La intervención del vocero de la Causa Marítima, Carlos Mesa,
en el programa El informante, de Televisión Nacional de Chile, ha sido, además
de solvente, pedagógica y precisa, una oportunidad para que los
bolivianos nos percatemos del rumbo que adoptarán la prensa y la élite política
chilena en los próximos meses, después del fallo de la Corte
Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) que se declaró competente para
tratar la demanda boliviana ante Chile.
Tras una semana del fallo de La Haya, el vocero
y expresidente Mesa fue invitado a un programa de alto rating en la televisión
estatal chilena, al que también asistieron dos excancilleres
de ese país, José Miguel Insulza y Hernán Felipe Errázuriz. Ambos estaban
en el público durante la entrevista y luego conversaron con el
conductor del programa, el periodista Juan Manuel Astorga.
En una entrevista preparada para desarmar al
invitado y a la posición boliviana, el Vocero hizo una atinada y brillante
defensa de la causa marítima, demostró su conocimiento histórico, sus dotes
discursivas, su experiencia mediática y principalmente su capacidad de
argumentar cualquier detalle que concierna a la demanda boliviana.
Demostró también, por añadidura, que en la etapa actual, después de declararse
competente la CIJ para tratar el tema, la estrategia comunicacional boliviana
es más importante que nunca y que es Mesa la persona más idónea para
conducirla.
Aunque el programa mostró a un público adusto y
preocupado, y a dos excancilleres totalmente refractarios a la posición
boliviana, el haber llegado de esta forma a la opinión pública chilena no sólo
ha sido oportuno sino que debe ser parte permanente del trabajo del Vocero y
del equipo boliviano en los próximos meses.
Mesa hizo afirmaciones importantes de ser
compartidas con el público chileno: que Bolivia no busca vulnerar el Tratado de
1904; que los ofrecimientos chilenos a lo largo del último siglo son tangibles
y crean la evidencia de lo que se denomina "derecho expectaticio”; que la
salida soberana -que deberá ser definida en una eventual negociación- partió de
Chile como propuesta aunque resta definir y precisar sus condiciones; que
Bolivia se someterá al fallo de la CIJ cualquiera que sea y, no menos
importante, que la demanda boliviana no se reduce a la Corte y al fallo que ésta
determine sino que es un causa nacional e histórica que es y seguirá siendo una
prioridad nacional.
Pero, más allá de la satisfacción que sintió el
país ante la acertada defensa realizada por el expresidente Mesa, quedó en
todos la percepción que desde Chile se debe esperar en los próximos meses una
estrategia agresiva, que anule inclusive la validez y legitimidad de los fallos
de la CIJ -Errázuriz se refirió a ella como "una Corte política” y que
"está haciendo mucho daño”- y no esté dispuesta a un diálogo
abierto y fructífero.
Aunque simultáneamente el presidente Evo Morales
informó que en su breve encuentro con la Presidenta de Chile en Nueva
York notó un "cierto interés en conversar” -recordemos que luego del
fallo, Evo Morales invitó a las autoridades chilenas al diálogo-, está claro
que en las autoridades y líderes de opinión de ese país está por ahora ganando
terreno la posición más dura y conservadora: la de negar a Bolivia cualquier
posibilidad de arreglo que implique un retorno soberano al océano Pacífico.
Las amenazas de que Chile pueda incluso dejar el
Pacto de Bogotá -también salidas de la boca del excanciller Errázuriz- muestran
cuán poco flexible es el ánimo en ese país para acatar una futura
negociación de "buena fe” con Bolivia.
Afortunadamente, la argumentación
boliviana ha conseguido posicionar la idea de que el diálogo abierto es
la mejor apuesta para resolver este diferendo histórico y
aunque Chile esté inclinándose por retomar su posición de inflexibilidad
y autoritarismo, Bolivia ha conquistado un inmejorable apoyo internacional.
La presencia y voz del expresidente y
vocero de la causa marítima, Carlos Mesa, refuerza precisamente este
concepto.
LA SOLVENCIA DE MESA FRENTE A CHILE