SUDAMERICA DESPUES DE CHAVEZ

Por:
Andrés Solíz Rada

Publicado el 01/12/2015

Al constituirse definitivamente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), los días 2 y 3 de diciembre de 2011, muchos pensaron que la América morena estaba cerca del sueño de la Patria Grande. La CELAC surgía como una organización de latinoamericanos y caribeños, con exclusión expresa de EEUU, lo que marcaba su diferencia cualitativa con la OEA. La CELAC nació con el respaldo del  MERCOSUR, creado el 26 de marzo de 1991, e integrado, inicialmente, por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.

 

La Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), forjado en Brasilia el 23 de mayo de 2008, avanzó con propuestas de integración cultural, social, económica y comercial de Sudamérica. Su logro más notable fue la creación de la Escuela Sudamericana de Defensa (ESUDE), lo que implicaba que la  soberanía regional había dejado de estar en manos norteamericanas. Otro hito notable constituyó el establecimiento de la Alianza Bolivariana por los Pueblos de Nuestra América (ALBA), en diciembre de 2004, cuyos países fundadores fueron Venezuela, Ecuador, Cuba y Nicaragua, los que rápidamente recibieron el refuerzo de Bolivia.

 

Gracias a estos organismos se logró el reingreso de Cuba a la OEA, el rechazo al Área de Libre Comercio (ALCA), apadrinado por Washington, en la IV Cumbre de las Américas y el respaldo a Evo Morales, en momentos en que logias separatistas, agrupadas en la Nación Camba, amenazaban la unidad del país. 

 

La estantería bolivariana sufrió un duro revés en el ballotage argentino del 23 de noviembre, en el que el neoliberal Mauricio Macri derrotó a Daniel Scioli. En su discurso de posesión, Macri no pronunció ni una sola vez la palabra Malvinas, símbolo de la resistencia de la América Latina al colonialismo inglés. Un nuevo remezón se produjo el 6 de diciembre último, cuando la oposición al gobierno de Nicolás Maduro obtuvo dos tercios de la Asamblea Nacional.

 

En rigor de verdad, EEUU nunca abandonó su estrategia de imponer el ALCA. Lo que hizo fue cambiar de táctica al impulsar la creación de la Alianza para el Pacífico, suscrita por Chile, Colombia, México y Perú, el 28 de abril de 2011, la que postula la libre circulación de bienes, servicios y capitales, además de la defensa del libre mercado. Incluso Evo analiza ese camino al asistir a reuniones con empresarios de EEUU, organizadas por el diario británico Financial Times, símbolo del neoliberalismo anglosajón. Sin embargo, el pensamiento bolivariano enseña la inconveniencia de negociar en forma aislada con las transnacionales. La única posibilidad de hacerlo ventajosamente es a través de bloques regionales, capaces de defender comunes intereses. 

 

El camino adoptado por Evo se explica por el fracaso del MERCOSUR en incursionar en rubros estratégicos de la economía, como la minería, el petróleo, la Banca y la agricultura. El acuerdo subregional parece estancado en negociaciones arancelarias entre Brasil y Argentina, que tampoco llenan las expectativas de Paraguay y Uruguay. Brasil, Argentina y Venezuela fracasaron en el intento de crear el Banco del Sur, capaz de enfrentar a la dictadura financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial

 

El mal manejo económico explica también la derrota de Maduro. Sería injusto no reconocer el papel fundamental del comandante Chávez en el impulso de casi todos los organismos bolivarianos creados en los últimos lustros. Pero, infelizmente, al considerar que la política debía avanzar por delante de la economía, tornó vulnerable a la macroeconomía venezolana, lo que fue aprovechado por el imperialismo y sus agentes internos para desatar una guerra económica que socavó sus cimientos.

 

Los procesos bolivarianos fueron también afectados por hechos de corrupción. No resulta fácil explicar cómo el patrimonio de la señora Cristina Fernández de Kirchner pudo crecer en casi el 1.000 por ciento durante el ejercicio de la presidencia. Tampoco es fácil de entender el por qué los gobiernos de Chávez y Maduro no controlaron adecuadamente el uso de divisas y el porqué Lula y Dilma Roussef permitieron descomunales negociados en Petrobrás. Lo que si está claro es que el relanzamiento del proyecto bolivariano deberá reformular sus bases económicas y éticas, sino se quiere sufrir nuevas frustraciones. Lo que no ha cambiado es la disyuntiva de América Latina: O consolida la Patria Grande o continuará sometida a tratados de libre comercio digitados por Washington.