La guerra contra los BRICS continúa. El país hegemón, Estados
Unidos, junto a sus satélites centrales, persiste en el intento de explicar el
actual enfriamiento de la economía mundial por culpa de los países emergentes.
Esto no va a parar. El FMI aprovecha su informe anual de previsiones de
crecimiento económico para situar el foco afuera del epicentro capitalista. Y
lo hace como sabe: abusando de su posición dominante para proyectar un panorama
preocupante para China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica. De esta forma, se
pretende desviar la atención de los verdaderos problemas estructurales del
sistema capitalista mundial. Se obvia discutir acerca de subordinación de la
economía real frente a la financiarización neoliberal. ¿Qué dice el FMI como
garante de un sistema económico que permite que el 90% de los movimientos de
capitales sean no productivos? ¿Cuál es la política económica del FMI para un
sector financiero que es 18,1 veces superior a la economía real? ¿Por qué no
prohíbe la existencia de fondos buitres que atentan y desestabilizan las
economías de muchos países? ¿Por qué no dedica sus informes a exigir el
cumplimiento de normas concretas para acabar con la conexión privilegiada entre
transnacionales y paraísos fiscales? No. El FMI prefiere no aclarar nada acerca
de la evasión de 11,5 billones de dólares que casi nadie sabe dónde está. Todo
lo contrario: el FMI apunta a todos aquellos países que no les obedece solo con
el ánimo de salvar “su sistema” que no es ni por asomo beneficioso para la
mayoría social.
En esta ofensiva en contra de los BRICS, vale
todo; incluido tergiversar las cifras de crecimiento económico para aparentar
un estancamiento relativo de las economías emergentes en comparación con las
potencias tradicionales. Pero la letra pequeña no engaña. Los datos hablan por
sí mismo y es absolutamente incierto que los países emergentes sean los que
menos crecen ni siquiera los responsables actuales de la contracción económica
mundial. El mismo FMI estima que el PIB de este grupo de países crecerá al 4%
mientras que los denominados países avanzados lo harán al 2%. Es más, si
comparamos China con Alemania o Japón, el resultado es aún más esclarecedor: el
Fondo estima que el PIB chino crecerá el 6,8% en este año 2015 mientras
Alemania lo hará en 1,5% y Japón, 0,6%.
Las cuentas no salen a pesar que el FMI se
esfuerce en repetir insistentemente el mismo titular: “el frenazo de los
emergentes enfría el crecimiento mundial” (El País, 6 Octubre 2015); “los
emergentes amenazan con arrastrar al mundo a una nueva recesión” (Financial
Times, 7 Septiembre 2015). Este acecho contra los BRICS no es casual. Estados
Unidos procura ganar la batalla de las expectativas con la intención de frenar
la actual transición geoeconómica (hacia el mundo multipolar). La Reserva
Federal desde hace meses viene anunciando una subida de interés que nunca se
produce. El objetivo es crear expectativas a nivel global para que los
capitales que se fueron hace una década, ahora vuelvan a casa por navidad. Ni
al FMI ni a Estados Unidos les gusta en absoluto que los BRICS sigan
consolidando un espacio geoeconómico tan amplio, tan sólido, y tan ramificado
por el mundo. La reciente creación del Banco Asiático de Inversión en
Infraestructura (BAII), al cual ya se han adherido unos 57 países (entre ellos
los BRICS, además Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Australia, España,
Corea del Sur, Israel), también molesta. La nueva diplomacia financiera china
incomoda sobremanera al FMI. El Consenso de Beijing, como muchos lo denominan,
actúa como contrapeso al Consenso de Washington. El FMI no está solo en este
mundo. Lo saben y por ello reaccionan contra los BRICS y contra todo aquel país
que no se atenga a su mandato. Así intentan construir un sentido común global,
en lo económico, de qué todo es culpa de los BRICS, todo es culpa de los países
emergentes. De esta manera, el FMI, con Estados Unidos a la cabeza, intenta a
la desesperada una restauración conservadora a nivel mundial, para que todo
vuelva a la hegemonía de antes, a la del siglo XX, aunque a veces se olvida que
estamos ya en el siglo XXI.
Hoy más que nunca la disputa geopolítica se
traslada al terreno de lo geoeconómico. Aunque también podría decirse al revés,
tal como así lo manifestó la propia Presidenta argentina Cristina: “¡no es la
economía, es la geopolítica, estúpido!”.
Alfredo Serrano Mancilla es Director de
CELAG, Doctor en Economía.
LA GUERRA CONTRA LOS BRICS