
Uno de los argumentos más sistemáticamente utilizados
por la oligarquía de Estados Unidos para la defensa del sistema social
capitalista que pretende expandir por el mundo en beneficio de sus intereses de
dominación global es el derecho de opción informativa de que -argumentan-
disfrutan los ciudadanos norteamericanos. Esa ilusión suscitada por la propia
oligarquía pretende ignorar el riguroso control sobre los medios que en Estados
Unidos ejerce un conglomerado de consorcios financieros.
Aunque ello es celosamente excluido como
información de los grandes medios de prensa, se ha podido conocer que son
apenas media docena los consorcios oligárquicos que ejercen el control del
contenido informativo, ideológico y político de los medios en Estados Unidos. Son ellos:
General Electric, News Corporation, CBS, Time Warner, Viacom y Disney. Compárese este fenómeno con la
situación en 1983 cuando la industria de los medios estaba representada por 50
compañías mediáticas independientes.
Estos seis monstruos financieros poseen, o
controlan de otra forma, el 90% de los principales medios de prensa en Estados
Unidos y subsecuentemente ejercen un ascendiente decisivo en todos los países
influenciados por la política informativa de Washington. Sus nombres o las
porciones que cada una controla pueden variar a causa de compraventa, fusiones
u operaciones de capital semejantes, pero el resultado será siempre el mismo.
“Cada una de estas corporaciones tiene sus
propias historias sombrías, relaciones y actores sospechosos. Disney es
considerado una esotérica empresa destinada a deformar las mentes de los niños
con inquietantes imágenes subliminales. Una de estas empresas es también la
duodécima mayor contratista de la defensa militar de Estados Unidos, por lo que
no es sorprendente que gran parte de nuestros productos de entretenimiento se
orienten a la glorificación de la guerra y la violencia”, asegura el periodista
Vic Bishop, redactor del Walking Times en un comentario aparecido el 28
de agosto en esa publicación. Bishop aborda en su comentario las distintas
tácticas utilizadas por los medios estadounidenses para la siembra de
consentimiento ciudadano hacia los objetivos de la oligarquía.
La promoción de valores materiales superficiales,
egocéntricos y con evidente simplificación para el consumo de la población se
corresponde con los intereses de estos seis grupos corporativos. Glorifican el
consumo, la obediencia, la hipersexualización de la juventud, la ignorancia, la
glorificación de la guerra, la vigilancia oficial en la vida privada de los
ciudadanos, y así sucesivamente.
Instintivamente, los anunciantes apoyan a los
conglomerados empresariales que controlan los medios porque les ayudan en la
percepción de la opinión pública y las mentes de sus clientes. Según Bishop,
con solo observar las propuestas que presentan para el consumo del público se
puede derivar qué tipo de sociedad están esos seis conglomerados ayudando a
construir. Tienen incluso el poder que fabricar la realidad que ellos quieren
para el futuro y la presentan en sus programas como “reality shows”. Quienes no
representen las narrativas y la agenda consumista que ellos pintan, no encajan
en la sociedad que ellos pretenden.
La nocividad y los peligros del producto ideológico
residen en que se consume día a día por cientos de millones de lectores,
televidentes, radioyentes e incluso internautas que no tienen plena conciencia
de ello.
Fuertes lobbies, fundaciones y grupos de poder
político o empresarial tienen suficiente capacidad organizativa, financiera y
política para llevar a cabo campañas de presión contra los medios o periodistas
que se salen de la línea dominante. Para la mayoría de los medios resulta menos
problemático y más rentable acatar esta presión que enfrentarse a esos lobbies.
Si a esto se agrega que el 80 % de la
información internacional que se publica en el mundo procede de cuatro grandes
agencias de países del llamado primer mundo (AP, UPI, Reuters y AFP) que son
las que fijan el orden del día de las noticias según la agenda de sus intereses
corporativos.
La pluralidad ideológica es aún más falsa.
Presentan polémicas y debates que no son reales porque siempre son mantenidos
dentro de coordenadas que no afectan lo esencial. El lector, o la audiencia, cree
estar asistiendo a una discusión que muestra pluralidad y riqueza de opiniones
cuando en verdad está siendo engañado con una discusión que se mantiene en un
espectro ideológico y un escenario muy limitado.
En su prólogo al libro de Pascual Serrano “Desinformación;
Cómo los medios ocultan el mundo”, Ignacio Ramonet escribe que en Estados
Unidos la censura funciona por atragantamiento, asfixia o atasco. “Ofrecen
tanta información que el público no se da cuenta de que alguna (precisamente la
que más nos haría falta) no está”.