¿QUIEN GANA CON LAS PERDIDAS?
Comparaciones sobran para preguntarse ¿quién gana con la derrota de una revolución?

Por:
Freddy Morales

Publicado el 01/12/2015

Existe, en algunos círculos sociales, una especie de alivio por las recientes derrotas políticas de los gobiernos progresistas. Confían en que el efecto dominó termine con este “ciclo populista”. Nuestros políticos bolivianos de derecha, y algunos otros que enarbolan una supuesta posición de izquierda, apostaban por el inicio de la derrota en Venezuela luego de la muerte del líder Hugo Chávez. Un liderazgo que hasta ahora no pudo ser retomado por ningún otro político en la región. Así fue como se produjo el abierto intento de golpe de Estado en Venezuela del año pasado, que a su vez derivó en detenciones ahora convertidas por la oposición venezolana y por algunos medios de comunicación en “presos políticos”; los golpistas convertidos en víctimas. Prueba del intento de derrocamiento es la declaración de uno de los líderes del golpe, quien dijo que las movilizaciones terminarían cuando Maduro se vaya.

Al intento de golpe le siguió la profundización de la crisis económica, que empezó por ocultar el papel higiénico, luego alimentos, hasta llegar a una escasez casi total. A ello se sumó la caída del precio del petróleo a niveles que no tienen otra explicación que la presión política para que algunos gobiernos revienten. Y no son precisamente los gobiernos de derecha. Paralelamente, la presión en Brasil llegó por el lado de la corrupción en la petrolera Petrobras (que ahora derivó en una demanda de juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff).

En Ecuador no cesaron las movilizaciones ni la presión hasta que el presidente, Rafael Correa, les concediera no postular a la reelección el próximo año (se había abierto un proceso de reforma constitucional que incluía habilitarlo con ese fin).

La derrota llegó por Argentina. Nuestra derecha también corrió hasta allá para ser parte de esa “victoria”. Luego volvió a Venezuela para intentar liderar a la oposición de ese país y gritar victoria. Por donde se lo vea, en ningún lugar la derecha tiene victorias propias. No se le conoce ninguna propuesta alternativa. Se ha limitado solo a conspirar.

Los gobiernos progresistas se encargaron de facilitar toda la batería para que los ataquen, y eso se llama, fundamentalmente, corrupción. La derecha expone los mismos rostros derrotados hace más de una década por una insoportable corrupción, que ahora se convierten en abanderados de la honestidad, pese a que ni rindieron cuentas, ni devolvieron lo que robaron. Por supuesto que la corrupción de antes no justifica la de ahora.

Le han añadido la defensa de los derechos humanos (incluso un heredero político del dictador Hugo Banzer pasea el continente reclamando respeto a los derechos humanos, con los ojos abiertos en Venezuela, pero cerrados por ejemplo en México).

Casi todo se juega en los medios de comunicación. En España han sido desalojados medio millón de familias de sus viviendas, mientras en Venezuela el Estado ya entregó más de 900.000 a quienes no la tenían. Se han difundido escándalo, coberturas y misiones especiales a la frontera de Venezuela con Colombia por el intento venezolano de evitar la fuga de los alimentos, medida que obligó a retornar a 2.000 familias ilegales colombianas. En Estados Unidos, Obama ya llegó a expulsar a 2.500.000 mexicanos, pero de eso, ni una palabra. Comparaciones sobran para preguntarse ¿quién gana con la derrota de una revolución?