo Horacio Cartes, el Jefe de Estado inauguró el
lunes la Planta Separadora de Líquidos “Carlos Villegas”, ubicada en la
provincia Gran Chaco de Tarija, municipio de Yacuiba, la que no sólo allanará
el camino de la industria petroquímica, sino que consolidará a Bolivia como
país exportador de Gas Licuado de Petróleo (GLP) a mercados como Paraguay,
Perú, Uruguay, Brasil y Argentina.
Producto de políticas de expoliación de nuestros recursos naturales, hasta la
inauguración de la primera Planta de Separación de Líquidos de Río Grande
(Santa Cruz) el 2 de agosto de 2013, Bolivia importaba diariamente hasta
28.000 garrafas de GLP durante el invierno y la subvención anual demandaba 50
millones de dólares. Hoy, Bolivia no sólo se autoabastece sino que exporta GLP
y se apresta a ser el centro energético de América del Sur.
Si con la planta de Río Grande Bolivia comenzó a exportar el 20% de su
producción de GLP, con la planta de Gran Chaco se encaminará hasta convertirse
en el centro energético de Suramérica, ya que el 80% de su producción será
exportada y el 20% se comercializará en el mercado interno.
Construida en más de 74 hectáreas en el municipio de Yacuiba, la planta de Gran
Chaco comenzará a operar con el 50% de su capacidad instalada, es decir,
procesará 32,2 millones de metros cúbicos diarios (MMmcd) de gas natural para
producir 3.144 toneladas métricas diarias de etano y 2.247 de GLP, además de
1.044 barriles diarios de isopentano y 1.658 de gasolina natural.
Con la puesta en marcha de este complejo –cuya capacidad de producción es seis
más grande que la primera planta–, durante el primer año se prevé ingresos por
al menos 200 millones de dólares y cuando entre en operaciones al 100% de su
capacidad, generaría 500 millones de dólares anuales sólo por la exportación de
GLP. YPFB estima que hasta el 2025 reditúe al Estado 2.579 millones de dólares.
Esta es la trascendencia de la Planta de Separación de Líquidos de Gran Chaco
para la economía boliviana, en cuya construcción se invirtieron 690
millones de dólares, a diferencia de los 137 millones de dólares que costó la
planta de Río Grande.
En ese contexto, las dos plantas de separación de líquidos y la Planta de
Amoniaco y Urea (todavía en construcción), que producirá fertilizantes en Entre
Ríos (Cochabamba), abanderan el proceso de industrialización de sus
hidrocarburos en el que está empeñada Bolivia.
Se estima que la inversión global de esas tres plantas ronda los 1.800 millones
de dólares. Además, YPFB anunció que también instalará hasta el 2022 otras dos
plantas: la de Etileno Polietileno y la de Propileno Polipropileno.
Y a diferencia del proceso de capitalización de YPFB, que significó un grave
daño económico al Estado, la tercera nacionalización y los pasos dados en el
proceso de industrialización han puesto a Bolivia en el camino correcto, en el
camino de las obras antes que el discurso político.
La Planta de Separación de Líquidos “Carlos Villegas” es fruto de las
históricas jornadas de lucha de un pueblo que posibilitó que la riqueza
hidrocarburífera vuelva a manos de los bolivianos y los excedentes primero
beneficien al país y a sus regiones.