Nuestro Bicentenario (1910) se evaluó como un gigantesco cumpleaño de la chilenidad. Sin embargo, Chile no nace en 1810 como la mayoría cree, sino en 1536 asi como Perú, con la decisión de Pizarro, en la Isla del Gallo..
El progenitor es Diego de Almagro. Por eso si se trata de conmemorar el natalicio del país se debe esperar hasta el 2036. En tal situación no será un Bicentenario, sino un Pentacentenario o, si se quiere, un V Centenario.
Dicho héroe es el primero que concibe el país como un todo orgánico. Olvida eso de Nueva Toledo. La angosta faja territorial que explora hasta la ribera del Itata la bautiza con un vocablo autóctono: “Chile”.
Aun más genera el gentilicio “chileno” y sus adláteres son conocidos como “los de Chile”. La condición andrajosa de su tropa al retornar de la fallida expedición permite se les etiquete como “rotos”.
Entonces el Bicentenario no es de Chile, sino de la Independencia de Chile. Aunque el Cabildo Abierto y la I Junta de Gobierno proclaman su fidelidad al rey Fernando VII entonces prisionero de Bonaparte.
El país existía ya con anterioridad a 1810 y desde la expedición del adelantado y por tres siglos. Si Almagro lo descubre y concibe, Valdivia lo funda y Ercilla con "La Araucana" oficiliza el bautizo.
De entonces hasta 1810 hay 3 siglos. Con la emancipación pasa de Reino a República. Hay mudanza sólo de institucionalidad. Eso de renegar de la vertiente ibérica es una semilla de nuestra crisis de identidad.
Crisis de identidad, es decir, autoestima deprimida, impulsa a abominar de lo hispánico así como otros atribuyen nuestro atraso al aporte aborigen. Somos -como lo advierte Bolívar- "hijos de la mezcla".
Creerse "arios" -y, por ende blancos- o aborígenes -es decir, amerindios- constituyen dos falacias tan venenosas como sostener que nuestras patrias nacen con la emancipación.