El jueves 02 de septiembre de 2010 me contactó Alejandro Groppo, discípulo de Ernesto Laclau, para decirme que su maestro nos invitaba a Mondazzi y a mi a tomar con él un café en el Hotel Windsor (Entre Rios esquina Buenos Aires) donde se hospedaba, para el día siguiente. Silvio me paso a buscar y a las l9,20 estábamos con él, que no esperaba puertas adentro en el bar del Hotel. Nos recibió amigablemente, con grandes abrazos y pasamos a sentarnos. Sigue tan sencillo y amable como antes. Para nada se ha envanecido de sus éxitos como teórico y académico de fama internacional. Un poco más de panza y el rostro algo más lleno que antes, y anteojos. Pidió noticias de los viejos compañeros (“¿Quienes quedan de los históricos?”). Todos, le dijimos. Se extrañó de que también viviera Victor Hugo Saiz, no se porqué. Quizá pensara que su carácter sanguíneo le habría jugado una mala pasada… Mondazzi le pide que hable un poco más alto, porque Adriana está un poco sorda, y sonriente Ernesto les dice: “Yo también. Y me olvidé el aparatito”, tocándose la oreja. Le cuento que aun está en pie la pensión de la calle Obispo Salguero 134 donde comimos por seis meses juntos y con un dejo de nostalgia me dice: “¡Ah, si! Habría que verla…” También le cuento la anécdota “privada” de cuando a fin es de 1963 el grupo de ex-posadistas que éramos el núcleo del PSIN cordobés nos opusimos a que él y el FAU fueran incorporados directamente a la Mesa Nacional, porque, como buenos trotskos, pensábamos que debían hacer su cursus honorum en la base, primero, y recién luego ascender. Le agregué que Ramos, en carta a Terzaga, muy discretamente nos hizo ver el error de despreciar así la “materia gris” del FAU, y comparándome sardónicamente con los “viejos bolcheviques” ponía el ejemplo de cómo Lenin había incorporado directamente a Trotsky a la dirección nacional sin pasar por las bases. ¿Ferrero se creerá un viejo bolchevique?, de esos que se opusieron a la cooptación de Lenin, terminaba. Ernesto escuchó la anécdota y sólo se sonrió, sin agregar comentario.
Dijo que apoyaba al kirchnerismo, pero tratamos de hablar poco de su posición política y de sus teorías. Mejor, porque algunas son decididamente reformistas. (Recordemos que en 1999 aconsejó votar a la Alianza De la Rua-Chacho). Mondazzi trataba de satisfacer sus curiosidades sobre la IN en Córdoba, pero lo hacía con terribles fallas de memoria, así que en varias ocasiones tuve que rectificarlo. Le informaba, por ejemplo, de hechos acaecidos entre 1966 y el Cordobazo, fecha en la que aun Laclau estaba en el país, y hasta l968 en el PSIN y por tanto conocía bien. Confundía los tiempos el hombre....
Pero lo más interesante no fue lo que nosotros le contamos, sino las anécdotas que el narró y las posiciones que dió. Por ejemplo: 1)Cuando se fue a Inglaterra, invitado por Eric Hobsbawm, para acceder a la cátedra, tuvo que entrevistarse con el decano de la Universidad (creo Oxford), quien presumía de saber siempre algo “interesante” del país del que provenía el candidato. Pasa Laclau y al decirle de donde era, el inglés le dice: “¡Ah, argentino, que interesante!” y durante unos segundos queda en silencio buscando el dato interesante de la Argentina para comentar con el joven profesor. Al fin habló y dijo: “¿Y como está el General Rosas?”. Ernesto, asombrado pero disimulando para no hacerle ver su extrema ignorancia, le contesta: “Bien, muy bien, Está aquí en Southtamton”. “¡Ah, no me diga! Dele saludos cuando lo vea”…
2)Sobre su ruptura con el PSIN. En 1968.se entrevistó con Ramos en el Café Tortoni para hablar sobre el tema. Pero ninguno de los dos lo abordó de entrada. Hablaron de muchas cosas como tres horas. Al final, Laclau le dice: “Ramos, hablemos un poco del Partido”. Hablaron. Laclau le dijo que se venía una ola nacional y popular, para la que el partido tenía un lenguaje y una estructura inadecuadas. “Somos un partido semi-trotskista, y debemos dejar de serlo”, le planteó y desarrolló sus ideas. Ramos lo escuchó y finalmente hablo y dijo: “No, Ernesto, Usted está equivocado. Cuando la ola revolucionaria ascienda, la clase obrera argentina vendrá a tocarnos el timbre en el Partido y entonces nosotros la educaremos con la mano peluda del marxismo-leninismo”. Al poco se separaron, un poco tristes ambos, porque comprendieron que ese era el fin de la sociedad que habían mantenido por un lustro. Luego se produjo, en la calle, el episodio que Laclau contó en el homenaje a Ramos.
3)Hace un tiempo visitó a la Presidenta Cristina y al despedirse en la puerta de su despacho, ella le dice: “Bueno, en otra ocasión me vas a explicar tu teoría del discurso”. Allí había dos periodistas burros o malévolos que escucharon esta frase, y al otro día los diarios dirían que la Presidente le había pedido a Ernesto que le escribiera los discursos… También le transmitió un piropo de Carlos Fuentes, el gran novelista mejicano: “Dice Fuentes que las dos mujeres más hermosas que ha conocido en su vida son María Félix y Cristina Fernandez”. ¿Y que contestó Cristina?, le pregunto. No fue ajena al halago la Presidente, agrega Ernesto.
4)Le pregunta Mondazzi si conoció a Chávez en Venezuela y si el proceso venezolano era positivo. “Si, por supuesto, es muy positivo y lo apoyamos contestó, pero a Chávez no lo conocí en Caracas sino antes, en Londres. Había ido a Londres con el Alcalde de Caracas, que lo había invitado a Ernesto a dar una charla en la capital de Venezuela. Estaban charlando los dos en el Bar del Hotel donde se hospedaban los venezolanos, y Laclau le pregunta por el presidente. Le dice: “Está arriba en el cuarto, voy a ver si puede bajar”. Lo llama por Celular: “¿Hugo? Estoy aquí con Laclau”. “¿El filósofo?”. “Si”. “En seguida bajo” Y al rato se lo ve bajar las imponentes escaleras rodeado de un ejercito de guardaespaldas. Lo saluda amablemente y le dice que está leyendo dos libros: “La Razón Populista” (del propio Laclau) y “Los Miserables” de Victor Hugo, porque él solo tiene tiempo para leer en los viajes. Le pide que le autografíe el libro y Ernesto así lo hace.
5) Recuerda una ocasión en que él y Spilimbergo (“un diplomático exquisito”, dice con ironía…) fueron encargados por el Partido para negociar un acuerdo con no sé que grupos o tendencias políticas estudiantiles. Las tratativas se arrastraban por horas y los supuestos aliados hacían muchas objeciones. “Yo notaba que a mi lado Spilimbergo empezaba a bufar e impacientarse”, hasta que de pronto explotó y les dice (y acá Ernesto imita muy bien la voz, la cadencia y los tartamudeos iniciales de Spili): “Si ustedes no acceden a lo que les propone el compañero Laclau, nosotros los vamos a aplastar así (apretando el pulgar contra la mesa), así (volviéndolo a apretar en otra dirección) y así (aprentándolo en una tercera posición). Por supuesto, ante tamaña diplomacia, el posible acuerdo se borró de la agenda….
6) En cierta ocasión se iba a celebrar un Homenaje a la Vuelta de Obligado y Ramos quería que el Partido tuviera participación en él. Le encomienda a Laclau que hable con José Alberto Murray (que había sido compañero anarquista de Ramos en el secundario y luego se había hecho nacionalista), pero éste le dice que quien decide en última instancia es el nacionalista oligárquico Marcelo Sánchez Sorondo, hijo del que fuera facistón Ministro del interior de Justo. Entonces Ernesto le pide a su padre, viejo radical y amigo de Sánchez Sorondo, que le consiga una audiencia con aquel. Laclau (p) le habla por telefóno: “¡Hola, che, Marcelo! Escucháme: ¿vos lo podrías recibir a mi hijo Ernesto, el subversivo, quien necesita hablar con vos?”. (“Maldita la gracia que me hizo la presentación de mi padre”…,dice Laclau h). Sánchez Sorondo le contesta que sí y allá van a entrevistarlo Ernesto y Blas Alberti. En el camino, Blas “que tenía esas salidas ingenuas” -explica Ernesto- le dice a éste: “Che Ernesto, pueda ser que este oligarca no se de cuenta que somos materialistas dialécticos”… Sánchez Sorondo los recibió muy amablemente, dijo que iba a estudiar la posibilidad de participación de los abelardistas y le envío saludos a Laclau padre. Pero la participación fue negada de hecho.
Como a las nueve y media (21,30), bajó su mujer, Chantal Mouffe, para apurarlo porque debían cumplir con no recuerdo que obligación. Nos fue presentada y nos saludó en perfecto castellano, un poco duro quizá, pero bien. Sorprendido le digo a Ernesto, en un aparte: “¡Che, que bien que habla el castellano tu mujer! Yo pensé que por ser belga solo hablaba francés e inglés…” Entonces él me aclara: “Lo que pasa que en su anterior matrimonio vivió y dio clases en Colombia como por seis años y allí aprendió bien el español”.
Nos despedimos con mutuas promesas de vernos nuevamente el año que viene y me dejó su mail.