AHORA LOS SUEÑOS NO SE TELEVISAN

Por:
Hugo Presman

Publicado el 01/12/2015

Hace exactamente ocho años escribí una nota que circuló profusamente; se llamaba  “El televisor de los sueños” y empezaba así: “Tengo un televisor que recepciona los sueños. Que trae imágenes del futuro. En colores. Con mucho verde esperanza. Ayer mi televisor enloqueció. Aparecieron imágenes de un acto en Casa de Gobierno. Con la presencia de los presidentes Lula, Evo, Duarte, Chávez, Correa, Kirchner y Cristina Fernández. Y mucha gente especialmente invitada. Era por el lanzamiento de Banco del Sur. Un sueño. Una locura. Una utopía. Claro que para verlo hay que tener esta excentricidad que es el televisor de los sueños. Que trae al presente imágenes entrevistas en las utopías juveniles. Con gente vitoreando “Patria si Colonia no.” Si, ahí mismo donde hace apenas una década se proclamaban las relaciones carnales y la idea de la colonia próspera entrando de rodillas al primer mundo. Donde se llegó a importar caca francesa. Ahí donde se aplaudía aquello de “ramal que para, ramal que cierra”. Ahí donde hoy están sentadas las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, se promulgaban las leyes de la impunidad y el indulto.

                

Entre el público alcanzo a avizorar a muchos de los que aplaudían lo contrario de lo que hoy se hace. Por la humedad de los ojos alcanzo o imagino leer una frase de Marx: “ En la historia, como en la naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida”.

Está hablando Evo. En su voz y en su piel está buena parte de la historia de las venas abiertas de América Latina. Dice entre otras cosas que el Banco del Sur debería dar paso a la creación de una moneda única sudamericana.

                                      

Luego pasa al atril Lula. Cuenta la historia de cómo se gestó el Banco del Sur. De cómo se afianzó la relación entre Argentina y Brasil. Dice de pronto: “No existe la posibilidad de salidas individuales.” Me parece ver en el  público que Simón (Bolívar) y José  de San Martín)  se agarran de las manos con José Gervasio (Artigas) y Francisco (Miranda). Debe ser una interferencia del pasado en estas imágenes del futuro. Sigue Lula: “O resolvemos la asimetría en la región, con una política diferenciada para países como Bolivia, Ecuador, Paraguay y Uruguay, o la integración será solo parte de los discursos.” Me acerco más al televisor. Lula dice: “Evo es lo más extraordinario de lo que nos ha sucedido en Sudamérica. Nadie refleja más que él la cara de Bolivia.” Otra vez una interferencia. Es la imagen de Sucre que sonríe.”

Hace varias semanas que las trasmisiones que recibe el televisor de los sueños llegan tan desvaídas que no son posibles de observar. El triunfo de Mauricio Macri en Argentina que repercute intensamente en el resto de América Latina ha intensificado los vientos de la restauración conservadora que viene asolando a América Latina. Dilma Roussef es acosada y llevada contra las cuerdas con la amenaza del juicio político en un intento de enterrar al Partido de los Trabajadores; en Venezuela el gobierno ha perdido en forma contundente una elección legislativa que incrementará la guerra económica que soporta y a través del accionar legislativo conseguir el desplazamiento del gobierno. Correa en Ecuador ha renunciado a postularse nuevamente; en Uruguay volvió el sector más conservador del Frente Amplio y en Paraguay hace varios años fue desplazado en un golpe legislativo  Fernando Lugo. Todo ello en un contexto de recuperación de la iniciativa norteamericana, que a través de los países latinoamericanos del Pacifico viene suscribiendo tratados de libre comercio como forma de reparar su derrota en el ALCA, en la histórica cumbre de Mar del Plata.

Vuelvo a mirar aquel tape del 2007 del “Televisor de los sueños”: “Ahora en el atril está Rafael Correa, el presidente de Ecuador. Un economista. Que saluda a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y recuerda lo que significó su lucha para los latinoamericanos. Que explica desde este lado del mostrador que no estamos viviendo una época de cambio, sino un cambio de época. Arturo  (Jauretche) sonríe debajo de su frondoso bigote y sus ojos de paisano pícaro se iluminan. Rodolfo (Puiggrós) y Juan José (Hernández Arregui) se dan las manos. Dice Rafael, después de citar un par de veces a Bolívar: “Tenemos que terminar con la dependencia financiera” y explica clara y académicamente que la autonomía del Banco Central de Ecuador le impedía a los ecuatorianos fijar la política monetaria pero eso no era obstáculo para que FMI tuviera hasta hace poco sus oficinas dentro mismo del banco, ahí donde  para los ecuatorianos el acceso era limitado. Sostuvo la necesidad de crear un Fondo del Sur integrado por las suma de las reservas internacionales que los países de la región tienen depositadas en las naciones del primer mundo, para que sirvan al desarrollo de la región.  “Son 250.000 millones de dólares” estimó. El dinero de nuestros pueblos facilita la prosperidad de los pueblos del primer mundo. Concluye diciendo “Hasta la victoria siempre.”

No puedo evitar que se me caigan algunas lágrimas, que me atenace la angustia. Pero no puedo dejar de observar aquellas imágenes del 2007, cuando decia: “Me parece que este televisor de los sueños los exagera hasta hacerlo increíbles. ¿Quién ha escrito este libreto futurista,  este sueño de los setenta sepultado por la derrota y las tragedias consiguientes? ¿Ray Bradbury, George Orwell, Jorge Luís Borges? Si en esos asientos, apenas ayer, descansaban sus posaderas Fujimori, Salinas de Gortari, Henrique Cardoso, Jorge Batlle, Sánchez de Losada.    

Ahora en el atril está Nicanor Duarte Frutos. El Presidente paraguayo sostiene: “El Banco del Sur abre un proceso de emancipación financiera, nos abre el camino de la liberación política.” Luego se extiende sobre conceptos de Rousseau sobre que sin igualdad toda libertad es ficticia. Sube al escenario y se para delante del atril  Hugo Chávez. Dice que va a ser breve después de haber escuchado todos los excepcionales discursos que le antecedieron. Nadie le cree que eso sea posible. El venezolano es un orador atrapante. Empieza recordando el nuevo aniversario de la batalla de Ayacucho. Y hace un relato literario impecable con precisión histórica. Cuenta que ahí se juntaron los latinoamericanos de las distintas regiones, se pusieron el uniforme, formaron un único ejército que era nada menos que el pueblo en armas y dieron la batalla definitiva. Cita a Bolívar, a San Martín, a Perón, y no se priva de comentar que integran una misma línea histórica. Cuenta la trágica historia de los libertadores traicionados por las respectivas oligarquías que terminaron asesinados o en el exilio. Qué es eso lo que produjo que una sola nación concluyera en 20 republiquetas. Por un momento lo veo a Jorge Abelardo Ramos aplaudiendo desde su silla. Ese moreno fascinante parece la reencarnación del discurso del “Colorado”, autor de “América Latina: un país” que luego lo reelaboró con el título de “Historia de la Nación Latinoamericana”. Recuerdo su frase que tantas veces he repetido: “ Somos argentinos  porque fracasamos en ser latinoamericanos.” Es demasiado. No se puede tener una sobredosis de sueños. El sonido trae la consigna: “ Patria si, Colonia no”.

                          

De pronto, ahora, al televisor de los sueños llega una imagen nítida, después de tantas brumosas, y reconozco un sonriente Mauricio Macri, de la mano de un alegre Aecio Neves, con un eufórico Henrique Capriles que los abraza, hablando de la “revolución de la alegría, del consenso, de la unión, de las relaciones maduras con EE.UU, del futuro maravilloso que nos espera, que dejamos atrás la larga noche populista y que ahora sí que despegamos.

Ahora los que aplauden son: Alberto Fujimori, Salinas de Gortari, Henrique Cardoso, Jorge Batlle, Sánchez de Losada, Julio María Sanguinetti.

En el televisor de los sueños vuelven las imágenes de hace ocho años: “Néstor Kirchner está ahora en ese atril que sus adversarios aborrecen. Cuenta la anécdota cuando se encontró por  primera vez con Lula. Viajó en un avión alquilado, con un 22% de apoyo y con la incertidumbre de si Menem le iba a dar o no la posibilidad de ir al ballotagge. Lo acompañaban integrantes de carrera del  cuerpo diplomático que lo alertaban  sobre el peligro de Brasil y el de luchar por la hegemonía en el continente. Kirchner ridiculizó las posiciones de sus acompañantes como las rémoras de un pasado. Ese donde se consumó la balcanización. Le cedió el atril a Cristina Fernández quien elogió los procesos abiertos por cada uno de los presidentes presentes y  en especial a Hugo Chávez. Y en un momento dirigiéndose a Lula le dijo (no es textual, es un sueño, pero sin lugar este es el sentido):“Los argentinos, brasileros y uruguayos tenemos una enorme deuda con el pueblo paraguayo, por haber formado parte de la Guerra de la Triple Infamia Ese pueblo que era conducido por Francisco Solano López. No es de extrañar entonces que se me critique  desde la página editorial de un diario fundado por el que condujo los ejércitos de la Triple Infamia”  Arturo Jauretche se ha levantado y aplaude como un loco. Juan José Hernández Arregui le da la mano a Rodolfo Puiggrós. ¡Vale la pena tener este televisor de los sueños! Otra que Internet. Este invento permite observar cómo la  prédica de los que imaginaron este sueño se encarna en el futuro o tal vez en el presente. Jorge Abelardo Ramos después de abrazar calurosamente a Chávez, hace lo mismo con  Jorge Enea Spilimbergo. San Martín, Bolívar y Artigas lloran y gritan “Seamos libres y lo demás no importa nada” Chávez los corrige y le dice: “Seamos libres e iguales y lo demás no importa nada.”

Martín Miguel de Güemes, Manuela Sáenz, Juana Azurduy, Simón Rodríguez, Felipe Varela, Augusto Cesar Sandino, Emiliano Zapata, forman fila para saludar a los presidentes. Hay muchos protagonistas más que no entran en este sueño. Son los que con sus sueños y sus luchas pavimentaron el camino. Bolívar se dirige a un rincón y mientras contiene el llanto dice quedamente: “Ha tardado, pero posiblemente ya no sea correcto decir aquello de “He arado en el mar.” Perón se acerca, le toca el hombro y le dice: “El siglo XXI, Simón, nos encontrará unidos.” 

Diviso entre los concurrentes a mi amiga Silvia Bleichmar que se nos adelantó hace unos meses, como dicen los mejicanos. Me hace gestos desde la distancia y creo entender que me dice: “Recordá lo que siempre conversábamos y luego lo puse en el título de un libro: “No me hubiera gustado morir en los noventa.” Es cierto. Aunque esto sea sólo un sueño.

Ahí está Helder Cámara, el obispo brasileño que me dice: “Cuando uno sueña solo, es sólo un sueño; cuando soñamos juntos, comienza a construirse otra realidad”

¿Cómo que no es un sueño; que mucho de lo que aquí cuento está pasando? Prefiero apagar el televisor. Tengo miedo que como muchas otras veces la realidad obstruya o evapore la posibilidad que los sueños dejen de serlo. Que el discurso sea sólo un catálogo de buenas intenciones. Pero tal vez en esta oportunidad la victoria esté de nuestro lado. Que necesitemos en el futuro acunar otros sueños, porque aquellos que acompañaron buena parte de nuestras vidas ya se hayan transformado en realidades.”

                                                               

El televisor de los sueños se apaga. Era el 2007 y la historia parecía haber cruzado de  vereda. Ocho años después, aquel Banco del Sur nunca se concretó. Al fortalecimiento de los enemigos se sumaron errores propios, más las siempre presentes miserias humanas. Si en el siglo XIX, los libertadores que predicaban la unión latinoamericana tuvieron como destino el asesinato o el exilio, en el siglo XXI la biología arremetió en el 2010 contra Néstor Kirchner y en el 2013 contra Hugo Chávez, muerto de un cáncer, igual que dos siglos antes padeció Juan José Castelli, el mejor orador de Mayo de 1810, que por esas ironías del destino latinoamericano le afectó la lengua.

Dos bajas demasiado sensibles en un equipo que no tenía reemplazantes de ese calibre en el banco de suplentes.

Ahora a la Casa Rosada llegarán otras caras, con la peregrina idea del fin de las ideologías que es la forma contrabandista de ocultar la verdadera.

                                                                  

Ahora me parece ver de nuevo a Bolívar pero angustiado, a San Martín cabizbajo en su residencia francesa, a Artigas sumido en su exilio paraguayo.

Cuando la mano viene cambiada, cuando las contramarchas de la historia nos recuerdan su caminar que nunca es el línea recta, no queda más que galvanizar el ánimo y volver al escenario fortalecido por lo mucho que se hizo bien y que es imprescindible defender  y con un bisturí agudo analizar limitaciones y errores, para no repetirlos y a partir de ahí volver a intentar las utopías que nos guían desde el horizonte, entrelazando los sueños en un haz colectivo para que la historia llegue a dar un nuevo viraje.

Será el momento en que nuevamente “El televisor de los sueños” nos emocionará con sus imágenes 

8-12-2015                

 

 

                                                                                

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